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Sumario del 15/02/2016

Pedro en diálogo con las culturas

Hacia el encuentro

Para el mundo

Pedro en diálogo con las culturas



"Bendición a quienes curan también con la cariñoterapia", el Papa Francisco en su visita al Hospital Pediátrico «Federico Gómez»

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(RV).- Finalizada la multitudinaria Misa en el Centro de Estudios Superiores de Ecatepec, el Papa Francisco regresó a Ciudad de México para una de las importantes citas de este viaje apostólico: la visita al hospital pediátrico «Federico Gómez», que cada día ofrece asistencia a cerca de ochocientos niños.

Después de repartir caricias y ternura a los pequeños, y de agradecer a Dios por la oportunidad de poder visitarlos, en su breve discurso el Papa les recordó un “pedacito del Evangelio”, que relata la presentación de Jesús en el Templo, y la figura del anciano Simeón, que, cuando lo ve, lo toma en brazos y comienza a bendecir a Dios. “Simeón es el «abuelo» - dijo -  que nos enseña esas dos actitudes fundamentales: la de agradecer y a su vez bendecir”. De ahí pues, el agradecimiento a los pequeños por el cariño dispensado, como a las personas que los cuidan  y trabajan por su recuperación, y la bendición del pontífice, tal como lo hiciera el anciano Simeón al ver al niño Jesús.

El hospital pediátrico «Federico Gómez», es uno de los centros para el cuidado de la infancia a la vanguardia del país, y además de la asistencia médica es un importante centro de investigación y enseñanza sobre las patologías infantiles.

Después del encuentro con los niños y el breve discurso, el Santo Padre fue acompañado a la Unidad de Hematología-Oncología (ludoteca y el departamento de quimioterapia) y, posteriormente, visitó en forma privada a los niños internados en el segundo piso.

Uno, de los muchos momentos conmovedores que pudimos ver, se vivió cuando una de las niñas allí internadas cantó ante el Papa Francisco y todos los presentes el Ave María.  

(GM – RV)

Texto y audio completo de las palabras del Papa Francisco: 

 

Señora Primera Dama.

Señora Secretaria de Salud

Señor Director.

Miembros del Patronato.

Familias aquí presentes

Amigas y amigos. Queridos niños

Buenas tardes.

             Agradezco a Dios la oportunidad que me regala de poder venir a visitarlos, de reunirme con ustedes y sus familias en este Hospital. Poder compartir un ratito de sus vidas, la de todas las personas que trabajan como médicos, enfermeras, miembros del personal y voluntarios que los atienden, tanta gente que está trabajando para ustedes.

            Hay un pedacito en el Evangelio que nos cuenta la vida de Jesús cuando era niño. Era bien chiquito, como algunos de ustedes. Un día los papás, José y María, lo llevaron al Templo para presentárselo a Dios. Y ahí se encuentran con un anciano que se llamaba Simeón, el cual cuando lo ve, muy decidido el viejito y con mucha alegría y gratitud, lo toma en brazos y comienza a bendecir a Dios. Ver al niño Jesús provocó en él dos cosas: un sentimiento de agradecimiento y las ganas de bendecir. O sea, dar gracias a Dios y le vinieron ganas de bendecir, al viejo.

            Simeón es el «abuelo» que nos enseña esas dos actitudes fundamentales de la vida: agradecer y a su vez bendecir.

            Acá yo los bendigo a ustedes, los médicos los bendicen a ustedes, cada vez que los curan las enfermeras, todo el personal, todos los que trabajan los bendicen a ustedes, los chicos, pero ustedes también tienen que aprender a bendecirlos a ellos y a pedirle a Jesús que los cuide porque ellos los cuidan a ustedes.  Yo aquí (y no sólo por la edad) me siento muy cercano a estas dos enseñanzas de Simeón. Por un lado, al cruzar esa puerta y ver sus ojos, sus sonrisas - algunos pillos-, sus rostros, me generó ganas de dar gracias. Gracias por el cariño que tienen en recibirme; gracias por ver el cariño con que se los cuida aquí, con el cariño con que se los acompaña. Gracias por el esfuerzo de tantos que están haciendo lo mejor para que puedan recuperarse rápido.

            Es tan importante sentirse cuidados y acompañados, sentirse queridos y saber que están buscando la mejor manera de cuidarnos, por todas esas personas digo: «¡Gracias!». «¡Gracias!».

Y, a su vez, quiero bendecirlos. Quiero pedirle a Dios que los bendiga, los acompañe a ustedes y a sus familias, a todas las personas que trabajan en esta casa y buscan que esas sonrisas sigan creciendo cada día. A todas las personas que no sólo con medicamentos sino con «la cariñoterapia» ayudan a que este tiempo sea vivido con mayor alegría. ¡Tan importante «la cariñoterapia»! ¡Tan importante! A veces una caricia ayuda tanto a recuperarse.

¿Conocen al indio Juan Diego, ustedes, o no? (Responden: Si) A ver, levante la mano quien lo conoce. Dos Cuando el tío de Juanito, Juan Diego, estaba enfermo, él estaba muy preocupado y angustiado. En ese momento, se aparece la Virgencita de Guadalupe y le dice: «No se turbe tu corazón ni te inquiete cosa alguna ¿No estoy yo aquí, que soy tu Madre?».

Tenemos a nuestra Madre, pidámosle para que ella nos regale a su Hijo Jesús. Y ahora, a los chicos les voy a pedir una cosa, cerremos los ojos, cerremos los ojos y pidamos lo que nuestro corazón hoy quiera, un ratito de silencio con los ojos cerrados y adentro pidiendo lo que queremos. Y ahora juntos digamos a nuestra Madre

Dios te salve Maria…

            Que el Señor y la Virgen de Guadalupe los acompañe siempre. Muchas gracias. Y, por favor, no se olviden de rezar por mí. No se olviden, que Dios los bendiga.

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El Papa en el Santuario de la Virgen de Guadalupe: “no estamos solos, ella va con nosotros”

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(RV).- “En ella y con ella, Dios se hace hermano y compañero de camino, carga con nosotros las cruces para no quedar aplastados por nuestros dolores”, lo dijo el Papa Francisco en su homilía en la Misa celebrada en el Santuario de Nuestra Señora de Guadalupe.

Al final de la primera jornada de su Visita Apostólica a México, el Santo Padre celebró la Eucaristía junto a los miles de fieles congregados en el Santuario Mariano más grande de este país y del mundo. En su homilía el Pontífice recordó que “la Virgen María es y será reconocida siempre como la mujer del sí, un sí de entrega a Dios y, en el mismo momento, un sí de entrega a sus hermanos. Es el sí que la puso en movimiento para dar lo mejor de ella yendo en camino al encuentro con los demás”.

“Así como se hizo presente al pequeño Juanito, de esa misma manera se sigue haciendo presente a todos nosotros; dijo el Papa, especialmente a aquellos que como él sienten que no valían nada. Esta elección particular, digamos preferencial, no fue en contra de nadie sino a favor de todos”.

Por ello, afirmó el Obispo de Roma, “Dios despertó y despierta la esperanza de los pequeños, de los sufrientes, de los desplazados y descartados, de todos aquellos que sienten que no tienen un lugar digno en estas tierras”. Es necesario construir el Santuario de Dios, y este Santuario señaló el Papa,  es la vida de sus hijos, de todos y en todas sus condiciones, especialmente de los jóvenes sin futuro expuestos a un sinfín de situaciones dolorosas, riesgosas, y la de los ancianos sin reconocimiento, olvidados en tantos rincones.

Por eso nos puede hacer bien un poco de silencio, dijo el Papa y “mirarla a ella, mirarla mucho y calmamente. Y en este estar mirándola, escuchar una vez más que nos vuelve a decir: ¿Qué hay hijo mío el más pequeño?, ¿qué entristece tu corazón? ¿Acaso no estoy yo aquí, yo que tengo el honor de ser tu madre?”.

(Renato Martinez – Radio Vaticano)

Texto y audio completo de la homilía del Papa Francisco 

Escuchamos cómo María fue al encuentro de su prima Isabel. Sin demoras, sin dudas, sin lentitud va a acompañar a su pariente que estaba en los últimos meses de embarazo.

El encuentro con el ángel a María no la detuvo, porque no se sintió privilegiada, ni que tenía que apartarse de la vida de los suyos. Al contrario, reavivó y puso en movimiento una actitud por la que María es y será reconocida siempre como la mujer del «sí», un sí de entrega a Dios y, en el mismo momento, un sí de entrega a sus hermanos. Es el sí que la puso en movimiento para dar lo mejor de ella yendo en camino al encuentro con los demás.

Escuchar este pasaje evangélico y en esta casa tiene un sabor especial. María, la mujer del sí, también quiso visitar a los habitantes de estas tierras de América en la persona del indio san Juan Diego. Y así como se movió por los caminos de Judea y Galilea, de la misma manera caminó al Tepeyac, con sus ropas, usando su lengua, para servir a esta gran Nación. Y así como acompañó la gestación de Isabel, ha acompañado y acompaña la gestación de esta bendita tierra mexicana. Así como se hizo presente al pequeño Juanito, de esa misma manera se sigue haciendo presente a todos nosotros; especialmente a aquellos que como él sienten «que no valían nada» (cf. Nican Mopohua, 55). Esta elección particular, digamos preferencial, no fue en contra de nadie sino a favor de todos. El pequeño indio Juan, que se llamaba así mismo como «mecapal, cacaxtle, cola, ala, es decir, sometido a cargo ajeno» (cf. ibíd, 55), se volvía «el embajador, muy digno de confianza».

En aquel amanecer de diciembre de 1531 se producía el primer milagro que luego será la memoria viva de todo lo que este Santuario custodia. En ese amanecer, en ese encuentro, Dios despertó la esperanza de su hijo Juan, la esperanza de un Pueblo. En ese amanecer Dios despertó y despierta la esperanza de los pequeños, de los sufrientes, de los desplazados y descartados, de todos aquellos que sienten que no tienen un lugar digno en estas tierras. En ese amanecer, Dios se acercó y se acerca al corazón sufriente pero resistente de tantas madres, padres, abuelos que han visto partir, perder o incluso arrebatarles criminalmente a sus hijos.

En ese amanecer, Juancito experimenta en su propia vida lo que es la esperanza, lo que es la misericordia de Dios. Él es elegido para supervisar, cuidar, custodiar e impulsar la construcción de este Santuario. En repetidas ocasiones le dijo a la Virgen que él no era la persona adecuada, al contrario, si quería llevar adelante esa obra tenía que elegir a otros ya que él no era ilustrado, letrado o perteneciente al grupo de los que podrían hacerlo. María, empecinada —con el empecinamiento que nace del corazón misericordioso del Padre— le dice: no, que él sería su embajador.

Así logra despertar algo que él no sabía expresar, una verdadera bandera de amor y de justicia: en la construcción de ese otro santuario, el de la vida, el de nuestras comunidades, sociedades y culturas, nadie puede quedar afuera. Todos somos necesarios, especialmente aquellos que normalmente no cuentan por no estar a la «altura de las circunstancias» o por no «aportar el capital necesario» para la construcción de las mismas. El Santuario de Dios es la vida de sus hijos, de todos y en todas sus condiciones, especialmente de los jóvenes sin futuro expuestos a un sinfín de situaciones dolorosas, riesgosas, y la de los ancianos sin reconocimiento, olvidados en tantos rincones. El santuario de Dios son nuestras familias que necesitan de los mínimos necesarios para poder construirse y levantarse. El santuario de Dios es el rostro de tantos que salen a nuestros caminos…

Al venir a este Santuario nos puede pasar lo mismo que le pasó a Juan Diego. Mirar a la Madre desde nuestros dolores, miedos, desesperaciones, tristezas y decirle: «Madre, ¿qué puedo aportar yo si no soy un letrado?». Miramos a la madre con ojos que dicen: son tantas las situaciones que nos quitan la fuerza, que hacen sentir que no hay espacio para la esperanza, para el cambio, para la transformación.

Por eso creo que hoy nos va a hacer bien un poco de silencio, y mirarla a ella, mirarla mucho y calmamente, y decirle como lo hizo aquel otro hijo que la quería mucho:

«Mirarte simplemente, Madre,

dejar abierta sólo la mirada;

mirarte toda sin decirte nada,

decirte todo, mudo y reverente.

No perturbar el viento de tu frente;

sólo acunar mi soledad violada,

en tus ojos de Madre enamorada

y en tu nido de tierra trasparente.

Las horas se desploman; sacudidos,

muerden los hombres necios la basura

de la vida y de la muerte, con sus ruidos.

Mirarte, Madre; contemplarte apenas,

el corazón callado en tu ternura,

en tu casto silencio de azucenas».

(Himno litúrgico)

Y en silencio, y en este estar mirándola, escuchar una vez más que nos vuelve a decir: «¿Qué hay hijo mío el más pequeño?, ¿qué entristece tu corazón?» (cf. Nican Mopohua, 107.118). «¿Acaso no estoy yo aquí, yo que tengo el honor de ser tu madre?» (ibíd., 119).

Ella nos dice que tiene el «honor» de ser nuestra madre. Eso nos da la certeza de que las lágrimas de los que sufren no son estériles. Son una oración silenciosa que sube hasta el cielo y que en María encuentra siempre lugar en su manto. En ella y con ella, Dios se hace hermano y compañero de camino, carga con nosotros las cruces para no quedar aplastados por nuestros dolores.

¿Acaso no soy yo tu madre? ¿No estoy aquí? No te dejes vencer por tus dolores, tristezas, nos dice. Hoy nuevamente nos vuelve a enviar como a Juanito; hoy nuevamente nos vuelve a decir, sé mi embajador, sé mi enviado a construir tantos y nuevos santuarios, acompañar tantas vidas, consolar tantas lágrimas. Tan sólo camina por los caminos de tu vecindario, de tu comunidad, de tu parroquia como mi embajador, mi embajadora; levanta santuarios compartiendo la alegría de saber que no estamos solos, que ella va con nosotros. Sé mi embajador, nos dice, dando de comer al hambriento, de beber al sediento, da lugar al necesitado, viste al desnudo y visita al enfermo. Socorre al que está preso, no lo dejes solo, perdona al que te lastimó, consuela al que esta triste, ten paciencia con los demás y, especialmente, pide y ruega a nuestro Dios, y en silencio le decimos lo que nos venga al corazón.

¿Acaso no soy yo tu madre? ¿Acaso no estoy yo aquí?, nos vuelve a decir María. Anda a construir mi santuario, ayúdame a levantar la vida de mis hijos, que son tus hermanos.

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“La principal riqueza de México son sus jóvenes”. El Papa en el Encuentro con las Autoridades, Sociedad Civil y Cuerpo Diplomático

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(RV).-  “Me animo a decir, que la principal riqueza de México hoy tiene rostro joven; sí, son sus jóvenes”. Lo dijo el Papa Francisco en el primer discurso de su 12° Viaje Apostólico Internacional, durante el Encuentro con las Autoridades, la Sociedad Civil y el Cuerpo Diplomático. “Vengo como misionero de misericordia y de paz, pero también como hijo que quiere rendir homenaje a su madre, la Virgen de Guadalupe”, y “quiero a su vez, rendirle homenaje a este pueblo y a esta tierra rica en culturas historia y diversidad”.

Saludando y agradeciendo en la persona del Presidente al pueblo mexicano por recibirlo en su tierra, el Papa habló de la grandeza y riquezas del país. Entre estas últimas, evidenció aquella que considera la principal: los jóvenes. Una riqueza que permite “pensar y proyectar un futuro, da esperanza y proyección, y constituye un desafío positivo en el presente”.

De ahí la alusión a reflexionar sobre la responsabilidad a la hora de construir el país que se desea legar a las generaciones venideras, y la puesta en guardia sobre el camino del privilegio o beneficio “para pocos”, que “tarde o temprano”, “se vuelve un terreno fértil para la corrupción, el narcotráfico, la exclusión de las culturas diferentes, la violencia e incluso el tráfico de personas, el secuestro y la muerte”, que causan sufrimiento y frenan el desarrollo, además de aquella de encontrar nuevas formas de diálogo, negociación y de puentes que sean una “guía por la senda del compromiso solidario”.

Por otra parte, indicó la ayuda al acceso efectivo a los bienes materiales y espirituales indispensables, una tarea que corresponde a los dirigentes de la vida social, cultural y política, a saber, “vivienda adecuada, trabajo digno, alimento, justicia real, seguridad efectiva, un ambiente sano y de paz”. “Una tarea  - agregó - que involucra a todo el pueblo mexicano en las distintas instancias tanto públicas como privadas, tanto colectivas como individuales”.

En ese sentido, aseguró la colaboración de la Iglesia Católica y renovó el compromiso y voluntad de servicio a la gran causa del hombre: “la edificación de la civilización del amor”.

(GM  -RV)

Texto completo del discurso del Papa en el Palacio Nacional de Ciudad de México, 

Señor Presidente,

Miembros del Gobierno de la República,

Distinguidas Autoridades,

Representantes de la sociedad civil,

Hermanos en el Episcopado,

Señoras y señores.

            Le agradezco, señor Presidente, las palabras de bienvenida que me ha dirigido. Es motivo de alegría poder pisar estas tierras mexicanas que ocupan un lugar especial en el corazón de las Américas. Hoy vengo como misionero de misericordia y paz pero también como hijo que quiere rendir homenaje a su madre, la Virgen de Guadalupe, y dejarse mirar por ella.

Buscando ser buen hijo, siguiendo las huellas de la madre, quiero, a su vez, rendirle homenaje a este pueblo y a esta tierra tan rica en culturas, historia y diversidad. En su persona, Señor Presidente, quiero saludar y abrazar al pueblo mexicano en sus múltiples expresiones y en las más diversas situaciones que le toca vivir. Gracias por recibirme hoy en su tierra.

México es un gran País. Bendecido con abundantes recursos naturales y una enorme biodiversidad que se extiende a lo largo de todo su vasto territorio. Su privilegiada ubicación geográfica lo convierte en un referente de América; y sus culturas indígenas, mestizas y criollas, le dan una identidad propia que le posibilita una riqueza cultural no siempre fácil de encontrar y especialmente valorar. La sabiduría ancestral que porta su multiculturalidad es, por lejos, uno de sus mayores recursos biográficos. Una identidad que fue aprendiendo a gestarse en la diversidad y, sin lugar a dudas, constituye un patrimonio rico a valorar, estimular y cuidar.

Pienso, y me animo a decir, que la principal riqueza de México hoy tiene rostro joven; sí, son sus jóvenes. Un poco más de la mitad de la población está en edad juvenil. Esto permite pensar y proyectar un futuro, un mañana. Eso da esperanza y proyección. Un pueblo con juventud es un pueblo capaz de renovarse, transformarse; es una invitación a alzar con ilusión la mirada hacia el futuro y, a su vez, nos desafía positivamente en el presente. Esta realidad nos lleva inevitablemente a reflexionar sobre la propia responsabilidad a la hora de construir el México que queremos, el México que deseamos legar a las generaciones venideras. También a darnos cuenta de que un futuro esperanzador se forja en un presente de hombres y mujeres justos, honestos, capaces de empeñarse en el bien común, este «bien común» que en este siglo XXI no goza de buen mercado. La experiencia nos demuestra que cada vez que buscamos el camino del privilegio o beneficio de unos pocos en detrimento del bien de todos, tarde o temprano, la vida en sociedad se vuelve un terreno fértil para la corrupción, el narcotráfico, la exclusión de las culturas diferentes, la violencia e incluso el tráfico de personas, el secuestro y la muerte, causando sufrimiento y frenando el desarrollo.

            El pueblo mexicano afianza su esperanza en la identidad que ha sido forjada en duros y difíciles momentos de su historia por grandes testimonios de ciudadanos que han comprendido que, para poder superar las situaciones nacidas de la cerrazón del individualismo, era necesario el acuerdo de las Instituciones políticas, sociales y de mercado, y de todos los hombres y mujeres que se comprometen en la búsqueda del bien común y en la promoción de la dignidad de la persona.

            Una cultura ancestral y un capital humano esperanzador, como el vuestro, tiene que ser la fuente de estímulo para que encontremos nuevas formas de diálogo, de negociación, de puentes capaces de guiarnos por la senda del compromiso solidario. Un compromiso en el que todos, comenzando por los que nos llamamos cristianos, nos entreguemos a la construcción de «una política auténticamente humana» (Gaudium et spes, 73) y una sociedad en la que nadie se sienta víctima de la cultura del descarte.

            A los dirigentes de la vida social, cultural y política, les corresponde de modo especial trabajar para ofrecer a todos los ciudadanos la oportunidad de ser dignos actores de su propio destino, en su familia y en todos los círculos en los que se desarrolla la sociabilidad humana, ayudándoles a un acceso efectivo a los bienes materiales y espirituales indispensables: vivienda adecuada, trabajo digno, alimento, justicia real, seguridad efectiva, un ambiente sano y de paz.

            Esto no es sólo un asunto de leyes que requieran de actualizaciones y mejoras —siempre necesarias—, sino de una urgente formación de la responsabilidad personal de cada uno, con pleno respeto del otro como corresponsable en la causa común de promover el desarrollo nacional. Es una tarea que involucra a todo el pueblo mexicano en las distintas instancias tanto públicas como privadas, tanto colectivas como individuales.

            Le aseguro señor Presidente que, en este esfuerzo, el Gobierno mexicano puede contar con la colaboración de la Iglesia católica, que ha acompañado la vida de esta Nación y que renueva su compromiso y voluntad de servicio a la gran causa del hombre: la edificación de la civilización del amor.

           Me dispongo a recorrer este hermoso y gran País como misionero y peregrino que quiere renovar con ustedes la experiencia de la misericordia como un nuevo horizonte de posibilidad que es inevitablemente portador de justicia y de paz.

Y me pongo bajo la mirada de María, la Virgen de Guadalupe, para que, por su intercesión, el Padre misericordioso nos conceda que estas jornadas y el futuro de esta tierra sean una oportunidad de encuentro, de comunión y de paz. Muchas gracias.

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Hacia el encuentro



“Ecografía” de Francisco en México, la fe del Pueblo de Dios como regazo

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REFLEXIONES EN FRONTERA, jesuita Guillermo Ortiz


 

(RV).- De la imagen de la Virgen de Guadalupe, tan misteriosa y significativa, describiéndola, el Papa pasó a hablar del Pueblo de Dios, por el cordón umbilical de la religiosidad popular. Y entre la imagen de María madre que se hizo presente en el Tepeyac y el Pueblo de Dios con su piedad, en ese movimiento “pendular”, Francisco se refirió a un regazo, que sería el regazo de la fe del Pueblo en el Hijo de Dios y de María de Guadalupe. Y ahí invitó a los obispos mejicanos a inclinarse, en ese seno materno, para adorar y servir.

Por eso digo que la síntesis del 13 y 14 de febrero de Francisco  en México, bien podría ser la imagen de una “ecografía”.

La Madre de Dios con Juan Diego, le da el signo de las rosas de castilla en invierno al obispo incrédulo Zumárraga. Pero al mismo tiempo, como caricia tierna de fe, la Virgen les regala a sus hijos del Pueblo de Dios su propia imagen impresa en la tilma pobre del indio. No es un regalo para el obispo, es un don para sus hijos pobres, para el Pueblo. Porque es el Pueblo de Dios el que proclama, confiesa, venera, la maternidad divina de María. Es el Pueblo de Dios el que se inclina y cobija en su regazo de Madre, en comunión y adoración del “fruto bendito de su vientre”.

Y después de hablar a los obispos, de este regazo de fe que se conforma con la Madre de Dios y su Pueblo, Francisco llegó como un peregrino más, a contemplar él mismo y a rezarle a la Madre de Guadalupe en su santuario repleto de Pueblo de Dios, adentro y afuera. Y el domingo 14 volvió a sumergirse, a inclinarse, como lo había pedido a los obispos, en este regazo de la fe que es el santo Pueblo fiel de Dios que venera a la Virgen y adora a su Hijo, presente en la multitud de fieles de la misa celebrada en Ecatepec, periferia singular de la ciudad de Méjico.

Sí, una esperanza, una alegría grande, se gesta en el regazo que forma la Madre de Dios y el Pueblo de Dios, con este inclinarse de Papa Francisco en peregrinación misionera.

Siguiendo a Francisco en salida misionera, desde México, jesuita Guillermo Ortiz

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Francisco ante la Madre de Guadalupe, corazón donde palpita Hispanoamérica

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REFLEXIONES EN FRONTERA, jesuita Guillermo Ortiz 

(RV).- Es un encuentro personal el de Francisco con la Madre de Jesús, hijo de Dios, en el Tepeyac, como aquellos encuentros con Juan Diego en la  intimidad de un diálogo amoroso: “Hijo, hijito mío querido”. Pero es un encuentro personal en medio de los miles de peregrinos de nuestra Señora de Guadalupe, que como familia de devotos son parte del Pueblo santo de Dios.

Es un encuentro personal el de Francisco con la Madre de América, en medio de los peregrinos y con el corazón de pastor con olor a oveja, cargado de los heridos de un mundo que se cae a pedazos, convertido en un hospital de campaña y que necesita de gestos heroicos de encuentro, de diálogo, de amistad, de acordar no ideas sino la puesta en práctica juntos de las obras de misericordia del Evangelio. Solo así tendremos paz y alegría en el corazón y en la sociedad.

Pero en vez de paz y alegría tenemos miedo. Vivimos aterrorizados por la masacre que genera la idolatría del Dios dinero, o por el miedo a perder las pobres comodidades y seguridades que ofrece. Por eso Francisco dijo el 12 de diciembre de 2015, cuando anunció la visita a la Madre de Guadalupe el 13 de febrero de 2016: que la Virgen nos vuelva a repetir como a Juan Diego “¡No tengas miedo! ¿No estoy yo acaso aquí, que soy tu madre?”.

Nos puede ayudar imaginar este diálogo del hijo Papa Francisco con la Madre de Dios en el Tepeyac como una renovación profunda y fundante, como aquellos Encuentros con Juan Diego.

Con Francisco peregrino en salida misionera, jesuita Guillermo Ortiz

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Nuevamente Francisco hace visible la fuerte identidad y pertenencia del santo Pueblo fiel de Dios en México

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REFLEXIONES EN FRONTERA, jesuita Guillermo Ortiz 

(RV).- Otra vez como en san Pedro en Roma, como en Ecuador, Bolivia y Paraguay, como en Cuba, como con Juan Pablo II, como con Benedicto XVI, solamente que en este caso se trata de un Papa latinoamericano, que siente de modo particular esta “bendición de Dios” que el santo Pueblo fiel de Dios no deja de pedirle, desde que descendió del avión y a su paso por las calles repletas de gente.

No es una euforia pasajera, se trata de una profunda experiencia de fe, de la fuerza poderosa interior que da la identidad y pertenencia al santo Pueblo de Dios, por la fe en Jesús, el Hijo de María y de Dios. Los misioneros enseñaron muy bien el catecismo de la Iglesia Católica, donde el Papa es el Sucesor en la cátedra de Pedro, el Vicario de Cristo, la cabeza visible de la Iglesia como sumo pontífice, símbolo y signo de la unidad de la Iglesia. Y a través de él nos viene la bendición de Dios porque Dios nos bendice a través del sacerdote. No se trata de este sacerdote o de aquel, de este Papa o de otro, es “el Papa”; es el sumo pontífice y viene a darnos la bendición de Dios que necesitamos para seguir nuestra peregrinación de discípulos misioneros.

A esta imagen que el santo Pueblo de Dios tiene del Papa, sea quien sea, porque no es ideología, sino parte de la fe en Jesucristo, en el Evangelio, a esta imagen del Papa, corresponde la imagen que tiene Francisco del obispo, como un pastor con olor a oveja; como un pastor capaz de encarnar la Iglesia samaritana, la Iglesia en salida que no se queda en la sacristía, en la oficina parroquial, sino que va al encuentro del hombre herido para encontrarse con el mismo Cristo en sus llagas. Y corresponde la actitud, el ejemplo del mismo Francisco que se piensa y siente como el “Siervo de los siervos de Dios”; que debe servir al santo Pueblo de Dios como sacerdote de Jesucristo, que nos bendice con abundantes dones y gracias aquí en Latinoamérica.

Desde México, siguiendo a Francisco peregrino en salida misionera, jesuita Guillermo Ortiz

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Para el mundo



"Compartimos y asumimos como propio el espíritu de este viaje del Papa Francisco a México", Ràdio Estel de Barcelona

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(RV).-  Unidad en la diversidad propone el Papa Francisco, de ahí nace la propuesta de Radio Vaticano que invita a las Emisoras amigas a unirse a este Viaje Apostólico del Sucesor de Pedro a través de nuestra madre, María, en sus diversas advocaciones. En esta ocasión, desde Catalunya, Radio Estel, la Emisora del Arzobispado de Barcelona que alcanza toda región además del Principado de Andorra, se une al pueblo mexicano en este servicio para Cadena de Amistad.

Ignasi Miranda,  Director de Informativos, habla de la Virgen de Monserrat: “Compartimos y asumimos como propio el espíritu de este viaje del Papa Francisco a México porque tanto en la Arquidiócesis de Barcelona como en toda Catalunya y en el Principado de Andorra la devoción a la Virgen María es un denominador común, desde la diversidad de sensibilidades pero con una sola mirada puesta en la Madre de Dios y Madre nuestra”. 

(GM - RV) 

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"Ampliar la voz del Papa para que su 'hagan lío' tenga un eco y un efecto concreto". Noel Díaz, de ESNE Radio

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(RV).- Laico, inmigrante de origen mexicano, fundador del Apostolado El Sembrador, y de ESNE Radio, (por sus siglas, El Sembrador Nueva Evangelización), Emisora que nace el 31 de julio del 2002 con la canonización de San Juan Diego Cuauhtlatoatzin, en la Basílica de Nuestra Señora de Guadalupe en México, y cuya programación llega a unos 15 países incluyendo España.

Estamos hablando de Noel Díaz, quien antes de partir en el avión junto al Papa Francisco y a los periodistas acreditados hacia el 12 Viaje Apostólico del Sucesor de Pedro visita los estudios de Radio Vaticano.

Le preguntamos qué significado tiene para él viajar con el Papa Francisco:"El Papa que va como peregrino, y pues todos vamos como peregrinos acompañándolo a él y también acompañando el mensaje del Papa para la Iglesia. A nosotros como medios católicos nos toca ampliar la voz del Papa, que su "hagan lío" tenga un eco y un efecto concreto. Ése es el compromiso que tiene el Sembrador ahora, acompañar esa voz del Pastor". 

Además, a la pregunta acerca de si tiene alguna expectativa en particular para con los muchos migrantes que están en los Estados Unidos, y que no pueden viajar a su país de origen por la falta de documentos, responde: "Una de las cosas que le voy a pedir al Papa es que siga abogando, en la medida de sus posibilidades, para que se lleve a cabo una reforma migratoria, y que siga rezando por los muchos migrantes". 

(GM - RV) 

 

 

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"Un saludo al México que recibe a Francisco a los pies de la Guadalupana", Radio Ecca, Canarias

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(RV).-“La misión de Radio ECCA es llevar la mejor formación posible al mayor número de personas, principalmente a quienes más necesidades educativas tienen”. Tal como se lee en su web oficial, la educación es, para esta Emisora, la principal herramienta para mejorar la vida de las personas y provocar la integración social. La Radio que comenzó a emitir en Gran Canaria a mediados de los años sesenta se une al Viaje Apostólico del Papa Francisco a la hermana nación mexicana con tres notas sobre tres advocaciones marianas en tres de las siete islas de Canarias: Tenerife y Candelaria, Gran Canaria y el Pino, La Palma y Las Nieves.

Conoceremos así la devoción del pueblo español a la Virgen de la Candelaria, La Virgen del Pino y a la Virgen de las Nieves.

Agradecemos a su Director General el padre Lucas López Pérez S.J. y a todo el equipo de Radio ECCA por su valiosa participación. 

 

(GM - RV)

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