XXIII ANIVERSARIO DE LA ELECCIÓN DE JUAN PABLO II
CARTA DEL PAPA 20 AÑOS DESPUÉS DE LA "FAMILIARIS CONSORTIO"
MENSAJE DEL PAPA EN LA JORNADA MUNDIAL DE LA ALIMENTACIÓN
LLAMAMAMIENTO DEL PAPA ANTE LA VIOLENCIA EN NIGERIA

TEMA DE LA 88 JORNADA MUNDIAL DEL MIGRANTE Y REFUGIADO
APERTURA DEL AÑO ACADÉMICO DE LAS UNIVERSIDADES ECLESIÁSTICAS
MULTITUDINARIO ENCUENTRO DE LAS FAMILIAS CON EL PAPA
BEATIFICACIÓN DE LOS ESPOSOS BELTRAME QUATTROCCHI
"VIOLENCIA: CAMINO DE MUERTE Y DESTRUCCIÓN"

RENUNCIAS Y NOMBRAMIENTOS PONTIFICIOS
NOTICIAS SÍNODO

OCTUBRE 2001
SEMANA DEL 15 AL 21

 

XXIII ANIVERSARIO DE LA ELECCIÓN DE JUAN PABLO II COMO SUCESOR DE PEDRO

El martes se cumplieron 23 años de la elección del Cardenal Karol Wojtyla como Sucesor de Pedro. El aniversario ha coincidido este año con unos momentos difíciles para la humanidad, mientras está en curso una dolorosa guerra en Afganistán como respuesta a la violencia y a la intolerancia que han herido con una trágica acción de terrorismo el corazón de EEUU. En este contexto oscuro, de luto y de divisiones, el Papa una y otra vez ha orado para que prevalezca el sentido común de los hombres de bien, el diálogo, la sensatez y sean tutelados los derechos del hombre, especialmente de los más desprotegidos. Juan Pablo II, en estos 23 años de fecundo pontificado, ha sido innumerables veces punto de referencia en la construcción de la paz, de un mundo mejor y con incansable ánimo ha trabajado para impulsar los ideales más nobles en el mundo.

El Pontífice, que siempre ha evitado las celebraciones festivas, transcurrió la jornada trabajando con toda normalidad. Un período que coincide con los trabajos del Sínodo de los Obispos que ha reunido en Roma numerosos prelados de todo el mundo. Los padres sinodales felicitaron al Santo Padre por la mañana en el aula del Sínodo donde tuvo lugar la XIX Congregación General.

 

CARTA DEL PAPA 20 AÑOS DESPUÉS DE LA "FAMILIARIS CONSORTIO"

"Muchos se preguntan por qué la familia es tan importante. Por qué la Iglesia insiste tanto sobre el tema del matrimonio y el de la familia. El motivo es simple, aunque muchos no acaben de entenderlo: de la familia depende el destino del hombre, su felicidad, la capacidad de dar sentido a su existencia. El futuro de la humanidad está estrechamente relacionado con el de la familia". Así lo escribe Juan Pablo II en una carta que ha dirigido al cardenal Camillo Ruini, presidente de la Conferencia Episcopal italiana con motivo de los preparativos en Italia de las celebraciones de los 20 años de la "Familiaris Consortio".

"Cuando en los primeros tiempos de mi pontificado, escribe Juan Pablo II, inauguré los trabajos del sínodo sobre la familia, en setiembre de 1980, dije que la familia es objeto fundamental de la evangelización y de la catequesis de la Iglesia, pero es también indispensable e insustituible sujeto, sujeto creativo. Y es por esta misma fuerza creativa que la familia da fuerza a la vida de la sociedad. Todos las tareas de la familia se pueden resumir en una fundamental: el de custodiar y conservar al hombre".

El sínodo dedicado a la familia ha marcado la vida de la Iglesia en su camino de actuación del Concilio Vaticano, explica el Santo Padre, y la exhortación apostólica "Familiaris Consortio", que recogió el precioso trabajo de aquel sínodo, representa una etapa decisiva en la demarcación de las responsabilidades de la familia y de todo aquello que es necesario hacer para ayudarla en el desarrollo de sus insustituibles funciones. A 20 años de esta exhortación apostólica, el Santo Padre da gracias a Dios por los copiosos frutos que ha dado a la Iglesia y a la sociedad.

Dos décadas que han servido para hacer madurar una conciencia de la vocación y de la misión de la familia en el mundo. Es necesario que la Iglesia, dice el Papa, acompañe en este camino a la familia, ayudándola, a partir de los recursos espirituales que profundizan sus raíces en la gracia sacramental del matrimonio, también en todas aquellas contribuciones humanas, culturales y sociales que pueden ayudar a la familia a ponerse como centro y encrucijada de la vida eclesial y social.

 

MENSAJE DEL PAPA EN LA JORNADA MUNDIAL DE LA ALIMENTACIÓN

"La Jornada Mundial de la Alimentación vuelve a interpelar con renovada urgencia la conciencia y la solidaridad de los individuos y de las naciones, volviendo a proponer la trágica condición de los más de 800 millones de personas que padecen hambre y malnutrición - de los cuales unos doscientos millones son niños - como uno de los problemas más graves de nuestro tiempo". Así se lee en el Mensaje que Juan Pablo II envíó al Director General de la FAO, con motivo de esta Jornada, que se celebra cada año el 16 de octubre en todo el mundo.

El Santo Padre, refiriéndose al tema elegido para este año "Combatir el hambre para reducir la pobreza", pone de relieve la importancia de enlazar el compromiso internacional para derrotar precisamente la pobreza con el de la lucha contra el hambre, que califica de "primera y fundamental forma de indigencia". La falta de alimentos - advierte el Papa - "amenaza gravemente la vida desde sus comienzos, así como a lo largo de sus expresiones sucesivas, materiales y espirituales".

Tras recordar que en 1996 participó en la Cumbre Mundial de la Alimentación, que se celebró en Roma, Juan Pablo II alienta a todos los responsables de las naciones para que se esmeren en la realización de la noble empresa de llegar a que, en el 2015, se haya podido reducir por lo menos a la mitad el número de personas que padecen hambre en el mundo. Noble empresa, destaca el Pontífice, que "se revela cada vez más humanamente importante y religiosamente meritoria".

En este contexto, el Santo Padre subraya que la oración del Padre Nuestro, "que Jesús enseñó a sus discípulos, puede ofrecer a todos los creyentes, aun en el pleno respeto de la pertenencia religiosa de cada uno, significativos puntos de reflexión y válidos criterios inspiradores a la hora de actuar". Explicando luego que "en efecto, la solicitud de pan, colocada en el centro de esta plegaria, le imprime una dirección particular, uniendo - sin contraponerlas entre sí - las dos parte que expresan, la primera, el aspecto aún no realizado de la manifestación de diseño divino sobre la humanidad, y, la otra, lo que le falta a cada hombre que tiende hacia Dios".

Asimismo - hace hincapié el Papa - el Padre Nuestro se revela como oración de hermanos, que confían en poder encontrar a Dios viviendo en comunidad. Esta oración invita a discernir el rostro de Dios en el del prójimo, de quien cada uno tiene que cuidar, de forma especial de los más débiles y de los que carecen del alimento cotidiano. En efecto, Jesus mismo ha dicho: "Cuanto hicisteis a uno de estos hermanos míos más pequeños, a mí me lo hicisteis" (Mt 25,40).

Estos pensamientos resultan particularmente actuales - escribe Juan Pablo II - "después de los trágicos atentados terroristas que han herido a los Estados Unidos de América, produciendo también una grave herida a la paz y a la convivencia civil entre los pueblos. Estos dramáticos eventos nos exhortan a mirar con particular solicitud a la motivación más profunda del compromiso común en favor de los pobres".

El Mensaje del Papa para la Jornada Mundial de la Alimentación destaca que la misma recibirá "mayor fuerza de las solicitaciones religiosas y espirituales, impulsando a los gobernantes y a los hombres de buena voluntad a dar respuestas adecuadas al clamor de justicia que se eleva de cuantos padecen el grave flagelo del hambre, para que cada uno ofrezca una ayuda proporcionada a sus propios recursos".

Juan Pablo II finaliza auspiciando que "los creyentes sean los primeros en obrar en favor de la justicia y la solidaridad, poniendo en marcha oportunas formas de colaboración". Y que "acogiendo el llamamiento de los pobres" sepan solicitar respuestas concretas a los responsables de las naciones, comprometiéndose ellos mismos con la oración y la acción, para que la "Cumbre de la Alimentación - cinco años después" produzca los frutos esperados.

LLAMAMAMIENTO DEL PAPA ANTE LA ENCARNIZADA VIOLENCIA EN NIGERIA

Ante miles de fieles procedentes de todo el mundo, Juan Pablo II expresó el miércoles su profundo pesar por "otro episodio de encarnizada violencia que se une a la trágica situación mundial de estos días". El Papa lamentó los enfrentamientos entre musulmanes y cristianos en Nigeria, que han dejado más de 200 muertos y centenares de heridos. El Santo Padre subrayó que los responsables de estos injustificados actos responderán ante Dios y expresó su cercanía espiritual al obispo de Kano, la diócesis afectada, y a los que sufren, asegurando sus oraciones en favor de la paz. "Rezo a Dios para que ayude a encontrar el camino de la fraternidad. Sólo así será posible responder a la esperanza de Dios, que quiere hacer de la humanidad una única familia".

El Santo Padre, en la catequesis del miércoles, celebrada en la Plaza de San Pedro, y en la que participaron miles de fieles procedentes de todo el mundo, ha seguido reflexionando sobre los salmos. El salmo 47, elegido para esta ocasión, puede iniciar la jornada y hacer de ella un canto de alabanza, aunque se aprecien densas nubes en el horizonte. Es un canto en honor de Sión, "la ciudad del gran Soberano", que la fe cristiana lo aplica a la "Jerusalén celestial".

Para entender el sentido completo del Salmo, el Pontífice aludió a las tres aclamaciones colocadas al inicio, en el centro y al final de este canto que nos ofrece la clave espiritual de la composición y nos introduce en su clima interior. "Grande es el Señor y digno de alabanza en la ciudad de nuestro Dios" (v.2); "Oh Dios, recordamos tu misericordia en medio de tu templo" (v.10); "Éste es el Señor, nuestro Dios para siempre; es Él quien nos guía".

Estas tres aclamaciones, dijo el Pontífice, enmarcan dos grandes partes del Salmo. La primera es una gozosa celebración de la ciudad santa, la Sión victoriosa contra los asaltos del enemigo, serena bajo el manto de la protección divina. La arrogancia de los que la asedian se transforma en debilidad y fragilidad, el poder en derrota.

En la segunda parte, el fiel da gracias a Dios liberador en su templo santo, y canta un himno al Dios de Sión que es el Dios del Éxodo, de la libertad, de la cercanía al pueblo esclavo en Egipto y peregrino en el desierto. Leyendo estas expresiones, el cristiano se eleva a la contemplación de Cristo, templo vivo y nuevo de Dios, que no tiene ya necesidad de un templo ni de una luz exterior.

RESUMEN DE LA CATEQUÉSIS EN ESPAÑOL

Queridos hermanos y hermanas:

El Salmo que hemos escuchado es un canto en honor de Sión, "la ciudad del gran rey". La fe cristiana lo aplica a la "Jerusalén de arriba", que es "nuestra madre" (Gal 4,26"). Este himno nos recuerda la visión pacífica de Jerusalén que refleja la salvación divina, haciendo de este Salmo un canto de alabanza al comenzar un nuevo día.

Tres aclamaciones nos ayudan a comprender el sentido de este Salmo: "Grande es el Señor y muy digno de alabanza en la ciudad de nuestro Dios" (v.2); "Oh Dios, meditamos tu misericordia en medio de tu templo" (v.10); "Éste es el Señor, nuestro Dios. Él nos guiará por siempre jamás" (v.15). El fiel, en el templo da gracias a Dios liberador y entona un himno a su amor misericordioso. Hermosa es también la expresión final, que presenta al Señor como pastor de su pueblo: "Él nos guiará por siempre" (V.15). Meditando estas expresiones, el fiel cristiano contempla a Cristo, el nuevo templo vivo de Dios (cf.Jn 2,21).

Deseo saludar cordialmente a los fieles de lengua española, en particular a los feligreses de varias parroquias de España y a los devotos del Santuario de San Cono del Uruguay. Saludo también a los peregrinos argentinos de Mendoza, así como a los peregrinos mejicanos y de otros países latinoamericanos. Sepamos agradecer a Dios que nos libera de todo mal y nos guía siempre con su amor misericordioso.

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Como siempre, terminados los saludos en diversas lenguas, Juan Pablo II dirigió unas palabras afectuosas a los jóvenes, a los enfermos y a los recién casados, recordándoles que hoy recordamos litúrgicamente a san Ignacio de Antioquía, obispo, mártir en Roma a los comienzos del siglo segundo.

Pensando en su resplandeciente ejemplo, os invito a vosotros jóvenes, a ser intrépidos discípulos de Cristo; os exhorto a vosotros enfermos a afrontar el sufrimiento con espíritu de fe y de esperanza cristiana; y os deseo a vosotros recién casados, de buscar en la Eucaristía el amor divino que consagra vuestra unión.

"MIGRACIONES Y DIÁLOGO RELIGIOSO": TEMA DE LA 88 JORNADA MUNDIAL DEL MIGRANTE Y REFUGIADO

"Migraciones y diálogo interreligioso" es el tema elegido por Juan Pablo II para la 88 Jornada Mundial del Migrante y Refugiado 2002, y cuyo Mensaje se publicó el jueves. "Es urgente actuar para que el nombre del único Dios se vuelva, como es, cada vez más un nombre de paz y un imperativo de paz", es el llamamiento de Juan Pablo II, tras hacer hincapié en la importancia del diálogo fecundo que confirme la centralidad de la persona humana. Es "la única senda para alimentar la esperanza de 'alejar' el espectro de las guerras de religión que han marcado con sangre tantos períodos de la historia de la humanidad', y que tan a menudo han forzado a tantas personas a abandonar sus propios países."

En dicho documento, el Papa señala que en la actualidad hay "unos ciento cincuenta millones de inmigrados en varias partes de la tierra", debido a que en los últimos decenios la humanidad ha ido asumiendo la característica de una "gran aldea", en la que se han reducido las distancias y se ha estrechado la red de las comunicaciones. Dato ante el cual la sociedad y la comunidad cristiana tienen que "reflexionar para responder adecuadamente", en el comienzo de este nuevo milenio, a los "desafíos que surgen en un mundo en el que hombres y mujeres de distintas culturas y religiones están llamados a convivir uno al lado de otro".

El Santo Padre, destaca que "para que tal convivencia se desarrolle de forma pacífica, es indispensable que entre los que pertenecen a distintas religiones caigan las barreras de la desconfianza, prejuicios y miedos, que lamentablemente aún existen". Una vez más, el Papa reitera que el "diálogo es el camino principal", y que la "Iglesia invita" precisamente al diálogo para lograr que se pase de "la desconfianza al respeto, y del rechazo a la acogida".

Juan Pablo II recuerda el llamamiento que dirigió al final del Gran Jubileo, para que se perfile "una relación de apertura y diálogo con exponentes de otras religiones" (Novo millennio ineunte, 55). Y subraya que "para alcanzar este objetivo, no bastan iniciativas que causan interés en los grandes medios de comunicación social". Sino que, "se requieren, más bien, gestos cotidianos cumplidos con sencillez y constancia, capaces de obrar un auténtico cambio en la relación interpersonal".

"El amplio e intenso entrelazarse de fenómenos migratorios, que caracteriza esta época nuestra, multiplica las ocasiones de diálogo interreligioso" - afirma el Papa, para luego citar el caso del continente europeo que, marcado por una larga tradición cristiana, recibe el flujo de inmigrados que profesan otras creencias. El de América del Norte, tierra que vive una consolidada experiencia multicultural, y que hospeda a seguidores de nuevos movimientos religiosos. Y el de la India, en donde prevalece el hinduismo y donde religiosos y religiosas católicos brindan un servicio humilde y activo en favor de los más pobres.

Y, reconociendo que "no siempre el diálogo es fácil", Juan Pablo II reitera que para los cristianos es "un compromiso que se debe perseguir siempre". Sin olvidar que "para dialogar de forma auténtica con los demás es indispensable un claro testimonio de la propia fe". Este esfuerzo sincero de diálogo, recomienda el Santo Padre, requiere "aceptación recíproca de las diferencias, e incluso de las contradicciones, así como respeto de las libres decisiones que las personas asumen según su propia conciencia", tal como puso de relieve el Concilio Vaticano II.

El Papa expresa el "anhelo de que la convivencia en la solidaridad pueda ser realidad también en aquellos países en los que la mayoría profesa una religión distinta a la cristiana, y en donde viven inmigrados cristianos, que lamentablemente no siempre gozan de efectiva libertad de religión y conciencia".

El Papa reza para que todos los cristianos tengan la oportunidad de profundizar en estos aspectos tan actuales de la nueva evangelización. Y, en este contexto subraya la importancia de las comunidades parroquiales y de las organizaciones católicas. Y recuerda que el servicio de la caridad, que los cristianos están llamados a cumplir siempre, no puede ser sólo mera distribución de ayuda humanitaria. Con el pan material - señala el Pontífice - "es indispensable cultivar el ofrecimiento del don de la fe, de forma especial a través del propio testimonio existencial y siempre con gran respeto para con todos".

Y, citando lo que escribió en la Carta Apostólica 'Novo millennio ineunte', el Santo Padre reitera que dicho diálogo "no se debe fundar en el indiferentismo religioso". Aún más, "los cristianos tenemos el deber de desarrollar el diálogo ofreciendo el testimonio pleno de la esperanza que está en nosotros"; y, con gran atención a la sensibilidad de los demás, ofrecer el gran tesoro que poseemos".

Para realizar esta misión, recomienda Juan Pablo II, hay que dejarse guiar por el Espíritu Santo, que el día de Pentecostés, completó el proyecto divino de unidad del género humano en la diversidad de culturas y religiones. Misión que la Iglesia persigue desde ese día, proclamando las grandes obras que Dios no cesa de cumplir entre los que pertenecen a distintas razas, pueblos y naciones.

En mensaje del Santo Padre finaliza encomendando a "María, Madre de Jesús y de toda la humanidad" a todos los que se esmeran en la senda del diálogo entre las culturas y religiones, para que nos disponga a este diálogo interreligioso franco y fraternal con todos nuestros hermanos y hermanas migrantes.

APERTURA DEL AÑO ACADÉMICO DE LAS UNIVERSIDADES ECLESIÁSTICAS

El viernes por la tarde, en la Basílica de San Pedro, con motivo de la solemne inauguración del año académico de las Universidades eclesiásticas, Juan Pablo II recordó que "a través del misterio de la pasión, muerte y resurrección de Cristo, Dios congrega un pueblo nuevo de todas las naciones de la tierra, para que proclame en el mundo sus maravillas y anuncie a todos los hombres la alegría de la salvación". En efecto - hizo hincapié el Papa - "la bienaventuranza propuesta por el Salmo responsorial - 'Dichoso el que está absuelto de su culpa' - está destinada a todo el mundo". Y, reiterando que "es una buena nueva que espera ser proclamada "a pleno día" y pregonada "desde la azotea" (cf. Lc 12, 3), como Jesús nos ha recordado en el Evangelio, para que todo hombre y toda mujer la conozca y acoja en su vida", el Pontífice señaló, una vez más, que "el estudio de la teología y las disciplinas eclesiásticas está orientado a la evangelización".

El Santo Padre, en este tradicional encuentro, recomendó a los docentes y alumnos de las Universidades eclesiásticas romanas, que tienen que saber aprender "un método riguroso, afrontando con valentía y generosidad el esfuerzo de la investigación, para experimentar luego personalmente el encuentro fecundo entre fe y razón". Y señaló, que con estas "dos alas" se podrán acercar "cada vez más a la contemplación de la verdad" (cf. Fides et ratio, Introducción) volviéndose "felices compañeros de viaje de los hombres de nuestro tiempo, a menudo confundidos y extraviados a lo largo de los caminos del mundo".

Tras haber puesto de relieve que "el magisterio de la Iglesia" tiene la tarea de garantizar la autenticidad y la coherencia de las enseñanzas transmitidas con el depósito de la fe, que Cristo confió a los Apóstoles y a sus sucesores, Juan Pablo II recordó asimismo que el "teólogo está llamado a dar su contribución de investigación y profundización de la verdad revelada, para que el evangelio de la salvación se comprenda más adecuadamente y se comunique más fácilmente a todos los hombres".

Recomendando la necesidad de tomar conciencia cada vez más, de la importancia y delicadeza de su tarea de docentes y alumnos en los ateneos eclesiásticos romanos, desarrollándola "con la Iglesia, en la Iglesia y por la Iglesia", el Papa finalizó su homilía recordando las palabras de Jesús: "No tengáis miedo: no hay comparación entre vosotros y los gorriones" (Lc 12, 7). Palabras que son "un mensaje de aliento y consuelo", ante todo para los discípulos, que las escucharon directamente de los labios del Maestro, preparándose para afrontar una misión difícil y arriesgada de testimonio del Evangelio.

Y deseando a los "amadísimos jóvenes" que las palabras de Jesús sean un aliento, también en el momento en el que comienzan un nuevo tiempo de preparación para la misión que el Señor les confiará, el Santo Padre invocó la "protección materna de la Virgen María, Sede de la sabiduría, para que acompañe a todos, docentes y discípulos, durante este año académico y enseñe a cada uno a guardar y meditar en un corazón puro y dispuesto al anuncio del Evangelio (cf. Lc 2, 19. 51)".

El Papa había empezado su homilía recordando las palabras que san Pablo dirigió a la comunidad cristiana de Roma "Abrahám creyó en Dios y le fue computado como justicia" (Rm 4, 3). Recordando que el Apóstol en su carta a los Romanos, después de trazar el cuadro oscuro y desolado de una humanidad caída bajo el poder del pecado e incapaz de salvarse por sí misma, proclama el evangelio de la justificación, ofrecida por Dios a todos los hombres en Cristo. Y para expresar mejor el contenido fundamental de este anuncio, propone el ejemplo de la fe de Abraham, padre de todos los creyentes. Introduciéndonos así en el corazón del mensaje cristiano, que proclama la realización de la salvación en el encuentro entre la iniciativa gratuita de Dios y la respuesta necesaria del hombre, que acoge el don de Dios mediante la fe.

"La profunda y articulada reflexión paulina, sobre el misterio cristiano constituye una invitación a que todos los discípulos del Señor lleguen a una comprensión cada vez más adecuada de los contenidos de la fe", destacó Juan Pablo II, para luego añadir que "esta invitación vale en particular para los teólogos, cuya misión en la Iglesia, cumplida en comunión con los legítimos pastores del pueblo de Dios, es precisamente la de contribuir con su trabajo a la profundización del contenido de la Revelación y expresarlo en un lenguaje comprensible a los hombres de su tiempo", y "se dirige, además, a los docentes de las diversas disciplinas eclesiásticas, llamados a sostener la comunicación de la fe y promover la búsqueda de la verdad".

LAS FAMILIAS CONMEMORAN CON EL PAPA EL XX ANIVERSARIO DE LA FAMILIARIS CONSORTIO

El sábado por la tarde en la Plaza de San Pedro, se congregaron en torno al Santo Padre un gran número de familias de Italia, con representación de otras naciones del mundo, para conmemorar el vigésimo aniversario de la promulgación de la Exhortación Apostólica Familiaris Consortio, en el marco del encuentro promovido por la Conferencia Episcopal Italiana con el tema: "Creer en la familia es construir el futuro".

"Este encuentro, afirmó el Pontífice, es una nueva etapa del camino que tuvo comienzo en el Gran Jubileo del Año 2000". "Estamos aquí para confirmar este camino y para mirar a Jesús, Luz que os llama a iluminar con vuestro testimonio el camino de la humanidad por las vías del tercer milenio". Por ello Juan Pablo II les invitó a reflexionar sobre la verdad de la familia y sobre su papel para el futuro de la humanidad.

"Dios cree firmemente en la familia, afirmó el Papa, por lo que ha colocado en el centro de su proyecto la realidad del amor del hombre y la mujer y ha usado esta imagen para expresar su apasionado diálogo de fidelidad con la comunidad elegida". Por ello, les aseguró Juan Pablo II, el Esposo está con vosotros, por lo que la unión esponsal es signo eficaz del amor de Cristo y la Iglesia.

"Familia, cree en lo que eres, continuó el Papa, cree en tu vocación de ser signo luminoso del amor de Dios". Y dando gracias al Señor por las enseñanzas conciliares y postconciliares sobre la familia, se refirió de modo particular a los documentos producidos por la Conferencia Episcopal Italiana en este campo: Evangelización y sacramento del matrimonio y el Directorio de la pastoral familiar.

Ante la diversidad de opiniones que hoy circulan sobre la familia, Juan Pablo II insistió en la dimensión religiosa y social de la misma. Por ello confirmó la necesidad de tutelar a la familia fundada en el matrimonio, al tiempo que rechazó su equiparación con otras formas de agregación afectiva alimentadas por visiones relativistas perversamente difundidas por los medios de comunicación, lo cual amenazaría la estructura social y su fundamento jurídico.

Es necesario un "decisivo salto de calidad", dijo el Papa, en la política de la familia, en todo lo referente a la escuela, los impuestos y el derecho al trabajo, así como en los medios de comunicación social, donde "la violencia, la vulgaridad y la pornografía", están produciendo un creciente degrado en la sociedad.

"Queridas familias, concluyó Juan Pablo II, en el afrontar estos grandes retos no os desaniméis ni os sentáis solas: el Señor cree en vosotras; la Iglesia camina a vuestro lado; los hombres de buena voluntad os miran con confianza". "Sois los protagonistas del futuro de la humanidad, plasmando el rostro de este nuevo milenio". "A la Virgen de Loreto, encomiendo todas vuestras esperanzas, pidiéndole para vosotras su protección celeste."

 

BEATIFICACIÓN DE LOS ESPOSOS BELTRAME QUATTROCCHI

Juan Pablo II elevó el domingo al honor de los altares a los esposos Luis y María Beltrame Quattrocchi, en lo que constituye la primera beatificación de un matrimonio. Y como él mismo afirmó en su homilía "no podía haber una ocasión más feliz y significativa", como la de esta beatificación, "para celebrar los veinte años de la Exhortación Apostólica Familiaris consortio".

Con este solemne acto eclesial - señaló el Santo Padre - se quiere poner de relieve un ejemplo de respuesta afirmativa a la pregunta con la cual Jesús concluye la parábola sobre la necesidad de rezar "siempre sin desfallecer". (Lc 18,1)

"Cuando el Hijo del hombre venga, ¿encontrará la fe sobre la tierra?" (Lc 18,8) Es una pregunta que sacude nuestra alma, que interpela a toda persona, a toda comunidad eclesial y a toda generación humana - explicó el Papa -, para luego subrayar que la respuesta depende de cada uno de nosotros.

Entre las numerosas familias italianas presentes en la beatificación de estos esposos que vivieron en Roma, a comienzos del siglo veinte, "siglo en el que la fe en Cristo fue puesta a dura prueba" - como recordó Juan Pablo II - se encontraban también tres de los cuatro hijos que tuvieron los nuevos beatos. Luis y María supieron transmitir a sus hijos y a todos los de su entorno la llama viva de la fe, y ahora lo siguen haciendo desde el Cielo, "donándola también a toda la Iglesia".

Dirigiendo un saludo a los parientes y amigos de los nuevos Beatos, el Papa mencionó entre las autoridades religiosas y civiles presentes al presidente de la república italiana y a la reina de Bélgica.

Con esta beatificación, son 1276 los Beatos elevados por Juan Pablo II, al tiempo que son 451 los Santos. El Papa, destacando que estos esposos son "expresión ejemplar del pueblo italiano, que tanto debe al matrimonio y a la familia fundada en él", subrayó que los Beatos Luis y María vivieron, a la luz del Evangelio y con gran intensidad humana, el amor conyugal y el servicio a la vida.

Inspirándose en la Palabra de Dios y el testimonio de los Santos, "vivieron una vida ordinaria de modo extraordinario". Como cónyuges y padres de familia vivieron su fidelidad al Evangelio y su heroicidad de las virtudes. Queridas familias - afirmó el Papa - "hoy tenemos una singular confirmación de que el camino de santidad cumplido juntos, como esposos, es posible, es bello, es extraordinariamente fecundo y fundamental para el bien de la familia, de la Iglesia y de la sociedad".

Luego, recordando que como todo camino de santificación también el de los esposos tiene sus dificultades y pruebas, para mantenerse fieles a su vocación, cultivar la armonía conyugal y familiar, y cumplir con la misión de padres de familia participando en la vida social, Juan Pablo II recordó la importancia de no dejarse llevar por el desaliento.

Pienso - afirmó el Santo Padre - en cuántas familias sufren la tentación del desaliento. De forma especial en aquellos que viven el drama de la separación; en los que tienen que afrontar la enfermedad o el fallecimiento prematuro del cónyuge o de un hijo. E hizo hincapié en que "también en estas situaciones se puede dar un gran testimonio de fidelidad en el amor, que se hace aún más significativo con la purificación por medio del paso por el crisol del dolor".

El Pontífice encomendó a todas las familias probadas a la providencial mano de Dios y al amoroso cuidado de María, sublime modelo de esposa y madre, que conoció muy bien el sufrimiento y la fatiga de seguir a Cristo hasta los pies de la Cruz. El Papa aseguró que la Iglesia está con las familias, a su lado, ayudándolas con la oración sobre todo en los momentos de dificultad.

Y, al mismo tiempo, Juan Pablo II pidió a todas las familias que sostengan a su vez los brazos de la Iglesia, para que nunca desfallezca en su misión de interceder, consolar, guiar y alentarlas. Expresando su gratitud por el sostén que le ofrecen en su servicio a la Iglesia y a la humanidad.

A las queridísimas familias, el Santo Padre les aseguró que la Iglesia confía en ellas para afrontar los desafíos de este nuevo milenio. Y alentó a los cónyuges a asumir plenamente el papel y las responsabilidades que les corresponden. Renovando el impulso misionero, haciendo de sus hogares lugares privilegiados para el anuncio y la acogida del Evangelio, en un clima de oración y en el ejercicio concreto de la solidaridad cristiana.

 

"LA VIOLENCIA ES UN CAMINO DE MUERTE Y DESTRUCCIÓN QUE DESHONRA LA SANTIDAD DE DIOS"

"La guerra y la muerte han llegado incluso a la plaza de la Basílica de la Natividad de Nuestro Señor. En nombre de Dios, repito una vez más que la violencia es para todos sólo un camino de muerte y destrucción, que deshonra la santidad de Dios y la dignidad del hombre". Este es el nuevo, apremiante llamamiento que Juan Pablo II pronunció el domingo, antes del rezo del Ángelus, expresando su profundo pesar y preocupación por las últimas noticias de violencia que llegan de Belén y Tierra Santa, que causan ansiedad en todo el mundo.

"En la hora presente, no faltan lamentablemente situaciones amenazadoras, que causan ansiedad a la humanidad entera. Es con profunda tristeza que recibo dolorosas y preocupantes noticias desde Belén, así como de las ciudades de Beit Jala y Beit Sahour". El Papa expresó su cercanía espiritual "en el dolor, en la oración y en la esperanza" a las familias víctimas de la violencia. Ellas tienen el don de vivir en la Tierra Santa para los judíos, los cristianos y los musulmanes, señaló el Santo Padre para luego hacer hincapié en que todos deben comprometerse en lograr que ésta sea finalmente Tierra de paz y fraternidad.

En sus palabras antes del rezo mariano, el Santo Padre recordó que el domingo 21 se celebraba la Jornada Misionera Mundial, instituida hace 75 años por el Papa Pío XII. Y señaló que esta jornada "llama a todo el Pueblo de Dios a la permanente actualidad de la misión que Cristo confió a su Iglesia, la de anunciar el Evangelio a todas las naciones".

Tras subrayar que este mandato "adquiere particular urgencia, en el comienzo del tercer milenio, si miramos hacia aquella inmensa porción de la humanidad que aún no conoce o no reconoce a Cristo", recordando que "por lo tanto la misión ad gentes, a todos los pueblos, es hoy más válida que nunca", Juan Pablo II exclamó: ¡A los impulsos negativos que se manifiestan en el mundo, la Iglesia responde reforzando el compromiso de anunciar a Cristo, esperanza del hombre y esperanza del mundo!

El Santo Padre reiteró asimismo el papel de primer plano confiado a las familias en esta misión de esperanza. Haciendo hincapié en que "la familia, en efecto, anuncia el Evangelio de la esperanza con su misma constitución, porque se funda en la confianza recíproca y en la fe en la Providencia. La familia anuncia la esperanza, porque es el lugar en el que brota y crece la vida, en el ejercicio generoso y responsable de la paternidad y maternidad. Una auténtica familia, fundada en el matrimonio, es en sí misma una 'buena nueva' para el mundo".

Asimismo, el Pontífice, destacando la colaboración activa de cada vez más numerosas familias en la evangelización, señaló que ha madurado en la Iglesia "la hora de la familia, que es también la hora de la familia misionera". Como confirma la beatificación del domingo de los esposos Luis Beltrame Quattrocchi y María Corsini. A cuya intercesión, unida a la de María Santísima, Juan Pablo II confió de forma especial el compromiso misionero de las familias cristianas.

El Papa se refirió también a la imagen de la Nuestra Señora de Loreto, trasladada por primera vez por deseo del Pontífice para esta ocasión al Vaticano, que "ha estado entre nosotros ayudándonos a percibir de forma más concreta la maternal presencia de la Virgen y a revivir el espíritu de la Sagrada Familia de Nazaret".

RENUNCIAS Y NOMBRAMIENTOS PONTIFICIOS

Nombramiento como Nuncio apostólico en Angola: mons. Giovanni Angelo Becciu, de la diócesis de Ozieri (Cerdeña, Italia) y actualmente consejero de la Nunciatura Apostólica en Estados Unidos, elevándolo al mismo tiempo a la sede titular de Roselle, con dignidad de arzobispo.

Nombramiento como auxiliar de la archidiócesis de Viena (Austria): reverendo Ludwig Shwarz, hasta el momento director de las Obras Misionales Pontificias en Austria. Se le asigna la sede titular episcopal de Simidicca.

Nombramiento como obispo de Mende (Francia): reverendo Dom Robert Le Gall, hasta el momento abad del Monasterio de Saint.Anne de Kergonam.

Nombramiento como coadjutor de Sées (Francia): reverendo Jean-Claude Boulanger, del clero de la diócesis de Arras, hasta ahora responsable de la casa de acogida Les Tourelles, en Condette.

Nombramiento como auxiliar de Mérida (Venezuela): P. Luis Alfonso Márquez Molina, hasta ahora rector del Seminario de Calabozo. Se le asigna la sede titular episcopal de Torre Rotonda.

Nombramiento de 12 nuevos miembros de la Comisión Pontificia Bíblica:

  • Sac. Olivier ARTUS, "Institut Catholique", Paris (FRANCIA);
  • P. Jean-Noél ALETTI, S.L, Pontificio Instituto Bíblico, Roma (ITALIA);
  • P. Denis FARKASFALVY, O.Cist., Universidad de Dallas (ESTADOS UNIDOS);
  • P. Donald SENIOR, C.P., "Catholic Theological Union", Chicago (ESTADOS UNIDOS);
  • P. Clemens STOCK, S.L, Pontificio Instituto Bíblico, Roma (ITALIA);
  • Sac. Cristoph DOHMEN, Università di Osnabriick (ALEMANIA);
  • Sac. Ramón TREVIJANO ECHEVERRIA, Pontificia Universidad de Salamanca (ESPAÑA);
  • Sac. Miguel Antonio BARRIOLA, de la archidiócesis de Córdoba (ARGENTINA);
  • Sac. Ney BRASIL PEREIRA, de la archidiócesis de Florianópolis (BRASIL);
  • P. Regino CORTES, O.P., "Philippine Dominican Center", Manila (FILIPINAS);
  • P. Carlos ZESATI ESTRADA, M.Sp.S., "Universidad Pontificia de México", Ciudad de México (MEXICO);
  • Sac. Laurent NARÉ, BICAM, Nairobi (KENIA).

Renuncia al cargo de auxiliar de la archidiócesis de Taegu (Corea) presentada por mons. Alexander Sye Cheongduk, obispo titular de Bufada.

Renuncia al gobierno pastoral de la diócesis de Mende (Francia) presentada por mons. Paul Bertrand.

Renuncia al gobierno pastoral de la diócesis de La Guaira (Venezuela), presentada por mons. Francisco de Guruceaga Iturriza. En su lugar el Papa ha nombrado como obispo de esta diócesis a mons. José de la Trinidad Valera Angulo, hasta el momento obispo titular de Mozotcori y auxiliar de Caracas.

Renuncia al gobierno pastoral de la diócesis de Antipolo (Filipinas) presentada por mons. Protacio G. Gungon. El Papa ha nombrado en su lugar a mons. Crisóstomo Yalung, hasta el momento obispo titular de Fico y auxiliar de Manila.

Renuncia al gobierno pastoral de la diócesis de Tandag (Filipinas), presentada por mons. Ireneo A. Amantillo. En su lugar Juan Pablo II ha nombrado como obispo de la diócesis a mons Nereo P. Odchimar, del clero de la archidiócesis de Manilia, hasta ahora párroco del Santísimo Redentor, en Quezón City,(Manila).

 

NOTICIAS DEL SÍNODO

El Sínodo de los Obispos ha tenido esta semana como punto central la celebración de los denominados Círculos Menores. Como se sabe, los Círculos Menores son grupos lingüísticos que han ido analizando detenidamente y aquilatando los temas surgidos en las relaciones presentadas por los Padres Sinodales en el Aula Sinodal. Tarea también de los Círculos Menores es la de formular, con la mayor brevedad y precisión de lenguaje posible, las proposiciones que luego serán presentadas al Santo Padre, a través del Relator General y del Secretario Especial del Sínodo para la elaboración del documento post sinodal, denominado Exhortación postsinodal. Entre otros conceptos han definido el siguiente, por poner un ejemplo: "El Obispo expresión de comunión". En torno a este concepto han surgido otros que pretendían aclararlo o darle un matiz nuevo o diverso, como centro y signo de comunión. Es decir, no se ha tratado solamente de la expresión de comunión, propia del Obispo, sino también de una manifestación visible y operante de esa comunión con el Señor, con el Vicario de Cristo, con el Colegio episcopal, con la Iglesia universal y con la Iglesia particular, sobre todo desde su ser centro y signo de esa comunión.

Han sido sometidos a este análisis pormenorizado, para ser presentados como proposiciones, conceptos que han aflorado anteriormente y sobre los que los Padres Sinodales se han manifestado desde diversos ángulos o puntos de vista. He aquí algunos de esos conceptos: "El Obispo, garante de la comunión, debe ser también misionero y promotor del servicio de la esperanza y para la esperanza; Maestro de fe y de espiritualidad; el Obispo sacerdote, padre y hermano de sus sacerdotes, pastor y guía; pastoral juvenil y vocacional; relación con las parroquias sin desplazar de su lugar al párroco: La parroquia, centro de evangelización continua, es válida y necesaria; Pobreza. Distinguir entre situaciones de pobreza y de miseria: ambas exigen una conversión de la Iglesia hacia la práctica de la pobreza evangélica; dimensión social de la fe entendida como parte delo anuncio del Evangelio. De ahí que el Obispo deba luchar contra la pobreza, entendida como miseria, con un corazón de pobre. Otro tema importante es el de la inculturación. Pero los Padres Sinodales se preguntaron ¡Cómo mantener la propia identidad cultural y cristiana en una sociedad caracterizada por el desarrollo, por la movilidad y por la globalización, o, como algunos dicen, mundialización¡… Afloraron también temas como la colegialidad episcopal, el ecumenismo y el diálogo con los no cristianos y los no creyentes.

La semana ha terminado con la entrega a la Secretaría General del Sínodo de las proposiciones a las que se llegó en los Círculos Menores. El trabajo que sigue, con respecto a las mismas, corre a cargo del Relator General del Sínodo, Cardenal Egan, Arzobispo de Nueva York. Se trata de una labor de unificación de dichas proposiciones con el fin de formular de manera concreta y unificada a los diversos matices con que han sido presentadas. Ya hemos dicho que al final de la Relación que recogía lo dicho en el Aula por loa Padres Sinodales y que realizó en Relator adjunto, el Cardenal Jorge Mario Bergoglio, Arzobispo de Buenos Aires, se propusieron diez puntos concretos. El Secretario General del Sínodo pidió a todos los Círculos Menores que los examinaran para de esa forma tener puntos comunes tratados por todos los Círculos Menores con lo que se facilitaría la labor de unificación y la llegada a un consenso más fácilmente. Esto ha hecho que los trabajos de unificación sean menos complejos. No obstante, el Secretario General advirtió que los Círculos Menores podían tratar, además, otros temas que consideraran de interés. Un segundo momento es la preparación de las enmiendas colectivas a las propuestas hasta llegar a la votación final de las proposiciones con el "placet" o "non placet".

Luego se ha procedido también a la elección del Consejo. Fueron elegidos 12 Padres Sinodales, tres por cada continente. Tenían que ser Obispos. Una nueva votación está prevista para el viernes 26, ya que en la primera votación no es fácil que salgan todos, ya que los votos aparecen muy dispersos. En la segunda vuelta se procederá a votar a los que hayan obtenido un mayor número de votos, hasta llegar a completar el número de 12. La función de este Consejo es puramente consultiva para la Secretaría General, en vistas a la preparación del próximo Sínodo General Ordinario y a la elaboración de la Exhortación postsinodal. El último punto tratado esta semana ha sido la lectura del borrador del Mensaje del Sínodo de los Obispos al Pueblo de Dios y al mundo. El borrador ha sido redactado en cinco lenguas: italiano, francés, español, inglés y alemán. Cada lengua se presentaba en columna paralela a las otras, para facilitar la confrontación de contenidos y expresiones. La lectura en el Aula del Sínodo fue hecha en italiano la primera mitad y la segunda en francés. En los próximos días tendrá lugar la discusión del contenido del mensaje y su redacción final que será la oficial del Mensaje al Pueblo de Dios y al mundo del Sínodo de los Obispos celebrado en el año 2001 y que ha tratado del "Obispo, Ministro del Evangelio de Jesucristo para la Esperanza del Mundo".

 

ENTREVISTA AL SUPERIOR GENERAL DE LOS MISIONEROS CLARETIANOS
AQUILINO BOCOS MERINO, C.M.F.

Es la tercera vez que Vd. participa en un Sínodo. ¿Cómo está viendo el desarrollo de éste?

Cada Sínodo tiene su matiz peculiar, pues depende del tema que aborda y de las personas que participan. El tema de este Sínodo es de suma trascendencia para la vida y misión de la Iglesia universal y están participando Obispos representantes de todas las áreas de la geografía de la Iglesia. Existe un gran pluralismo de razas, lenguas, ritos, experiencias pastorales y de gobierno de las Iglesias locales y de la Iglesia universal. Se aprecian sensibilidades diferentes por las situaciones sociales y económicas. En medio de tanta diversidad, es notorio el clima de fraternidad y serenidad con que se está desarrollando el Sínodo. Los testimonios de Pastores que han sufrido por el Evangelio suscitan gran admiración y gratitud.

Los trágicos sucesos del pasado 11 de septiembre siguen pesando en el ambiente y no dejan de poner una nota de profunda preocupación en los Padres sinodales. Durante los días transcurridos, no ha faltado quien en un momento u otro haya hecho referencia a los atentados terroristas y a la necesidad de buscar la paz en el mundo.

¿Por qué cree que este Sínodo tiene tanta importancia en la vida y misión de la Iglesia?

Hay que entender este Sínodo en el proceso de auto comprensión y de renovación que está teniendo la Iglesia desde el Vaticano II y, más particularmente, desde el Sínodo de 1985. En esta Asamblea convergen los resultados de los sínodos eclesiales dedicados a los laicos, a los sacerdotes y a los consagrados y de los sínodos continentales, que estuvieron orientados a promover la evangelización en los diversos contextos. Por eso, este Sínodo es considerado como "vértice y síntesis" del proceso sinodal seguido. El ministerio del Obispo, servidor del Evangelio de Jesucristo esperanza para el mundo, por ser ministerio apostólico, acoge, orienta, estimula a todas las vocaciones que integran su Iglesia particular; fortalece los vínculos de comunión universal, promueve la santidad y alienta la vida misionera de todos. Por otro lado, el inicio del tercer milenio, convulsionado por el cambio de época, está pidiendo que los Pastores con sus sacerdotes, consagrados y fieles sean faro de esperanza para la humanidad. Los miembros de la Iglesia, en la que los Pastores tienen un puesto insustituible, hemos de aprender a conjugar la vida y misión desde un "nosotros" maduro, responsable y audaz en el anuncio del Evangelio.

Muchas intervenciones en el aula sinodal han destacado la complejidad del ministerio episcopal. ¿No es demasiado lo que se les pide a los Obispos?

Efectivamente, los Obispos se hallan en medio de una red de relaciones muy complicada, en todos los ámbitos y niveles de la vida eclesial y social. Se les pide que sean expertos en casi todo. Sobre los Obispos recae un notorio cúmulo de responsabilidades. Pero en el Sínodo se ha repetido con frecuencia: "los Obispos no están solos". Y se han ido marcando prioridades para su ministerio como la de predicar el evangelio, cuidar de los sacerdotes y la solicitud por los pobres. Por otro lado, haber destacado, como se ha ido haciendo, la necesidad de intensificar la espiritualidad desde un itinerario espiritual y la comunión para la misión, con todo lo que comporta de dialogo, participación y corresponsabilidad, permiten entrever una vida ministerial armónica y fecunda para la Iglesia.

Parece estarse delineando una nueva figura de Obispo. ¿Qué rasgos se están resaltando para la figura del Obispo al comienzo del milenio?

Muchas intervenciones han insistido en los rasgos bíblicos y de la tradición de la Iglesia evocando al Buen Pastor, al vigía, al maestro, al padre, al pescador, al samaritano, al servidor, al portador de consuelo, etc. Tal vez los rasgos más repetidos han sido los de padre, hermano y amigo. Se ha pedido privilegiar la cercanía y amistad con los sacerdotes y con los seminaristas. Se ha resaltado la figura del Obispo como hombre de fe, de oración, de esperanza, de caridad pastoral - como el hombre bueno y solícito, sencillo, accesible, cercano, pobre y amante de los pobres. También se han destacado los rasgos del sucesor de los apóstoles y miembro del cuerpo apostólico: hombre de visión, de diálogo y de comunión; de compasión y de fortaleza en el anuncio y la defensa del Evangelio. Está siendo ejemplar el hecho de que los Obispos no se ahorren la autocrítica y que se estén mostrando exigentes consigo mismos para llevar una vida profundamente evangélica y evangelizadora. En su conjunto la figura del Obispo aparece testimoniante, profético y apostólica.

Parece que la comunión es el eje articulador de la vida y misión del Obispo.

Efectivamente así se ha mostrado en el Sínodo y lo ha recogido muy bien el Cardenal Jorge Mario Bergoglio relator adjunto en su relación después de las discusiones. Ha sintetizado todo en estos puntos: El obispo en comunión con el Señor, al servicio de la comunión en la Iglesia universal, al servicio de la comunión en la Iglesia particular y al servicio de la comunión en el mundo.

El ministerio del Obispo ha sido contemplado en sus diversas relaciones con el Papa, con la Curia Romana, con los otros Obispos y, especialmente, con sus más estrechos colaboradores. Con relación a la comunión eclesial, llama la atención la insistencia con que se ha hablado de la colegialidad, de la renovación del Sínodo, del respeto y aprecio de la tradición de las iglesias orientales, de la revalorización de los estructuras de diálogo y coordinación en la Iglesia católica y de la necesidad de seguir profundizando en el principio de subsidiaridad. Avanza, sin duda, la convicción de que la Iglesia es rica en dones que se han de intercambiar. El sentido de comunión y de colaboración es inherente al oficio episcopal. Los sacerdotes, los consagrados y los laicos nos son simplemente ayudantes, sino colaboradores del Obispo.

Pero es claro que el Sínodo no se olvida de que los Obispos son pastores de sus Iglesias que tienen unos desafíos notorios y su solicitud pastoral les lleva a estar cerca y en solidaridad con los pobres, los enfermos, sobre todo de SIDA, los jóvenes, los inmigrantes, los desplazados por la violencia, los excluidos, los sin trabajo, los perseguidos, los niños abandonados. Creo que no ha faltado ninguna necesidad sobre la que habría de fijar sus ojos y poner su corazón el Obispo pastor. Desde un punto más global, al Obispo se le ha pedido que sea libre y audaz para anunciar el Evangelio de la vida, para luchar por la paz y la justicia, para promover la dignidad humana.

Ha hecho fortuna el dicho: la Iglesia es débil en la división y fuerte en la comunión. Por eso es positivo todo intento de promover tanto a nivel eclesial como por continentes la unión de esfuerzos y la coordinación de instituciones. Las Iglesias de vieja implantación han sido interpeladas por las iglesias jóvenes que cuentan con vocaciones, pero se hallan en precariedad de recursos económicos. Ha sido muy repetido el deseo de que las Iglesias se sientan solidarias unas con otras, tanto en lo que se refiere a las ayudas con personas como a la comunicación de bienes materiales.

¿Cree que este Sínodo suscitará la esperanza que necesita el mundo de hoy?

El Santo Padre ha convocado este Sínodo para que los Obispos revivan su ministerio de testigos y servidores del Evangelio de la esperanza. La Iglesia se siente desafiada tanto por el desencanto, la decepción y la desesperación de grandes masas y pueblos, como por el anhelo de felicidad y por la más honda aspiración de salvación que lleva dentro de sí todo ser humano. En este contexto se siente llamada, como indica el Instrumentum Laboris, a ser inspiradora y promotora de historia en la escucha de las expectativas mas profundas de los hombres y mujeres de este mundo (n. 13). Es legítimo preguntarse si el Sínodo suscitará esperanza.

Me adelanto a precisar que quienes pongan la mirada en el Sínodo, pensando en resultados llamativos e inmediatos, pueden sufrir un pequeño desencanto. Los sínodos producen su efecto a largo plazo. De éste se pueden esperar frutos tan importantes como una mejor comprensión de la figura y del ministerio del Obispo en una eclesiología de comunión, el cuidado en la selección de los Obispos, la mayor participación en su nombramiento, la formación permanente del Obispo y el afianzamiento de un estilo evangélico en la vida. Si la Iglesia puede contar con Pastores según el corazón de Cristo y son promotores de comunión y de colaboración con sus sacerdotes, consagrados y laicos, tendremos abiertos grandes horizontes de esperanza.

Usted participa en el Sínodo como miembro de la Unión de Superiores Generales. Los religiosos ¿cómo se colocan ante Sínodo?

Creo que ante este Sínodo estamos llamados a descubrir y apoyar todo aquello que puede contribuir a hacer crecer la comunión para la esperanza del mundo. Debemos preguntarnos sobre qué podemos y debemos hacer para que nuestros Pastores puedan liderar la esperanza de la Iglesia como sus testigos, profetas y servidores en el mundo de hoy. El mejor apoyo que podemos ofrecerles es el de nuestra vida esperanzada como experiencia de la Resurrección. Por otro lado, hoy no basta decir palabras de esperanza, sino empeñarse en recorrer caminos de esperanza con quienes buscan y no hallan, con quienes se sienten confusos, decepcionados y desesperados y no tienen quienes les ofrezcan motivos para comprender que su caminar tiene como meta la acogida de un Padre que cumple sus promesas. Entiendo que con nuestros Pastores hemos de aunar esfuerzos y trabajar por crear entre todos una comunidad eclesial más reconciliada, más entusiasta y más misionera. ¡Son muchos los millones de hombres y mujeres que aún no conocen a Jesucristo! Lo cual está exigiendo dilatar los espacios de la comunión en la espiritualidad, en la reflexión, en la planificación y realización de las diversas actividades apostólicas.

En mi intervención en el Sínodo señalé como caminos a recorrer juntos: 1) la contemplación y la compasión porque hemos de hacer todo lo posible por que no quede defraudada la esperanza de los pobres. 2) Compartir la espiritualidad y la misión con los laicos. No basta ya que nos relacionemos bien Obispos y consagrados, sino que hay que extender nuestras relaciones en espiritualidad y trabajo más intenso con los laicos. Y 3) la preparación de los evangelizadores que colaboren en los nuevos areópagos de la educación, de la cultura y de los medios de comunicación. Si queremos proponer una visión del mundo, del hombre, de la familia, del orden social y económico, de la ciencia y del arte, abierta al plan de salvación, es preciso capacitar a los evangelizadores. Terminaba con un augurio: que todos pudiéramos recorrer juntos el camino de María, madre de la santa esperanza, que es camino de escucha de la Palabra y de la interioridad, de la humildad y de la pobreza, de la plena disponibilidad y de la pronta y gozosa comunicación de las maravillas del Señor.