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Sumario del 03/12/2016

Pedro en diálogo con las culturas

Hacia el encuentro

Para el mundo

Pedro en diálogo con las culturas



El Papa a los Empresarios: “Busquemos soluciones adecuadas a los desafíos globales de injusticia”

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(RV).- “Los animo a continuar el trabajo que han iniciado en este Fórum y a buscar vías más creativas para transformar las instituciones y las estructuras económicas de modo que sepamos responder a las necesidades de hoy y estemos al servicio de la persona humana, especialmente de cuantos son marginados y excluidos”, lo dijo el Papa Francisco a los Empresarios participantes en el Encuentro promovido por la asociación “Time Life”, a quienes recibió en Audiencia en la Sala Clementina del Vaticano.

En su discurso, el Santo Padre resaltó el trabajo que realizaron en estos días, en los que se reunieron para tratar el tema: “El desafío del siglo 21°: crear un nuevo pacto social”. “El tiempo que pasaron juntos les ha permitido intercambiar ideas y compartir información – afirmó el Pontífice – y lo que es muy importante, dijo, es que ahora se requiere no un nuevo acuerdo social en abstracto, sino ideas concretas y una acción eficaz que irá a favor de todos e iniciará a responder a las urgentes cuestiones de nuestros días”.

Quisiera agradecerles por todo lo que están haciendo para promover la centralidad y la dignidad de la persona humana dentro de las instituciones y de los modelos económicos, señaló el Obispo de Roma, y por llamar la atención sobre el problema de los pobres y los refugiados, que muchas veces son olvidados por la sociedad. “Cuando ignoramos el grito de tantos hermanos nuestros y hermanas en muchas partes del mundo, no solo negamos sus derechos y los valores que han recibido de Dios, sino también rechazamos su sabiduría e impedimos a ellos ofrecer al mundo sus talentos, sus tradiciones y su cultura. Estos comportamientos incrementan el sufrimiento de los pobres y de los marginados, y nosotros mismos nos hacemos más pobres, no solo materialmente, sino moralmente y espiritualmente”.

El mundo de hoy, agregó el Papa Francisco, está marcado por grandes inquietudes. La desigualdad entre pueblos continúa creciendo y muchas comunidades están directamente afectadas por la guerra y la pobreza. “La gente quiere hacer sentir su propia voz y expresar las propias preocupaciones y miedos. Quiere dar su propio aporte a las comunidades locales y a la sociedad, y beneficiarse de los recursos y del desarrollo muchas veces reservado a pocos”.

Alentando a los participantes en este Encuentro, el Sucesor de Pedro dijo que a pesar de los sufrimientos y conflictos que atraviesa nuestro mundo, también estamos viviendo un momento de esperanza; porque cuando reconocemos el mal en medio de nosotros, podemos buscar sanarlo aplicando una justa cura. “Justamente su presencia hoy aquí es un signo de esta esperanza, porque demuestra que ustedes reconocen los problemas que están ante nosotros y la necesidad de actuar con decisión. Esta estrategia de renovación y esperanza necesita una conversión institucional y personal; un cambio de corazón que confiere el primado a las más profundas expresiones de nuestra común humanidad, de nuestras culturas, de nuestras convicciones religiosas y de nuestras tradiciones”.

En esta óptica de esperanza, el Santo Padre invitó a los Empresarios a buscar soluciones adecuadas a los desafíos globales de injusticia, promoviendo un sentido de responsabilidad, de tal manera que ninguno sea excluido de la participación social. “Los animo a continuar el trabajo que han iniciado en este Fórum y a buscar vías más creativas para transformar las instituciones y las estructuras económicas de modo que sepamos responder a las necesidades de hoy y estemos al servicio de la persona humana, especialmente de cuantos son marginados y excluidos”.

Finalmente, el Papa Francisco les aseguró su oración para que puedan involucrar en sus esfuerzos de cambio a aquellos que tratan de ayudar; dándoles voz, escuchando sus historias, aprendiendo de sus experiencias y comprendiendo sus necesidades. Vean en ellos, dijo el Papa, un hermano y una hermana, un hijo y una hija, un padre y una madre, ya que uno de los desafíos de hoy es ver el rostro humano de aquellos que sufren. “Les aseguro mi oración para que sus esfuerzos traigan frutos y el compromiso de la Iglesia Católica de hacerse voz de cuantos son silenciados”.

(Renato Martinez – Radio Vaticano)

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La misericordia continúa de catorce maneras

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(RV).- “Recorrimos las catorce obras de misericordia, pero la misericordia continúa, y de catorce maneras”. En el miércoles 30 de noviembre, el primero del Adviento y día en que recordamos al Apóstol Andrés, el Papa Francisco impartió su catequesis en el Aula Pablo VI sobre dos obras de misericordia, una corporal y una espiritual, con las cuales concluyó el ciclo dedicado.  

Tras advertir que no obstante finalicen las catequesis que se ocupan de la misericordia, ésta “debe continuar”, comenzó su reflexión con la última obra de misericordia corporal: aquella que nos pide enterrar a los muertos. 

La sepultura, un rito fuerte y sentido en nuestro pueblo

La sepultura, esa obra de misericordia “tristemente actual” en las muchas partes del mundo que viven hoy el flagelo de la guerra, con incesantes bombardeos de día y de noche, es para los cristianos “un acto de piedad y de fe”, porque nosotros “esperamos en la resurrección de la carne”. En la catequesis en italiano, en la que recordó la narración que Biblia nos presenta en relación a esta obra, es decir, la que se refiere al piadoso Tobías que aun arriesgando su propia vida sepultaba a los muertos no obstante la prohibición del Rey, el pontífice subrayó cómo también hoy hay quienes arriesgan sus vidas para dar sepultura a las pobres víctimas de las guerras, y constató así que esta obra de misericordia “no está lejos de nuestra existencia cotidiana”. Asimismo recordó lo que sucedió el Viernes Santo, cuando tras la muerte de Jesús, José de Arimatea  ofreció para el Señor un sepulcro nuevo: “la sepultura es un acto de piedad, - dijo - pero también un acto de gran fe, porque deponemos el cuerpo de nuestros seres queridos en la tumba con la esperanza en su resurrección”.

La oración por los difuntos: un agradecimiento a Dios por el don de su amor y su amistad

Francisco recordó que durante la Eucaristía confiamos a los difuntos a la misericordia de Dios “con un recuerdo sencillo pero lleno de significado”. En la catequesis que resumió en nuestro idioma, explicó que rezamos para que estén con el Padre en el paraíso, además “con la esperanza de que un día también nosotros nos encontremos con ellos en ese misterio de amor que, si bien no comprendemos plenamente, sabemos que es verdad porque Jesús nos lo ha prometido”. Y en italiano rememoró la oración del Misal Romano: “Acuérdate Señor, de tus hijos que nos han precedido con el signo de la fe y duermen ya el sueño de la paz. A ellos y a cuantos descansan en Cristo, concédeles el lugar del consuelo, de la luz y de la paz”.  Un recuerdo simple, dijo, eficaz y cargado de significado, que pronuncia el sacerdote en la Santa Misa, y que confía a nuestros seres queridos, a la misericordia de Dios. 

La oración por los vivos: para nosotros y para los demás, siempre la voluntad de Dios

“Este recuerdo de rogar por los difuntos está unido también al de rogar por los vivos, que junto con nosotros cada día enfrentan las dificultades de la vida. Todos, vivos y difuntos, estamos en comunión; en esa comunidad de quienes han recibido el bautismo, se han nutrido del Cuerpo de Cristo y hacen parte de la gran familia de Dios”. El Santo Padre indicó brevemente los muchos modos que hay para rezar por nuestro prójimo: es una oración cuando las mamás y papás bendicen a sus hijos a la mañana y a la noche. Es una oración cuando vamos al encuentro de las personas enfermas y rezamos por ellas. También lo es la intercesión silenciosa, y a veces en lágrimas, en muchas situaciones difíciles. Y “cuando no sabemos cómo rezar, es el espíritu, quien reza dentro de nosotros”, señaló, a la vez que pidió que abramos nuestro corazón, “de modo que el Espíritu Santo, escrutando nuestros deseos que están en lo más hondo, los pueda purificar y llevar a cumplimiento”.  Como sea, señaló el Papa Francisco, “para nosotros y para los otros, pidamos siempre que se haga la voluntad de Dios”. 

“Los invito a rezar unos por otros - concluyó - para que las obras de misericordia corporales y espirituales se conviertan cada vez más en el estilo de nuestra vida”.

(Griselda Mutual - Radio Vaticano)

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Hacia el encuentro



“Conviértanse, porque el Reino de los Cielos está cerca”, grita también hoy el Bautista para mí y para vos

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REFLEXIONES EN FRONTERA, jesuita Guillermo Ortiz 

Con lectura del Evangelio del domingo 5 minutos 

La poderosa fuerza del amor de Dios estaba a punto de manifestarse con la presencia de Jesús de Nazaret, según las antiguas profesías de los libros sagrados. Pero también el presentador de Jesús había sido anunciado por el profeta Isaías: “una voz grita en el desierto” preparen el camino del Señor. Y Juan Bautista, primo de Jesús, apareció en el desierto de Judea proclamando: “Conviértanse, porque el Reino de los Cielos está cerca”.

En el Adviento, preparación para la Navidad, la liturgia nos trae la imagen austera del Bautista que grita en el desierto su llamado a la conversión: “el árbol que no produce buen fruto será cortado y arrojado al fuego”.

Juan ofrecía un bautismo de conversión, distinto del que recibimos nosotros, que es el bautismo de Jesús. Pero Juan lo aclara bien en su predicación. A los que aceptaban que el Reino de Dios estaba cerca los bautizaba y les decía: “Yo los bautizo con agua para que se conviertan; pero aquel que viene detrás de mí es más poderoso que yo… El los bautizará en el Espíritu Santo y en el fuego”.

Hace 56 años yo recibí el bautismo de Jesús en la parroquia de mi pueblo. Pero quizá vos y yo, bautizados con el bautismo de Jesús, tenemos que revisar hoy nuestra conversión a Dios. Esa conversión de la que habla Juan Bautista. Examinar si produzco verdaderos frutos de amor y adoración a Jesucristo en el servicio a los hermanos. 

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Primera predicación de Adviento: “Creo en el Espíritu Santo”

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Bebamos, sobrios, la embriaguez del Espíritu 

(RV).- El primer viernes de diciembre a las 9.00 el Papa Francisco asistió a la primera Predicación de Adviento del Padre Raniero Cantalamessa, Predicador de la Casa Pontificia, en la capilla Redemptoris Mater del Palacio Apostólico. Como todos los años, asisten a estas predicaciones los Cardenales, Arzobispos y Obispos, junto a los Secretarios de las Congregaciones, los Prelados de la Curia Romana y del Vicariato de Roma, así como los Superiores Generales y los Procuradores de las Órdenes Religiosas que forman parte de la Capilla Pontificia.

El tema de esta predicación fue: “Creo en el Espíritu Santo”. Partiendo de la novedad del post Concilio, en la teología y en la vida de la Iglesia, el Predicador se refirió a este nombre precioso que es el Espíritu Santo. Y glosó un párrafo de la homilía de la Misa crismal del Jueves Santo de 2012 de Benedicto XVI en que afirmaba:

“Mirando a la historia de la época postconciliar, se puede reconocer la dinámica de la verdadera renovación, que frecuentemente ha adquirido formas inesperadas en movimientos llenos de vida y que hacen casi tangible la inagotable vivacidad de la Iglesia, la presencia y la acción eficaz del Espíritu Santo”.

Después de recordar que la renovada experiencia del Espíritu Santo ha estimulado la reflexión teológica, el Padre Cantalamessa – en el punto que denominó “el Credo leído desde abajo” –  explicó que “en el orden de la creación y del ser, todo parte del Padre, pasa por el Hijo y llega a nosotros en el Espíritu”; mientras “en el orden de la redención y del conocimiento, todo comienza con el Espíritu Santo, pasa por el Hijo Jesucristo y vuelve al Padre”. Lo que, sin embargo –  agregó – no significa que el Credo de la Iglesia no sea perfecto o que deba ser reformado.

En el tercer punto de su meditación, el Predicador ofreció un comentario sobre el llamado “tercer artículo”, es decir, el artículo del Credo sobre el Espíritu Santo, que desembocó en la actual corriente denominada, precisamente, “Teología del tercer artículo”, que no pretende sustituir a la teología tradicional, sino más bien estar a su lado y vivificarla.

El Padre Cantalamessa abordó en su cuarto y último punto – titulado “un artículo que es necesario completar” –  la finalidad de este enunciado que no es decir todo sobre un dato de la fe, sino trazar un perímetro dentro del cual se debe colocar cada afirmación, a la vez que explicó que ninguna afirmación se puede contradecir.

Tras destacar que no contamos sólo con las pocas palabras del Credo sobre el Paráclito, el Predicador de la Casa Pontificia reafirmó que la teología, la liturgia y la piedad cristiana, tanto en Occidente como en Oriente, han revestido de “carne y sangre” las descarnadas afirmaciones del Símbolo de la fe. A la vez que en la secuencia de Pentecostés la íntima y personal relación del Espíritu Santo con cada alma ha sido expresada con títulos como “Padre de los pobres”, “Luz de los corazones”, “Dulce huésped del alma” y “Dulcísimo alivio”.

La misma secuencia – concluyó diciendo el Padre Raniero Cantalamessa – dirige al Espíritu Santo una serie de oraciones bellas y necesarias, que proclamó junto a los presentes para individuar entre ellas la que cada uno sienta más necesaria:

Lava lo que está sucio,
riega lo que está árido,
sana lo que sangra.

Dobla lo que está rígido,
calienta lo que está gélido,
endereza lo que está desviado.

(María Fernanda Bernasconi - RV).

Texto de la meditación del Predicador de la Casa Pontificia traducido por la agencia Zenit

P. Raniero Cantalamessa, ofmcap

Primera predicación de Adviento 2016

“Creo en el Espíritu Santo”

1. La novedad del post Concilio

Con la celebración del 50º aniversario de la clausura del Concilio Vaticano II se concluyó la primera fase del “después del Concilio” y se abre otra. Si la primera fase ha estado caracterizada por los problemas relativos a la “recepción” del Concilio, esta nueva se caracterizará, creo, por el completar e integrar el Concilio; en otras palabras, el releer el Concilio a la luz de los frutos producidos, dando luz también a lo que falta, o que estaba presente solo en la fase seminal.

La mayor novedad del post Concilio, en la teología y en la vida de la Iglesia, tiene un nombre precioso: el Espíritu Santo. El Concilio no había ignorado su acción en la Iglesia, pero había hablado casi siempre en passant, mencionándolo a menudo, pero sin dar luz al rol central, ni tampoco en la constitución sobre la Liturgia. En una conversación, en el tiempo en el que estábamos juntos en la Comisión Teológica Internacional, recuerdo que el padre Yves Congar usó una imagen fuerte respecto a esto; habló de un Espíritu Santo, esparcido aquí y allí en los textos, como se hace con el azúcar sobre los dulces que, sin embargo, no entra a formar parte de la composición de la masa.

El deshielo sin embargo había comenzado. Podemos decir que la esperanza de san Juan XXIII del concilio como de “un nuevo Pentecostés para la Iglesia” ha encontrado su actuación solo después, con el concilio concluido, como ha sucedido a menudo, por otro lado, en la historia de los concilios. 

En el año entrante se celebra el 50º aniversario del inicio, en la Iglesia católica, de la Renovación Carismática. Es uno de los muchos signos -el más evidente por la vastedad del fenómeno- del despertar del Espíritu y de los carismas en la Iglesia. El Concilio había allanado el camino a su acogida, hablando, en la Lumen gentium, de la dimensión carismática de la Iglesia, junto a esa institucional y jerárquica, e insistiendo en la importancia de los carismas[1]. En la homilía de la misa crismal del Jueves Santo de 2012, Benedicto XVI afirmó:

“Mirando a la historia de la época post-conciliar, se puede reconocer la dinámica de la verdadera renovación, que frecuentemente ha adquirido formas inesperadas en movimientos llenos de vida y que hacen casi tangible la inagotable vivacidad de la Iglesia, la presencia y la acción eficaz del Espíritu Santo”.

Contemporáneamente, la renovada experiencia del Espíritu Santo ha estimulado la reflexión teológica[2]. Después del concilio se han multiplicado los tratados sobre el Espíritu Santo: entre los católicos, el del mismo Congar[3], de K. Rahner[4], de H. Mühlen[5] y de von Balthasar[6]; entre los luteranos el de J. Moltmann[7] y de M. Welker[8], y de muchos otros. Por parte del magisterio ha estado la encíclica de san Juan Pablo II “Dominum et vivificantem”. Con ocasión del XVI centenario del concilio de Constantinopla del 381, el mismo Sumo Pontífice promovió un congreso internacional de Pneumatología en el Vaticano, cuyos actos fueron publicados por la Librería Editrice Vaticana, en dos grandes volúmenes titulados “Credo in Spiritum Sanctum” [9].

En los últimos años estamos asistiendo a un paso decidido hacia delante en esta dirección. Hacia el final de su carrera, Karl Barth hizo una afirmación provocadora que era, en parte, también una autocrítica. Dijo que en un futuro se desarrollaría una teología diferente, la “teología del tercer artículo”. En el mismo sentido se expresó Karl Rahner. Por “tercer artículo” se entiende, naturalmente, el artículo del credo sobre el Espíritu Santo. La sugerencia no cayó en el vacío. De aquí se inició la actual corriente denominada, precisamente, “Teología del tercer artículo”.

No creo que tal corriente quiera sustituir a la teología tradicional (sería un error si lo pretendiera), sino más bien estar a su lado y vivificarla. Esta se propone hacer del Espíritu Santo no solo el objeto del tratado que a él se refiere, la Pneumatología, sino por así decir la atmósfera en la que se desarrolla toda la vida de la Iglesia y cada búsqueda teológica, la “luz de los dogmas”, como un antiguo Padre de la Iglesia definía al Espíritu Santo.

La exposición más completa de esta reciente corriente teológica es el volumen de ensayos que apareció en inglés el pasado octubre, con el título “Teología del tercer artículo. Para una dogmática pneumatológica”[10]. En él, partiendo de la doctrina trinitaria de la gran tradición, teólogos de diferentes Iglesias cristianas ofrecen su contribución, como premisa a una teología sistemática más abierta al Espíritu y que responde más a las exigencias actuales. Se me ha pedido también a mí, como católico, contribuir con un ensayo sobre “Cristología y pneumatología en los primeros siglos de la Chiesa”.

2. El Credo leído desde abajo

Las razones que justifican esta nueva orientación teológica no son solamente de orden dogmático, sino también histórico. En otras palabras, se entiende mejor qué es, y qué se propone, la teología del tercer artículo si se tienen en cuenta cómo se ha formado el símbolo actual Niceno-Constantinopolitano. De esta historia emerge clara la utilidad de leer una vez tal símbolo “a la inversa”, es decir, empezando por el final en vez de que desde el principio.

Trato de explicar qué pretendo decir. El símbolo Niceno-Constantinopolitano refleja la fe cristiana en su fase final, después de todas las declaraciones y las definiciones conciliares, terminadas en el siglo V. Refleja el orden alcanzado al final del proceso de formulación del dogma, pero no refleja el proceso mismo. No corresponde, en otras palabras, al proceso con el que de hecho la fe de la Iglesia se ha formado históricamente, y tampoco corresponde al proceso con el que se añade hoy a la fe, entendida con fe viva en un Dios vivo.

En el credo actual, se parte de Dios Padre y creador, de Él se pasa al Hijo y a su obra redentora, y finalmente al Espíritu Santo operante en la Iglesia. En la realidad, la fe siguió el camino inverso. Fue la experiencia pentecostal del Espíritu que llevó a la Iglesia a descubrir quién era verdaderamente Jesús y cuál había sido su enseñanza. Con Pablo y sobre todo con Juan, se llega a subir de Jesús al Padre. Es el Paráclito que, según la promesa de Jesús, conduce a los discípulos a la “plena vedad” sobre Él y el Padre (Jn 16, 13).

San Basilio de Cesárea resume en estos términos el desarrollo de la revelación y de la historia de la salvación:

“El camino del conocimiento de Dios procede del único Espíritu, a través el único Hijo, hasta el único Padre; inversamente la bondad natural, la santificación según la naturaleza, la dignidad real se difunden desde el Padre, por medio del Unigénito, hasta el Espíritu”[11].

En otras palabras, en el orden de la creación y del ser, todo parte del Padre, pasa por el Hijo y llega a nosotros en el Espíritu; en el orden de la redención y del conocimiento, todo comienza con el Espíritu Santo, pasa por el Hijo Jesucristo y vuelve al Padre. ¡Podemos decir que san Basilio es el verdadero iniciador de la teología del tercer artículo! En la tradición occidental todo esto está expresado sintéticamente en la estrofa final del himno del Veni creator. Dirigiéndose al Espíritu Santo, en esta la Iglesia reza diciendo:

Per te sciamus da Patrem,                             

noscamus atque Filium,

te utriusque Spiritum

credamus omni tempore.                                                                  

Haz que por ti conozcamos al Padre

y sabemos también quién es el Hijo

y que en ti, Espíritu de ambos,

creamos ahora y eternamente.

Esto no significa mínimamente que el credo de la Iglesia no sea perfecto o que deba ser reformado. Es la manera de leerlo que de vez en cuando es útil cambiar, para rehacer el camino con el que se ha formado. Entre las dos formas de utilizar el credo – como producto cumplido, o en su mismo hacerse – está la misma diferencia que hacer personalmente, de buena mañana, la escalada del Monte Sinaí partiendo del monasterio de Santa Caterina, o leer el relato de uno que ha hecho la escalada antes que nosotros.

3. Un comentario sobre el “tercer artículo”

Intentaré por lo tanto, en las tres meditaciones de Adviento, proponer reflexiones sobre algunos aspectos de la acción del Espíritu Santo, partiendo justamente del tercer artículo del credo que se refiere a esto. Esto comprende tres grandes afirmaciones: partamos de la primera:

a. “Creo en el Espíritu Santo que es Señor y da la vida”.

El credo no dice que el Espíritu Santo es “el” Señor (un poco antes, en el credo se proclama: “creo en un solo Señor Jesucristo”. Señor (en el texto original, to kyrion, ¡neutro!) indica aquí la naturaleza, no la persona; dice qué cosa es, no quién es el Espíritu Santo. “Señor” quiere decir que el Espíritu Santo comparte la Señoría de Dios, que está de la parte del Creador, no de las criaturas; en otras palabras que es de naturaleza divina.

A esta certeza la Iglesia había llegado basándose no solamente en la Escritura, pero también en la propia experiencia de salvación. El Espíritu, escribía ya san Atanasio, no puede ser una creatura porque cuando somos tocados por él (en los sacramentos, en la Palabra, en la oración) sentimos la experiencia de entrar en contacto con Dios en persona, no con un intermediario suyo. Si nos diviniza, quiere decir que es el mismo Dios[12].

¿No se podía, en el símbolo de la fe, decir la misma cosa de una manera más explícita, definiendo al Espíritu Santo pura y simplemente “Dios y consustancial con el Padre”, como se había hecho con el Hijo en el concilio de Nicea?  Seguramente y fue justamente esta la crítica hecha por algunos obispos, entre los cuales san Gregorio Nacianceno, a la definición. Por motivos de oportunidad y de paz, se prefirió decir la misma cosa con expresiones equivalentes, atribuyendo al Espíritu, además que el título de Señor, también la isotimia, o sea la igualdad con el Padre y el Hijo en la adoración y en la glorificación de la Iglesia.

La expresión sucesiva, según la cual el Espíritu Santo “da la vita”, es traída de diversos pasajes del Nuevo Testamento: “Es el Espíritu que da la vida” (Jn 6, 63); “La ley del Espíritu da la vida en Cristo Jesús” (Rm 8, 2); “El último Adán se volvió espíritu dador de vida” (1 Cor 15, 45); “La letra mata, el Espíritu vivifica” (2 Cor 3, 6).

Nos ponemos tres preguntas. Primero, ¿qué vida da el Espíritu Santo? Respuesta: da la vida divina, la vida de Cristo. Una vida sobre-natural, no una súper-vida natural; crea al hombre nuevo, no al superhombre de Nietzsche “inflado de vida”. Segundo, ¿dónde nos da tal vida? Respuesta: en el bautismo, que es presentado de hecho como un “renacer del Espíritu” (Jn 3, 5), en los sacramentos, en la palabra de Dios, en la oración, en la fe, en el sufrimiento aceptado en unión con Cristo. Tercero, ¿cómo nos da la vida, el Espíritu? Respuesta: haciendo morir las obras de la carne. “Si con la ayuda del Espíritu hacen morir las obras de la carne vivirán” dice san Pablo en Romanos 8,13.

b. “… y procede del Padre (y del Hijo) y con el Padre y el Hijo es adorado y glorificado”.

Pasemos ahora a la segunda afirmación del credo sobre el Espíritu Santo. Hasta ahora el símbolo de fe nos ha hablado de la naturaleza del Espíritu, no aún de la persona; nos ha dicho que es, no quien es el Espíritu, nos ha hablado de lo que acomuna al Espíritu Santo al Padre y al Hijo – el hecho de ser Dios y de dar la vida. Con la presente afirmación se pasa a lo que distingue al Espíritu Santo del Padre y del Hijo. Lo que lo distingue del Padre es que procede de él (otro es aquel que procede, otro aquel del que procede); lo que lo distingue del Hijo es que procede del Padre no por generación, pero por espiración, para expresarnos en términos simbólicos, no como el concepto (logos) que procede de la mente, pero como el soplo procede de la boca.

Es el elemento central del artículo del credo, aquello con lo que se entendía definir el lugar que el Paráclito ocupa en la Trinidad. Esta parte del símbolo es conocida sobre todo por el problema del Filioque, que fue por un milenio el objeto principal del desacuerdo entre Oriente y Occidente. No me detengo sobre este problema que fue incluso demasiado discutido, también porque yo mismo he hablado de él en esta sede, abordando el tema de la comunión de fe entre Oriente y Occidente, en la cuaresma del año pasado. 

Me limito a poner en claro aquello que podemos recoger de esta parte del símbolo y que enriquece nuestra fe común, dejando de lado las disputas teológicas. Esto nos dice que el Espíritu Santo no es un pariente pobre de la Trinidad. No es un simple “modo de actuar” de Dios, una energía o un fluido que atraviesa el universo como pensaban los estoicos; es una “relación subsistente”, por lo tanto una persona.

No tanto la “tercera persona singular”, sino más bien “la primera persona plural”. El “Nosotros” del Padre y del Hijo[13]. Cuando, para expresarnos de manera humana, el Padre y el Hijo hablan del Espíritu Santo, no dicen “él”, sino “nosotros”, porque él es la unidad del Padre y del Hijo. Aquí se ve la fecundidad extraordinaria de la intuición de san Agustín para quien el Padre es quien ama, el Hijo el amado y el Espíritu el amor que los une, el don intercambiado. Sobre esto se basa la creencia de la Iglesia occidental, según la cual el Espíritu Santo procede “del Padre y del Hijo”.

El Espíritu Santo, a pesar de todo, quedará siempre el Dios escondido, también si logramos conocer los efectos. Él es como el viento: no se sabe de dónde viene y adónde va, pero se ven los efectos cuando pasa. Es como la luz que ilumina todo lo que está delante, quedando esa escondida. Por esto es la persona menos conocida y amada de los Tres, a pesar de que sea el Amor en persona. Nos resulta más fácil pensar en el Padre y en el Hijo como “personas”, pero es más difícil para el Espíritu.

No existen categorías humanas que puedan ayudarnos a entender este misterio. Para hablar de Dios Padre nos ayuda la filosofía que se ocupa de la causa primera (el “Dios de los filósofos”); para hablar del Hijo tenemos la analogía humana de la relación padre – hijo y tenemos también la historia, porque el Verbo se hizo carne. Para hablar del Espíritu no tenemos sino la revelación y la experiencia. La misma Escritura nos habla de él sirviéndose casi siempre de símbolos naturales: la luz, el fuego, el viento, el agua, el perfume, la paloma.

Comprenderemos plenamente quién es el Espíritu Santo solamente en el paraíso. Más aun lo viviremos en una vida que no tendrá fin, en una profundidad que nos dará inmensa alegría. Será como un fuego dulcísimo que inundará nuestra alma y la colmará de gozo, como cuando el amor arrolla el corazón de una persona y esta se siente feliz.

c. “… y ha hablado por medio de los profetas”

Estamos en la tercera y última gran afirmación sobre el Espíritu Santo. Después de haber profesado nuestra fe en la acción vivificadora y santificadora del Espíritu Santo en la primera parte del artículo (el Espíritu que es Señor y da la vida), ahora se indica también su acción carismática. De ella se nombra un carisma para todos, aquel que Pablo considera el primero por importancia, o sea la profecía. (cf. 1 Cor 14).

También del carisma profético se menciona solamente una etapa: el Espíritu que “ha hablado por medio de los profetas”, o sea en el Antiguo Testamento. La afirmación se basa sobre diversos textos de la Escritura, y en particular en 2 Pedro 21: “Movidos por el Espíritu Santo, hablaron algunos hombres de parte de Dios”.

4. Un artículo que es necesario completar

La Carta a los Hebreos dice que “después de haber hablado un tiempo por medio de los profetas, en los últimos tiempos Dios nos ha hablado en el Hijo” (cf. Eb 1,1-2). El Espíritu no ha dejado por lo tanto de hablar por medio de los profetas; lo ha hecho con Jesús y lo hace también hoy en la Iglesia. Esta y otras lagunas del símbolo fueron colmadas poco a poco en la práctica de la Iglesia, sin necesidad, por esto, de cambiar el texto del credo (como sucedió lamentablemente en el mundo latino con el añadido del Filioque). Tenemos un ejemplo en la epiclesi de la liturgia ortodoxa llamada de San Jacobo, que dice así:

“Manda tu santísimo Espíritu, Señor y vivificador, que está sentado contigo, Dios y Padre, y con tu Hijo unigénito; que reina, consustancial y coeterno. Él ha hablado en la Ley, en los profetas del Nuevo Testamento; ha bajado en forma de paloma sobre Nuestro Señor Jesucristo en el río Jordán, reposando sobre él, y bajó sobre los santos apóstoles el día de la santa Pentecostés”. [14]

Uno quedaría desilusionado por lo tanto si quisiera encontrar en el artículo sobre el Espíritu Santo todo o también solamente lo mejor de la revelación bíblica sobre él. Esto pone en evidencia la naturaleza y el límite de cada definición dogmática. Su finalidad no es decir todo sobre un dato de la fe, sino trazar un perímetro dentro del cual se debe colocar cada afirmación y que ninguna afirmación puede contradecir. A esto se añade en nuestro caso, el hecho que el artículo fue compuesto en un momento en el cual la reflexión sobre el Paráclito había apenas iniciado y, por añadidura, razones históricas contingentes (el deseo de paz del emperador) imponía un compromiso entre las partes.

Pero nosotros no tenemos solamente las pocas palabras del credo sobre el Paráclito. La teología, la liturgia y la piedad cristiana, sea en Occidente que en Oriente, han revestido de “carne y sangre” las escarzas afirmaciones del símbolo de la fe. En la secuencia de Pentecostés la íntima relación y personal del Espíritu Santo con cada alma - una dimensión completamente ausente en el símbolo - ha sido expresada con títulos como padre de los pobres, luz de los corazones, dulce huésped del alma, dulcísimo alivio.

La misma secuencia dirige al Espíritu Santo una serie de oraciones que sentimos particularmente bellas y necesarias. Concluimos proclamándolas juntas, buscando de individuar entre ellas aquella que sentimos más necesaria para nosotros:

Lava quod ests órdidum,
Riga quod est áridum,
sana quod est sáucium.

Flecte quod est rígidum,
fove quod est frígidum,
rege quod est dévium.

Lava lo que está sucio,
riega lo que está árido,
sana lo que sangra.

Dobla lo que está rígido,
calienta lo que está gélido,
endereza lo que está desviado.

 

 

[1] Lumen gentium 12.

[2]Cf. La riscoperta dello Spirito. Esperienza e teologia dello Spirito Santo, a cura di Claus Hartmann e Heribert Muhlen, Milano 1975 (ed. originale, Erfahrung und TheolgiedesHeiligenGeistes, München 1974).

[3] Y. Congar, Credo nello Spirito Santo,2,  Brescia 1982, pp. 157-224

[4] K. Rahner, Erfahrung des Geistes. Meditation auf Pfingsten, Herder, Friburgo  i. Br. 1977.

[5] H. Mühlen ,Der Heilige Geist als Person. Ich - Du - Wir, Münster in W., 1963

[6] U. von Balthasar, Spiritus Creator, Brescia 1972, p. 109

[7] J. Moltmann, Lo Spirito della vita, , Brescia 1994, pp. 102-108.

[8] M. Welker, Lo Spirito di Dio. Teologia dello Spirito Santo, Brescia 1995, p.62.

[9] Editi da Libreria Editrice Vaticana nel 1983.

[10]Third Article Theology: A PneumatologicalDogmatics, a cura di MykHabets, Fortress Press, Settembre 2016.

[11] Basilio di Cesarea, De  SpirituSancto XVIII, 47 (PG 32 , 153).

[12] S. Atanasio, Cartas a Serapiòn, I, 24 (PG 26, 585).

 

[13]Cf H. Mühlen, Der Heilige Geist als Person. Ich - Du - Wir, Aschendorff, Münster in W. 1963. Il primo a definire lo Spirito Santo il «divino Noi» è stato S. Kierkegaard, Diario II A 731 (23 aprile 1838).

[14] In A. Hänggi - I. Pahl, PrexEucharistica, Fribourg, Suisse, 1968, p. 250.

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Para el mundo



“Caminando con Jesús”: un ministerio de evangelización de la Diócesis de Comayagua

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(RV).- Con la tarea de evangelizar a través de los medios de comunicación social nace hace más de veinte años el ministerio “Caminando con Jesús”: un ministerio de evangelización de la Diócesis de Comayagua, Honduras, presente además en las Parroquias, en áreas de Misión, y principalmente en Radio y Televisión.

La Radio que lleva el mismo nombre nace el 1º de diciembre de 2014 y está especialmente dedicada a las personas que han dejado el país buscando un futuro mejor. Gracias a su Director, Godofredo Rodríguez Fernández, conocemos la historia de esta Emisora: 

(GM - RV)

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Boletín semanal con las noticias más destacadas en la Radio del Papa

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(RV).- Acabamos la semana con un repaso de las noticias más destacadas y más compartidas por nuestros seguidores en las redes sociales. Esta semana destacan las palabras que Papa Francisco pronunció durante el pasado domingo a la hora del Ángelus, recordamos – primer domingo de adviento-, también las palabras de agradecimiento del Santo padre a casi los 400 organizadores de este Jubileo Extraordinario de la Misericordia, las palabras de consuelo del Papa ante el trágico accidente aéreo ocurrido en Colombia en el que viajaba el equipo brasileño del Chapecoense, misa en Santa Marta, la Catequesis de esta semana y mucho más… Comenzamos:

Y con la visita del Señor, el pasado domingo 27 de noviembre, el Papa Francisco ante miles de fieles y peregrinos reunidos en la Plaza de San Pedro, explicó durante su Ángelus que con el comienzo de un nuevo año litúrgico iniciamos, como pueblo de Dios, un nuevo camino de fe: "Hoy en la Iglesia comienza un nuevo año litúrgico, es decir un nuevo camino de fe del pueblo de Dios. Y como siempre, comenzamos con el Adviento”.

Con gran alegría, y tras la conclusión del Año Santo de la Misericordia, el pasado lunes 28 de noviembre el Papa Francisco expresó a casi los cuatrocientos organizadores y colaboradores de este Jubileo Extraordinario, su agradecimiento personal por el gran trabajo que han desarrollado.

Son 4 las homilías que Papa Francisco ha celebrado esta semana en la casa de Santa Marta. El pasado lunes 28 de noviembre, afirmó que “para encontrar a Jesús, debemos ponernos en camino”, y que “la fe cristiana no es una
teoría o una filosofía, es el encuentro con Jesús”. Mientras que el martes 29 explicaba en su homilía matutina que “el Señor revela el Misterio de la Salvación a los pequeños, no a los eruditos ni a los sabios”. El jueves 1 de diciembre nos invitó a reconocer las propias resistencias contra la gracia, todos tenemos en el corazón resistencias, pero es necesario encontrarlas y pedir ayuda al Señor, reconociéndonos pecadores”. Además para el Papa Bergoglio “las resistencias escondidas” son las más peligrosas porque son las que no se dejan ver: “Estas resistencias escondidas, que todos tenemos, ¿de qué naturaleza son? Siempre vienen para detener un proceso de conversión. ¡Siempre!", afirmó. 

El pasado miércoles 30, Francisco concluyó con su ciclo de Catequesis sobre la misericordia.  En esta ocasión, el pontífice reflexionó sobre una obra de misericordia espiritual y otra corporal: “Concluimos este ciclo de catequesis reflexionando sobre dos obras de misericordia: una espiritual que pide rogar a Dios por vivos y difuntos, y otra corporal que invita a enterrar a los muertos".

Este viernes comienza la primera predicación de Adviento del padre capuchino Cantalamessa, predicador de la Casa PontifIcia, en la que el Papa estuvo presente y cuyo tema es: "Bebamos, sobrios, embriaguez del Espíritu".

Además esta semana el Santo Padre expresaba sus condolencias ante la muerte de Fidel Castro el pasado viernes 25 de noviembre, y su dolor y cercanía por las víctimas del accidente aéreo en Colombia, entre ellas, el equipo de futbol brasileño del Chapecoense la noche del pasado lunes. Tambien esta semana el Papa dio el pésame por la muerte del Padre Kolvenbach, que fue Prepósito General de la Compañía de Jesús hasta el año 2008.

Preparemos el camino, Jesús está llegando. Este domingo 4 de diciembre, segundo domingo de Adviento, la Iglesia nos invita a acudir al Sacramento de la Reconciliación y encenderemos la segunda vela morada como signo del proceso de conversión que estamos viviendo.

¡Y hasta aquí el boletín de la semana!

(Mireia Bonilla para RV) 

 

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