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Sumario del 04/06/2016

Pedro en diálogo con las culturas

Hacia el encuentro

Para el mundo

Pedro en diálogo con las culturas



“Como una madre amorosa”, Motu proprio del Papa refuerza compromiso en la protección de los menores

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(RV).- La “tarea de protección y de cuidado compete a la Iglesia en su totalidad, pero es especialmente a través de sus Pastores que debe ser ejercitada”.  Lo escribe el Papa Francisco en el Motu Proprio con el que refuerza la protección de los menores, publicado el sábado 4 de junio, subrayando la responsabilidad de los Obispos diocesanos – de los Eparcas  así como de los Superiores Mayores de Institutos Religiosos y de las Sociedades de vida apostólica de derecho pontificio -  a “emplear una particular diligencia en el proteger a aquellos que son los más débiles entre las personas a ellos confiadas”.  El Papa recuerda que el Derecho Canónico prevé ya “la posibilidad de remover del encargo eclesiástico por causas graves”. Con el Motu Proprio, afirma Francisco, “pretendo precisar” que entre tales causas se encuentra también “la negligencia de los Obispos” relativa “a los casos de abusos sexuales cometidos con menores y adultos vulnerables” como previsto por el Motu Proprio de San Juan Pablo II, Sacramentorum Sanctitatis Tutela, actualizado por Benedicto XVI.

Con el documento firmado este sábado por el Papa se establece desde  el primero de los 5 artículos que el obispo diocesano (o el eparca o aquel que tiene una responsabilidad temporal de una Iglesia particular) puede ser “legítimamente removido de su encargo, si haya, por negligencia, realizado u omitido actos que hayan provocado un daño grave a otros”, sean personas o comunidades.  Además se especifica que este daño puede ser “físico, moral, espiritual o patrimonial”.  El obispo (al cual son equiparados los Superiores Mayores), continua el artículo 1, puede ser removido solamente si “haya objetivamente faltado de forma muy grave a la diligencia que le ha sido requerida por su oficio pastoral, también sin grave culpa moral por parte suya”. Sin embargo, en caso de abusos sobre menores, “es suficiente que la falta de diligencia sea grave”.

En el caso de que los indicios sean “serios”, prosigue el artículo 2 del Motu Proprio, la competente Congregación de la Curia Romana puede “iniciar una investigación en mérito”  dando noticia al interesado que tiene “la posibilidad de defenderse” con los “medios previstos por el derecho”. A continuación  a los argumentos presentados por el obispo,  la Congregación puede “decidir una investigación suplementaria”. En los artículos 3, 4 y 5 el Motu Proprio establece por tanto el procedimiento con el que se decide la eventual remoción del encargo. La Congregación que asume tal decisión, en Sesión ordinaria, puede disponer si dar “en el más breve tiempo posible, el decreto de remoción” o exhortar al obispo “a presentar su renuncia en un lapso de 15 días ”, concluido el cual el Dicasterio podrá “emitir el decreto”. En el último artículo se establece que la decisión final deberá ser “sometida a la aprobación especifica del Romano Pontífice” que, “antes de asumir una decisión definitiva se hará asistir por un idóneo Colegio de juristas”.

(RC-RV)

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Homilía del Papa en Jubileo de los Sacerdotes: Buscar, incluir y alegrarse

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(RV).- "Ninguno está excluido del corazón de Cristo, de su oración y de su sonrisa. Con mirada amorosa y corazón de Padre, el Señor acoge, incluye, y, cuando debe corregir, siempre es para acercar; sin despreciar a nadie, sino que está dispuesto a ensuciarse las manos por todos".

En la Solemnidad del Sagrado Corazón de Jesús y Jornada de Santificación Sacerdotal, el Papa Francisco presidió la celebración de la Santa Misa en la Plaza de San Pedro con motivo del Jubileo de los Sacerdotes.

En su homilía el Santo Padre recordó que esta Solemnidad nos invita a llegar al corazón, es decir, a la interioridad, a las raíces más sólidas de la vida, al núcleo de los afectos, en una palabra, al centro de la persona. De ahí su invitación a fijar la mirada en dos corazones: el del Buen Pastor y el de nuestro corazón de pastores.

Del corazón del Buen Pastor el Pontífice afirmó que no es sólo el que tiene misericordia de nosotros, sino la misericordia misma. Puesto que ahí resplandece el amor del Padre; ahí tenemos la seguridad de ser acogidos y comprendidos como somos; ahí, con todas nuestras limitaciones y pecados, es posible saborear la certeza de ser elegidos y amados.

El Obispo de Roma también recordó a los sacerdotes que al mirar al corazón de Jesús, deben renovar el primer amor: “el recuerdo – dijo – de cuando el Señor tocó mi alma y me llamó a seguirlo, la alegría de haber echado las redes de la vida confiando en su palabra”.

Entre los conceptos que expresó el Papa se destacan los términos “buscar”, “incluir” y “alegrarse”.

“Buscar”, puesto que es el corazón que busca: es un corazón que no privatiza los tiempos y espacios, no es celoso de su legítima tranquilidad, y nunca pretende que no lo molesten. El pastor, según el corazón de Dios, no defiende su propia comodidad, no se preocupa de proteger su buen nombre, sino que, por el contrario, sin temor a las críticas, está dispuesto a arriesgar con tal de imitar a su Señor.

“Incluir”, porque Cristo ama y conoce a sus ovejas, da la vida por ellas y ninguna le resulta extraña. No es un jefe temido por las ovejas – afirmó Francisco – sino el pastor que camina con ellas y las llama por su nombre para reunir a las que todavía no están con él.

“Alegrarse”, puesto que Dios – dijo el Papa – se pone “muy contento” y su alegría nace del perdón, de la vida que se restaura, del hijo que vuelve a respirar el aire de casa.

El Santo Padre concluyó su homilía recordándoles a los queridos sacerdotes que en la celebración eucarística encuentran cada día su identidad de pastores. Y añadió que cada vez pueden hacer suyas las palabras de Jesús: “Este es mi cuerpo que se entrega por ustedes”. “Éste – terminó diciendo el Papa – es el sentido de nuestra vida, son las palabras con las que, en cierto modo, podemos renovar cotidianamente las promesas de nuestra ordenación”. Y les agradeció su “sí” para dar la vida unidos a Jesús, “fuente pura de nuestra alegría”.

Texto y audio de la homilía del Papa Francisco durante la Santa Misa con motivo del Jubileo de los Sacerdotes:

 

La celebración del Jubileo de los Sacerdotes en la solemnidad del Sagrado Corazón de Jesús nos invita a llegar al corazón, es decir, a la interioridad, a las raíces más sólidas de la vida, al núcleo de los afectos, en una palabra, al centro de la persona. Y hoy nos fijamos en dos corazones: el del Buen Pastor y nuestro corazón de pastores.

El corazón del Buen Pastor no es sólo el corazón que tiene misericordia de nosotros, sino la misericordia misma. Ahí resplandece el amor del Padre; ahí me siento seguro de ser acogido y comprendido como soy; ahí, con todas mis limitaciones y mis pecados, saboreo la certeza de ser elegido y amado. Al mirar a ese corazón, renuevo el primer amor: el recuerdo de cuando el Señor tocó mi alma y me llamó a seguirlo, la alegría de haber echado las redes de la vida confiando en su palabra (cf. Lc 5,5).

El corazón del Buen Pastor nos dice que su amor no tiene límites, no se cansa y nunca se da por vencido. En él vemos su continua entrega sin algún confín; en él encontramos la fuente del amor dulce y fiel, que deja libre y nos hace libres; en él volvemos cada vez a descubrir que Jesús nos ama «hasta el extremo» (Jn 13,1) – no se detiene, sino hasta el final – sin imponerse nunca.

El corazón del Buen Pastor está inclinado hacia nosotros, «polarizado» especialmente en el que está lejano; allí apunta tenazmente la aguja de su brújula, allí revela la debilidad de un amor particular, porque desea llegar a todos y no perder a nadie.

Ante el Corazón de Jesús nace la pregunta fundamental de nuestra vida sacerdotal: ¿A dónde se orienta mi corazón? Pregunta que nosotros, los sacerdotes, debemos hacernos tantas veces, cada día, cada semana: ¿a dónde se orienta mi corazón? El ministerio está a menudo lleno de muchas iniciativas, que lo ponen ante diversos frentes: de la catequesis a la liturgia, de la caridad a los compromisos pastorales e incluso administrativos. En medio de tantas actividades, permanece la pregunta: ¿En dónde se fija mi corazón? Me viene a la memora aquella oración tan bella de la Liturgia: “Ubi vera sunt gaudia…”. ¿A dónde apunta, cuál es el tesoro que busca? Porque —dice Jesús— «donde estará tu tesoro, allí está tu corazón» (Mt 6,21). Hay debilidades en todos nosotros, también pecados. Pero vayamos a lo profundo, a la raíz: ¿Dónde está la raíz de nuestras debilidades, de nuestros pecados, es decir dónde está precisamente aquel “tesoro” que nos aleja del Señor?

Los tesoros irremplazables del Corazón de Jesús son dos: el Padre y nosotros. Él pasaba sus jornadas entre la oración al Padre y el encuentro con la gente. No la distancia, el encuentro. También el corazón de pastor de Cristo conoce sólo dos direcciones: el Señor y la gente. El corazón del sacerdote es un corazón traspasado por el amor del Señor; por eso no se mira a sí mismo – no debería mirarse a sí mismo –, sino que está dirigido a Dios y a los hermanos. Ya no es un «corazón bailarín», que se deja atraer por las seducciones del momento, o que va de aquí para allá en busca de aceptación y pequeñas satisfacciones. Es, en cambio un corazón arraigado en el Señor, cautivado por el Espíritu Santo, abierto y disponible para los hermanos. Y allí resuelve sus pecados.

Para ayudar a nuestro corazón a que tenga el fuego de la caridad de Jesús, el Buen Pastor, podemos ejercitarnos en asumir en nosotros tres formas de actuar que nos sugieren las Lecturas de hoy: buscar, incluir y alegrarse.

Buscar. El profeta Ezequiel nos recuerda que Dios mismo busca a sus ovejas (cf. 34,11.16). Como dice el Evangelio, «va tras la descarriada hasta que la encuentra» (Lc 15,4), sin dejarse atemorizar por los riesgos; se aventura sin titubear más allá de los lugares de pasto y fuera de las horas de trabajo. Y no se hace pagar horas extras. No aplaza la búsqueda, no piensa: «Hoy ya he cumplido con mi deber, eventualmente me ocuparé mañana», sino que se pone de inmediato manos a la obra; su corazón está inquieto hasta que encuentra esa oveja perdida. Y, cuando la encuentra, olvida la fatiga y se la carga sobre sus hombros todo contento. A veces debe salir a buscarla, a hablar; otras veces debe permanecer ante el tabernáculo, luchado con el Señor por aquella oveja.

Así es el corazón que busca: es un corazón que no privatiza los tiempos y espacios. ¡Ay de los pastores que privatizan su ministerio! No es celoso de su legítima tranquilidad – legítima, digo, ni siquiera de ella – y nunca pretende que no lo molesten. El pastor, según el corazón de Dios, no defiende su propia comodidad, no se preocupa de proteger su buen nombre, pero será calumniado, como Jesús. Sin temor a las críticas, está dispuesto a arriesgar con tal de imitar a su Señor. “Bienaventurados ustedes cuando los insultarán, los perseguirán…” (Mt 5,11).

El pastor según Jesús tiene el corazón libre para dejar sus cosas, no vive haciendo cuentas de lo que tiene y de las horas de servicio: no es un contable del espíritu, sino un buen Samaritano en busca de quien tiene necesidad. Es un pastor, no un inspector de la grey, y se dedica a la misión no al cincuenta o sesenta por ciento, sino con todo su ser. Al ir en busca, encuentra, y encuentra porque arriesga. Si el pastor no arriesga, no encuentra. No se queda parado después de las desilusiones ni se rinde ante las dificultades; en efecto, es obstinado en el bien, ungido por la divina obstinación de que nadie se extravíe. Por eso, no sólo tiene la puerta abierta, sino que sale en busca de quien no quiere entrar por ella. Y como todo buen cristiano, y como ejemplo para cada cristiano, siempre está en salida de sí mismo. El epicentro de su corazón está fuera de él: es un descentrado de sí mismo, centrado sólo en Jesús. No es atraído por su yo, sino por el tú de Dios y por el nosotros de los hombres.

Segunda palabra: Incluir. Cristo ama y conoce a sus ovejas, da la vida por ellas y ninguna le resulta extraña (cf. Jn 10,11-14). Su rebaño es su familia y su vida. No es un jefe temido por las ovejas, sino el pastor que camina con ellas y las llama por su nombre (cf. Jn 10, 3-4). Y quiere reunir a las ovejas que todavía no están con él (cf. Jn 10,16).

Así es también el sacerdote de Cristo: está ungido para el pueblo, no para elegir sus propios proyectos, sino para estar cerca de las personas concretas que Dios, por medio de la Iglesia, le ha confiado. Ninguno está excluido de su corazón, de su oración y de su sonrisa. Con mirada amorosa y corazón de padre, acoge, incluye, y, cuando debe corregir, siempre es para acercar; no desprecia a nadie, sino que está dispuesto a ensuciarse las manos por todos. 

El Buen Pastor no conoce los conoce. Ministro de la comunión, que celebra y vive, no pretende los saludos y felicitaciones de los otros, sino que es el primero en ofrecer mano, desechando cotilleos, juicios y venenos. Escucha con paciencia los problemas y acompaña los pasos de las personas, prodigando el perdón divino con generosa compasión. No regaña a quien abandona o equivoca el camino, sino que siempre está dispuesto para reinsertar y recomponer los litigios. Es un hombre que sabe incluir.

Alegrarse. Dios se pone «muy contento» (Lc 15,5): su alegría nace del perdón, de la vida que se restaura, del hijo que vuelve a respirar el aire de casa. La alegría de Jesús, el Buen Pastor, no es una alegría para sí mismo, sino para los demás y con los demás, la verdadera alegría del amor. Esta es también la alegría del sacerdote. Él es transformado por la misericordia que, a su vez, ofrece de manera gratuita. En la oración descubre el consuelo de Dios y experimenta que nada es más fuerte que su amor. Por eso está sereno interiormente, y es feliz de ser un canal de misericordia, de acercar el hombre al corazón de Dios. Para él, la tristeza no es lo normal, sino sólo pasajera; la dureza le es ajena, porque es pastor según el corazón suave de Dios.

Queridos sacerdotes, en la celebración eucarística encontramos cada día nuestra identidad de pastores. Cada vez podemos hacer verdaderamente nuestras las palabras de Jesús: «Esto es mi cuerpo que se entrega por vosotros». Este es el sentido de nuestra vida, son las palabras con las que, en cierto modo, podemos renovar cotidianamente las promesas de nuestra ordenación. Les agradezco su «sí», y por los tantos «sí» escondidos de todos los días, que sólo el Señor conoce. Les agradezco por su «sí», para dar la vida unidos a Jesús: aquí está la fuente pura de nuestra alegría.

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No basta preguntarnos cuánto rezamos, sino cómo está nuestro corazón. Catequesis del Papa

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(RV).- La parábola del fariseo y el publicano que suben al templo a orar, fue el punto de partida del Papa Francisco para seguir explicando, en la catequesis del primer miércoles de junio, cómo Jesús ha llevado la misericordia hasta su pleno cumplimiento. Después de haberse referido, en la catequesis precedente, a la parábola del juez y de la viuda, que habla de la necesidad de rezar con perseverancia, el Obispo de Roma habló sobre la justa actitud, enseñada por Jesús, para rezar e invocar la misericordia del Padre.  “¿Se puede rezar con arrogancia?” Preguntó Francisco a los fieles presentes en la plaza de san Pedro. “¿Se puede rezar con hipocresía?” “¡No!” Porque “la soberbia compromete cada buena acción, vacía la oración y aleja de Dios y de los demás”. 

Así resumió en nuestro idioma: "Queridos hermanos y hermanas: En la parábola del fariseo y el publicano, que suben al templo para orar, Jesús nos enseña la actitud correcta para invocar la misericordia del Padre. El fariseo hace una oración de agradecimiento en la que se complace de sí mismo por el cumplimiento de la ley, se siente irreprensible y desprecia a los demás. Su soberbia compromete toda obra buena, vacía la oración, y lo aleja de Dios y del prójimo. Nosotros hoy, más que preguntarnos cuánto rezamos, podemos preguntarnos cómo lo hacemos, o mejor cómo es nuestro corazón para valorar los pensamientos y sentimientos, y eliminar toda arrogancia. El publicano ora con humildad, arrepentido de sus pecados, mendiga la misericordia de Dios. Nos recuerda la condición necesaria para recibir el perdón del Señor y se convierte en imagen del verdadero creyente. La oración del soberbio no alcanza el corazón de Dios, la oración humilde obtiene su misericordia".

Francisco señaló además, en su catequesis impartida en italiano, aquello que Jesús enseña con esta parábola, es decir, que se es justos o pecadores, no según la propia pertenencia social, sino por el modo de relacionarse con Dios y con los hermanos. “Los gestos de penitencia y las pocas palabras simples del publicano dan testimonio de su conciencia acerca de su mísera condición”, afirmó el pontífice. También habló de la sentencia con la que Jesús, concluye la parábola: «Les aseguro - que el publicano, a diferencia del fariseo- volvió a su casa justificado... Porque todo el que se ensalza será humillado y el que se humilla será ensalzado».

Finalmente la oración del Sucesor de Pedro a la Santísima Virgen María: “Que la Virgen María, nuestra Madre, que proclama en el Magnificat la misericordia del Señor, nos ayude a orar siempre con un corazón semejante al suyo”.

(Griselda Mutual – Radio Vaticano) 

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Hacia el encuentro



El corazón de pastor de Cristo conoce sólo dos direcciones: el Señor y la gente, afirma el Papa

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REFLEXIONES EN FRONTERA, jesuita Guillermo Ortiz 

Ante el Corazón de Jesús nace la pregunta fundamental de nuestra vida sacerdotal: ¿A dónde se orienta mi corazón?... ¿A dónde apunta, cuál es el tesoro que busca? Porque —dice Jesús— «donde estará tu tesoro, allí está tu corazón» (Mt 6,21). Hay debilidades en todos nosotros, también pecados. Pero vayamos a lo profundo, a la raíz: ¿Dónde está la raíz de nuestras debilidades, de nuestros pecados, es decir dónde está precisamente aquel “tesoro” que nos aleja del Señor?

Los tesoros irremplazables del Corazón de Jesús son dos: el Padre y nosotros. Él pasaba sus jornadas entre la oración al Padre y el encuentro con la gente. No la distancia con la gente, sino el encuentro. También el corazón del sacerdote de Cristo conoce sólo dos direcciones: el Señor y la gente. El corazón del sacerdote es un corazón traspasado por el amor del Señor; por eso no se mira a sí mismo – no debería mirarse a sí mismo –, sino que está dirigido a Dios y a los hermanos. Ya no es un «corazón bailarín», que se deja atraer por las seducciones del momento, o que va de aquí para allá en busca de aceptación y pequeñas satisfacciones. Es, en cambio un corazón arraigado en el Señor, cautivado por el Espíritu Santo, abierto y disponible para los hermanos. Y allí resuelve sus pecados.

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Nuevo Dicasterio para los Laicos, la familia y la vida

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(RV).- El Santo Padre Francisco, bajo propuesta del Consejo de los Cardenales, ha aprobado ad experimentum, el Estatuto del nuevo Dicasterio para los Laicos, la familia y la vida, en el cual se confluirán desde el 1 de septiembre de 2016, los actuales Pontificios Consejos para los laicos y para la Familia. En dicha fecha los dos dicasterios cesarán sus funciones y serán suprimidos, siendo derrocados los artículos 131-134 y 139-141 de la Constitución Apostólica Pastor Bonus, de 28 de junio de 1988. 

(MZ-RV)

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Para el mundo



"Al defender la Madre Tierra, lo que se defiende es la vida presente y futura de la humanidad"

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(RV).- "Contribuir a la formación de una generación comprometida con la ética y la política, defender los bienes naturales y los territorios, promover una cultura de paz y de derechos humanos e impulsar redes de comunicación popular". Son las cuatro líneas sobre las que se articula la programación de Radio Progreso, Emisora de la Compañía de Jesús al servicio del pueblo hondureño. 

En esta emisión de Cadena de Amistad, Yolani Pérez entrevista a Pedro Landa, ambientalista y analista, quien, a partir de la Encíclica Laudato Sii del Papa Francisco, habla de una de las líneas de la Emisora: aquella de la defensa de nuestra Casa Común. 

"Honduras está pasando por una de las crisis ambientales y ecológicas más grandes de la historia, debido al fenómeno del cambio climático y a una política extractivista, que promueve la instalación de proyectos mineros, de construcción de represas hidroeléctricas, y la creación de zonas para monocultivos y agro combustibles", afirma el experto, situación "que afecta seriamente a las comunidades y a la Casa Común, con la consecuente pérdida de ríos y de biodiversidad" y que además, se ve agravada por las consecuencias que deben afrontar los defensores de la madre tierra, es decir, "amenazas, persecuciones, e inclusive asesinatos".

Ante este panorama, la Encíclica Laudato Sii del Papa Francisco "plantea la obligación de defender la casa común y hace un fuerte llamado a reconocer que el daño que le hacemos al planeta es un daño que nos hacemos a nosotros mismos". De ahí la necesidad de "cambiar el sistema", un sistema "que genera la destrucción, la contaminación, muerte y condena, de miles y millones de personas, que se ven obligadas a vivir  en una sociedad en la cual los bienes naturales se convierten en un privilegio, y no en un derecho de todos".

La Encíclica del Papa Francisco sobre el cuidado de la casa común, prosigue Landa, "ha renovado la fuerza, las energías y la esperanza de las luchas de las comunidades, al reconocer que estamos en el camino correcto, de que la defensa de la casa común no es una lucha de un sector en particular sino que es una tarea y obligación de todos los hombres y mujeres del planeta, sin importar si somos cristianos o no".

(Griselda Mutual – Radio Vaticana)

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Nada justifica el daño a los otros. Programa "Tu comentario ayuda, Tu opinión cuenta"

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(RV).- El terrorismo no pasa de largo, África, Europa y Oriente Medio. No son pocos los lugares que han sido escenario de ataques terroristas en los últimos años. En Europa, Francia se ha convertido en el objetivo principal del terrorismo yihadista con dos grandes atentados en París en el pasado año: el ataque a la revista Charlie Hebdo el 7 de enero, que dejó más de 10 muertos y el atentado en el teatro Le Bataclan, con más de 100 víctimas mortales y numerosos heridos. También Bélgica está en la mira del Estado Islámico y ha sufrido diferentes capítulos de terror, tal como ocurrió el 22 de marzo de este año con los atentados en el aeropuerto y en el metro de Bruselas, en los que murieron al menos 30 personas. Sin olvidar las víctimas de Turquía, del Líbano, Nigeria, así un largo y triste etcétera. 

“Sólo una forma ideológica y desviada de religión puede pensar que se hace justicia en nombre del Omnipotente, masacrando deliberadamente a personas indefensas, como ocurrió en los sanguinarios atentados terroristas de los últimos meses en África, Europa y Oriente Medio”. Con estas palabras el Papa Francisco hacía un llamamiento a la paz y una condena al terrorismo ante el Cuerpo Diplomático el 11 de enero de este año, después de los atentados de los últimos meses en todo el mundo. Asimismo, el Pontífice afirmó que un hombre que cree en Dios “ha de ser también un hombre o una mujer de paz y, por lo tanto, de misericordia, porque nunca se puede matar en nombre de Dios”.

Son muchas las ocasiones en las que el Santo Padre denuncia estas acciones de violencia que siembran terror en diferentes rincones del mundo. Como por ejemplo en el Ángelus del 15 de noviembre de 2015, cuando afirmó que “el camino de la violencia y del odio no resuelve los problemas de la humanidad”.

“Tanta barbarie -dijo el Obispo de Roma- nos deja consternados y hace preguntarnos cómo el corazón del hombre puede idear y realizar actos tan horribles, que han asolado no solamente a Francia sino al mundo entero. Ante estos hechos, no se puede no condenar la incalificable afrenta a la dignidad de la persona humana. Deseo volver a afirmar con vigor que el camino de la violencia y del odio no resuelve los problemas de la humanidad, y que utilizar el nombre de Dios para justificar este camino ¡es una blasfemia!”, exclamó.

A continuación, las opiniones y los pensamientos de los oyentes de Radio Vaticana acerca de los llamamientos del Papa Francisco contra estos actos terroristas en los que se está viendo envuelta nuestra sociedad. Laura Peña comenta: “es una atrocidad que gente inocente tenga que pagar las ideologías desviadas de otros. Dios, ayúdalos”.

“Absolutamente nada justifica el daño que se haga a otros. Nada.” escribe otra oyente. “‏Hacer la guerra en nombre de Dios es una aberración”, dice Estela León Melgar. ‏

“Muy buenas tardes, saludos desde México, mi nombre es Víctor Hugo Hernández, respecto a la pregunta de si es permitido matar en nombre de Dios, pues no, porque Dios es un Dios de vivos, y no como esas sectas las cuales se atreven a matar en nombre de Dios, las cuales hacen un gran negocio con el tráfico de armas. Saludos cordiales. Bendiciones para ustedes”, es el mensaje audio que nos envía este seguidor desde el país azteca a nuestro nuevo servicio de WhatsApp.  

Ana Cuevas comparte: “Totalmente de acuerdo… Se han cometido tantas barbaridades en nombre Dios al igual que otras tantas en nombre del amor… los que tenemos fe debemos ser capaces de reconocer a Dios y su inmenso amor en los actos de la vida cotidiana”.

“En el nombre de Dios se han cometido muchas barbaries a través de los siglos, pero en esta era moderna del siglo XXI, en la que se supone que el conocimiento del hombre es mayor, no entiendo que se siga poniendo el nombre de Dios como pretexto para hacer guerra y matar al inocente, escribe Elibhet Ar.

Carlos Aguirre agrega: “Nadie tiene derecho a quitarle la vida a un inocente aduciendo que es en el nombre de Dios, recordemos lo que Él nos dice en el Evangelio de Mateo 9:13 "Misericordia quiero, y no sacrificio".

A propósito de paz, recordamos las palabras del Sucesor de Pedro en su Mensaje en el día de la Resurrección del Señor, este año 2016: “Que el Señor Jesús, nuestra paz, que con su resurrección ha vencido el mal y el pecado, avive en esta fiesta de Pascua nuestra cercanía a las víctimas del terrorismo, esa forma ciega y brutal de violencia que no cesa de derramar sangre inocente en diferentes partes del mundo, como ha ocurrido en los recientes atentados en Bélgica, Turquía, Nigeria, Chad, Camerún, Costa de Marfil e Irak.”

Les invitamos a que sigan enviando sus comentarios a nuestra Página de Facebook, en nuestra cuenta de Twitter, y ahora también pueden participar en el programa a través de un nuevo servicio, el de los Mensajes de Audio en WhatsApp: "Envíanos tu mensaje, tu saludo, tu opinión o tu intención de oración al número (0039) 347 225 0785, que podrás oír en nuestros informativos dirigidos al mundo entero". También pueden visitar nuestro perfil en Pinterest, la Red Social para compartir imágenes. Gracias por interactuar con la Radio del Papa.

(MB para Radio Vaticana)

 

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