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Sumario del 13/06/2016

Pedro en diálogo con las culturas

Hacia el encuentro

Para el mundo

Pedro en diálogo con las culturas



Es necesario desnaturalizar la miseria, el Papa al Programa Mundial de Alimentos

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(RV).-  Tal como estaba previsto, la mañana del segundo lunes de junio el Santo Padre Francisco realizó una visita a la sede del Programa Mundial de Alimentos (PAM). En su primer discurso ante los participantes en la Sesión anual de la Junta Ejecutiva del PAM, el Obispo de Roma afirmó que “no podemos naturalizar el hambre de tantos; no nos está permitido decir que su situación es fruto de un destino ciego frente al que nada podemos hacer”. Porque cuando la miseria deja de tener rostro, podemos caer en la tentación de empezar a hablar y discutir sobre “el hambre”, “la alimentación”, “la violencia” dejando de lado al sujeto concreto, real, que hoy sigue golpeando a nuestras puertas.

“Cuando faltan los rostros y las historias – afirmó asimismo el Pontífice  – las vidas comienzan a convertirse en cifras, y así paulatinamente corremos el riesgo de burocratizar el dolor ajeno. Las burocracias mueven expedientes; la compasión, en cambio, se juega por las personas.

El Papa recordó que nos encontramos ante un extraño y paradójico fenómeno: mientras las ayudas y los planes de desarrollo se ven obstaculizados por intrincadas e incomprensibles decisiones políticas, por sesgadas visiones ideológicas o por infranqueables barreras aduaneras, las armas no; no importa la proveniencia, circulan con una libertad jactanciosa y casi absoluta en tantas partes del mundo. Y de este modo – explicó – son las guerras las que se nutren y no las personas. Y mientras las víctimas se multiplican, el Santo Padre dijo que aunque somos plenamente conscientes de ello”, “dejamos que nuestra conciencia se anestesie y así la volvemos insensible”.

Al destacar que el Programa Mundial de Alimentos con su trayectoria y actividad demuestra que es posible coordinar conocimientos científicos, decisiones técnicas y acciones prácticas con esfuerzos destinados a recabar recursos y distribuirlos ecuánimemente, Francisco los animó a no dejarse “vencer por el cansancio”, y les dijo que no permitan que las dificultades los retraigan. Sino que crean en lo que hacen y “continúen poniendo entusiasmo en ello, que es la forma en que la semilla de la generosidad germine con fuerza”.

En cuanto a la Iglesia Católica, el Papa recordó que siendo fiel a su misión, quiere trabajar mancomunadamente con todas las iniciativas que luchen por salvaguardar la dignidad de las personas, especialmente de aquellas en las que están vulnerados sus derechos. Y para hacer realidad esta urgente prioridad de “hambre cero”, el Santo Padre les aseguró todo su apoyo y respaldo a fin de favorecer los esfuerzos encaminados, a la vez que se despidió pidiendo que Dios Omnipotente sostenga con su bendición el trabajo de sus manos.

(María Fernanda Bernasconi - RV).

Texto y audio del primer discurso del Papa Francisco a la Sesión anual de la Junta Ejecutiva del PAM: 

Señoras y Señores:

Agradezco a la Directora Ejecutiva, Señora Ertharin Cousin, la invitación que me cursó para que inaugurara la Sesión Anual 2016 de la Junta Ejecutiva del Programa Mundial de Alimentos, así como las palabras de bienvenida que me ha dirigido. Asimismo mi saludo para la Embajadora Stephanie Hochstetter Skinner-Klée, Presidenta de esta importante asamblea, que congrega a los Representantes de diversos gobiernos llamados a emprender iniciativas concretas para la lucha contra el hambre. Y al saludar a todos ustedes aquí reunidos, agradezco tantos esfuerzos y compromisos con una causa que no puede no interpelarnos: la lucha contra el hambre que padecen muchos de nuestros hermanos.

Hace unos momentos he rezado ante el “Muro de la memoria”, testigo del sacrificio que realizaron los miembros de este Organismo, entregando su vida para que, incluso en medio de complejas vicisitudes, los hambrientos no carecieran de pan. Memoria que hemos de conservar para seguir luchando, con el mismo vigor, por el tan ansiado objetivo  de “hambre cero”. Esos nombres grabados a la entrada de esta Casa son un signo elocuente de que el PAM, lejos de ser una estructura anónima y formal, constituye un valioso instrumento de la comunidad internacional para emprender actividades cada vez más vigorosas y eficaces. La credibilidad de una Institución no se fundamenta en sus declaraciones, sino en las acciones realizadas por sus miembros. Se fundamenta en sus testigos.

Por vivir en un mundo interconectado e hípercomunicado, las distancias geográficas parecen achicarse. Tenemos la posibilidad de tomar contacto casi en simultáneo con lo que está aconteciendo en la otra parte del planeta. Por medio de las tecnologías de la comunicación, nos acercamos a tantas situaciones dolorosas que pueden ayudar (y han ayudado) a movilizar gestos de compasión y solidaridad. Aunque, paradójicamente hablando, esta aparente cercanía creada por la información, cada día parece agrietarse más. La excesiva información con la que contamos va generando paulatinamente – perdónenme el neologismo – la “naturalización” de la miseria. Es decir, poco a poco, nos volvemos inmunes a las tragedias ajenas y las evaluamos como algo “natural”. Son tantas las imágenes que nos invaden que vemos el dolor, pero no lo tocamos; sentimos el llanto, pero no lo consolamos; vemos la sed pero no la saciamos. De esta manera, muchas vidas se vuelven parte de una noticia que en poco tiempo será cambiada por otra. Y mientras cambian las noticias, el dolor, el hambre y la sed no cambian, permanecen. Tal tendencia – o tentación – nos exige hoy un paso más y, a su vez, revela el papel fundamental que Instituciones como la vuestra tienen para el escenario global. Hoy no podemos darnos por satisfechos con sólo conocer la situación de muchos hermanos nuestros. Las estadísticas no sacian. No basta elaborar largas reflexiones o sumergirnos en interminables discusiones sobre las mismas, repitiendo incesantemente tópicos ya por todos conocidos. Es necesario “desnaturalizar” la miseria y dejar de asumirla como un dato más de la realidad. ¿Por qué? Porque la miseria tiene rostro. Tiene rostro de niño, tiene rostro de familia, tiene rostro de jóvenes y ancianos. Tiene rostro en la falta de posibilidades y de trabajo de muchas personas, tiene rostro de migraciones forzadas, casas vacías o destruidas. No podemos “naturalizar” el hambre de tantos; no nos está permitido decir que su situación es fruto de un destino ciego frente al que nada podemos hacer. Y Cuando la miseria deja de tener rostro, podemos caer en la tentación de empezar a hablar y discutir sobre “el hambre”, “la alimentación”, “la violencia” dejando de lado al sujeto concreto, real, que hoy sigue golpeando a nuestras puertas. Cuando faltan los rostros y las historias, las vidas comienzan a convertirse en cifras,  y así paulatinamente corremos el riesgo de burocratizar el dolor ajeno. Las burocracias mueven expedientes; la compasión – no la lástima, la compasión, el ‘padecer-con’– en cambio, se juega por las personas. Y creo que en esto tenemos mucho trabajo que realizar. Conjuntamente con todas las acciones que ya se realizan, es necesario trabajar para “desnaturalizar” y desburocratizar la miseria y el hambre de nuestros hermanos. Esto nos exige una intervención a distintas escalas y niveles donde sea colocado como objetivo de nuestros esfuerzos la persona concreta que sufre y tiene hambre, pero que también encierra un inmenso caudal de energías y potencialidades que debemos ayudar a concretar.

  1. “Desnaturalizar” la miseria

Cuando estuve en la FAO, con motivo de la II Conferencia Internacional sobre Nutrición, les decía que una de las incoherencias fuertes que estábamos invitados a asumir era el hecho de que existiendo comida para todos, «no todos pueden comer, mientras que el derroche, el descarte, el consumo excesivo y el uso de alimentos para otros fines, están ante nuestros ojos» (Discurso a la Plenaria de la Conferencia [20 noviembre 2014], 3).

Dejémoslo claro, la falta de alimentos no es algo natural, no es un dato ni obvio, ni evidente. Que hoy en pleno siglo XXI muchas personas sufran este flagelo, se debe a una egoísta y mala distribución de recursos, a una “mercantilización” de los alimentos. La tierra, maltratada y explotada, en muchas partes del mundo nos sigue dando sus frutos, nos sigue brindando lo mejor de sí misma; los rostros hambrientos nos recuerdan que hemos desvirtuado sus fines. Un don, que tiene finalidad universal, lo hemos convertido en privilegio de unos pocos. Hemos hecho de los frutos de la tierra – don para la humanidad – commodities de algunos, generando, de esta manera, exclusión. El consumismo – en el que nuestras sociedades se ven insertas – nos ha inducido a acostumbrarnos a lo superfluo y al desperdicio cotidiano de alimento, al cual a veces ya no somos capaces de dar el justo valor, que va más allá de los meros parámetros económicos. Pero nos hará bien recordar que el alimento que se desecha es como si se robara de la mesa del pobre, del que tiene hambre. Esta realidad nos pide reflexionar sobre el problema de la pérdida y del desperdicio del alimento a fin de identificar vías y modos que, afrontando seriamente tal problemática, sean vehículo de solidaridad y de compartición con los más necesitados (cf. Catequesis [5 junio 2013]: L’O.R., ed. sem. en lengua española, 7 junio 2013, p. 12).

  1. "Desburocratizar" el hambre

Debemos decirlo con sinceridad: hay temas que están burocratizados. Hay acciones que están “encajonadas”. La inestabilidad mundial que vivimos es sabida por todos. Últimamente las guerras y las amenazas de conflictos es lo que predomina en nuestros intereses y debates. Y así, ante la diversa gama de conflictos existentes, parece que las armas han alcanzado una preponderancia inusitada, de tal forma que han arrinconado totalmente otras maneras de solucionar las cuestiones en pugna. Esta preferencia está ya de tal modo radicada y asumida que impide la distribución de alimentos en zona de guerra, llegando incluso a la violación de los principios y directrices más básicos del derecho internacional, cuya vigencia se retrotrae a muchos siglos atrás. Nos encontramos así ante un extraño y paradójico fenómeno: mientras las ayudas y los planes de desarrollo se ven obstaculizados por intrincadas e incomprensibles decisiones políticas, por sesgadas visiones ideológicas o por infranqueables barreras aduaneras, las armas no; no importa la proveniencia, circulan con una libertad – perdonen el adjetivo – jactanciosa y casi absoluta en tantas partes del mundo. Y de este modo, son las guerras las que se nutren y no las personas. En algunos casos la misma hambre se utiliza como arma de guerra. Y las víctimas se multiplican, porque el número de la gente que muere de hambre y agotamiento se añade al de los combatientes que mueren en el campo de batalla y al de tantos civiles caídos en la contienda y en los atentados. Somos plenamente conscientes de ello, pero dejamos que nuestra conciencia se anestesie y así la volvemos insensible. Quizás con palabras que justifican: “y bueno, no se puede con tanta tragedia”. Es la anestesia más a mano. De tal modo, la fuerza se convierte en nuestro único modo de actuar y el poder en el objetivo perentorio a alcanzar. Las poblaciones más débiles no sólo sufren los conflictos bélicos sino que, a su vez, ven frenados todo tipo de ayuda. Por esto urge desburocratizar todo aquello que impide que los planes de ayuda humanitaria cumplan sus objetivos. En eso ustedes tienen un papel fundamental, ya que necesitamos verdaderos héroes capaces de abrir caminos, tender puentes, agilizar trámites que pongan el acento en el rostro del que sufre. A esta meta han de ir orientadas igualmente las iniciativas de la comunidad internacional.

No es cuestión de armonizar intereses que siguen encadenados a visiones nacionales centrípetas o a egoísmos inconfesables. Más bien se trata de que los Estados miembros incrementen decisivamente su real voluntad de cooperar con estos fines. Por esta razón, qué importante sería que la voluntad política de todos los países miembros consienta e incremente decisivamente su real voluntad de cooperar con el Programa Mundial de Alimentos para que este, no solamente pueda responder a las urgencias, sino que pueda realizar proyectos sólidamente consistentes y promover programas de desarrollo a largo plazo, según las peticiones de cada uno de los gobiernos y de acuerdo a las necesidades de los pueblos.

El Programa Mundial de Alimentos con su trayectoria y actividad demuestra que es posible coordinar conocimientos científicos, decisiones técnicas y acciones prácticas con esfuerzos destinados a recabar recursos y distribuirlos ecuanimemente, es decir, respetando las exigencias de quien los recibe y la voluntad del donante. Este método, en las áreas más deprimidas y pobres, puede y debe garantizar el adecuado desarrollo de las capacidades locales y eliminar paulatinamente la dependencia exterior, a la vez que consiente reducir la pérdida de alimentos, de modo que nada se desperdicie. En una palabra, el PAM es un valioso ejemplo de cómo se puede trabajar en todo el mundo para erradicar el hambre a través de una mejor asignación de los recursos humanos y materiales, fortaleciendo la comunidad local. A este respecto, los animo a seguir adelante. No se dejen vencer por el cansancio, que es mucho, ni permitan que las dificultades los retraigan. Crean en lo que hacen y continúen poniendo entusiasmo en ello, que es la forma en que la semilla de la generosidad germine con fuerza. Dense el lujo de soñar. Necesitamos soñadores que impulsen estos proyectos.

La Iglesia Católica, fiel a su misión, quiere trabajar mancomunadamente con todas las iniciativas que luchen por salvaguardar la dignidad de las personas, especialmente de aquellas en las que están vulnerados sus derechos. Para hacer realidad esta urgente prioridad de “hambre cero”, les aseguro todo nuestro apoyo y respaldo a fin de favorecer todos los esfuerzos encaminados.

“Tuve hambre y me diste de comer, tuve sed y me diste de beber”. En estas palabras se halla una de las máximas del cristianismo. Una expresión que, más allá de los credos y las convicciones, podría ser ofrecida como regla de oro para nuestros pueblos. Un pueblo se juega su futuro en la capacidad que tenga para asumir el hambre y la sed de sus hermanos. Y así como un pueblo, así también la humanidad. La humanidad se juega su futuro en la capacidad que tenga para asumir el hambre y la sed de sus hermanos. En esta capacidad de socorrer al hambriento y al sediento podemos medir el pulso de nuestra humanidad. Por eso, deseo que la lucha para erradicar el hambre y la sed de nuestros hermanos y con nuestros hermanos siga interpelándonos, que no nos deje dormir y nos haga soñar, las dos cosas. Que nos interpele a fin de buscar creativamente soluciones de cambio y de transformación. Y que Dios Omnipotente sostenga con su bendición el trabajo de vuestras manos. Muchas gracias.

 

 

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Las bodas de Caná, uno de los signos que nos revelan el amor del Padre. Catequesis del Papa

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(RV).- Con la catequesis del Papa Francisco seguimos descubriendo en este año de gracia, cómo el Señor ha llevado la misericordia hasta su pleno cumplimiento. La narración de las bodas de Caná en la que Jesús cumple su primer milagro, el de la conversión del agua en vino, se considera el portal de ingreso que abre el corazón de los discípulos a la fe. Pero, ¿cuál es el significado del gesto prodigioso de Cristo? El Papa explicó que el evangelista Juan lo llama uno de los “signos”, porque con él, Jesús nos “revela el amor del Padre”.

Así inició la catequesis del Papa en español: “Queridos hermanos y hermanas, en las bodas de Caná, Jesús comienza sus signos, revelando el amor del Padre y la profundidad de su relación con los hombres. Se manifiesta como esposo del Pueblo de Dios, y nos une a Él con una nueva alianza de amor, que nosotros, su familia, tenemos que custodiar y extender a todos”.

Una Nueva alianza que inicia con un acto de misericordia de Jesús y con la que el Señor nos ha unido para siempre a Él. En su catequesis impartida en italiano, el Papa se extendió explicando, además, lo que “es” la vida cristiana, es decir, “la respuesta al amor de Dios”. Como la historia de dos enamorados, Dios y el hombre se encuentran, se buscan, se celebran y se aman, observó. Todo el resto es la consecuencia de esta relación, es decir, la Iglesia, esposa de Jesús, es “la familia de Jesús”, alianza de amor, en la cual “derrama Su amor”.

“En este contexto de la alianza, - siguió diciendo en español- es importante la observación que María hace a Jesús de que falta el vino, este es un elemento típico del banquete mesiánico y simboliza la abundancia del banquete y la alegría de la fiesta. Por eso Jesús, al convertir el agua de las purificaciones rituales en vino nuevo, realiza un gesto elocuente: transforma la ley de Moisés en Evangelio portador de alegría”. Citando textualmente el pasaje, Francisco precisó que esto lo narra el Evangelista Juan en otra parte de las Sagradas escrituras: «Porque la Ley fue dada por medio de Moisés, pero la gracia y la verdad nos han llegado por Jesucristo». (1,17)

Pero, el contexto de la Alianza, que comprende la observación de la Madre de Dios a Jesús, “no tienen vino”, también nos deja en herencia una misión:

“Por otra parte, las palabras de María: 'hagan todo lo que Él les diga', confían una nueva misión a la Iglesia, y configuran el programa de vida cristiano, que se concreta en servir al Señor, escuchando su Palabra y poniéndola en práctica, acercándose siempre a tomar de esta fuente el vino bueno de la salvación, que nunca deja de brotar del costado traspasado de Cristo”.

Las bodas de Caná pues, son “mucho más, que el simple relato del primer milagro de Jesús”. Las bodas de Caná son uno de los signos en el cual son talladas las palabras y las expresiones, que iluminan el entero misterio de Cristo. Las bodas de Caná son un signo, con el que el mismo Jesús, nos une a Él, en una Alianza de amor nueva, definitiva y eterna.

Que recibiendo del corazón de Jesús la gracia que nos salva, concluyó el Sucesor de Pedro, “hagamos de nuestra vida cristiana una continua respuesta de amor a Dios, nutriéndonos de su palabra de vida y compartiendo con todos el vino nuevo de la nueva alianza. Muchas gracias”.

(Griselda Mutual - Radio Vaticano)

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Hacia el encuentro



La sinceridad de nuestro arrepentimiento suscita en Dios su perdón incondicional, afirmó el Papa

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REFLEXIONES EN FRONTERA, jesuita Guillermo Ortiz 

Cristo no rechaza a los pecadores, sino que los recibe, dijo Francisco el 20 de abril, refiriéndose al Evangelio de Lucas en el capítulo 7, que refleja un aspecto fundamental de la misericordia: “la sinceridad de nuestro arrepentimiento suscita en Dios su perdón incondicional”.

El Papa dijo que “mientras Jesús, invitado por Simón el fariseo, está sentado a la mesa, una mujer, considerada por todos pecadora, entra, se pone a sus pies, los baña con sus lágrimas y los seca con sus cabellos; luego los besa y los unge con el aceite perfumado que ha traído consigo”.

“La actitud de la mujer contrasta con la del fariseo. El celoso servidor de la ley, que juzga a los demás por las apariencias, desconfía de Jesús porque se deja tocar por los pecadores, y se contamina. La mujer, en cambio, expresa con sus gestos la sinceridad de su arrepentimiento y, con amor y veneración, se abandona confiadamente en Jesús. Cristo no hace componendas con el pecado, que es oposición radical al amor de Dios. Pero no rechaza a los pecadores, sino que los acoge: Jesús, el Santo de Dios, se deja tocar por ellos, sin miedo de ser contaminado, los perdona y los libera del aislamiento al que estaban condenados por el juicio despiadado de quienes se creían perfectos, abriéndoles un futuro”.

El Obispo de Roma finalizó: “En Cristo, que perdona los pecados, brilla la fuerza de la misericordia de Dios, capaz de transformar los corazones. Abrámonos al amor del Señor, y dejémonos renovar por Él. @jesuitaguillo

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Hechos de violencia en templo de la Gratitud Nacional de Chile

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(RV).- Una dolorosa profanación se suscitó durante una manifestación estudiantil en el templo de la Gratitud Nacional, en Santiago de Chile. Personas encapuchas entraron en la iglesia, dirigida por una comunidad salesiana, destrozaron la imagen de Jesús Crucificado y robaron objetos religiosos.

El Cardenal de Chile, monseñor Ricardo Ezzati, ha manifestado que estas acciones “evidencian una crisis de la conciencia nacional”, pidió a los actores del hecho “que reflexionen sobre la necesidad de que exista respeto entre todos nosotros. Hay muchos ciudadanos cristianos, creyentes en las enseñanzas del Evangelio, que tienen un sentimiento religioso, que viven su fe. Ellos merecen también un espacio en la sociedad”.

También hizo un llamado al movimiento estudiantil, “estos días he podido escuchar sus demandas. Entiendo profundamente sus aspiraciones, y los animo a no apagarlas. Pero al mismo tiempo, me pregunto si sería posible que estas aspiraciones se concreten cada vez más en acciones de diálogo, que faciliten mayormente un camino de progreso”, dijo. 

El prelado insistió en la necesidad de hacer “el esfuerzo de volver a dialogar sobre nuestra vida en comunidad. Me parece que en un espíritu de solidaridad y búsqueda del bien común, esas injusticias podrán ser gradualmente superadas”, e interpeló a las familias chilenas preguntándose: “¿Qué visión de familia estamos formando en nuestros hijos?”

Por su parte la presidenta de Chile, Michelle Bachelet, condenó el ataque realizado por el grupo de encapuchados en medio de la manifestación estudiantil, y anunció acciones legales en contra de quienes resulten responsables. "La violencia, con o sin capucha, es inaceptable, por lo tanto nosotros vamos a tomar las medidas que correspondan respecto a la gente que hace este tipo de actos vandálicos", sostuvo la jefe de Estado.

 

Johan Pacheco para RADIO VATICANA. 

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Para el mundo



Salir a buscar la oveja perdida y mostrarle a ella el amor de Dios. Hno. Mariosvaldo Florentino, Superior Capuchino en Paraguay

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(RV).- “No importa cuán grande sea el pecado que hayas cometido. El Padre te quiere abrazar y quiere hacer fiesta contigo”. El padre Mariosvaldo Florentino, Superior Franciscano Capuchino en Paraguay y uno de los mil ciento cuarenta y dos misioneros de la misericordia, entrevistado por Alejandro Frías de Radio San Roque González 570 AM de Misiones, Ñeembucú, explica para Radio Vaticano, qué significa ser misionero de la misericordia.  

“Recordar a la Iglesia la gran misericordia de Dios”. En este Año Extraordinario de la Misericordia, “el Papa dio como privilegio, que los misioneros perdonen algunos de los pecados cuya absolución está reservada a la Santa Sede”, explica. Los pecados son cuatro y pueden ser perdonados en todo el mundo por los misioneros. Ellos son: la profanación de la Eucaristía, la violencia física al Santo Padre, el del sacerdote que pecó contra el sexto mandamiento y él mismo absolvió a su cómplice; y el que cometieran los sacerdotes que revelaran el secreto de la confesión.

Una parábola que es ícono de la  Misericordia del Padre. Asimismo, el padre Mario responde acerca del Evangelio de la Misericordia, central en este Año Jubilar: “toda la vida de Jesús fue mostrar la misericordia del Padre”, afirma. Jesús, en el Evangelio de san Lucas, narra tres parábolas, “la de la oveja perdida, la de la moneda perdida, y aquella del hijo pródigo, para plasmar la idea bellísima del padre que acoge al hijo que pecó, que está volviendo a casa, lo abraza, lo besa, y hace fiesta”. Por eso es que “el gran desafío de este año es ser misericordiosos como el padre” y “esto es lo que le cuesta al hijo mayor - señala, y advierte: si yo me rehúso a entrar en la fiesta soy yo el que me estoy excluyendo de la comunión”. Es decir, el hijo mayor “tan bueno, responsable, cumplidor”, “al no querer ser misericordioso como el Padre, va a perder la fiesta”. “El Padre ante la negación del hijo, hasta sale a rogarle, pero no suspende la fiesta”.

La Iglesia no puede dejar de abrazar al hijo pecador. Por eso, el padre Mario Florentino invita a volver a la Iglesia, pero también a decir a los que están dentro, que no deben tener un corazón endurecido sino que deben ser misericordiosos como el Padre. “No importa cuán grande sea el pecado que hayas cometido, el padre te quiere abrazar y quiere hacer fiesta contigo”.

“Que seamos esta iglesia en salida, - concluye– que sale a buscar la oveja perdida, sabiendo que la oveja perdida… ¡está perdida!”. “No puedo pensar a una oveja perdida que esté limpia. No importa en qué condición la encontremos: mostrarle a ella el amor de Dios”.

(Griselda Mutual – Radio Vaticano)

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«La humanidad necesita Paz», nuestra audiencia se une en oración al Papa Francisco

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«TU COMENTARIO AYUDA, Tu opinión cuenta» 

(RV).-  «La paz os dejo, mi paz os doy; pero no os la doy como la da el mundo. No se turbe vuestro corazón ni se acobarde. Habéis escuchado que os he dicho: Me voy y volveré a vosotros».  Encontramos estas palabras de aliento en el Evangelio de San Juan (14, 27-28), donde vemos como Jesús tranquiliza a sus discípulos ofreciéndoles su Paz ante los miedos y dificultades que se les presentan. Pero también les aclara que la Paz que les entrega es diferente a la paz superficial que el mundo les puede ofrecer. Se trata pues, de una Paz nueva, que no implica ausencia de dolor ni de sacrificio en nuestras vidas, sino el experimentar la plenitud de encontrarnos con Dios y sentirnos amados por él, lo cual sin dudad, llena de sentido nuestra propia existencia.

Vivimos tiempos de profundos cambios en los que la humanidad necesita precisamente de esa Paz plena y renovadora que hace posible seguir adelante a pesar de las dificultades, sufrimientos y frutraciones con las que se topa en su camino. Por eso como sociedad estamos llamados, no sólo a buscar la verdadera Paz entre los pueblos sino a unir fuerzas y a trabajar para construirla. 

Con ocasión del segundo aniversario del encuentro de oración por la paz convocado en el Vaticano por el Papa Francisco el 8 de junio del 2014, junto con el Presidente israelí Shimon Peres y el presidente de la autoridad palestina Abu Mazen, este año distintas organizaciones promotoras de este acontecimiento propusieron llevar a cabo de nuevo la iniciativa conocida como: “Un minuto para la paz”.

Se trata de una convocatoria mundial de oración, en el que todos estamos llamados a unirnos y rezar para que reine la Paz en todos los rincones de la Tierra. Ante el actual panorama de conflictos bélicos, pobreza y explotación humana, hoy más que nunca debemos dejar de lado nuestras diferencias y centrarnos en aquellas cosas que tenemos en común con el otro, para lograr que haya armonía entre las distintas naciones.

Los oyentes de Radio Vaticana se unen a este llamamiento y alzan sus voces en unidad con el Santo Padre pidiendo para que la Paz triunfe sobre la violencia y el mal en el mundo. A continuación compartimos los audios mensajes que envía nuestra audiencia a través de nuestro nuevo servicio de interactividad mediante WhatsApp al teléfono (0039) 347 225 0785 

Una de nuestras oyentes escribe desde Honduras: «Nos unimos a la iniciativa "Un minuto por la Paz", rezando la oración por la Paz: «Señor, haz de mi un instrumento de tu paz. Que allá donde hay odio, siembre yo amor. Que allá donde hay discordia, yo ponga la unión. Que allá donde hay error, yo ponga la verdad. Que allá donde hay duda, yo ponga la FeQue allá donde desesperación, yo ponga la esperanza. Que allá donde hay tinieblas, yo ponga la luz. Que allá donde hay tristeza, yo ponga la alegría. Oh Señor, que yo no busque tanto ser consolado, cuanto consolarser comprendido, cuanto comprender, ser amado, cuanto amarPorque es dándose como se recibe, es olvidándose de sí mismo como uno se encuentra a sí mismo, es perdonando, como se es perdonado, y muriendo en ti es como nazco para la vida eterna».

Desde la Isla de Pascua, la "isla más aislada del mundo", se unen al Papa Francisco en oración por la Paz un grupo de personas que trabaja en un colegio católico, acompañados por su sacerdote, quienes nos envían su audio mensaje rezando la oración del "Padre Nuestro".

También nuestros amigos de Radio Renacer 870 AM, se unen a esta iniciativa de oración desde El Salvador, agradeciendo al Papa Francisco su gesto de unidad y de fraternidad para defender este "tan preciado bien común"; recordando a demás la invitación de San Juan Pablo II a ser instrumentos de Paz; convirtiéndonos en hombres y mujeres que practiquen el bien y busquen la armonía, allí donde quiera que vayan.

«¿Por qué siempre nos tiramos la piedra sobre aquello que nos separa, sobre aquello en lo que somos distintos? ¿Por qué no nos damos la mano en aquello que tenemos en común?», se cuestionó el Santo Padre en el encuentro con los jóvenes cubanos que tuvo lugar durante su Viaje Apostólico el Domingo 20 de septiembre de 2015, insistiendo en la necesidad fundamental de buscar la unidad entre las personas:

«Sepamos acoger y aceptar al que piensa diferente. Realmente, nosotros, a veces, somos cerrados. Nos metemos en nuestro mundito: “o este es como yo quiero que sea, o no”... Sin embargo, tenemos que animarnos a hablar de lo que tenemos en común. No nos encerremos en los conventillos de las ideologías o en los conventillos de las religiones. Cuando una religión se vuelve conventillo, pierde lo mejor que tiene, pierde su realidad de adorar a Dios, de creer en Dios. Es un conventillo de palabras, de oraciones, de “yo soy bueno, vos sos malo”...de prescripciones morales. Y cuando yo tengo mi ideología, mi modo de pensar y vos tenés el tuyo, me encierro en ese conventillo de la ideología. Tengamos corazones abiertos, mentes abiertas. Si vos pensás distinto que yo, ¿por qué no vamos a hablar? Tenemos que animarnos a hablar de lo que tenemos en común».

Con estas palabras del Papa, invitamos a todos nuestros oyentes a plantearse de qué manera trabajan personalmente para contribuir a crear un ambiente de paz en los pequeños ámbitos de su vida privada. ¿Somos promotores o destructores de la Paz?, de esa Paz auténtica que Jesús nos prometió y nos da cada vez que la buscamos en el interior de nuestro corazón.

Agradecemos todos los mensajes que recibimos en nuestros espacios de comunicación en Facebook, en  Twitter y en WhatsApp. Sus comentarios y opiniones nos ayudan a elaborar programas de profundización en los que unimos la Voz del Papa con la Voz de nuestros oyentes, fomentando así, esa Cultura del Encuentro de la que  habla el Santo Padre Francisco y por la cual  Radio Vaticana trabaja, con el fin de erigirse en «puente de comunicación» entre ambas partes. 

(SL para Radio Vaticana)

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