MENSAJE DEL PAPA A LOS DOCENTES CATOLICOS UNIVERSITARIOS
RENUNCIAS Y NOMBRAMIENTOS PONTIFICIOS
NOTICIAS SINODO

OCTUBRE 2001
SEMANA DEL 1 AL 7

 

MENSAJE DEL PAPA A LOS DOCENTES CATOLICOS UNIVERSITARIOS

"El corazón del nuevo humanismo se concreta en la capacidad de mostrar que la palabra de la fe es verdaderamente una fuerza que ilumina el conocimiento, lo libera de toda esclavitud, y lo capacita para el bien". Así se lee en Mensaje que Juan Pablo II ha enviado a los docentes universitarios católicos, que han estado participando el 5 y 6 de octubre en Roma en el VI encuentro italiano sobre el tema "Humanismo cristiano y cultura universitaria - Los católicos y la reforma".

"Así como en los comienzos de la humanidad, también hoy cuando el hombre quiere disponer según su propio albedrío de los frutos del árbol del conocimiento, acaba con volverse triste operador de miedo, conflicto y muerte", advierte el Papa tras recordar que las jóvenes generaciones esperan de sus docentes "nuevas síntesis del saber; no de tipo enciclopédico, sino humanista". El Santo Padre recomienda que "hay que vencer la dispersión que desorienta" y que hay que "delinear perfiles abiertos, capaces de motivar el compromiso de la investigación y de la comunicación del saber y, al mismo tiempo, de formar personas que no acaben con volver contra el hombre las inmensas y tremendas posibilidades que el progreso científico y tecnológico han alcanzado en nuestro tiempo".

Al haber transcurrido un año del encuentro que mantuvo el Papa con los docentes universitarios con ocasión del Gran Jubileo, que significó la oportunidad de un encuentro personal con Jesús, el único Maestro, así como de una mayor y más profunda conciencia de Iglesia, el Santo Padre recuerda su invitación a "remar mar adentro". En estos tiempos de grandes transformaciones, también para las universidades italianas, Juan Pablo II reitera que "el docente es un maestro", que "instruye", "educa", y "forma".

Los docentes católicos están llamados a una vocación cristiana, a un servicio insustituible a la verdad del hombre, subraya el Papa. Y, refiriéndose a la reforma en acto en Italia, que implica a la escuela y la universidad, pone de relieve el papel de la pastoral eclesial. Tanto para superar formas de estancamiento en el diálogo cultural, como para promover de forma nueva el encuentro entre las inteligencias humanas. Incentivando la búsqueda de la verdad, la elaboración científica y la transmisión cultural. Juan Pablo II expresa su anhelo de que "se vuelva a descubrir, también hoy, una renovada tensión a la unidad del saber, precisamente el de la 'uni-versitas', con valentía innovadora en diseñar los ordenamientos de los estudios sobre un proyecto cultural y formativo de elevado perfil, al servicio del hombre, de todo hombre".

Y, recordando que "en esta obra la Iglesia - que mira con gran atención hacia la Universidad, porque ha recibido y espera mucho de ella - tiene algo que donar". En este contexto, Juan Pablo II hace hincapié en el discurso que pronunció ante las Naciones Unidas, en ocasión del 50 aniversario de su fundación, en 1995. Destacando que "hay que recordar sin cesar que el corazón de toda cultura está constituido por su acercamiento al mayor de los misterios: el misterio de Dios". Una vez más, el Santo Padre subraya que "sólo en esta verticalidad absoluta - del que cree, y por lo tanto siempre intenta profundizar en la verdad encontrada; pero también el que busca, y por lo tanto está en la senda de la fe - la cultura y el saber se iluminan de verdad y se ofrecen al hombre como don de vida".

"El humanismo cristiano no es abstracto", señala el Papa para luego añadir que "la libertad de investigación, tan preciosa, no puede significar neutralidad indiferente ante la verdad. La Universidad está llamada a ser cada vez más un laboratorio, en el que se cultiva y se desarrolla un humanismo universal, abierto a la dimensión espiritual de la verdad". Y subrayando que "la diaconía de la verdad representa una tarea epocal para la Universidad", Juan Pablo II señala que los docentes se vuelven portadores de esperanza para la vida personal y social.

El Papa recuerda también que "los cristianos están llamados a testimoniar la dignidad de la razón humana, de sus exigencias y de su capacidad de investigar y conocer la realidad, superando de tal forma el escepticismo epistemológico, las reducciones ideológicas del racionalismo y las derivas nihilistas del pensamiento débil". La fe es capaz de generar cultura. La fe cristiana ilumina y aclara la existencia en todo ámbito. Animado por esta riqueza interior, el cristiano la difunde con valentía y la testimonia con coherencia".

El Mensaje del Pontífice finaliza señalando que "el centro de la cultura es y debe seguir siendo el hombre, con su dignidad y su apertura al Absoluto", y que "una fe que no se vuelve cultura es una fe no plenamente acogida y enteramente pensada, no vivida fielmente". A esta exigencia profunda responde el ejercicio de la caridad intelectual. Éste es el compromiso específico que los universitarios católicos están llamados a realizar, en la convicción de que la fuerza del Evangelio es capaz de renovación profunda. La esperanza y auspicio de la Iglesia para la universidad y el mundo de la cultura es que "el Logos" de Dios se encuentre con el "logos" humano y se vuelva "dia-logos".

 

RENUNCIAS Y NOMBRAMIENTOS PONTIFICIOS

Nombramiento como jefe de la oficina de la Congregación para los obispos a mons. José María YANAGUAS SANZ, hasta ahora ayudante en el mismo dicasterio.

Nombramiento como auxiliar de la archidiócesis de Evora (Portugal) a mons. Amandio José Tomas, rector del Colegio Pontificio Portugués en Roma, asignándole la sede titular episcopal de Feradi Maggiore.

Nombramiento como Relator General adjunto de la X Asamblea General Ordinaria del Sínodo de los Obispos al cardenal Jorge Mario BERGOGLIO, arzobispo de Buenos Aires (Argentina).

Renuncia al gobierno pastoral del la diócesis de Wichita, (Estados Unidos) presentada por mons. Eugene John GERBER. Le sucede en el cargo mons. Thomas James OLMSTEAD, hasta ahora obispo coadjutor de la misma diócesis.

Renuncia al gobierno pastoral de la Eparquía de Barentu, (Eritrea) presentada por mons. Luca MILESI. En su lugar el Papa ha nombrado al reverendo Abba Thomas OSMAN, hasta el momento primer consejero de la misma circunscripción eclesiástica.

Renuncia al cargo de ordinario para los fieles católicos de rito oriental residentes en Brasil, desprovistos de Ordinario propio, presentada canónicamente por el cardenal Eugenio DE ARAUJO SALES, arzobispo emérito de San Sebastián de Río de Janeiro. Le sucede en el cargo mons. Eusebio Oscar SCHEID, arzobispo de San Sebastián de Río de Janeiro.

Renuncia al cargo de auxiliar de la diócesis de Grand Rapids (Estados Unidos), presentada por mons. Joseph Crescent McKINNEY.

Nombramientos en la Congregación para la Evangelización de los Pueblos:

Secretario: mons. Robert SARAH, arzobispo de Conakry (Guinea).
Secretario adjunto: mons. Patabendige, obispo de Ratnapura (Sri Lanka), con dignidad de arzobispo.
Subsecretario: P. Massimo CENCI, director espiritual del Colegio Pontificio Urbano y Propaganda FIDE.

 

NOTICIAS DEL SINODO

"El obispo servidor del Evangelio de Jesucristo para la esperanza del mundo". Es el tema sobre el que se desarrollan los trabajos de la X Asamblea General ordinaria del Sínodo de los Obispos, abierta el domingo 30 de octubre con una solemne Concelebración Eucarística presidida por Juan Pablo II en la Basílica de San Pedro del Vaticano, en la que participaron los Padres sinodales y demás colaboradores, junto a una nutrida representación de fieles y peregrinos de todo el mundo.

Tras las Asambleas especiales de carácter continental que tuvieron lugar como preparación del Gran Jubileo del Año 2000 con la perspectiva de la evangelización, la actual Asamblea se ubica en continuidad con las precedentes Asambleas ordinarias, dedicadas a las diversas vocaciones en el Pueblo de Dios: los laicos, los sacerdotes, la vida consagrada. La disertación sobre los obispos completa de este modo el cuadro de una eclesiología de comunión y de misión, que debemos siempre tener ante los ojos.

El Obispo es "servidor", especificó Juan Pablo II en la apertura del Sínodo. La Iglesia está al servicio del Evangelio. La esperanza del mundo está en Cristo. En Él las esperanzas de la humanidad hallan un real y sólido fundamento. La esperanza de todo ser humano emana de la Cruz, signo de la victoria del amor sobre el odio, del perdón sobre la venganza, de la verdad sobre la mentira, de la solidaridad sobre el egoísmo. Es nuestro deber comunicar este anuncio salvífico a los hombres y a las mujeres de nuestro tiempo.

La bienaventuranza evangélica de la pobreza, constituye un mensaje valioso para la Asamblea sinodal que estamos iniciando, afirmó el Pontífice. La pobreza es, de hecho, un rasgo esencial de la persona de Jesús y de su ministerio de salvación, representando uno de los requisitos indispensables para que el anuncio evangélico sea escuchado y acogido por la humanidad de hoy. Así ha invitado a los presentes a examinarse sobre la actitud hacia los bienes terrenales y sobre el uso que de ellos se hace. Estamos invitados a verificar hasta dónde en la Iglesia ha llegado la conversión personal y comunitaria a una efectiva pobreza evangélica.

Es el camino de la pobreza el que nos permitirá transmitir a nuestros contemporáneos "los frutos de la salvación". Como Obispos estamos llamados, por lo tanto, a ser pobres al servicio del Evangelio. Ser servidores de la palabra revelada que en caso necesario elevan la voz en defensa de los últimos, denunciando los abusos. Ser profetas que ponen de manifiesto con coraje los pecados sociales vinculados al consumismo, al hedonismo, a una economía que produce una inaceptable distancia entre lujo y miseria. En toda época, la Iglesia ha sido solidaria con estos últimos, y ha tenido Pastores santos que se han alineado, como apóstoles intrépidos de la caridad, con los pobres.

·Por ello El Santo Padre subrayó la necesidad de que los Obispos sean ejemplo para la comunidad a ellos confiada, enseñando y sosteniendo ese conjunto de principios de solidaridad y de justicia social que forman la doctrina social de la Iglesia. El Pastor debe ser "hombre de Dios"; su existencia y su ministerio están completamente bajo el señorío divino y extrae del más que eminente misterio de Dios luz y vigor, así está llamado a proseguir su camino de santificación con mayor intensidad para alcanzar la estatura de Cristo, Hombre perfecto.

Renovándoles la llamada para que "remen mar adentro", Juan Pablo II concluyó invitado a los Obispos a llevar a cabo el triple munus que les ha confiado la Iglesia: enseñar, santificar y regir la porción del Pueblo de Dios que se les ha encomendado. Aunque se trate de una misión ardua y fatigosa, que nadie se pierda de ánimo. Con Pedro y con los primeros discípulos, también nosotros renovamos confiados nuestra sincera profesión de fe: Señor, ¡"por tu palabra, echaré las redes"! ¡Sobre tu Palabra, oh Cristo, queremos servir a tu Evangelio para la esperanza del mundo!

Tras la apertura del Sínodo el Santo Padre recordaba "la terrible tragedia del 11 de septiembre" que será recordada como un día oscuro en la historia de la humanidad. "Ante este hecho, la Iglesia quiere ser fiel a su carisma profético y llamar la atención a todos los hombres al deber que tienen para construir un futuro de paz para la familia humana".

Ciertamente la paz no va separada de la justicia, pero ésta debe nutrirse de la clemencia y por el amor. El Papa ha recordado que judíos, cristianos y musulmanes adoran a Dios como el Único, y las tres religiones tienen la vocación hacia la unidad y la paz.

"Que Dios conceda a los fieles de la Iglesia el poder estar en primera línea en la búsqueda de la justicia, en el rechazo de la violencia y en el trabajo por la paz. Que la Virgen María, Reina de la paz, interceda por la humanidad entera para que el odio y la muerte no tengan nunca la última palabra".

SÍNODO DE LOS OBISPOS DE 4- 5 OCTUBRE 2001

A.- La VIII Congregación General del Sínodo de los Obispos ha dado comienzo puntualmente a las 9 de la mañana de la 5ª Jornada sinodal. El Papa hizo su entrada en el Aula del Sínodo y el coro empezó el canto de la hora Tertia, cuya homilía corrió a cargo de un Obispo estadounidense que centro sus palabras en la invocación de la misericordia de Dios, pidiendo ayuda para vencer a los enemigos que nos persiguen. Pero para merecer la misericordia y la ayuda de Dios, es necesario cultivar la humildad y pedir perdón al Señor. Se veía una clara una alusión a los hechos trágicos de Estados Unidos, ante los que hay que colocarse con la sencillez del pecador que se arrepiente y pide ayuda desde la fe, la esperanza y naturalmente desde el arrepentimiento sincero.

B.- Terminado el canto de la hora Tertia, dieron comienzo las intervenciones de los Padres Sinodales. Abrió la sesión el Arzobispo de Barcelona, Cardenal Ricardo María Carles Gordó, quien, partiendo de un punto del Instrumento de Trabajo, puso de relieve la existencia de una cultura inmanentista no abierta a lo sobrenatural, para la cual el objeto de la fe, Dios uno y Trino, no es un objeto deseado… Esta situación la están viviendo muchos fieles, llamados así porque son portadores de fe, aunque no siempre sean conscientes de ello. Por la misma razón deberían llamarse esperanzados porque son portadores de esperanza. El reto que tiene planteado el Obispo es el de dar base sólida a estos fieles y a estos esperanzados, ayudarles a que sean conscientes de su fe y de su esperanza. Algo no tan fácil porque la vida ajetreada que llevan no conduce al fin deseado. La esperanza debe ser el apoyo de la fe y el móvil de la caridad. De ahí la necesidad de elevar a su debido rango los valores humanos y cristianos, dando una nueva dimensión a los mismos, pues los fieles saben muy bien lo que no deben hacer, lo que está prohibido, lo que deben evitar, pero menos lo que deben hacer. Y dado que sin esperanza toda acción es estéril, es necesaria una pastoral de la esperanza que lleve al objetivo último, Dios, a través de la santidad a la que está llamado todo bautizado. El Obispo, padre y maestro, debe tener muy claro este objetivo y el desafío que la sociedad actual le plantea.

C.- Luego hablaron dos Obispos franceses que insistieron desde diversas perspectivas en la necesidad de una pastoral de la esperanza que abra luz y horizontes claros a la sociedad de hoy. A continuación el Obispo Coadjutor y Administrador Apostólico de Puerto Príncipe, Haití, hizo hincapié en la pobreza de su País y en la necesidad de evangelizar la globalización.

D.- La segunda parte tuvo momentos jocosos, especialmente cuando habló el Obispo Emérito de Santos, Brasil, Padre Sinodal por nombramiento pontificio, que con un decir alegre y desenfadado y manifestando su propio pensamiento solicitó modificaciones en el Status del Obispo Emérito. No es un jubilado, dijo, sino que ha cesado en el gobierno de la diócesis, pero sigue realizando su ministerio sacerdotal. Pidió también que se postponga su renuncia hasta los 78 años, en vez de los 75 actuales. Pidió también que su nombre sea colocado en el Canon de la Misa junto con el del Obispo diocesano. No obstante pidió prudencia y moderación en el Obispo Emérito y que no comente los problemas del gobierno diocesano, es decir que no haga comentarios desfavorables para el Obispo diocesano. Sus palabras fueron interrumpidas varias veces por las risas de los Padres Sinodales a las que se unió también el Santo Padre y fue muy aplaudido al final de la intervención, cosa que no suele ocurrir normalmente.

E.- El Obispo de Riobamba, Ecuador, comenzó afirmando que son los pobres los que tienen puestas sus esperanzas en la Iglesia y por lo tanto en los Obispos. El Evangelio les ha ayudado a descubrir su dignidad de personas y de hijos de Dios. Ha vuelto a suscitar el tema de la globalización, afirmando que los pobres aumentan cada día más y sin embargo en una economía globalizada como la de nuestro tiempo, no cuentan, son excluidos. A propósito de la cultura y la inculturación, dice que no está bien tratado en el n. 110 del Instrumento de Trabajo por lo que debe ser reformulado. El Obispo debe tener una postura más decidida frente a la cultura moderna y postmoderna y tener en cuenta los nuevos movimientos culturales de los pobres, de las mujeres, de la juventud. Termina afirmando que la pobreza evangélica debe ser no sólo predicada, sino vivida y testimoniada por los Obispos.

A.- La sexta Congregación del Sínodo de los Obispos se ha abierto con el canto de la Hora Tertia, presidida por el Santo Padre Juan Pablo II. Tuvo una breve homilía el Obispo de Siracusa, Mons. Giuseppe Costanzo en la que puso de relieve algunos conceptos que han ido marcando luego las intervenciones de los Padres Sinodales. Mons. Costanzo hizo hincapié sobre dos cosas fundamentalmente. En primer lugar: Libertad para servir. Es decir los Obispos deben ser libres en el servicio. Y la segunda servir en el amor. Sólo desde esta perspectiva el Obispo puede promover y crear esperanza.

B.- Terminado el canto de la Hora Tertia, se produjo una noticia de una cierta importancia. Como se sabe el próximo día 11 se cumple el mes de los trágicos atentados en Nueva York y en Washington. El Cardenal Edward Michael Egan, Arzobispo de Nueva York, es el Relator general del Sínodo, pero es su deseo estar junto a sus fieles neoyorquinos en esta dolorosa fecha. Por esta razón y para permitir que el purpurado cumpla su legítimo deseo, el Santo Padre ha nombrado Relator adjunto al cardenal Jorge Mario Bergoglio, Arzobispo de Buenos Aires, para poder seguir el desarrollo del Sínodo sin detrimento alguno.

C.- Esta mañana han dado sus nombres para intervenir en la Congregación unos 20 Padres Sinodales, el primero de los cuales ha sido el Obispo de Barinas, Venezuela, Mons. Antonio José López Castillo. En su intervención ha puesto de relieve algunos conceptos que van colocando la figura del Obispo en toda su dimensión de Pastor y de Padre, de Maestro y de Guía del Pueblo de Dios.

Estos elementos los ha colocado en la perspectiva de la celebración Eucarística, pues el Obispo en la Eucaristía crea comunión, esperanza y solidaridad. Puso también de relieve los acontecimientos que han conmocionado a la humanidad, provocados por el radicalismo y el fundamentalismo, hechos que se añaden a situaciones de miseria y de terror y esto no crea esperanza.

Destacó luego la necesidad de evangelizar la globalización, reto éste que el Obispo tiene que tener presente ya que es necesario evangelizar la globalización, pues, según él, se está creando un nuevo desorden social. Baste ver las grandes masas de pobres que pueblan América Latina. La globalización tiene sus lados oscuros. De hecho aumentan los pobres y los ricos más se enriquecen.

Según Mons. López Castillo en la Liturgia se construye la paz y se cultiva la esperanza. Y el Obispo debe dar esperanza, de ahí la necesidad de preparar a conciencia los actos litúrgicos en especial la Eucaristía, a través de la cual el Obispo crea y promueve la esperanza.

Para el Obispo de Drohiczyn, Polonia, el Obispo es ministro de esperanza.

A continuación intervino el Cardenal Eduardo Martínez Somalo, Prefecto de la Congregación para los Institutos de Vida Consagrada y Sociedades de Vida Apostólica, quien recalcó cuatro puntos principales en la relación entre el Obispo y los Institutos de Vida Consagrada. En primer lugar el Obispo es Padre y punto de agregación en la comunión eclesial diocesana y desde {el con el Papa y la Iglesia universal. En segundo lugar puso de relieve la necesidad de la presencia de la Vida consagrada en la Iglesia diocesana. El tercer punto es que los religiosos y religiosas forman parte de la familia diocesana. Los religiosos sacerdotes forman parte del presbiterio diocesano. Y en cuarto lugar destacó la justa autonomía de vida en los miembros de Institutos religiosos, pero en comunión de vida pastoral y misionera con el Obispo y los movimientos eclesiales diocesanos.

D.- Después de la pausa de las 10 y media de la mañana siguieron las intervenciones de los Padres Sinodales en las que continuaron aflorando temas que amplían cada vez más la reflexión sobre el Obispo como "Servidor del Evangelio para la esperanza del mundo. En este sentido se manifestó Mons. Francisco Ruppi, Arzobispo de Leche, Italia. Puso el acento en el hecho de que la Iglesia es esperanza de los pobres y de los oprimidos. Siguiendo las sugestivas palabras del Papa en la Homilía de la Misa de apertura del Sínodo, insistió en que el Obispo debe de ser pobre y colocarse de parte de los pobres sin equívoco alguno y sin reservas; y debe ponerse también de manera concreta a favor de los inmigrantes.

Por su parte el Arzobispo de Zaragoza, Mons. Elías Yanes Álvarez, destacó que una de las tareas primordiales de los Obispos es la de promover la santidad de los seglares y su actividad apostólica, haciendo hincapié en el apostolado asociado de los laicos, que es "signo de la comunión y de la unidad de la Iglesia". Esta forma de apostolado social está llamada a expresar en su vida, el ser y la vida de la Iglesia como misterio, comunión y misión. Esta ha sido la tónica general de las intervenciones de los Padres Sinodales en esta VI Congregación General que van delineando con mayor precisión cada vez la figura del Obispo del nuevo milenio.

El pasado jueves 4 de octubre, Juan Pablo II recibió al ex presidente de los EE.UU. George Bush, padre del actual presidente norteamericano. Tema obligado de su encuentro, el trágico atentado de Nueva York y de Washington. Este encuentro ha tenido lugar en el contexto de la celebración del Sínodo de los Obispos. De ahí que, al final de la sexta Congregación General, y al terminar el rezo del Ángelus con los Padres Sinodales, el Papa informara a los reunidos que había recibido al ex presidente americano y que le había comunicado que la Asamblea de los Obispos estaba viviendo profundamente la tragedia que se ha abatido sobre el pueblo americano y que ha conmovido a la humanidad entera. "El 11 de octubre, dijo el Pontífice, será para todos nosotros el día de la súplica. Nosotros rezaremos también desde aquí por las víctimas y por la paz en el mundo".

Esta Xª Asamblea general ordinaria de los Obispos tiene un tema muy concreto: Reflexionar sobre "El Obispo servidor del Evangelio de Jesucristo para la esperanza del mundo". A estas alturas del Sínodo ya se han dicho muchas cosas, testimonios de Obispos de diversas partes del mundo y que proceden de las más variadas culturas, ritos y tradiciones. Ya en la homilía de la Misa de apertura del Sínodo, del Domingo 30 de septiembre, el Papa recalcó algunas cosas que luego han ido aflorando en las intervenciones de los Padres Sinodales, como la necesidad de que el Obispo recorra el camino de la pobreza, único capaz de permitir a los Obispos transmitir a sus contemporáneos "los frutos de la salvación". No fueron palabras al viento. Han sido bastantes los Padres Sinodales que han vuelto sobre el tema de la pobreza, en especial los provenientes de América Latina, África y Asia. Tal fue el caso del Obispo de Riobamba, en Ecuador, quien afirmó que los pobres tienen puestas las esperanzas en la Iglesia y por lo tanto en los Obispos. Precisamente el Evangelio los ha ayudado a descubrir su dignidad de personas y de hijos de Dios.

En este contexto suscitó de nuevo el tema de la globalización -tratado ya por diversos Padres Sinodales- afirmando que los pobres aumentan cada día más y sin embargo en una economía globalizada como la actual en la cual los ricos del mundo se hacen cada vez más ricos y los pobres, cada vez más pobres, éstos no cuentan, son excluidos. Y pidió al Obispo que adopte una postura más decidida frente a la cultura moderna y postmoderna, y que tenga en cuenta los nuevos movimientos culturales de los pobres, de las mujeres, de los jóvenes. Y terminó diciendo u la pobreza evangélica debe ser no sólo predicada, sino vivida y testimoniada por el Obispo. En este mismo campo se puso de relieve la necesidad de evangelizar la globalización, ya que "se está creando, dijo, un nuevo desorden social". Se ha puesto también de relieve que el Obispo, Pastor, Padre y Maestro, en la perspectiva de la Celebración eucarística, crea comunión, es ministro de la esperanza y promueve la solidaridad. En la liturgia "se construye la paz y se cultiva la esperanza" Se ha aludido también a los trágicos acontecimientos terroristas de Estados Unidos, provocados, han dicho por el radicalismo y el fundamentalismo, hechos que se añaden a situaciones de miseria y de terror, hechos que no crean esperanza. Se ha abogado por el diálogo interreligioso y ecuménico y se ha destacado la necesidad de no confundir ni mezclar lo ocurrido con la religión ni las creencias de los pueblos. Se le ha definido también al Obispo como hombre del diálogo y promotor del laicado y de la vida religiosa.

El Cardenal Egan, Arzobispo de Nueva York, en su relación inicial dejó muy claro, tras una profusa documentación teológica y del magisterio de la Iglesia y pontificio sobre el Obispo como maestro, santificador y pastor, que "el Obispo de nuestro tiempo debe ser guía en las áreas de la pobreza y de la paz, pues donde prevalece la miseria causada por la injusticia y la dureza del corazón, allí debe esperarse el conflicto". De ahí la necesidad de que el Obispo "promueva en su Diócesis eficaces organizaciones de caridad para los pobres y de educación a la paz interna y externa". Abordando el tema de la globalización que si, por una parte implica aspectos negativos, por la otra ofrece la esperanza de que los descubrimientos y los avances de la ciencia puedan ser compartidos por todos... El Obispo deberá tener presentes ambos aspectos de amenaza y esperanza, actuando en consecuencia, poniéndose en guardia contra la primera y facilitando la segunda. En unión con la pobreza, la justicia, la paz y la globalización está el movimiento de masas, hombres mujeres y niños, huyendo de las guerras, de la miseria, de las enfermedades, refugiados, inmigrantes. El Obispo sabe muy bien de qué parte debe ponerse... del que "no tiene donde reclinar la cabeza". Por último, ante esta colosal tarea, el Obispo sabe que no está solo, sino en comunión con sus Iglesias particulares y con la Iglesia universal. Y es importante "atravesar el umbral de la esperanza y no detenerse ante él", como dijo Juan Pablo II en su libro "Cruzando el umbral de la esperanza".