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Sumario del 17/10/2015

Pedro en diálogo con las culturas

Hacia el encuentro

Para el mundo

Pedro en diálogo con las culturas



50 años de Sínodo. Papa: amar y servir al mundo, caminando juntos, como el Señor espera de su Iglesia

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(RV).- Seguir siendo una Iglesia universal y sinodal. Caminar juntos, laicos, Pastores y Sucesor de Pedro, escuchando al Pueblo de Dios, por las sendas de la historia hacia el encuentro con Cristo.

Escucha y servicio que abraza a la familia y a la humanidad entera, en la justicia y la paz

El Papa Francisco alentó a celebrar con «alegría, alabanza y acción de gracias al Señor, el cincuenta aniversario de la institución del Sínodo de los Obispos». En pleno desarrollo de la XIV Asamblea general ordinaria sobre la familia, el Santo Padre hizo hincapié en que, desde el Concilio Vaticano II, «hemos experimentado de forma cada vez más intensa la necesidad y la belleza de ‘caminar juntos’».

Reiterando que, desde el comienzo de su ministerio como Obispo de Roma, ha querido valorizar el Sínodo - una de las herencias conciliares «más preciosas», y tras  evocar al Beato Pablo VI, que lo instituyó, y el impulso que San Juan Pablo II y Benedicto XVI dieron al organismo sinodal, el Papa Bergoglio destacó la importancia de perseverar en la sinodalidad, camino que Dios espera de la Iglesia, amando y sirviendo al mundo:

«Debemos proseguir por este camino. El mundo en el que vivimos, y que estamos llamados a amar y servir también en sus contradicciones, exige de la Iglesia el potenciamiento de las sinergias en todos los ámbitos de su misión. Precisamente el camino de la sinodalidad es el camino que Dios espera de la Iglesia del tercer milenio».

El discurso del Santo Padre culminó el evento conmemorativo - el sábado 17 de octubre de 2015 – en el Aula Pablo VI. La introducción estuvo a cargo del Secretario General del Sínodo de los Obispos, Card. Lorenzo Baldisseri. El Presidente de la Conferencia Episcopal de Austria y Arzobispo de Viena, Card. Christoph Schönborn, presentó una relación conmemorativa.

Y la Iglesia en los cinco continentes -  Europa, África, América, Asia y Oceanía - estuvo representada respectivamente por el Card. Nichols, Arzobispo de Westminster, Presidente de la Conferencia Episcopal de Inglaterra y Gales; Mons. Chimoio, Arzobispo de Maputo. El Card. Ezzati, Arzobispo de Santiago de Chile y presidente de la Conferencia Episcopal chilena; Su Beatitud Sako, Patriarca de Babilonia de los Caldeos, Iraq, que encabeza el Sínodo de la Iglesia Caldea; y el Card. Mafi, Obispo de Tonga y Presidente de la Conferencia Episcopal del Pacífico.

(CdM – RV)

Texto completo del discurso del Papa Francisco

Beatitudes, Eminencias, Excelencias,  Hermanos y  Hermanas,

Mientras se encuentra en pleno desarrollo la XIV Asamblea General  Ordinaria, conmemorar el cinquantesimo aniversario de la institución del Sínodo de los Obispos es para nosotros motivo de alegría, de alabanza y de agradecimiento al Señor. Desde el Concilio Vaticano II a la actual Asamblea sinodal sobre la familia, hemos experimentado de manera poco a poco más intensa la necesidad y la belleza de "caminar juntos".

En esta alegre circunstancia deseo dirigir un cordial saludo a Su Eminencia el Cardenal Lorenzo Baldisseri, Secretario General, con el Sub-Secretario Su Excelencia Monseñor Fabio Fabene, los Oficiales, los Consultores y los otros Colaboradores de la Secretaría General del Sínodo de los Obispos. Junto a ellos, saludo y agradezco por su presencia a los Padres sinodales y a los otros Participantes a la Asamblea en curso, así como a todos los presentes en esta Aula.

En este momento también queremos recordar a aquellos que, en el transcurso de cincuenta años, han trabajado  al servicio del Sínodo, comenzando por los Secretarios Generales que se han alternado:  los Cardenales Władysław Rubin, Jozef Tomko, Jan Pieter Schotte y el Arzobispo Nikola Eterović.  Aprovecho esta ocasión para expresar de corazón mi gratitud a todos cuantos, vivos o difuntos, han contribuido con un compromiso generoso y competente al desarrollo de la actividad sinodal.

Desde el inicio de mi ministerio como Obispo de Roma he intentado valorizar el Sínodo, que constituye una de las herencias más preciosas de la última reunión conciliar. Para el Beato Pablo VI, el Sínodo de los  Obispos debía volver a proponer la imagen del Concilio ecuménico y reflexionar sobre su espíritu y el método. El mismo Pontífice anunciaba que el organismo sinodal «con el pasar del tiempo podrá ser mayormente perfeccionado». A él hacia eco, veinte años más tarde, San Juan Pablo II, cuando afirmaba que «tal vez este instrumento podrá aun ser mejorado. Quizás la colegial responsabilidad pastoral puede expresarse en el Sínodo aún más plenamente» . Finalmente, en el 2006, Benedicto XVI aprobaba algunas variaciones al Ordo Synodi Episcoporum, también a la luz de las disposiciones del Código de Derecho Canónico y del Código de los Cánones de las Iglesias orientales, promulgados en el interin .

Debemos proseguir por este camino. El mundo en el que vivimos, y que estamos llamados a amar y servir también en sus contradicciones, exige de la Iglesia el potenciamiento de las sinergias en todos los ámbitos de su misión. Precisamente el camino de la sinodalidad es el camino que Dios espera de la Iglesia del tercer milenio

Lo que el Señor nos pide, en cierto sentido, ya está todo contenido en la palabra “Sínodo”. Caminar juntos – Laicos, Pastores, Obispo de Roma – es un concepto fácil de expresar con palabras, pero no es tan fácil ponerlo en práctica.

Después de haber reafirmado que el Pueblo de Dios está constituido por todos los Bautizados llamados a “formar una casa espiritual y un sacerdocio santo”, el Concilio Vaticano II proclama que “la totalidad de los Fieles, teniendo la unción que viene del Santo (Cfr. 1 Jn 2,20 y 27), no puede equivocarse en creer, y manifiesta esta propiedad mediante el sentido sobrenatural de la fe de todo el Pueblo, cuando desde los Obispos hasta el último de los Fieles laicos muestra su consenso universal en cosas de fe y moral”.

En la Exhortación Apostólica Evangelii gaudium he subrayado como “el Pueblo de Dios es santo en razón de esta unción que lo hace infalible in credendo”, agregando que “todo Bautizado, cualquiera que sea su función en la Iglesia y el grado de instrucción de su fe, es un sujeto activo de evangelización y sería inadecuado pensar a un esquema de evangelización llevado adelante por actores calificados en el cual el resto del Pueblo fiel sería solamente receptivo de sus acciones”. El sensus fidei impide separar rígidamente entre Ecclesia docens ed Ecclesia dicens, ya que también la Grey posee un “instinto” propio para discernir los nuevos caminos que el Señor abre a la Iglesia.

Ha sido esta convicción a guiarme cuando he deseado que el Pueblo de Dios viniera consultado en la preparación de la doble cita sinodal sobre la familia. Ciertamente, una consultación de este tipo en ningún modo podría bastar para escuchar el sensus fidei. Pero, ¿cómo sería posible hablar de la familia sin interpelar las familias, escuchando sus alegrías y sus esperanzas, sus dolores y sus angustias? Por medio de las respuestas de los dos cuestionarios enviados a las Iglesia particulares, hemos tenido la posibilidad de escuchar al menos algunas de ellas en relación a las cuestiones que tocan muy de cerca y sobre el cual tienen mucho que decir.

Una Iglesia sinodal es una Iglesia de la escucha, con la conciencia que escuchar “es más que oír”. Es una escucha reciproca en la cual cada uno tiene algo que aprender. Pueblo fiel, Colegio Episcopal, Obispo de Roma: uno en escucha de los otros; y todos en escucha del Espíritu Santo, el “Espíritu de verdad” (Jn 14,17), para conocer lo que Él “dice a las Iglesias” (Ap 2,7).

El Sínodo de los Obispos es el punto de convergencia de este dinamismo de escucha llevado a todos los niveles de la vida de la Iglesia. El camino sinodal inicia escuchando al Pueblo, que “también participa en la función profética de Cristo”, según un principio querido en la Iglesia del primer milenio: “Quod omnes tangit ab ómnibus tractari debet”. El camino del Sínodo prosigue escuchando a los Pastores. Por medio de los Padres sinodales, los Obispos actúan como auténticos custodios, intérpretes y testimonios de la fe de toda la Iglesia, que debe saber distinguir atentamente de los flujos muchas veces cambiantes de la opinión pública. A la vigilia del Sínodo del año pasado afirmaba: “da el Espíritu Santo para que los Padres sinodales pidan, sobre todo, el don de la escucha: escucha de Dios, hasta sentir junto con Él el grito del Pueblo, escucha del Pueblo, hasta respirar la voluntad a la cual Dios nos llama”. Además, el camino sinodal culmina en la escucha del Obispo de Roma, llamado a pronunciarse como “Pastor y Doctor de todos los cristianos”: no a partir de sus convicciones personales, sino como testigo supremo de la fides totius Ecclesiae, “garante de la obediencia y de la conformidad de la Iglesia a la voluntad de Dios, al Evangelio de Cristo y a la tradición de la Iglesia”.

El hecho que el Sínodo actué siempre cum Petro et sub Petro – por lo tanto no sólo cum Petro, sino también sub Petro – no es una limitación de la libertad, sino una garantía de la unidad. De hecho el Papa es por voluntad del Señor, “el perpetuo y visible principio y fundamento de la unidad tanto de Obispos cuanto de la multitud de los Fieles”. A esto se une el concepto de ““jerarchica communio”, usado por el Concilio Vaticano II: Los Obispos están unidos al Obispo de Roma por el vínculo de la comunión episcopal (cum Petro) y al mismo tiempo están jerárquicamente sometidos a él como jefe del Colegio (sub Petro)

El carácter sinodal, como dimensión constitutiva de la Iglesia, nos ofrece el marco interpretativo más adecuado para comprender el mismo ministerio jerárquico. Si comprendemos que, como dice San Juan Crisóstomo, “Iglesia y Sínodo son sinónimos”  –  porque la Iglesia no es otra cosa que el “caminar juntos” de la Grey de Dios por los senderos de la historia que sale al encuentro de a Cristo Señor  –  entendemos también que en su interior nadie puede ser “elevado” por encima de los demás. Al contrario, en la Iglesia es necesario que alguno “se abaje” para ponerse al servicio de los hermanos a lo largo del camino.

Jesús ha constituido la Iglesia poniendo en su cumbre al Colegio apostólico, en el que el apóstol Pedro es la “roca” (Cfr. Mt 16, 18), aquel que debe “confirmar” a los hermanos en la fe (Cfr. Lc 22, 32). Pero en esta Iglesia, como en una pirámide dada vuelta, la cima se encuentra por debajo de la base. Por esto quienes ejercen la autoridad se llaman “ministros”: porque, según el significado originario de la palabra, son los más pequeños de todos. Cada Obispo, sirviendo al Pueblo de Dios, llega a ser para la porción de la Grey que le ha sido encomendada, vicarius Christi, vicario de Jesús, quien en la última cena se inclinó para lavar los pies de los apóstoles (Cfr. Jn 13, 1-15). Y, en un horizonte semejante, el mismo Sucesor de Pedro es el servus servorum Dei.

¡Jamás lo olvidemos! Para los discípulos de Jesús, ayer, hoy y siempre, la única autoridad es la autoridad del servicio, el único poder es el poder de la cruz, según las palabras del Maestro: “Pero Jesús los llamó y les dijo: “Ustedes saben que los jefes de las naciones dominan sobre ellas y los poderosos les hacen sentir su autoridad. Entre ustedes no debe suceder así. Al contrario, el que quiera ser grande, que se haga servidor de ustedes; y el que quiera ser el primero que se haga su esclavo” (Mt 20, 25-27).

Entre ustedes no será así: en esta expresión alcanzamos el corazón mismo del misterio de la Iglesia y recibimos la luz necesaria para comprender el servicio jerárquico.

En una Iglesia sinodal, Sínodo de los Obispos es sólo la más evidente manifestación de un dinamismo de comunión que inspira todas las decisiones eclesiales.

El primer nivel de ejercicio de la sinodalidad se realiza en las Iglesias particulares. Después de haber citado la noble institución del Sínodo diocesano, en el cual Presbíteros y Laicos están llamados a colaborar con el Obispo para el bien de toda la comunidad eclesial, el Código de derecho canónico dedica amplio espacio a aquellos que usualmente se llaman los “organismos de comunión” de la Iglesia particular: el Consejo presbiteral, el Colegio de los Consultores, el Capítulo de los Canónigos y el Consejo pastoral. Solamente en la medida en la cual estos organismos permanecen conectados con lo “bajo” y parten de la gente, de los problemas de cada día, puede comenzar a tomar forma una Iglesia sinodal: tales instrumentos, que algunas veces proceden con cansancio, deben ser valorizados como ocasión de escucha y de participación.

El segundo nivel es aquel de las Provincias y de las Regiones Eclesiásticas, de los Consejos Particulares y, en modo especial, de las Conferencias Episcopales. Debemos reflexionar para realizar todavía más, a través de estos organismos, las instancias intermedias de la colegialidad, quizás integrando y actualizando algunos aspectos del antiguo orden eclesiástico. El auspicio del Consejo de que tales organismos puedan contribuir a acrecentar el espíritu de la colegialidad episcopal todavía no se ha realizado plenamente. En una Iglesia sinodal, como ya  afirmé, “no es oportuno que el Papa sustituya a los Episcopados locales en el discernimiento de todas las problemáticas que se plantean en sus territorios. En este sentido, advierto la necesidad de proceder a una saludable descentralización”.

El último nivel es aquel de la Iglesia universal. Aquí el Sínodo de los Obispos, representando al episcopado católico, se transforma en expresión de la colegialidad episcopal al interno de una Iglesia toda sinodal. Eso manifiesta la collegialitas affectiva, la cual puede volverse en algunas circunstancias “efectiva”, que une a los Obispos entre ellos y con el Papa, en el cuidado por el Pueblo de Dios.

El compromiso de edificar una Iglesia sinodal – misión a la cual todos estamos llamados, cada uno en el papel que el Señor le confía – está grávido de implicaciones ecuménicas. Por esta razón, hablando con una delegación del Patriarcado de Constantinopla, he reiterado recientemente la convicción de que "el atento examen sobre cómo se articulan en la vida de la Iglesia el principio de la sinodalidad y el servicio de quien preside ofrecerá una aportación significativa al progreso de las relaciones entre nuestras Iglesias".

Estoy convencido de que, en una Iglesia sinodal, también el ejercicio del primado Petrino recibirá mayor luz. El Papa no está, por sí mismo, por encima de la Iglesia; sino dentro de ella como Bautizado entre los Bautizados y dentro del Colegio episcopal como Obispo entre los Obispos, llamado a la vez, como Sucesor del apóstol Pedro- a guiar a la Iglesia de Roma, que preside en el amor a todas las iglesias.

Mientras reitero la necesidad y la urgencia de pensar a «una conversión del papado», de buen grado repito las palabras de mi predecesor el Papa Juan Pablo II: "Como Obispo de Roma soy consciente [...], que la comunión plena y visible de todas las Comunidades, en las que gracias a la fidelidad de Dios habita su Espíritu, es el deseo ardiente de Cristo. Estoy convencido de tener al respecto una responsabilidad particular, sobre todo al constatar la aspiración ecuménica de la mayor parte de las Comunidades cristianas y al escuchar la petición que se me dirige de encontrar una forma de ejercicio del primado que, sin renunciar de ningún modo a lo esencial de su misión, se abra a una situación nueva".

Nuestra mirada se extiende también a la humanidad. Una Iglesia sinodal es como un emblema levantado entre las naciones (cfr. Is 11, 12) en un mundo que – aun invocando participación, solidaridad y la transparencia en la administración de la cosa pública – a menudo entrega el destino de poblaciones enteras en manos codiciosas de pequeños grupos de poder. Como Iglesia que "camina junto" a los hombres, partícipe de las dificultades de la historia, cultivamos el sueño que el redescubrimiento de la dignidad inviolable de los pueblos y de la función de servicio de la autoridad podrán ayudar a la sociedad civil a edificarse en la justicia y la fraternidad, generando un mundo más bello y más digno del hombre para las generaciones que vendrán después de nosotros.

(Traducción del italiano, Redacción RV)

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Liberar a la humanidad del hambre es objetivo improrrogable, el Papa a la FAO

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(RV).- Con motivo de la Jornada Mundial de la Alimentación, que se celebra este 16 de octubre, el Papa Francisco escribió un mensaje al director general de la FAO, José Graziano da Silva, con el que pide una “solidaridad transformada en gestos tangibles”.

En la jornada en que se celebra el septuagésimo aniversario de la fundación de la Organización, el Pontífice evidencia como no obstante los esfuerzos realizados, tantos hermanos “pasan hambre y malnutrición, sobre todo por la distribución inicua de los frutos de la tierra, pero también por la falta de desarrollo agrícola”.  

El su mensaje el Papa constata cómo la búsqueda afanosa del beneficio, intereses particulares y efectos de políticas injustas impiden una cooperación eficaz en el seno de la comunidad internacional y recalca lo mucho que queda por hacer en cuanto a seguridad alimentaria. Ante este "doloroso escenario", el Pontífice subraya la necesidad urgente de que se retome la inspiración que condujo al nacimiento de esta Organización “y que nos compromete a buscar los medios necesarios para librar a la humanidad del hambre y a promover una actividad agrícola” que satisfaga “las necesidades reales de las diversas áreas del planeta”. Un objetivo ambicioso pero improrrogable – afirma –  que “se debe perseguir con renovada voluntad”.

Haciendo referencia al tema elegido para la Jornada Mundial de la Alimentación de este año: “Protección social y agricultura para romper el ciclo de la pobreza rural”, Francisco reitera la importancia de la responsabilidad hacia los dos tercios de la población mundial que carece de protección social, incluso mínima: pequeños agricultores, ganaderos, pescadores y agentes forestales, obligados a vivir precariamente y cuya vulnerabilidad – explica el Papa -  tiene repercusiones muy gravosas en su vida personal y familiar.

Ante la realidad de personas hambrientas y malnutridas el Papa pregunta: ¿Es aún posible concebir una sociedad en la que los recursos queden en manos de unos pocos y los menos favorecidos se vean obligados a recoger sólo las migajas? Su respuesta, afirma el Pontífice, no puede limitarse a buenos propósitos sino que radica en "la paz social, es decir, la estabilidad y seguridad de un cierto orden, que no se produce sin una atención particular a la justicia distributiva, cuya violación siempre genera violencia".

El Papa dirige entonces su pensamiento a los más desfavorecidos afirmando que “son personas, no números, y reclaman que las apoyemos, para poder mirar el futuro con un mínimo de esperanza. Piden a los gobiernos y a las instituciones internacionales que actúen cuanto antes, haciendo todo lo posible, aquello que dependa de su responsabilidad”.

De ahí su llamado “a una solidaridad transformada en gestos tangibles, que requiere ‘compartir’ y no sólo una mejor gestión de los riesgos sociales y económicos o una ayuda puntual con motivo de catástrofes y crisis ambientales. Es esto lo que se pide a la FAO”, afirma el Pontífice.

La protección social, prosigue Francisco, no puede limitarse al incremento de beneficios, sino que se debe “concretar en ese ‘amor social’ que es la clave de un auténtico desarrollo.

Refiriéndose a la protección social en favor de la familia, el Obispo de Roma explica que garantizar la vida familiar significa “promover el crecimiento económico de la mujer, consolidando así su papel en la sociedad, como también apoyar el cuidado de los ancianos y permitir que los jóvenes continúen su formación escolar y profesional, para que accedan bien capacitados al mundo laboral”.

Tras explicar que la creación y los frutos de la tierra son dones de Dios concedidos a todos los seres humanos que deben  ser compartidos justamente por todos, el Papa subraya la necesidad de una firme voluntad para afrontar las injusticias, sobre todo, aquellas más graves que ofenden la dignidad humana y afectan profundamente nuestra conciencia.

“Ante las dificultades, continúa el Papa Francisco, no puede prevalecer el pesimismo o la indiferencia”. Y destacando el trabajo realizado hasta ahora, “motivo de aliciente para toda la Comunidad internacional”, menciona la Agenda 2030 para el Desarrollo Sostenible, aprobada recientemente por las Naciones Unidas. “Espero que no se quede sólo en un conjunto de reglas o de posibles acuerdos – afirma. Confío que inspire un modelo diverso de protección social, tanto en el plano internacional como nacional”.

El Papa concluye con la invitación a que cada uno, en aquello que dependa de él, dé lo mejor de sí mismo en espíritu de genuino servicio a los demás. 

(MCM-RV)

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Los padres son instrumentos del amor de Dios, dijo el Papa. Síntesis de la catequesis

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(RV).- En la Audiencia General del miércoles 14 de octubre de 2015 en el marco del sínodo sobre la familia el Papa Francisco continuó con sus reflexiones sobre la familia y a partir del pasaje bíblico de Mateo en el que Jesús dice “ay de quien escandalice a los pequeños”, habló de las promesas que hacemos a los niños: promesas importantes que son decisivas para sus expectativas ante la vida, dijo, para su confianza en los seres humanos, para su capacidad de concebir el nombre de Dios como una bendición. 

“Queridos hermanos y hermanas: Hoy reflexionaremos sobre el tema de las promesas que hacemos a los niños. No me refiero a esas pequeñas promesas que hacemos habitualmente para que se porten bien o se esfuercen en el colegio, más bien a la promesa contenida en el hecho de traerles a la vida. Esta promesa de acogida, cuidado, cercanía y atención concreta, se puede resumir en una palabra: Amor. A los niños prometemos Amor”.

El amor es la promesa que cada hombre y mujer hace a cada hijo, dijo Francisco, pero, ¿cuán leales somos con las promesas que hacemos a los niños haciéndolos venir en nuestro mundo? Señalando que los adultos hablamos de los niños como una promesa de la vida y que nos conmovemos diciendo a los jóvenes que son nuestro futuro, el pontífice se preguntó si somos así de serios respecto a su futuro, y con las palabras de Jesús, recordó que Dios Padre vigila sobre nuestras promesas: 

“Una promesa de amor, en definitiva, que hemos aprendido de nuestros padres antes incluso de ser conscientes y que, con una actitud inerme y confiada, todo niño espera que le sea correspondida íntegramente. Si esto no sucede, se les hiere profundamente. Por eso, Jesús en el Evangelio nos alerta de que Dios y sus ángeles velan sobre esta responsabilidad”.

La espontánea confianza de los niños en Dios jamás debería ser herida, recalcó el Santo Padre, y recordó que los padres son instrumentos del amor de Dios: “¡Ustedes, papás y mamás, tienen esta chispa de Dios que dan a los niños, ustedes son instrumento del amor de Dios, y esto es bello, bello, bello!”

“El niño recibe de su familia con su nombre y con las primeras palabras y sonrisas, y caricias, la belleza de estar con los demás, aprendiendo a ser libre y aceptar a los otros. En el bautismo, la Iglesia a través de los padres y la comunidad se une a estas promesas. Desde el momento que el niño es capaz de sentirse amado por sí mismo, siente que hay un Dios que lo ama. Su espontánea confianza en Dios nunca debe ser vulnerada, sobre todo con nuestra presunción de sustituir al Señor”.

Porque el punto de vista de los niños es el punto de vista del Hijo de Dios, concluyó el Papa, “sólo si miramos a los niños con los ojos de Jesús podemos verdaderamente comprender en qué sentido, defendiendo a la familia, protegemos a la humanidad”. “Que la santa Madre de Jesús haga que la Iglesia sea capaz de seguir la vía de su maternidad y de su fe”.

En sus palabras dirigidas a los peregrinos de lengua española, el Papa saludó de modo especial a los 33 mineros chilenos que estuvieron atrapados en las entrañas de la tierra durante 70 días, “creo que cualquiera de ustedes sería capaz de venir acá y decirnos que significa la esperanza”, les dijo. “Gracias por tener esperanza en Dios. Que la Virgen María y san José, que tuvieron bajo su custodia al Hijo de Dios, nos enseñen a acoger a Jesús en cada niño. Muchas gracias”.

(GM - RV)

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Hacia el encuentro



Las tentaciones no nos deben ni asustar ni desconcertar, y ni siquiera desalentar, dice Francisco

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REFLEXIONES EN FRONTERA, jesuita Guillermo Ortiz 

En el examen espiritual de conciencia que Francisco hizo al final del Sínodo 2014 dijo que “las tentaciones no nos deben ni asustar ni desconcertar, y ni siquiera desalentar, porque ningún discípulo es más grande que su maestro. Por lo tanto, si Jesús fue tentado —y además llamado Belzebú (cf.Mt 12, 24)—, sus discípulos no deben esperarse un trato mejor.”

Es más, como buen jesuita el Papa afirmó: “Personalmente me hubiese preocupado mucho y entristecido si no hubiesen estado estas tentaciones y estos animados debates; este movimiento de los espíritus, como lo llamaba san Ignacio (EE, 6), si todos hubiesen estado de acuerdo o silenciosos en una falsa y quietista paz. En cambio, he visto y escuchado —con alegría y gratitud— discursos e intervenciones llenas de fe, de celo pastoral y doctrinal, de sabiduría, de franqueza, de valentía y de parresia. Y he percibido que se puso delante de los propios ojos el bien de la Iglesia, de las familias y la «suprema ley», la «salud de las almas» (cf. can. 6/10/2015. Y esto siempre —lo hemos dicho aquí, en el aula— sin poner jamás en duda las verdades fundamentales del sacramento del matrimonio: la indisolubilidad, la unidad, la fidelidad y la procreación, o sea la apertura a la vida (cf. can. 1055, 1056 y Gaudium et spes, 48)”.

Este discurso, con aquel del inicio, también de Francisco, más la Relatio Synodi, son los 3 documentos oficiales del Sínodo 2015.

 

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Dar a conocer y promover la belleza de la familia

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(RV).- El Obispo de Concepción en Paraguay, monseñor Miguel Ángel Cabello Almada destaca a Radio Vaticano la importancia de la belleza de la familia. La entrevista fue realizada por el jesuita Guillermo Ortiz.

“Estamos en primer lugar preocupados realmente todos los padres sinodales por dar a conocer y promover la belleza de la familia que se constituye en la unión del varón y la mujer pero sobre todo en Cristo. Es un desafío grande para cada familia empezar una vida juntos, como  pareja, pero todo es posible también con la gracia del Señor, entonces es el aliento que desde el Sínodo se quiere dar a todas las familias del mundo”.

“Hay dificultades, hay problemas ciertamente en la relación de pareja, en relación de familia, pero el Señor los mira a todos con amor, con misericordia y a todos quiere ofrecer también la ayuda de la gracia y sobre todo esa solidaridad, la mano fraterna, del apoyo siempre de la Iglesia que es la comunidad que camina al lado de todos los hombres en sus diversas situaciones”.

“Se encuentran algunos problemas, algunas situaciones de necesidad, de carencia, a veces materiales, económicas, pero es posible superar esas dificultades con esa solidaridad, con esa unión, con esa armonía que se puede dar en la familia no obstante las dificultades externas o internas de carácter, por ejemplo, físico o material que se puedan tener”.

“Hay otras situaciones que preocupan, por ejemplo, quienes no acceden al sacramento del matrimonio entonces siente que uno no puede tener la ayuda de la gracia, de la comunión, del sacramento de la reconciliación porque es lo que realmente necesitamos para que nuestra vida espiritual pueda estar en sintonía con Dios y poder caminar juntos como Iglesia y formar parte activamente de la Iglesia y tener una participación más activa, es decir, ser un instrumento de evangelización para otras familias, entonces se necesita de esta gracia, también de los sacramentos para que una pareja puedan tener una participación más plena”.

“Quisiera que todos los bautizados y los matrimonios de los bautizados puedan realmente ser más que objetos de atenciones que sean sujetos también para alentar y embellecer cada familia que se encuentra precisamente en nuestro país y en sus diferentes ambientes”.

Para Radio Vaticano, MTC.

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Ecos del Encuentro Mundial de las Familias por Ricardo Grzona, sexta parte

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(RV).- En una serie de seis programas compartimos con nuestra audiencia los Ecos del Encuentro Mundial de las Familias. Una serie de reflexiones a partir de las palabras del Papa Francisco en la Fiesta de las Familias y Vigilia de Oración en el B. Franklin Parkway de Filadelfia.

Ricardo Grzona, experto en Lectio Divina y Presidente de la Fundación Ramón Pané, desglosa el discurso del Papa Francisco en seis programas de cinco minutos cada uno para escuchar en familia. 

Un modo para volver a pasar por el corazón la gran fiesta de las Familias en Filadelfia y para asimilar las enseñanzas del Pastor de la Iglesia Universal.

Aquí la sexta y última entrega: 

 

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Para el mundo



Testigos, una serie de televisión sobre la familia y la vida

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(RV).- Leandro A. Lanzotti, Director de Buena Nueva Comunicación presenta en esta emisión de Cadena de Amistad el proyecto Testigos TV, una herramienta que compila los testimonios de personas de todo el continente como también las intervenciones de especialistas sobre diferentes problemáticas relacionadas con el individuo y la familia. 

(GM - RV) 

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Jóvenes, ¿han sentido la mirada de Jesús sobre ustedes?Nuestra audiencia en las redes sociales contesta

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TU COMENTARIO AYUDA, tu opinión cuenta 

«Maestro bueno, ¿qué debo hacer para heredar la vida eterna?», fue la pregunta que le hizo un joven a Jesús, narrada en el Capítulo 10 del Evangelio de San Marcos. Los jóvenes de nuestro tiempo también se plantean preguntas como la que formuló este joven miles de años atrás: ¿Cómo alcanzar la felicidad? ¿Cómo autorrealizarnos plenamente ¿Cómo dar sentido a nuestra existencia?. Vivimos sumergidos en un sistema social y tecnológico que cambia y avanza vertiginosamente, que promueve u ra los jóvenes de hoy escoger los caminos correctos que los conduzcan a esa “vida eterna” de la que hablaba aquel joven del Evangelio, al cual Jesús miró, amó y dio una respuesta.

Y yo les pregunto a ustedes, jóvenes, chicos y chicas, que están en la plaza de San Pedro, dijo el Papa Francisco: ¿Han percibido la mirada de Jesús sobre ustedes? ¿Qué le quieren responder? ¿Prefieren dejar esta plaza con la alegría que nos da Jesús o con la tristeza en el corazón que la mundanidad nos ofrece?

La comunidad espiritual de nuestro Facebook, Radio Vaticana en español contesta las preguntas del Papa:

Pedro López comparte: “Existe un gran potencial dentro del corazón de tantos jóvenes que quieren encontrar respuestas a los misterios de Dios. No cometamos el error de poner distancia entre nuestra juventud y Jesús. Él se quedó con nosotros, nos escucha y nos ayuda. No estamos solos”.

Ana Lisboa escribe: “El joven del Evangelio se entristece al comprender que para seguir a Jesús no es suficiente cumplir con los mandamientos y procurar ser una buena persona; sino que él nos pide que lo dejemos todo, que compartamos nuestros bienes, que nos despojemos de nuestras comodidades, superficialidades y egoísmos, que salgamos de nuestra zona de confort entregando nuestra vida al servicio de los demás. Dejémonos mirar por Jesús y apostemos por él”.

Rosa Petroni comenta: “Sentimos la mirada de Jesús en la oración frente al sagrario, en la eucaristía, en el silencio reflexivo. Pidamos a Dios la gracia del valor y del coraje para poder seguir a Jesús en este mundo. Comprendo la tristeza del joven del Evangelio al darse cuenta que para alcanzar la vida eterna hay que dar algo más valioso que las riquezas y bienes materiales: la propia vida, poniéndola al servicio de los demás, porque es lo que más nos cuesta dar”.

También nuestros seguidores en Twitter @news_va_es comentan:

Mónica Ovelar dice: “Jesús también se entristece cuando nosotros, jóvenes, elegimos la vida cómoda en lugar de la vida misionera cristiana que él nos invita a vivir”.

Sebastián Pérez escribe: “Aunque no es sencillo, vale la pena elegir la alegría que ofrece Jesús, antes que optar por la mundanidad de esta sociedad”.

Ana Torres dice: “Jóvenes, que las palabras del Papa no entren por un oído y salgan por otro, sino que den raíces en nuestros corazones”.

Pía Lizarra escribe: «Si para muchos ser joven significa hacer locuras, apostemos entonces por la “locura” de seguir a Jesús y “vender todo”, y poner la vida al servicio demás».

«TU COMENTARIO AYUDA, tu opinión cuenta». Producción, Facebook, Radio Vaticana en Español.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

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