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Sumario del 06/09/2016

Pedro en diálogo con las culturas

Hacia el encuentro

Para el mundo

Pedro en diálogo con las culturas



Homilía del Papa Francisco en la Santa Misa con Rito de Canonización de la Madre Teresa de Calcuta

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(RV).- “Hoy entrego esta emblemática figura de mujer y de consagrada a todo el mundo del voluntariado: que ella sea su modelo de santidad”. Palabras elocuentes, las del Sucesor de Pedro, en la homilía de la Santa Misa con el rito de Canonización de la Madre Teresa de Calcuta, en la conclusión del Jubileo del Voluntariado y de los Operarios de Misericordia, llevada a cabo en una plaza de san Pedro repleta de fieles y peregrinos provenientes de cada rincón del mundo.

El Santo Padre desarrolló su homilía reflexionando a partir del interrogante del libro de la Sabiduría «¿Quién comprende lo que Dios quiere?». Un interrogante que presenta nuestra vida como un misterio, cuya clave de interpretación no poseemos, dijo, pero cuya respuesta encontramos en el mismo texto: para reconocer la llamada de Dios, debemos preguntarnos y comprender qué es lo que le gusta. Lo que a su vez se puede sintetizar en la expresión del Evangelio de Mateo: «Misericordia quiero y no sacrificios» (Mt 9,13).

El pontífice explicó que a Dios le agrada toda obra de misericordia, porque en el hermano que ayudamos reconocemos “el rostro de Dios que nadie puede ver” y es por eso que reiteró que no hay alternativa a la caridad, dado que “quienes se ponen al servicio de los hermanos, aunque no lo sepan, son quienes aman a Dios”.

Aun así, el Papa indicó que la vida cristiana “no es una simple ayuda que se presta en un momento de necesidad”, dado que esto sería un hermoso sentimiento de humana solidaridad que produce un beneficio inmediato, pero que es “estéril porque no tiene raíz”. El compromiso que el Señor pide es, en cambio, aquel de una vocación a la caridad con la que cada discípulo de Cristo lo sirve con su propia vida, para crecer cada día en el amor, es decir, “un compromiso serio y al mismo tiempo gozoso que requiere radicalidad y esfuerzo para reconocer al divino Maestro en los más pobres y ponerse a su servicio”.

Por eso el Obispo de Roma entregó al mundo del voluntariado a la Santa de Calcuta, incansable dispensadora de la misericordia divina, quien “se ponía a disposición de todos por medio de la acogida y la defensa de la vida humana”, como modelo de santidad, deseando, en la conclusión de su homilía, que ella ayude a comprender cada vez más que el único criterio de acción de los cristianos es el amor gratuito, libre de toda ideología y de todo vínculo, derramado sobre todos sin distinción de lengua, cultura, raza o religión, porque de este modo “abriremos así horizontes de alegría y esperanza a toda esa humanidad desanimada y necesitada de comprensión y ternura”.

(Griselda Mutual - Radio Vaticano)

A continuación, voz y texto completo de la Homilía pronunciada por el Papa Francisco en el XXIII Domingo del Tiempo Ordinario 

 

«¿Quién comprende lo que Dios quiere?» (Sb 9,13). Este interrogante del libro de la Sabiduría, que hemos escuchado en la primera lectura, nos presenta nuestra vida como un misterio, cuya clave de interpretación no poseemos. Los protagonistas de la historia son siempre dos: por un lado, Dios, y por otro, los hombres. Nuestra tarea es la de escuchar la llamada de Dios y luego aceptar su voluntad. Pero para cumplirla sin vacilación debemos ponernos esta pregunta. ¿Cuál es la voluntad de Dios en mi vida?

La respuesta la encontramos en el mismo texto sapiencial: «Los hombres aprendieron lo que te agrada» (v. 18). Para reconocer la llamada de Dios, debemos preguntarnos y comprender qué es lo que le gusta. En muchas ocasiones, los profetas anunciaron lo que le agrada al Señor. Su mensaje encuentra una síntesis admirable en la expresión: «Misericordia quiero y no sacrificios» (Os 6,6; Mt 9,13). A Dios le agrada toda obra de misericordia, porque en el hermano que ayudamos reconocemos el rostro de Dios que nadie puede ver (cf. Jn 1,18). Y cada vez que nos hemos inclinado ante las necesidades de los hermanos, hemos dado de comer y de beber a Jesús; hemos vestido, ayudado y visitado al Hijo de Dios (cf. Mt 25,40): es decir, hemos tocado la carne de Cristo.

Estamos llamados a concretar en la realidad lo que invocamos en la oración y profesamos en la fe. No hay alternativa a la caridad: quienes se ponen al servicio de los hermanos, aunque no lo sepan, son quienes aman a Dios (cf. 1 Jn 3,16-18; St 2,14-18). Sin embargo, la vida cristiana no es una simple ayuda que se presta en un momento de necesidad. Si fuera así, sería sin duda un hermoso sentimiento de humana solidaridad que produce un beneficio inmediato, pero sería estéril porque no tiene raíz. Por el contrario, el compromiso que el Señor pide es el de una vocación a la caridad con la que cada discípulo de Cristo lo sirve con su propia vida, para crecer cada día en el amor.

Hemos escuchado en el Evangelio que «mucha gente acompañaba a Jesús» (Lc 14,25). Hoy aquella «gente» está representada por el amplio mundo del voluntariado, presente aquí con ocasión del Jubileo de la Misericordia. Vosotros sois esa gente que sigue al Maestro y que hace visible su amor concreto hacia cada persona. Os repito las palabras del apóstol Pablo: «He experimentado gran gozo y consuelo por tu amor, ya que, gracias a ti, los corazones de los creyentes han encontrado alivio» (Flm 1,7). Cuántos corazones confortan los voluntarios. Cuántas manos sostienen; cuántas lágrimas secan; cuánto amor derraman en el servicio escondido, humilde y desinteresado. Este loable servicio da voz a la fe - ¡da voz a la fe! y expresa la misericordia del Padre que está cerca de quien pasa necesidad.

El seguimiento de Jesús es un compromiso serio y al mismo tiempo gozoso; requiere radicalidad y esfuerzo para reconocer al divino Maestro en los más pobres y descartados de la vida y ponerse a su servicio. Por esto, los voluntarios que sirven a los últimos y a los necesitados por amor a Jesús no esperan ningún agradecimiento ni gratificación, sino que renuncian a todo esto porque han descubierto el verdadero amor. Y cada uno de nosotros puede decir: ‘Igual que el Señor ha venido a mi encuentro y se ha inclinado sobre mí en el momento de necesidad, así también yo salgo al encuentro de él y me inclino sobre quienes han perdido la fe o viven como si Dios no existiera, sobre los jóvenes sin valores e ideales, sobre las familias en crisis, sobre los enfermos y los encarcelados, sobre los refugiados e inmigrantes, sobre los débiles e indefensos en el cuerpo y en el espíritu, sobre los menores abandonados a sí mismos, como también sobre los ancianos dejados solos. Dondequiera que haya una mano extendida que pide ayuda para ponerse en pie, allí debe estar nuestra presencia y la presencia de la Iglesia que sostiene y da esperanza’ Y hacer esto con la memoria viva de la mano tendida del Señor sobre mí, cuando estaba caído.

Madre Teresa, a lo largo de toda su existencia, ha sido una generosa dispensadora de la misericordia divina, poniéndose a disposición de todos por medio de la acogida y la defensa de la vida humana, tanto la no nacida como la abandonada y descartada. Se ha comprometido en la defensa de la vida proclamando incesantemente que «el no nacido es el más débil, el más pequeño, el más pobre». Se ha inclinado sobre las personas desfallecidas, que mueren abandonadas al borde de las calles, reconociendo la dignidad que Dios les había dado; ha hecho sentir su voz a los poderosos de la tierra, para que reconocieran sus culpas ante los crímenes - ¡ante los crímenes! - de la pobreza creada por ellos mismos. La misericordia ha sido para ella la «sal» que daba sabor a cada obra suya, y la «luz» que iluminaba las tinieblas de los que no tenían ni siquiera lágrimas para llorar - para llorar - su pobreza y sufrimiento.

Su misión en las periferias de las ciudades y en las periferias existenciales permanece en nuestros días como testimonio elocuente de la cercanía de Dios hacia los más pobres entre los pobres. ¡Hoy entrego esta emblemática figura de mujer y de consagrada a todo el mundo del voluntariado: que ella sea vuestro modelo de santidad! Pienso, quizá, que tendremos un poco de dificultad en llamarla Santa Teresa: su santidad está tan cerca de nosotros, tan tierna y fecunda que espontáneamente la seguiremos llamando: ¿madre Teresa’... Esta incansable trabajadora de la misericordia nos ayude a comprender cada vez más que nuestro único criterio de acción es el amor gratuito, libre de toda ideología y de todo vínculo y derramado sobre todos sin distinción de lengua, cultura, raza o religión. Madre Teresa amaba decir: «Tal vez no hablo su idioma, pero puedo sonreír». Llevemos en el corazón su sonrisa y entreguémosla a todos los que encontremos en nuestro camino, especialmente a los que sufren. Abriremos así horizontes de alegría y esperanza a toda esa humanidad desanimada y necesitada de comprensión y ternura.

 

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El Papa en la Audiencia Jubilar: "los voluntarios sois artesanos de la misericordia"

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(RV).- En un ambiente de alegría y orgullo cristiano, el Papa Francisco recibió a más de 24.000 fieles en la Plaza de San Pedro el primer sábado de septiembre con motivo del Jubileo de los Voluntarios y los Operadores de la Misericordia a quienes aseguró que “su presencia es la mano tendida de Cristo que llega a todos”.

Después de vivir momentos emocionantes escuchando los testimonios de los participantes y con las canciones que amenizaron la jornada, Papa Francisco en su discurso por la audiencia jubilar comenzó reflexionando sobre el verdadero significado del “amor”, basándose en la primera carta de Pablo a los Corintios, donde se lee que a diferencia de la fe y la esperanza, «el amor no pasará jamás» (cf. 1 Co 13, 1-13). Y en este sentido recordó que esto es una enseñanza para nosotros ya que “el amor de Dios no cesará nunca, ni en nuestra vida ni en la historia del mundo”. «Si no tengo amor, no soy nada», dice san Pablo (v. 2), así Papa Francisco nos invita a decir “con toda nuestra fuerza: soy amado, luego existo”.

“Ante este contenido tan esencial de la fe, la Iglesia no puede permitirse actuar como lo hicieron el sacerdote y el levita con el hombre abandonado medio muerto en el camino” (cf. Lc 10,25-36) –aseguró Francisco- incidiendo así en que “no es digno de un cristiano pasar de largo” ante los problemas de la sociedad y “tener la conciencia tranquila sólo porque se ha rezado”. La misericordia de Dios son “acciones concretas y no una idea bonita”.

En este sentido agradeció y destacó la importancia del día a día de los voluntarios quienes siempre están ahí “de forma silenciosa y oculta dando forma y visibilidad a la misericordia”, “haciendo que la persona se sienta amada”.   

Y bajo la imagen de la Madre Teresa de Calcuta que cuelga del balcón central de la Basílica Vaticana, Francisco terminó su discurso recordando que la nueva santa fue “un testimonio de misericordia de nuestro tiempo” e invitó a “imitarla”, siendo así “instrumentos humildes en las manos de Dios para aliviar el sufrimiento del mundo”.

(MZ-RV) 

 

Audio y texto del discurso de Papa Francisco: 

Hemos escuchado el himno de la caridad que el apóstol Pablo escribió a la comunidad de Corinto, y que constituye una de las páginas más hermosas y más exigentes para el testimonio de nuestra fe (cf. 1 Co 13,1-13). San Pablo ha hablado muchas veces del amor y de la fe en sus escritos; sin embargo, en este texto se nos ofrece algo extraordinariamente grande y original. Él afirma que el amor, a diferencia de la fe y de la esperanza, «no pasará jamás» (v. 8), y para siempre. Esta enseñanza debe ser para nosotros una certeza inquebrantable; el amor de Dios no cesará nunca, ni en nuestra vida ni en la historia del mundo. Es un amor que permanece siempre joven, activo y dinámico, y que atrae hacia sí de un modo incomparable. Es un amor fiel que no traiciona, a pesar de nuestras contradicciones. Es un amor fecundo que genera y va más allá de nuestra pereza. En efecto, de este amor todos somos testigos. El amor de Dios nos sale al encuentro, como un río en crecida que nos arrolla pero sin aniquilarnos; más bien, es condición de vida: «Si no tengo amor, no soy nada», dice san Pablo (v. 2). Cuanto más nos dejamos involucrar por este amor, tanto más se regenera nuestra vida. Verdaderamente deberíamos decir con toda nuestra fuerza: soy amado, luego existo.

            El amor del que nos habla el Apóstol no es algo abstracto ni vago; al contrario, es un amor que se ve, se toca y se experimenta en primera persona. La forma más grande y expresiva de este amor es Jesús. Toda su persona y su vida no es otra cosa que una manifestación concreta del amor del Padre, hasta llegar al momento culminante: «la prueba de que Dios nos ama es que Cristo murió por nosotros cuando todavía éramos pecadores» (Rm 5,8). Esto es amor, ¿eh?. No son palabras, ¿eh? ¡Es amor! Del Calvario, donde el sufrimiento del Hijo de Dios alcanza su culmen, brota el manantial de amor que cancela todo pecado y que todo recrea en una vida nueva. Llevemos siempre con nosotros, de modo indeleble, esta certeza de la fe: Cristo «me amó y se entregó por mí» (Ga 2,20). Esta es la grandeza de la certeza: Cristo me ha amado, y se ha entregado así mismo por mí, por tu, por todos, ¡por cada uno de nosotros! Nada ni nadie podrá separarnos del amor de Dios (cf. Rm 8,35-39). Por tanto, el amor es la expresión más alta de toda la vida y nos permite existir.

            Ante este contenido tan esencial de la fe, la Iglesia no puede permitirse actuar como lo hicieron el sacerdote y el levita con el hombre abandonado medio muerto en el camino (cf. Lc 10,25-36). No se puede mirar para otro lado y dar la espalda para no ver muchas formas de pobreza que piden misericordia. Y esto de girarse hacia el otro lado para no ver: el hambre, las enfermedades, las personas explotadas… ¡Esto es un pecado grave! También, es un pecado moderno, ¡es un pecado de hoy! Nosotros cristianos no podemos permitirnos esto. No sería digno de la Iglesia ni de un cristiano «pasar de largo» y pretender tener la conciencia tranquila sólo porque se ha rezado ¡o porque hemos ido a Misa el domingo! No.  El Calvario es siempre actual; no ha desaparecido ni permanece sólo como un hermoso cuadro en nuestras iglesias. Ese vértice de com-pasión, del que brota el amor de Dios hacia la miseria humana, nos sigue hablando hoy, animándonos a ofrecer nuevos signos de misericordia. No me cansaré nunca de decir que la misericordia de Dios no es una idea bonita, sino una acción concreta: no hay misericordia sin concreción; la misericordia no es hacer el bien de paso. Es involucrarse ahí donde existe el mal, donde hay enfermedad, donde hay hambre, donde hay tantas explotaciones humanas. La misericordia humana no será auténtica –es decir humana-  hasta que no se concrete en el actuar diario. La admonición del apóstol Juan sigue siendo válida: «Hijitos míos, no amemos solamente con la lengua y de palabra, sino con obras y de verdad» (1 Jn 3,18). De hecho, la verdad de la misericordia se comprueba en nuestros gestos cotidianos que hacen visible la acción de Dios en medio de nosotros.

            Hermanos y hermanas, vosotros representáis el gran y variado mundo del voluntariado. Entre las realidades más hermosas de la Iglesia os encontráis vosotros que cada día, casi siempre de forma silenciosa y oculta, dais forma y visibilidad a la misericordia. Vosotros sois artesanos de misericordia: con vuestras manos, con vuestros ojos, con vuestro escuchar, con vuestra cercanía, con vuestras caricias… Artesanos…Vosotros manifestáis uno de los deseos más hermosos del corazón del hombre: hacer que una persona que sufre se sienta amada. En las distintas condiciones de indigencia y necesidad de muchas personas, vuestra presencia es la mano tendida de Cristo que llega a todos. Sois la mano tendida de Cristo: ¿habéis pensado esto? La credibilidad de la Iglesia pasa también de manera convincente a través de vuestro servicio a los niños abandonados, los enfermos, los pobres sin comida ni trabajo, los ancianos, los sintecho, los prisioneros, los refugiados y los emigrantes, así como a todos aquellos que han sido golpeados por las catástrofes naturales... En definitiva, dondequiera que haya una petición de auxilio, allí llega vuestro testimonio activo y desinteresado. Vosotros hacéis visible la ley de Cristo, la de llevar los unos los pesos de los otros (cf. Ga 6,2; Jn 13,24). Queridos hermanos y hermanas, vosotros tocáis la carne de Cristo con vuestras manos: no olvidéis esto. Vosotros tocáis la carde de Cristo con vuestras manos. Sed siempre diligentes en la solidaridad, fuertes en la cercanía, solícitos en generar alegría y convincentes en el consuelo. El mundo tiene necesidad de signos concretos, de signos de solidaridad, sobre todo ante la tentación de la indiferencia, y requiere personas capaces de contrarrestar con su vida el individualismo, el pensar sólo en sí mismo y desinteresarse de los hermanos necesitados. Estad siempre contentos y llenos de alegría por vuestro servicio, pero no dejéis que nunca sea motivo de presunción que lleva a sentirse mejores que los demás. Por el contrario, vuestra obra de misericordia sea la humilde y elocuente prolongación de Jesucristo que sigue inclinándose y haciéndose cargo de quien sufre. De hecho, el amor «edifica» (1 Co 8,1) y, día tras día, permite a nuestras comunidades ser signo de la comunión fraterna.

            También, hablad al Señor de esto. Llamadle. Haced como ha hecho Hermana Preymar, como nos ha contado la Hermana: ha llamado a la puerta del tabernáculo. Así con coraje, ¿eh? El Señor nos escucha: ¡llamadle! Señor, ¡mira esto! Mira cuanta pobreza, tanta indiferencia, tanto mirar hacia el otro lado: “Esto a mí no me toca, a mí no me importa”. Habladlo con el Señor: “Señor por qué? Señor, ¿por qué? Por qué soy tan débil y tú me has llamado para hacer este servicio? Ayúdame, y dame fuerza. Y dame humildad”. El centro de la misericordia es este diálogo con el corazón misericordioso de Jesús.

            Mañana, tendremos la alegría de ver a Madre Teresa proclamada santa. ¡Y se lo merece! Este testimonio de misericordia de nuestro tiempo se añade a la innumerable lista de hombres y mujeres que han hecho visible con su santidad el amor de Cristo. Imitemos también nosotros su ejemplo, y pidamos ser instrumentos humildes en las manos de Dios para aliviar el sufrimiento del mundo, y dar la alegría y la esperanza de la resurrección. Gracias.

Y antes de daros la bendición, os invito a todos a rezar en silencio por todas aquellas personas, tantas personas que sufren; por todo el sufrimiento, por todos aquellos que viven descartados en la sociedad. Rezad también por todos aquellos voluntarios como vosotros, que han encontrado la carne de Cristo por tocarla, curarla, sentirla cerca. Y rezad también por todos aquellos que delante de tanta misericordia miran hacia otro lado y en el corazón escuchan la voz que les dice: A mí no me toca, a mi no me importa”. Recemos en silencio.

Y lo hacemos también con la Virgen. Ave María…. 

 

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Video del Papa con la intención del mes de septiembre de 2016

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(RV).- La Red Mundial de Oración del Papa publicó este 5 de septiembre -primera fiesta de Santa Teresa de Calcuta- su nueva edición del ‘video del Papa’ con la intención de oración universal del mes de septiembre 2016.

En este ‘video del Papa’, el Santo Padre alienta a la construcción de una sociedad que pone en el centro la persona humana. En concreto, el Papa Francisco afirma: “La humanidad vive una crisis que no es solamente económica y financiera… también es ecológica, educativa, moral, humana. Cuando hablamos de crisis, hablamos de peligros, pero también de oportunidades. ¿Cuál es la oportunidad?: la de ser solidarios. Vení, ayúdame. Para que cada uno contribuya al bien común y a la construcción de una sociedad que ponga al centro la persona humana”.

La intención de oración universal a la que anima a rezar el Papa es: “Para que cada uno contribuya al bien común y a la construcción de una sociedad que ponga al centro la persona humana”.

Por su parte, el director internacional de la Red Mundial de Oración del Papa, el padre jesuita Frederic Fornos explicó a Radio Vaticano que “el desafío de la humanidad y de la misión de la Iglesia de este mes es una preocupación del Papa desde el principio de su Pontificado, al cual vuelve una y otra vez, de forma diversa, pues no podemos continuar con el sistema actual que produce exclusión y violencia. Una sociedad más humana es necesaria” y añadió que “no basta solo decirlo o pensarlo. Esta intención universal no es una idea a meditar tranquilamente, como quien toma el té en un salón charlando sobre cómo el mundo de ‘tendría que ser’. Es un grito que sale del corazón de Francisco al ver y escuchar todos los que sufren precariedad, exclusión, con condiciones de vida difícil o marginada, sin trabajo o justo lo necesario para vivir”.

(Mercedes De La Torre – Radio Vaticano).

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Hacia el encuentro



Entre no hacer nada y resolver todo, está el granito de arena que puede poner cada uno, como Madre Teresa

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REFLEXIONES EN FRONTERA, jesuita Guillermo Ortiz 

(RV).- Teresa de Calcuta se animó a donar su vida para aliviar los sufrimientos límites de muchos, como Jesús nos pide en el Evangelio con el ejemplo del Buen Samaritano. Esta mujer pequeña de estatura y con solo sus dos brazos y su sonrisa como patrimonio, aceptó que entre no hacer nada y resolver todos los problemas del mundo, está el granito de arena que puede poner cada uno. Porque si todos hiciéramos como ella, bien que mucho cambiaría. A continuación compartimos los mensajes enviados en las Redes Sociales por la audiencia del programa Reflexiones en Frontera de Radio Vaticana.

Valeria Berjecio comenta: "¡Acepto ser granito de arena! Y rezo por interseción de santa Teresa de Calcuta". Marcela Irenes expresa estar feliz por madre Teresa ejemplo de santidad en este mundo plagado de tristeza: "Sólo puedo decir que la santidad está en cualquier persona que quiera hacer de lo normal algo extraordinario". Anselma López escribe: "Santa Madre Teresa de Calcuta ruega por todos nosotros pecadores para que en todos los corazones viva nuestro Señor Jesucristo y así poder Amar al prójimo y servir al necesitado como lo hiciste tu, gracias Madre". Por su parte, Amalia Silva reza: "Le pido que nos dé la fuerza para enfrentar los problemas y por la salud de nuestra familia y amigos".

Para tu Radio, Reflexiones en Frontera, jesuita Guillermo Ortiz.

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Asesinada en Haití religiosa española de la congregación Jesús y María

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(RV).- Isabel Sola Matas, religiosa española de la congregación Jesús María fue asesinada a tiros el pasado viernes en Haití donde vivía ayudando a los más necesitados después del terremoto del año 2010.

Anastasio Gil, director nacional de OMP España, en nombre de los 13.000 misioneros españoles repartidos por el mundo, se une al dolor y a la oración de la familia de Isabel Solá y de la congregación Jesús y María, por el terrible asesinato de esta misionera que estaba dando su vida con los más pobres, y que finalmente ha culminado con el derramamiento de su sangre. 

Con ella, cerca de 20 misioneros españoles están en Haití haciendo presente el rostro cercano y misericordioso de Dios. Sirva como muestra de esta fidelidad el testimonio que recibimos de Isabel Solá después de sobrevivir al terremoto que asoló el país.

A continuación, compartimos el testimonio que Isabel Solá envió a la OMP  en 2011, después de sobrevivir al terremoto que asoló a Haití:

22 de Julio de 2011

Cuando volé hacia Haití hace tres años, recuerdo el desgarro que sentí por lo que deje en África,  el vértigo del salto que me tocaba dar hacia lo desconocido  y a la vez  recuerdo también  la libertad que me daba la decisión de dejarlo todo una vez más  por ayudar a construir ese Reino que siempre creí que Dios tiene pensado para nosotros.

Lo que no me podía ni imaginar cuando volaba hacia Haití era todo lo que me esperaba  en este pequeño y sufrido país. Y esas son las sorpresas y lecciones que Dios nos tiene preparadas.

Para empezar no me podía imaginar lo que era realmente la miseria de Puerto Príncipe,  pero tampoco lo impotente que me iba a sentir en medio de ella. De tal modo, que al final, para poder vivir allí, tuve que comprender y aceptar que no estaba allí para salvar a nadie o para cambiar nada. Y ni por asomo me podía imaginar  que un terremoto me iba hacer bajar la cabeza literal y espiritualmente hasta hacerme comprender profundamente que el único que salva es Jesús. No me podía imaginar que me iba a tocar sobrevivir una de las mayores catástrofes de la historia  y que esto cambiaría radicalmente mi concepción de la vida, del sufrimiento, de la muerte y de la fe.

Después de vivir algo así,  he experimentando cada día como un regalo de Dios y que no merecemos nada, todo es don, tanto lo que consideramos bueno como lo malo: que el sufrimiento no es algo malo que nos ocurre sino una lección que no hay que saltarse porque nos hace más humanos y menos ambiciosos.  Tras el terremoto, la tentación del desaliento y  de la queja a Dios era  enorme. Estuve muy triste, desanimada, chocada y rebelde. Me reprochaba a mi misma haber salido con vida y como muchos, me preguntaba por qué Dios permitía algo así en un pueblo tan castigado a lo largo de  la historia. Pero el pueblo haitiano nunca tuvo esa reacción: Rezar, aceptar, cantar y pedir fortaleza. Esa ha sido su reacción. En lugar de quejarse y rebelarse, han pedido coraje y fuerza para llevar el sufrimiento. Tanto sufrimiento ha hecho de ellos un pueblo tremendamente humano, humilde y valiente. Entre los escombros volvían a plantar sus sombrillas para seguir vendiendo y ganarse la vida. La vida continúa y Dios está con nosotros. Esa era su única certeza. Mientras yo me lamentaba, ellos seguían caminando.  Los escuche cantar con lagrimas "Gracias, Señor!" y eso desmonto todos mis esquemas, aun sin acabarlo de entender. No sé por que, pero aunque mi cabeza no lo entiende, mi corazón, si. 

Mi vida religiosa la siento, ahora más que nunca, como un regalo que no merezco, así como la vida que Dios me ha querido guardar, entiendo que mi misión en esta vida no es hacer y hacer, sino de ser y ser.porque por muchos proyectos, trabajos, planes  que esté llevando adelante, al final lo más importante es lo que somos y no lo que hacemos. No creo que Dios me haya mantenido con vida solo para hacer algo. porque yo no puedo salvar nada ni a nadie pero puedo ser una hermana para mis hermanos. Y es lo único que ahora me importa.

Tengo la curiosa experiencia de que me falta todo y me sobra todo.  Si entendéis eso, quizás es porque también, alguna vez, os paso un terremoto por encima que os aplastó, os derrumbó, os machacó, os hirió, os amputó . pero no acabó con lo más importante, que es  las ganas de vivir, de creer y quizás de servir.  No deseo el sufrimiento a nadie, por supuesto, pero como este es inevitable, lo que  quisiera es que aprendiéramos las lecciones que este nos da de humanidad, humildad y simplicidad que es lo que verdaderamente  necesitamos para ser felices.

Pensareis que como puedo seguir viviendo en Haití, entre tanta pobreza y miseria,  entre terremotos, huracanes, inundaciones y cólera...  Lo único que podría decir es que Haití es ahora el único lugar donde puedo estar  y curar mi corazón. Haití es mi casa, mi familia,  mi trabajo, mi sufrimiento y mi alegría, y mi lugar de encuentro con Dios.

Y si no. venid y lo veréis.

Aprovecho también para agradecer de corazón lo que desde España habéis hecho y recogido para ayudar a Haití, soy testigo de vuestra inmensa solidaridad y apoyo en los momentos más duros que hemos vivido. De corazón, y en nombre de todos los haitianos, gracias.

Isa Sola  RJM

Religiosa de Jesús - María

Puerto Príncipe

HAITI

 

(MZ-RV)

 

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“Celebración por la Vida” en Santiago de Chile

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(RV).- Fueron más de cien mil las personas que se reunieron en el Paseo Bulnes de la capital chilena para participar en la "Celebración por la Vida", convocada por el Arzobispado de Santiago, el cardenal Ricardo Ezzati, junto con los pastores de la Iglesia Anglicana, de la Misión Centro Cristiano de Avivamiento, de la Iglesia Metodista Pentecostal, de la Fraternidad de Iglesias Cristianas, de la Fundación Aló Jesús, y de la Iglesia Pentecostal de la Trinidad, con la finalidad de hacer conocer un compromiso común en favor de la vida, desde su gestación hasta su muerte natural.

Los testimonios de algunas personas que vivieron y superaron situaciones complejas gracias al compromiso propio, de aquel de médicos e instituciones, y de la sociedad en general, otorgaron a la celebración el justo encuadre para una lucha consciente en pro del respeto por la vida.   

En el reiterar su "irrenunciable respeto a toda vida humana, desde su concepción hasta su muerte natural", los representantes de la Iglesia católica y de las diversas Iglesias cristianas reiterando se comprometieron "a generar una cultura de la vida, que respete el entorno natural de nuestra casa común, para que todos los habitantes de nuestra patria puedan llevar una vida digna y tener las mismas oportunidades de un mejor desarrollo humano".

"Hoy queremos gritar fuerte, muy fuerte, nuestro convencido `sí` a la vida, regalo precioso de Dios, el más inestimable patrimonio de nuestra patria", expresó el cardenal Ezzati, y agregó que es necesario "dignificar la vida de niños y jóvenes que sufren abandono", con su pensamiento puesto también "en los encarcelados, en los que no tienen una vivienda digna o viven en situación de calle, en las mujeres que sufren violencia intra familiar, en quienes trabajan por un salario que no les permite vivir dignamente y en los pueblos originarios, que reclaman el reconocimiento de su identidad".

(Griselda Mutual – Radio Vaticano)

Más información en: http://www.iglesiadesantiago.cl/

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Para el mundo



Honduras: el padre Alberto Gaucci recibió el Doctorado Honoris Causa

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(RV).- En el programa Cadena de Amistad, gracias a Melvin Vázquez de Radio Católica de Olancho, en Honduras, conocemos al padre Alberto Gaucci, sacerdote franciscano de la Parroquia Inmaculada Concepción de María, quien recibió el Doctorado Honoris Causa de la Universidad Tecnológica de Centroamérica el pasado mes de agosto, por su labor en esas tierras olanchanas.

El sacerdote franciscano de origen maltés, radicado en Honduras desde hace más de cuarenta años, construyó en la diócesis diversas obras con proyección social, como el estadio Juan Ramón Breve Vargas de Juticalpa, el Hogar del Niño Santa María de los Ángeles, el Centro Social Juvenil, entre otros.  

Con la humildad que lo caracteriza, el padre Alberto agradece la distinción y destaca el trabajo realizado en conjunto, afirmando que "una golondrina no hace verano", y lo dedica a todo el departamento de Olancho, especialmente a la Iglesia Católica y a quienes han ayudado y colaborado para las obras de caridad: "Siempre hemos sido un grupo de personas altruistas que no sólo tratamos de detectar el problema sino también de buscarle solución, - afirma. Nosotros como Iglesia y a la luz del Evangelio, tratamos de detectar lo que es el problema - como los ancianos que deambulaban por las calles de Juticalpa, los niños huérfanos de la calle que no tenían adónde recurrir - y de encontrarle la solución". Por eso durante el homenaje "traté de explicar eso, - señala - porque una sola persona no llegaría a encontrar solución a tantos problemas grandes que padece nuestra sociedad". El padre Alberto realiza además una mención especial a su familia, que define como la "primera cátedra donde uno aprende a ver al necesitado y de la mejor manera posible, a tenderle la mano".

En la segunda parte del programa, con Luisa Fernanda Maecha de la Emisora Ecos de Pasto, en Colombia, conocemos el programa Visión Regional, de la Compañía de Jesús. Un espacio que aborda diversos temas, a partir de la labor que realizan los jesuitas en Nariño, tanto en ámbito educativo como social, dando a conocer la labor que realizan el Servicio Jesuita a Refugiados, la Casa de Ejercicios San Ignacio, el Templo de Cristo Rey, la Fundación San Lorenzo Lucero, entre otros. 

Agradecemos los servicios de las Emisoras que han participado en esta emisión e invitamos a todos los que deseen formar parte de esta "Cadena de Amistad" a enviar sus servicios a la siguiente dirección de correo electrónico: latam@vatiradio.va 

Griselda Mutual - Radio Vaticana. 

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Madre Teresa: la «pequeña gota» que cambió el mundo

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(RV).-  «A veces sentimos que lo que hacemos es tan solo una gota en el mar, pero el mar sería menos si le faltara una gota», así respondía Madre Teresa de Calcuta a quienes le preguntaban qué sentido tenía entregar la vida al servicio de los más pobres entre los pobres, luchando contra «el gigante de la pobreza» en un sistema económico y social que se enriquece precisamente a base de explotar a los más desvaforecidos.

Pese a las múltiples dificultades que encontró en su camino, la fundadora de las Misioneras de la Caridad perseveró sin cansancio en la tarea de cuidar a los más olvidados y marginados de la sociedad, recordando que es Jesús mismo quien sufre en la agonía, el hambre, el abandono y la enfermadad de los pobres.

Madre Teresa fue proclamada Santa oficialmente para la Iglesia Católica, en una ceremonia presidida por el Papa Francisco en la plaza de San Pedro el domingo 4 de septiembre de 2016 ante la presencia de miles de fieles y peregrinos reunidos para celebrar este gran acontecimiento. Los oyentes de Radio Vaticana compartieron su alegría y devoción por ella, enviando sus intenciones de oración a nuestro Facebook, Twitter e incluso compartiendo mensajes con sus propias voces en nuestro número de WhatsApp. Escuchemos: 

«Su misión en las periferias de las ciudades y en las periferias existenciales permanece en nuestros días como testimonio elocuente de la cercanía de Dios hacia los más pobres entre los pobres. ¡Hoy entrego esta emblemática figura de mujer y de consagrada a todo el mundo del voluntariado: que ella sea vuestro modelo de santidad!», dijo el Santo Padre en su homilía añadiendo: «Madre Teresa, a lo largo de toda su existencia, ha sido una generosa dispensadora de la misericordia divina, poniéndose a disposición de todos por medio de la acogida y la defensa de la vida humana, tanto la no nacida como la abandonada y descartada. Llevemos en el corazón su sonrisa y entreguémosla a todos los que encontremos en nuestro camino, especialmente a los que sufren. Abriremos así horizontes de alegría y esperanza a toda esa humanidad desanimada y necesitada de comprensión y ternura».

El mundo sigue siendo azotado por la pobreza. Millones de personas siguen malviviendo sin tener acceso a comida, agua o servicios sanitarios básicos. Pero la labor de Madre Teresa no ha sido ni será jamás en vano. Su obra y su forma de tratar a los más pobres ha cambiado la perspectiva con la que la sociedad percibe el reflejo de la pobreza. Su congregación sigue creciendo y llegando hasta los lugares más recónditos donde la miseria forma parte del día a día de tantas personas que luchan por sobrevivir al hambre y a la marginalidad. Y aunque la pobreza no se erradicara jamás...Madre Teresa ha sido esa «pequeña gota» que cambió el mundo a través de su particular búsqueda de Jesucristo en el rostro herido de los más pobres.

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(SL-RV)

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