AUDIENCIA
GENERAL: SALMO 91
"Es
bueno dar gracias al Señor y tañer en tu honor, oh Altísimo".
Con estas palabras empieza el Salmo 91, elegido por Juan Pablo II
para la catequesis del miércoles, celebrada en el Aula Pablo
VI. Es un canto del hombre justo a Dios creador que la antigua tradición
judía reservaba para el sábado, día dedicado
a Yahvéh. La figura de Dios altísimo se yergue solemne
y grandiosa y a su alrededor se perfila un mundo armónico y
pacificado.
El Santo
Padre puso de relieve que el Salmo coloca ante el Señor a la
persona del justo que, según una concepción muy enraizada
en el Antiguo Testamento, es colmado de bienestar, alegría
y larga vida, como consecuencia natural de una existencia honesta
y fiel. Se trata, afirmó el Papa de la denominada "teoría
de la retribución", según la cual todo delito tiene
ya su castigo sobre la tierra y todo acto bueno su recompensa. No
obstante, siguió diciendo el Pontífice, aunque en esta
visión hay un componente de verdad, sin embargo, como se vislumbra
en Job y como confirmará Jesús, la realidad del dolor
humano es mucho más compleja y no se puede simplificar tan
fácilmente. El sufrimiento humano, en efecto, debe ser considerado
en la perspectiva de la eternidad.
Volviendo
al Salmo, himno sapiencial con implicaciones litúrgicas, el
Santo Padre destacó el intenso llamamiento que hace a la alabanza,
a la acción de gracias, a la dimensión de fiesta que
le da la música interpretada por el arpa de diez cuerdas, laúdes
y cítaras. Y es que el amor y la fidelidad del Señor
deben ser celebrados a través del canto litúrgico que
va interpretado con "arte". Juan Pablo II aprovechó
la ocasión para recordar que esta invitación vale también
para nuestras celebraciones, para que encuentren de nuevo el esplendor
no sólo en las palabras y en los ritos sino también
en las melodías que los animan.
La figura
del pecador es indicada utilizando una imagen vegetal: "Aunque
broten como hierba los malvados y florezcan los malhechores, serán
destruidos para siempre". Es una floración que se marchita
y desaparece. En la raíz de esta catástrofe del pecador
se encuentra el mal profundo que ocupa la mente y el corazón
del perverso. El orante, en cambio, está seguro de que el Señor,
antes o después, aparecerá en el horizonte para hacer
justicia y doblar la arrogancia del insensato.
La figura
del justo es pintada con vivos colores. Se usa también una
imagen vegetal: "El honrado florecerá como palmera, se
alzará como cedro del Líbano plantado en la casa del
Señor
en la vejez seguirá dando frutos y estará
lozano y frondoso". El Salmo ofrece otra imagen para representar
al justo. Es de tipo animal y está destinada a exaltar la fuerza
que concede el Señor incluso cuando el justo entra en la vejez:
"
yo alzo la cabeza como búfalo que sacude los cuernos,
estoy ungido con aceite fresco".
Por una
parte, concluye el Papa su catequesis, el don de la potencia divina
hace triunfar y da seguridad; por otra, la frente del justo es consagrada
con el óleo que irradia una energía y una bendición
protectora. El Salmo 91 e, por lo tanto, un himno optimista, enriquecido
por la música y el canto. Celebra la confianza en Dios que
es fuente de serenidad y de paz, incluso ciando se asiste a la aparente
victoria del impío. Una paz que permanece intacta incluso en
la vejez, estación vivida en la fecundidad y en la seguridad.
RESUMEN
DE LA CATEQUESIS EN ESPAÑOL
Queridos
hermanos y hermanas:
El Salmo
que hemos escuchado hoy es un himno al Dios eterno y excelso cuando
se va a entrar en el día santo y festivo de la oración,
de la contemplación, del descanso sereno del cuerpo y del espíritu.
Se presenta la figura del Dios altísimo, alrededor de la cual
se perfila un mundo armónico y pacificado.
El contenido
de este himno es una llamada intensa a la oración, al canto
gozoso de acción de gracias, acompañado con una música
digna para que la celebración litúrgica se exprese con
arte. Ante Dios están el impío y el justo. El primero,
arrogante, está frente a Dios. El justo, en cambio, comparado
con la palmera o el cedro, se presenta elevándose hacia el
cielo, con una relación profunda y firme con el Señor.
Es un salmo, pues, que celebra la confianza en Dios como fuente de
serenidad y paz, destinadas a permanecer en todas las etapas de la
vida.
Saludo
a los peregrinos de lengua española; de modo particular a los
fieles de las parroquias de Santa Eulalia y María Mediadora,
de Madrid, así como a los grupos del Ayuntamiento de Paterna
y de San Sebastián. También a los peregrinos nicaragüenses
y ecuatorianos. Muchas gracias a todos por vuestra atención.
*****************
Una vez
más, Juan Pablo II, como es su costumbre, dirigió palabras
afectuosas a los jóvenes, a los enfermos y a los recién
casados. Animó a los jóvenes a buscar en la amistad
con Jesús la fuerza necesaria para prepararse a asumir con
responsabilidad las tareas que los esperan en la Iglesia y en la sociedad.
El Pontífice
exhortó a los enfermos a considerar los sufrimientos y las
pruebas cotidianas como una oportunidad que Dios les ofrece para cooperar
en la salvación de las almas. Finalmente, invitó a los
recién casados a hacer visible el amor del Señor en
su fidelidad recíproca y en la acogida generosa de la vida.
FINALIZA
LA VISITA AD LIMINA DE LOS OBISPOS DE VENEZUELA
Juan
Pablo II concelebró la Santa Misa el martes por la mañana
en su capilla privada del Vaticano con todos los obispos de Venezuela
que en los últimos días había recibido en privado
en su quinquenal Visita ad Limina. En el discurso que les entregó,
el Pontífice se complace en la celebración del I Concilio
Plenario de Venezuela, convocado con el fin de unir "fuerzas
y voluntades para promover el bien común del conjunto de las
Iglesias y de cada una de ellas". El Papa invitó a los
pastores venezolanos a fomentar en todas las etapas de ese Concilio
el espíritu de diálogo, concordia fraterna y colaboración
sincera.
Este es el texto íntegro del discurso del Papa:
Queridos
Hermanos en el Episcopado:
1. Al
término de mi primer viaje a vuestra Patria, me despedía
con la esperanza de que "la Iglesia en Venezuela dará
verdadero testimonio de la presencia de Jesucristo y podrá
afrontar con valentía los desafíos del milenio que se
aproxima" (Discurso de despedida, 29-1-1985). Ahora, cuando el
nuevo milenio ha comenzado y no se han hecho esperar los desafíos,
a veces arduos e inesperados, os recibo con afecto en esta visita
ad limina para continuar alentando vuestro ministerio de pastores,
guías y maestros del Pueblo de Dios que peregrina en esa querida
Nación.
Agradezco
cordialmente las amables palabras que me ha dirigido Mons. Baltazar
Porras, Arzobispo de Mérida y Presidente de la Conferencia
Episcopal, con las cuales ha expresado vuestra firme voluntad de plena
comunión con el Sucesor de Pedro, quien recibió la misión
de confirmar en la fe a sus hermanos (cf. Lc 22, 32) y es "principio
y fundamento, perpetuo y visible, de la unidad de la fe y de la comunión"
(Lumen gentium, 18). Tengo muy presentes los anhelos y preocupaciones
de vuestro ministerio apostólico, que habéis expuesto
en las Relaciones quinquenales y de las que habéis tenido oportunidad
de dialogar en los diversos encuentros con los responsables de los
Dicasterios de la Curia Romana. Sabéis que en el misterio de
la Iglesia "si sufre un miembro, todos los demás sufren
con él. Si un miembro es honrado, todos los demás toman
parte en su gozo" (1 Co 12, 26) y, por eso, en vuestro generoso
esfuerzo, podréis sentir la fuerza que nace de la comunión
con toda la Iglesia, así como la cercanía y solicitud
de quien apacienta el Pueblo de Dios como un amoris officium (cf.
S. Agustín, In Io. Ev., 123, 5).
2. Me
complace saber que está en curso la celebración del
I Concilio Plenario de Venezuela, convocado con el fin de unir "fuerzas
y voluntades para promover el bien común del conjunto de las
Iglesias y de cada una de ellas" (Christus Dominus, 36), impulsando
así una acción evangelizadora de largo alcance, que
sea al mismo tiempo expresión de un esfuerzo unánime
"para que la fe se extienda y brille para todos la luz de la
verdad plena" (Lumen gentium, 23).
A este
respecto, tras la espléndida experiencia del Gran Jubileo,
he indicado que uno de los retos decisivos del nuevo milenio es precisamente
hacer de la Iglesia "la casa y la escuela de la comunión",
mediante un camino espiritual profundo, sin el cual "de poco
servirían los instrumentos externos de comunión. Se
convertirían en medios sin alma" (Novo millennio inenunte,
43). Por eso, un Concilio particular, acontecimiento de tanta raigambre
eclesial, ha de ser vivido y llevado a cabo como una auténtica
experiencia especial del Espíritu, que guía a su Iglesia
y la mantiene en la unidad de la fe y de la caridad. Su primer fruto
es la comunión entre los Pastores que, a su vez, son principio
de unidad en las Iglesias particulares que presiden.
Os invito,
pues, a fomentar en todas las etapas de ese Concilio el espíritu
de diálogo, concordia fraterna y colaboración sincera,
evitando cualquier tipo de disensiones que pudieran provocar desorientación
en los fieles o ser pretexto para insidias por parte de quienes buscan
otros intereses ajenos al bien de la Iglesia.
3. Por
la cercanía a vuestro pueblo y la cotidiana labor pastoral
que desempeñáis, sois muy concientes de las profundas
y rápidas transformaciones sociales que condicionan la gran
tarea de la evangelización y que exigen hoy "afrontar
con valentía una situación que cada vez es más
variada y comprometida" (ibíd., 40). En este contexto
cobra una importancia particular la renovación de la catequesis,
mediante la cual la Iglesia cumple con el deber de "mostrar serenamente
la fuerza y la belleza de la doctrina de la fe" (Const. ap. Fidei
depositum, 1). En efecto la cultura laicista, el clima de indiferencia
religiosa o la fragilidad de ciertas instituciones tradicionalmente
sólidas, como la familia misma, los centros educativos e incluso
algunas instituciones eclesiales, pueden hacer mella en los cauces
a través de los cuales se transmite la fe y se promueve la
educación cristiana de las nuevas generaciones.
En esta
situación, conviene recordar que "en la causa del Reino
no hay tiempo para mirar atrás, y menos para dejarse llevar
por la pereza" (Novo millennio inenunte, 15). Por el contrario,
es necesario infundir nuevo ardor en los pastores y catequistas para
que, con el propio testimonio y la creatividad que tantas veces les
caracteriza, encuentren las fórmulas más adecuadas de
hacer llegar la luz de Cristo al corazón de cada venezolano,
suscitando siempre la sorpresa gozosa de su mensaje y su presencia.
A este respecto, el Catecismo de la Iglesia Católica servirá
de guía e inspiración para una catequesis renovada y
adecuada a los diversos sectores de vuestros fieles.
4. Con
el espíritu del Buen Pastor, comprobáis a menudo que
"la mies es mucha y los obreros pocos" (Mt 9, 37), y es
consolador que el Señor haya bendecido vuestro País
con un cierto aumento de nuevas vocaciones, a lo que se une la presencia
generosa de personas venidas de otras latitudes, tantas veces ejemplo
de espíritu de servicio abnegado al Evangelio y de cercanía
a la sensibilidad y las necesidades de las gentes. Sabéis bien
la importancia que tiene para todos ellos el aliento y la estima de
sus Pastores, que no han de escatimar esfuerzos para fomentar un clima
de fraternidad entre sus principales colaboradores, los sacerdotes,
y de autenticidad en los diversos carismas que enriquecen cada una
de las Iglesias particulares.
Además
de las oportunas directrices que, como guías, os corresponde
establecer, nunca dejéis de alentar la vida espiritual y el
auténtico anhelo de santidad en cuantos colaboran en vuestra
misión apostólica, que es la fuente más profunda
de la que mana el compromiso pastoral, desarrollado en los más
diversos campos. Precisamente porque tantas veces han de realizar
su misión en condiciones difíciles, han de fundar el
gozo de su entrega, más que en éxitos efímeros,
en la aspiración de que sus "nombres estén escritos
en los cielos" (Lc 10, 20), anunciando a los demás lo
que ellos mismos han visto y oído del Señor (cf. Hch
4, 20; 22, 15).
5. Vuestro
País, que cuenta con abundantes recursos naturales y humanos,
ha experimentado especialmente en los últimos años un
lacerante crecimiento de la pobreza, a veces extrema, de numerosas
personas y familias. El rostro de Cristo sufriente se hace concreto
en tantos campesinos, indígenas, marginados urbanos, niños
abandonados, ancianos desatendidos, mujeres maltratadas o jóvenes
desocupados. Sé que todo esto interpela apremiantemente vuestra
solicitud pastoral, pues no se puede pasar de largo ante el prójimo
desventurado (cf. Lc 10, 33-35), que tantas veces requiere una atención
inmediata, antes incluso de analizar las causas de su desgracia.
La Iglesia,
tanto mediante la abnegada entrega de muchas personas como de la acción
constante de tantas instituciones, siempre ha dado y continua dando
testimonio de la misericordia divina con su dedicación generosa
e incondicional a los más necesitados, que ha de convertirse
cada vez más en actitud generalizada de toda comunidad cristiana,
con la colaboración activa de sus miembros y la promoción
incansable del espíritu de solidaridad en el conjunto del pueblo
venezolano.
Junto
a estas urgencias que no admiten demoras, sentís también
la necesidad de contribuir a la construcción de un orden social
más justo, pacífico y provechoso para todos. En efecto,
sin entrar en concurrencia con todo aquello que compete a las autoridades
públicas, la Iglesia se sentirá llamada unas veces a
dar voz a los que nadie parece escuchar, otras a "discernir en
los acontecimientos, exigencias y deseos que comparte con sus contemporáneos,
cuáles son los signos verdaderos de la presencia o del designio
de Dios" (Gaudium et spes, 11), y otras, en fin, a buscar formas
de colaboración leal en aquellas iniciativas que persiguen
el bien integral de la persona y que, por ello, atañen tanto
a la misión propia de la Iglesia como a la finalidad específica
de las organizaciones sociales. Éstas, en efecto, no pueden
desentenderse, ni menos aún ignorar, la considerable aportación
de la Iglesia a muchos aspectos que pertenecen al bien común.
Sé
muy bien que esta faceta de vuestro ministerio no siempre es fácil,
y que no faltan malentendidos, intentos de tergiversación o
propósitos más o menos declaradamente partidistas. Pero
no es éste el terreno en que se mueve la Iglesia, la cual desea
promover precisamente un clima de diálogo abierto y constructivo,
paciente y desinteresado, entre todos aquellos que tienen en sus manos
responsabilidades públicas, con el fin de hacer valer la dignidad
y los derechos inalienables de la persona en cualquier proyecto de
sociedad, de manera que "nuestra tierra sea más fraterna
y más solidaria, para que se pueda vivir bien en ella y que
la indiferencia, la injusticia y el odio no tengan jamás la
última palabra" (Al Cuerpo diplomático, 10-1-2002,
2).
6. Confío
vuestro ministerio pastoral a la Santísima Virgen María,
tan querida en vuestra patria bajo la advocación de Nuestra
Señora de Coromoto. Ante ella me postré en mi último
viaje a Venezuela para implorar su protección sobre el pueblo
venezolano, y hoy le sigo pidiendo que los católicos de ese
querido País sean "sal y luz para los demás, como
auténticos testigos de Cristo" (Homilía en el Santuario
de la Virgen de Coromoto, 10-2-1996, 6).
Mientras
os ruego que transmitáis a vuestros fieles el saludo del Papa,
que no les olvida, su especial gratitud a los sacerdotes, comunidades
religiosas y cuantos colaboran más directamente en la apasionante
tarea de la evangelización, os reitero mi exhortación
a trabajar en comunión mutua y con la Sede de Pedro en favor
de la causa del Evangelio, a la vez que os imparto de corazón
la Bendición Apostólica.
Vaticano,
junio de 2002
CAPÍTULO
GENERAL DEL INSTITUTO DE LAS HIJAS DE SAN CAMILO
"Estáis
llamadas a ser signos concretos de la ternura de Cristo sobre todo
allí donde el sufrimiento oprime al ser humano en el cuerpo
y en el espíritu". Es el mensaje de Juan Pablo II a las
participantes en el Capítulo general del Instituto de las Hijas
de San Camilo, que recibió el sábado en audiencia. Mensaje
en el que el Santo Padre destacaba que "en esta tarea están
favorecidas por su condición de mujeres consagradas, que mirando
a la Virgen Inmaculada, aseguran una sensibilidad especial para lo
que es esencialmente humano, también en contextos de dolor
y marginación". He aquí el "aporte específico"
que pueden ofrecer a la vasta acción de la nueva evangelización,
que corresponde a todo el Pueblo de Dios.
Tras
exhortar a las religiosas Hijas de San Camilo a "hacer presente
a Cristo misericordioso en todo contacto con el prójimo",
empezando por los contactos que mantienen en el interior de su misma
Congregación, el Papa les deseó asimismo que reine entre
ellas "el espíritu de caridad fraterna, de forma que toda
religiosa se sienta comprendida y valorada en sus capacidades",
y que "ninguna de ellas tenga que lamentar injusticias o prepotencias".
Y, evocando
las beatificaciones de los fundadores de las Hijas de San Camilo,
Josefina Vannini y Luis Tezza, que tuvo la alegría de elevar
al honor de los altares en 1994 y en el año 2001, respectivamente,
Juan Pablo II expresó su satisfacción por el deseo de
las religiosas capitulares "de profundizar en la herencia espiritual
de estos dos beatos, para proseguir con conciencia y entusiasmo por
la senda de la santidad". Elección ésta - afirmó
luego el Papa - que consiente confirmar el camino emprendido y adaptar
el carisma de las camilianas a las condiciones de los tiempos que
cambian, para volverse testimonios cada vez más creíbles
del amor misericordioso del Buen Samaritano.
Conociendo
el esfuerzo generoso de las camilianas "en el servicio a los
pobres y enfermos, así como el impulso que esta Familia Religiosa,
presente en cuatro Continentes, ha marcado recientemente en su actividad
misionera en América del Sur, en Oriente y en Europa del Este",
el Pontífice las animó a proseguir por estas sendas,
animadas y sostenidas por el ejemplo del beato Luis Tezza, "auténtico
peregrino para la misión".
El Papa
animó a estas religiosas a "no dudar en proclamar con
las palabras y, sobre todo con las obras, la alegría de sacrificar
su existencia por los hermanos necesitados, sin temor a tender con
ardor a las cimas de la caridad heroica", siguiendo el ejemplo
de san Camilo y de sus beatos Fundadores. Y, haciendo hincapié
asimismo en que "además de una asistencia rica en humanidad
en relación con el enfermo, icono vivo de Cristo", se
les pide en su labor cotidiana que ofrezcan a todos el mensaje salvífico
del Evangelio, Juan Pablo II reiteró su invitación a
que se hagan promotoras de auténticos lugares de formación
a la humanidad y caridad, a través de las instituciones socio-sanitarias
y las escuelas que ellas dirigen.
Destacando
la necesidad de sostener la "cultura de la vida", basando
toda enseñanza en la convicción de que la persona reviste
un valor único y que la vida humana es sagrada, por lo que
hay que defenderla y protegerla siempre, en cada etapa, el Pontífice
llamó a las camilianas a "permanecer fieles a su maravillosa
vocación", esforzándose por vivirla con entrega
y alegría, y sirviendo a Cristo en cada enfermo y persona que
sufre.
PADRE
PÍO: 300 MIL PERSONAS EN LA CANONIZACIÓN DE UN FRAILE
CAPUCHINO, EJEMPLO DE ORACIÓN, SUFRIMIENTO
Y CARIDAD
"'Mi
yugo es llevadero y mi carga ligera' (Mt 11,30). Las palabras de Jesús
a los discípulos, que acabamos de escuchar, nos ayudan a comprender
el mensaje más importante de esta solemne celebración.
Porque las podemos considerar, en cierto sentido, como una magnífica
síntesis de toda la existencia del Padre Pío de Pietrelcina,
hoy proclamado santo". Así comenzaba Juan Pablo II su
homilía en la solemne canonización - que hace la 462
de su Pontificado - de este fraile capuchino, el domingo en una Plaza
de San Pedro repleta de fieles.
El Papa
destacó que la imagen evangélica del "yugo"
evoca las numerosas pruebas que el humilde capuchino de San Giovanni
Rotondo tuvo que afrontar. Y, haciendo hincapié en cuán
llevadero es el "yugo" de Cristo y cuán verdaderamente
ligera es su carga cuando se la lleva con amor fiel, Juan Pablo II
destacó el testimonio de Padre Pío: "La vida y
la misión de Padre Pío testimonian que las dificultades
y dolores, si se aceptan con amor, se transforman en un camino privilegiado
de santidad, que abre hacia perspectivas de un bien más grande,
que sólo el Señor conoce".
El Santo
Padre subrayó la actualidad de la espiritualidad de la Cruz
que vivió humildemente Padre Pío, recordando las palabras
del Apóstol Pablo en su carta a los Gálatas: "En
cuanto a mí, que Dios me libre de gloriarme si no es en la
Cruz de Cristo" (Gal 6, 14). Nuestro tiempo - afirmó Juan
Pablo II - tiene necesidad de redescubrir su valor para abrir el corazón
a la esperanza. Algo que hizo este santo a lo largo de toda su vida,
sabiendo que había sido llamado para colaborar de forma especial
en la obra de la redención. Su santidad no se comprende sin
esta constante referencia a la Cruz. Un mensaje actual y universal:
"En el plan de Dios, la Cruz constituye el verdadero instrumento
de salvación para toda la humanidad y es el camino explícitamente
propuesto por el Señor a cuantos quieren seguirle".
Juan
Pablo II destacó asimismo, entre las características
del apostolado de Padre Pío, su entrega total como "dispensador
de la misericordia divina", siempre disponible a través
de la acogida, la dirección espiritual y, de forma especial,
de la administración del sacramento de la Penitencia. Ministerio
que llevaba a muchedumbres de peregrinos al Convento de San Giovanni
Rotondo, en el sur Italia, recordó el Santo Padre contando
que él mismo tuvo la oportunidad de vivir esa experiencia cuando
era joven: "Yo también tuve el privilegio cuando era joven
de aprovechar de su disponibilidad y de su penitencia".
Poniendo
de relieve que incluso cuando este "singular confesor trataba
a los peregrinos con aparente dureza, ellos, tomando conciencia de
la gravedad del pecado y sinceramente arrepentidos, solían
volver para el abrazo pacificador del perdón sacramental",
Juan Pablo II deseó que el ejemplo de este nuevo santo anime
a los sacerdotes a cumplir con alegría y asiduamente este ministerio,
"tan importante también hoy", como reiteró
el mismo Papa en su Carta a los Sacerdotes con motivo del Jueves Santo
de este año.
El nuevo
Santo - señaló luego el Papa - nos invita a poner a
Dios por encima de todo, a considerarlo como nuestro único
y sumo bien. En efecto, la razón última de la eficacia
apostólica de Padre Pío, la raíz profunda de
tanta fecundidad espiritual se encuentra en aquella íntima
y constante unión con Dios, como testimoniaba elocuentemente
en las largas horas que transcurría en oración. "Soy
un pobre fraile que reza", solía decir Padre Pío
convencido de que "la oración es la mejor arma que tenemos,
una llave que abre el Corazón de Dios". Fundamental característica
de su espiritualidad que prosigue en los Grupos de Oración,
que él fundó y que ofrecen a la Iglesia y a la sociedad
la formidable aportación de una oración incesante y
confiada.
Recordando
luego que Padre Pío unía a la oración una intensa
actividad caritativa, cuya extraordinaria manifestación es
la "Casa del alivio del sufrimiento", el hospital que tanto
anheló, Juan Pablo II destacó que la enseñanza
que se vuelve a proponer hoy de este santo se sintetiza en la oración
y la caridad.
El Papa
finalizó su homilía con unas palabras de oración
al "humilde y amado Padre Pío". Pidiéndole
que nos enseñe la humildad del corazón, para ser contados
entre los pequeños del Evangelio. Que nos ayude a rezar sin
desfallecer nunca, con la certeza de que Dios sabe lo que necesitamos
aún antes de que se lo pidamos. Que nos otorgue una mirada
de fe capaz de reconocer solícitamente en los pobres y los
que sufren el rostro mismo de Jesús. Que nos sostenga en la
hora de lucha y de la prueba y que cuando caigamos podamos experimentar
la alegría del sacramento del Perdón. Acompáñanos
- pidió el Papa a San Pío de Pietrelcina - en la peregrinación
terrenal hacia la Patria beata, a donde esperamos llegar nosotros
también para contemplar eternamente la Gloria del Padre, del
Hijo y del Espíritu Santo.
Juan
Pablo II, al final de la solemne concelebración eucarística
de la canonización de San Pío de Pietrelcina, y antes
del rezo mariano del Ángelus, dirigió unas palabras
de saludo a las autoridades religiosas y a la delegación oficial
del Gobierno italiano presentes en el acto. Y al saludar a los fieles
que habían seguido la celebración en la plaza de San
Pedro y en las calles próximas, les dedicó un pensamiento
particular por haber afrontado el sacrificio de permanecer en pie
soportando la elevada temperatura de este día durante un largo
tiempo.
El Papa
envió también un saludo a los numerosos fieles que se
habían reunido en oración en el Santuario de San Giovanni
Rotondo, donde se encuentra la tumba del nuevo santo, y a cuantos
han seguido la celebración por medio de la televisión.
"Perseverad siguiendo la huellas de San Pío de Pietrelcina",
les dijo el Pontífice, a la vez que anunció que la memoria
litúrgica "obligatoria" será introducida en
el Calendario Romano general el día 23 de septiembre, coincidiendo
con el día del nacimiento del nuevo santo para el Cielo.
Juan
Pablo II terminó saludando a los peregrinos venidos para esta
canonización, de todos los países del mundo, en diversas
lenguas. Y recordando el consejo del nuevo santo a una hija espiritual:
"Que María ponga su mano materna sobre tu cabeza",
encomendó a la "intercesión de la Virgen y de San
Pío de Pietrelcina el camino de santidad de toda la Iglesia,
al inicio del nuevo Milenio".
El Papa
saludó a los peregrinos de nuestra lengua con estas palabras:
"Saludo con afecto a los peregrinos de lengua española
y les aliento a progresar en su vida cristiana, ayudados por el rico
mensaje espiritual del nuevo Santo, el Padre Pío. A todos os
bendigo de corazón".
Para
la canonización del Padre Pío de Pietrelcina, la Postulación
presentó la curación del pequeño Mateo Pío
Colella, de San Giovanni Rotondo. Niño que se encontraba el
domingo en la Plaza de San Pedro y que recibió su primera comunión
en el curso de esta solemne ceremonia presidida por Juan Pablo II.
En una entrevista concedida a nuestra emisora, la mamá de Mateo
Pío expresaba su profunda alegría al ver que su niño
une en este día tan especial al Papa y al Padre Pío.
Y destacó que su hijo está sereno y que como madre quiere
que entienda que debe llevar a todo el mundo este mensaje de esperanza:
"Quiero que entienda que este gran don es maravilloso pero que
su vida será una vida normal y tranquila. Él sólo
deberá llevar a todo el mundo este mensaje de esperanza".
Concluida
la celebración el Santo Padre se desplazó en el papamóvil
entre los numerosísimos peregrinos que han participado en el
solemne acontecimiento para saludarles y bendecirles. Partiendo de
la Plaza de San Pedro recorrió las calles que rodean el Vaticano
entre aplausos y muestras de cariño.
El nuevo
santo nació el 25 de mayo de 1887 en Pietrelcina, sur de Italia.
Recibió en su bautismo el nombre de Francisco, siendo confirmado
y recibiendo su primera comunión a los doce años. En
1903, cuando tenía 16, entra en el noviciado de los Frailes
menores capuchinos en Morocone, donde el 22 de enero de ese mismo
año vistió el hábito franciscano tomando el nombre
de Fray Pío. Tras el noviciado emitirá los votos simples
y realizó la profesión solemne 1907.
Tras
su ordenación sacerdotal, el 1910, permanecerá 6 años
con su familia por motivos de salud hasta que en 1916 es enviado al
convento de San Giovanni Rotondo, donde permaneció hasta su
muerte. Enardecido por el amor a Dios y al prójimo, vivió
en plenitud la vocación de colaborar a la redención
del hombre según la misión especial que caracterizó
toda su vida y llevó a cabo mediante la dirección espiritual
de los fieles, la reconciliación sacramental de los penitentes
y la celebración de la Eucaristía.
En el
orden de la caridad social, se comprometió en aliviar los dolores
y miserias de tantas familias, especialmente con la fundación
de la "Casa del Alivio del sufrimiento", en 1956. San Pío
comprendió bien pronto que su camino era el de la Cruz y lo
aceptó inmediatamente con valor y por amor. Experimentó
durante muchos años los sufrimientos del alma. Durante años
soportó los dolores de sus llagas con admirable serenidad.
La hermana muerte lo sorprendió preparado y sereno el 23 de
septiembre de 1968, a los 81 de edad. Fue beatificado por Juan Pablo
II el 2 de mayo de 1999.
CUMBRE-FAO:
"LA POBREZA Y EL HAMBRE SON UNA AMENAZA PARA LA PAZ"
La solidaridad
debe inspirar la cooperación para resolver el problema de la
pobreza y el hambre, que amenazan la paz y seguridad internacional.
Así lo señalaba Juan Pablo II en su mensaje a la cumbre
de la FAO, recordando el compromiso constante de la Iglesia católica
en la promoción de los derechos humanos y del desarrollo integral
de los pueblos.
"Ante
el riesgo de que la pobreza y el hambre comprometan la raíz
ordenada de la convivencia entre los pueblos y las naciones, constituyendo
también una amenaza concreta para la paz y la seguridad internacional",
"hoy más que nunca se impone la urgencia de que, en las
relaciones internacionales, la solidaridad se vuelva criterio inspirador
de toda forma de cooperación, con la conciencia del destino
universal de los bienes que Dios creador nos ha confiado". Es
lo que afirma el mensaje de Juan Pablo II a los representantes de
todos los países del mundo, reunidos en la sede de la FAO,
en Roma. Mensaje que ha sido leído en nombre del Papa por el
Cardenal Secretario de Estado, Angelo Sodano.
Tras
señalar la perspectiva de la actual Cumbre Mundial sobre la
Alimentación, de "reiterar el concepto de seguridad alimentaria
y hacer un llamamiento a impulsar la solidaridad con el objetivo de
reducir a la mitad, antes del año 2015, el número de
personas malnutridas y privadas de lo mínimo necesario para
vivir", Juan Pablo II hace hincapié en que se trata de
"un desafío grandioso, en el que también la Iglesia
está comprometida plenamente". Y subrayando su "preocupación
constante en todo lo que concierne a la promoción de los derechos
humanos y al desarrollo integral de los pueblos", el Papa asegura
que la "Iglesia católica seguirá apoyando a los
que trabajan para asegurar el pan de cada día a todos".
"Debido
a su vocación intrínseca, la Iglesia está cerca
de los pobres de la tierra y anhela el compromiso concreto de todos
para que pronto se resuelva el problema del hambre y de la pobreza,
uno de los mayores de la humanidad" - recuerda el Santo Padre,
tras expresar su estima y consideración a los presentes y extendiendo
sus saludos a los Jefes de estado y de gobierno reunidos en esta Cumbre,
así como al Director General de la ONU, de la misma FAO y a
los responsables de otros Organismos internacionales.
Juan
Pablo II reitera la gran expectativa de la Santa Sede en la acción
de todos ellos "en favor del progreso material y espiritual de
la humanidad". En este contexto, el Pontífice subraya
sus mejores auspicios para que la actual Cumbre Mundial sobre la Alimentación
pueda alcanzar el éxito anhelado y que esperan "millones
de hombres y mujeres en todo el mundo".
Recordando,
que como ya se había demostrado en la Cumbre de 1996, "el
hambre y la malnutrición no son fenómenos solamente
naturales o estructurales de determinadas zonas geográficas,
sino que más bien se presentan como el resultado de una condición
de subdesarrollo más compleja, causada por la inercia o el
egoísmo de los hombres", el Santo Padre hace hincapié
en que "si no se han alcanzado los objetivos" de hace cinco
años, ello "se puede atribuir también a la falta
de una cultura de la solidaridad y a relaciones internacionales enfocadas
a veces en un pragmatismo privado de un cimiento ético-moral".
Asimismo, el Pontífice subraya al respecto como "preocupantes"
algunas estadísticas que indican que "en estos últimos
años, la ayuda a los países pobres ha disminuido en
lugar de aumentar".
Tras
destacar el importante papel de los expertos que deben señalar
cuándo y cómo aumentar los recursos en la agricultura;
cómo distribuir mejor los productos; cómo predisponer
los programas de seguridad de alimentos; o idear nuevas tecnologías
para aumentar las cosechas y extender la cría de animales,
el Santo Padre se refiere al Preámbulo de la Constitución
de la FAO, en el que se proclama el compromiso que tiene cada país
de aumentar su propio nivel de nutrición, mejorar las condiciones
de la actividad agrícola y de las poblaciones rurales, así
como aumentar la producción y actuar una distribución
eficaz de los alimentos en cada rincón del Planeta.
Juan
Pablo II señala que "estos objetivos conllevan, sin embargo,
una continua reconsideración de la relación entre el
derecho de ser liberado de la pobreza y el deber que tiene toda la
familia humana de ayudar concretamente a todos los necesitados".
Por su parte, el Papa destaca su satisfacción ante el hecho
de que esta Cumbre Mundial sobre la Alimentación "llama
nuevamente a los distintos miembros de la Comunidad internacional,
gobiernos e instituciones a comprometerse para garantizar con todos
los medios el derecho a la nutrición, cuando un estado no está
en grado de hacerlo debido a su subdesarrollo y pobreza".
DECLARACIÓN
CONJUNTA PARA LA SALVAGUARDIA DE LA CREACIÓN
En la
tarde del lunes, con motivo de la conexión televisiva para
la firma conjunta de la "Declaración" final del IV
Simposio ecológico, promovido por el Patriarcado Ecuménico
de Constantinopla y dedicado al tema "El Mar Adriático:
Mar en riesgo - Unidad de intenciones", Juan Pablo II dirigió
unas palabras al Patriarca Bartolomé I, extendiendo sus cordiales
saludos a las personalidades religiosas y civiles y a los participantes
en el mencionado congreso.
"Nuestro
encuentro, aun a distancia, nos permite expresar juntos la voluntad
común de salvaguardar la creación, y de acompañar
y sostener toda iniciativa encaminada a embellecer, sanar y preservar
esta tierra que Dios nos ha donado para que la custodiemos con sabiduría
y amor", afirmó el Papa señalando luego que este
mismo encuentro se celebraba a corta distancia del de Asís,
en enero pasado para la "Jornada de Oración por la Paz
en el Mundo", promovida por el mismo Pontífice.
Y, recordando
que el 24 de enero pasado el Patriarca Ecuménico respondió
a su llamada y participó en la Jornada de Asís, Juan
Pablo II expresó a su vez su alegría por participar
en ese acto significativo. En este contexto, el Papa manifestó
su convicción de que "estos intercambios son verdaderos
dones del Señor, que nos indica de esta forma que el espíritu
de colaboración es capaz de encontrar expresiones nuevas para
que el testimonio de comunión que el mundo espera de nosotros
se vuelva sólido y concreto".
El acto
de la firma de la mencionada "Declaración" conjunta
para la salvaguardia de la creación, se celebró el lunes
por la tarde, gracias a una especial vídeo conexión,
que enlazó el Vaticano con el palacio ducal de Venecia, donde
se encontraba el Patriarca ortodoxo.
"Estamos
aquí reunidos en espíritu de paz para el bien de todos
los seres humanos y la protección de la creación",
se lee en el texto del documento firmado por el Santo Padre Juan Pablo
II y el Patriarca Ecuménico de Constantinopla, Bartolomé
I.
La Declaración,
recordando que "en esta época histórica al inicio
del tercer milenio constatamos con tristeza el sufrimiento de un gran
número de personas a causa de la violencia, la falta de recursos,
la pobreza y las enfermedades", señala luego que "son
también motivo de nuestra preocupación las consecuencias
negativas que afectan a la humanidad y a toda la creación,
causadas por la degradación ambiental del agua, la tierra y
el aire, derivadas de un proceso económico y tecnológico
incapaz de reconocer sus límites".
"El
respeto de la creación deriva del respeto por la vida y la
dignidad humana. Solamente si reconocemos que el mundo ha sido creado
por Dios - afirma la declaración de Venecia - podremos discernir
un orden moral objetivo con el cual poder articular un códice
de conducta ambiental". Asimismo esta declaración, subraya
la necesidad de "un acto de arrepentimiento" colectivo y
un modo nuevo y una nueva cultura para afrontar el mundo de la creación,
para dar a las futuras generaciones un mundo mejor.
INTENCIÓN
GENERAL DE ORACIÓN PARA EL MES DE JUNIO
En la
Intención General de Oración para este mes de junio,
Juan Pablo II nos propone rezar "para que los responsables y
los fieles de las diversas religiones cooperen en la búsqueda
de la paz mundial, comenzando por la conversión del corazón
y por el diálogo fraterno". En su Carta a todos los Jefes
de Estado o de gobierno, con la que enviaba el texto del "decálogo"
proclamado al término de la Jornada de oración por la
paz en el mundo, celebrada en Asís el pasado 24 de enero, el
Pontífice dirigía su pensamiento a "los responsables
de la vida social y política de los países que estuvieron
representados allí por los líderes religiosos de numerosas
naciones".
Juan
Pablo II, refiriéndose a "las intervenciones inspiradas
de estos hombres y mujeres, representantes de las diversas confesiones
religiosas", así como al deseo sincero de todos ellos
"de trabajar en favor de la concordia, de la búsqueda
común del verdadero progreso y de la paz en el seno de toda
la familia humana" y ponía de relieve que enviaba el mencionado
"decálogo" o "compromiso común"
"convencido de que estas diez proposiciones podrán inspirar
la acción política y social" de los Gobiernos.
Pude
constatar - escribía Juan Pablo II - "que los participantes
en el encuentro de Asís estuvieron animados más que
nunca por una convicción común: la humanidad debe elegir
entre el amor y el odio. Y todos, sintiéndose miembros de una
misma familia humana, supieron traducir esa aspiración a través
de este decálogo, persuadidos de que, si el odio destruye,
el amor, por el contrario, construye".
El Santo
Padre, deseando que "el espíritu y el compromiso de Asís
guíen a todos los hombres de buena voluntad en la búsqueda
de la verdad, la justicia, la libertad y el amor, para que toda persona
humana goce de sus derechos inalienables, y cada pueblo, de la paz",
reiteraba que "por su parte, la Iglesia católica, que
pone su confianza y su esperanza en "el Dios de la caridad y
de la paz" (2 Co 13, 11), seguirá comprometiéndose
para que el diálogo leal, el perdón recíproco
y la concordia mutua marquen los caminos de los hombres en este tercer
milenio.
Nos
comprometemos - se lee en el primer punto del Decálogo de Asís
por la paz - a proclamar nuestra firme convicción de que la
violencia y el terrorismo se oponen al auténtico espíritu
religioso, y, condenando todo recurso a la violencia y a la guerra
en nombre de Dios o de la religión, nos comprometemos a hacer
todo lo posible por erradicar las causas del terrorismo.
El segundo
compromiso está dedicado a la necesidad de "educar a las
personas en el respeto y la estima recíprocos, a fin de que
se llegue a una convivencia pacífica y solidaria entre los
miembros de etnias, culturas y religiones diversas.
El tercero
es un compromiso para "promover la cultura del diálogo,
para que aumenten la comprensión y la confianza recíprocas
entre las personas y entre los pueblos, pues estas son las condiciones
de una paz auténtica". Y el cuarto está dedicado
a "defender el derecho de toda persona humana a vivir una existencia
digna según su identidad cultural y a formar libremente su
propia familia".
Nos comprometemos
- afirma el Decálogo de Asís en el quinto punto - "a
dialogar con sinceridad y paciencia, sin considerar lo que nos diferencia
como un muro insuperable, sino, al contrario, reconociendo que la
confrontación con la diversidad de los demás puede convertirse
en ocasión de mayor comprensión recíproca".
El sexto
compromiso común es el de "perdonarnos mutuamente los
errores y los prejuicios del pasado y del presente, y a sostenernos
en el esfuerzo común por vencer el egoísmo y el abuso,
el odio y la violencia, y por aprender del pasado que la paz sin justicia
no es verdadera paz". El séptimo destaca la necesidad
de "estar al lado de quienes sufren la miseria y el abandono,
convirtiéndonos en voz de quienes no tienen voz y trabajando
concretamente para superar esas situaciones, con la convicción
de que nadie puede ser feliz solo".
"Nos
comprometemos a hacer nuestro el grito de quienes no se resignan a
la violencia y al mal, y queremos contribuir con todas nuestras fuerzas
a dar a la humanidad de nuestro tiempo una esperanza real de justicia
y de paz" - declara el "Decálogo" de Asís
en el octavo punto.
El noveno,
es el compromiso de "apoyar cualquier iniciativa que promueva
la amistad entre los pueblos, convencidos de que el progreso tecnológico,
cuando falta un entendimiento sólido entre los pueblos, expone
al mundo a riesgos crecientes de destrucción y de muerte. Y
el décimo establece el de "solicitar a los responsables
de las naciones que hagan todo lo posible para que, tanto en el ámbito
nacional como en el internacional, se construya y se consolide un
mundo de solidaridad y de paz fundado en la justicia".
CAMINAR
DESDE CRISTO. UN RENOVADO COMPROMISO DE LA VIDA
CONSAGRADA EN EL TERCER MILENIO
LA INSTRUCCIÓN DE LA CONGREGACIÓN PARA LOS INSTITUTOS
DE VIDA CONSAGRADA Y LAS SOCIEDADES DE VIDA APOSTÓLICA DESTACA
LA MULTIFORME ACTIVIDAD MISIONERA DE LAS PERSONAS CONSAGRADAS
"Caminar
desde Cristo. Un renovado compromiso de la vida consagrada en el tercer
milenio". Es el título de la Instrucción, aprobada
por Juan Pablo II, de la Congregación para los Institutos de
Vida Consagrada y las Sociedades de Vida Apostólica presentada
el viernes.
El documento
consta de una Introducción y cuatro partes, y empieza señalando
que "las personas consagradas, contemplando el rostro crucificado
y glorioso de Cristo y testimoniando su amor en el mundo, acogen con
gozo, al inicio del tercer milenio, la urgente invitación del
Santo Padre Juan Pablo II a remar mar adentro: '¡Duc in altum!'
(Lc 5,4).
Con las
mismas palabras del Papa, la Instrucción recuerda que "quizás
nunca como hoy" esta invitación de Jesús "aparece
como respuesta al drama de la humanidad, víctima del odio y
de la muerte", y pone de relieve que "el Espíritu
Santo actúa siempre en la historia y puede sacar de las desdichas
humanas un discernimiento de los acontecimientos que se abre al misterio
de la misericordia y de la paz entre los hombres".
"Caminando
por las huellas de Cristo", cinco años después
de la publicación de la Exhortación Apostólica
post-sinodal Vita Consecrata, de Juan Pablo II, la Congregación
para los Institutos de Vida Consagrada y las Sociedades de Vida Apostólica
ha sentido la necesidad no sólo de hacer un primer balance
sobre la incidencia de este Documento del magisterio eclesial, sino
de dar también un nuevo impulso al camino de renovación,
es decir a "Caminar en la esperanza".
La primera
parte de la Instrucción reitera que "la vida consagrada
es presencia de la caridad de Cristo en medio de la humanidad, en
un "camino en el tiempo", y recuerda que "la vida consagrada
ha seguido en estos años caminos de profundización,
purificación, comunión y misión", para luego
señalar que "por la santidad de todo el Pueblo de Dios",
las personas consagradas, para el bien de la Iglesia, han recibido
la llamada a una 'nueva y especial consagración', que compromete
a vivir con amor apasionado la forma de vida de Cristo, de la Virgen
María y de los Apóstoles'.
Pues
"en el mundo actual es urgente un testimonio profético
que se base en 'la afirmación de la primacía de Dios
y de los bienes futuros, como se desprende del seguimiento y de la
imitación de Cristo, casto, pobre y obediente, totalmente entregado
a la gloria del Padre y al amor de los hermanos y hermanas".
"En
misión por el Reino y dóciles al Espíritu",
el documento del dicasterio para la Vida Consagrada y la Vida Apostólica,
destaca en su segunda parte "la valentía para afrontar
las pruebas y los retos", descubriendo "el sentido y la
calidad de la vida consagrada"; destacando "la función
de los superiores y de las superioras"; y haciendo hincapié
en "la formación permanente", "la animación
vocacional" y "los caminos formativos".
Y, mirando
con realismo la situación actual, se señalan "algunos
retos particulares", ante las nuevas exigencias sociales y normas
de los estados en los que se desarrolla el propio apostolado, sin
olvidar nunca "la originalidad evangélica" o debilitar
las motivaciones espirituales de la vida consagrada, siempre en "la
comunión de la fraternidad".
Precisamente
la tercera parte está dedicada a "la vida espiritual en
el primer lugar", e invita a "caminar desde Cristo",
a "contemplar los rostros de Cristo", subrayando "la
Palabra de Dios", la "oración y contemplación",
la "Eucaristía" como "lugar privilegiado para
el encuentro con el Señor", el "rostro de Cristo
en la prueba", siempre "en comunión con los Pastores".
"Testigos
del amor", es la cuarta parte de esta Instrucción, que
impulsa a "reconocer y servir a Cristo". Y "en la imaginación
de la caridad" se recuerda que a lo largo de los siglos, precisamente
la caridad ha sido siempre para los consagrados el ámbito donde
se ha vivido concretamente el Evangelio. Por lo que la vida consagrada,
se pone también al servicio de las nuevas fronteras de la evangelización
y señala que "se trata de estar cerca de los pobres, de
los ancianos, de los tóxico dependientes, de los enfermos de
SIDA, de los desterrados, de las personas que padecen toda clase de
sufrimientos por su realidad particular".
Y, con
una atención centrada en el cambio de modelos, "porque
no se cree suficiente la asistencia", el documento hace hincapié
en que "se busca erradicar las causas en las que tiene su origen
esa necesidad" y que "la pobreza de los pueblos está
causada por la ambición y por la indiferencia de muchos y por
las estructuras de pecado que deben ser eliminadas, también
con un compromiso serio en el campo de la educación".
Constatando
que "incluso algunos carismas que parecían responder a
tiempos ya pasados, adquieren un renovado vigor en este mundo que
conoce la trata de mujeres o el tráfico de niños esclavos,
mientras la infancia, a menudo víctima de abusos, corre el
riesgo del abandono en las calles y del reclutamiento en los ejércitos",
la Instrucción que destaca la multiforme actividad misionera
de las personas consagradas, señala el servicio apostólico
y en especial el de las religiosas, desarrollado con la generosidad
y riqueza del genio femenino.
E invitando
a "anunciar el Evangelio", a "servir a la vida"
- entre otras cosas 'humanizando la medicina' y "difundir la
verdad", la misma Instrucción pone de relieve la importancia
de la "apertura a los grandes diálogos", recuerda
"los retos actuales" y reitera la invitación a "mirar
hacia adelante y hacia lo alto" con especial atención
a los laicos y a los jóvenes.
Sin olvidar
"que en los últimos años el Martirologio del testimonio
de la fe y del amor en la vida consagrada se ha enriquecido notablemente",
el documento aprobado por Juan Pablo II el 16 de mayo de este año,
quiere "acompañar a las personas consagradas por los caminos
del mundo, donde Cristo continúa caminando y haciéndose
presente hoy, donde la Iglesia lo proclama Salvador del mundo, donde
el latido trinitario de la caridad amplía la comunión
en una renovada misión".
NOMBRAMIENTOS
PONTIFICIOS
ARCHIDIÓCESIS
DE CAMAGUEY (CUBA)
Juan Pablo II ha aceptado la renuncia al gobierno pastoral de la archidiócesis
presentada por monseñor Adolfo RODRÍGUEZ HERRERA y ha
nombrado arzobispo metropolitano a monseñor Juan García
Rodríguez, hasta ahora auxiliar de dicha archidiócesis.
ARCHIDIÓCESIS
DE BAHÍA BLANCA (ARGENTINA)
El Santo Padre ha aceptado la renuncia al gobierno pastoral de la
archidiócesis presentada por monseñor Rómulo
GARCÍA.
ARCHIDIÓCESIS
DE ASUNCIÓN (PARAGUAY)
El Papa ha aceptado la renuncia pastoral al gobierno pastoral de la
archidiócesis presentada por monseñor Felipe Santiago
BENÍTEZ ÁVALOS y ha nombrado arzobispo metropolitano
de la archidiócesis a monseñor Eustaquio Pastor CUQUERO
VERGA, hasta ahora Ordinario castrense para Paraguay.
DIÓCESIS
DE TULCÁN (ECUADOR)
Juan Pablo II ha nombrado obispo al sacerdote salesiano Luis Antonio
SÁNCHEZ ARMIJOS.
DIÓCESIS
DE UVIRA (REPÚBLICA DEMOCRÁTICA DEL CONGO)
El Santo Padre ha aceptado la renuncia al gobierno pastoral de la
diócesis presentada por monseñor Jérome GAPANGWA
y ha nombrado obispo de esa diócesis a monseñor Jean-Pierre
TAFUNGA, hasta ahora obispo de Kilwa-Kasenga.
DIÓCESIS
DE CHICOUTIMI (CANADÁ)
Juan Pablo II ha aceptado la renuncia de auxiliar de la diócesis
presentada por monseñor Roch PEDNEAULT.
DIÓCESIS
DE LEXINGTON (ESTADOS UNIDOS)
El Santo Padre ha aceptado la renuncia al gobierno pastoral de la
diócesis presentada por monseñor James KENDRICK WILLIAMS,
en conformidad al canon 401 §2 del Código de Derecho Canónico.
ENVIADO
ESPECIAL DEL PAPA A LA DEDICACIÓN DE LA NUEVA CATEDRAL DE LA
ARCHIDIÓCESIS DE LOS ÁNGELES (ESTADOS UNIDOS)
El Papa ha nombrado al cardenal Francis STAFFORD, presidente del Consejo
Pontificio para los Laicos, Su Enviado Especial a la dedicación
de la nueva catedral de la archidiócesis de Los Ángeles
que tendrá lugar el 2 de septiembre de 2002.
COMENTARIO
A LA LITURGIA DEL DOMINGO
DOMINGO
XI DEL TIEMPO ORDINARIO (A): 16.06.02
"Lo
que habéis recibido gratis, dadlo gratis"
Terminado
el Tiempo Pascual y celebradas las grandes fiestas de Pentecostés,
Santísima Trinidad y Corpus Christi, volvemos a la lectura
del Evangelio de Mateo con el gran "discurso apostólico"
, que contiene el programa misionero para los enviados de Jesús.
La gratuidad ocupa ampliamente los textos sagrados de este día.
Gratuidad de la iniciativa divina, sobre todo, ya que su plan de salvación
es totalmente independiente de nuestras capacidades. Gratuidad, en
segundo lugar, de la misión conferida: el poder dado al enviado
es sólo para ponerlo al servicio de los hermanos.
La Biblia
mezcla en cada una de sus páginas la historia y las enseñanzas;
no sólo en los libros llamados "históricos"
o en el "Pentateuco", que comprende la historia de los patriarcas
y del Éxodo. También el anuncio profético, la
oración y el lamento de los salmos, la meditación sapiencial
están impregnados de un constante retorno a la historia de
Israel. Es un retorno teológico: la historia de Dios con su
pueblo se trae continuamente a la memoria del pueblo para que "se
acuerde de Dios", para que "conozca" quién es
Dios. La profesión de fe del israelita es un compendio de historia:
"Un arameo errante fue mi padre"; y el carnet de identidad
del Dios de Israel, es también histórico: "Yo soy
el Señor tu Dios, que te saqué de Egipto..."
El Libro
del Éxodo nos asegura hoy que la garantía de la promesa
no reside en lo que el pueblo hará, en su fidelidad a la ley,
en la observancia de los mandamientos, sino que la garantía
está en el mismo Dios, en lo que El ha dispuesto en favor de
su pueblo. No existe razón objetiva para la elección,
no hay motivo para la vanagloria o el orgullo. La elección
no es un privilegio, al contrario, es una responsabilidad, un encargo
del Dios que ofrece una alianza, pero que no la impone. Sólo
los hombres libres pueden recibir la oferta de la amistad con Dios;
sólo un pueblo libre se puede convertir en "pueblo de
su propiedad, nación santa", puesto a parte y consagrado
por Dios.
También
nos asegura hoy San Pablo en la Carta a los Romanos, que la garantía
de nuestra salvación no está en lo que nosotros hacemos,
sino en lo que se nos ha dado de lo alto: "Hemos sido reconciliados
con Dios por medio de la muerte de su Hijo", de forma totalmente
gratuita. Pablo argumenta con fuerza que es difícil encontrar
a alguien dispuesto a dar la vida por una buena persona, imaginemos
por un pecador. Pero en Dios el perdón precede a la conversión,
y la misericordia le ha llevado a entregar a su Hijo querido para
rescatar a todos los hombres. En la liturgia de este día las
lecturas se iluminan unas a otras. El Dios que ofrece la alianza a
Israel, el que manda a su Hijo "como víctima de expiación
por nuestros pecados", es el mismo que interviene en favor de
las criaturas y las acompaña de la mano. Hoy rezamos con el
Salmo: "nosotros somos tu pueblo y ovejas de tu rebaño".
La misma solicitud y gratuidad encontramos en el Evangelio de este
día, en la narración de la elección de los Doce.
Jesús tiene "compasión" de las masas, no tanto
porque no tienen que comer, sino porque está desorientadas
y perdidas: "como ovejas sin pastor".
Miremos
a nuestro alrededor: cuanta fragilidad; cuantas incertidumbres; cuantos
temores; cuanto abundan las depresiones, incluso entre los jóvenes,
aún en aquellos que parecen tocados por la fortuna; cuantas
dudas ante las opciones fundamentales de la vida. Somos celosos en
el cuidado de nuestra autonomía y racionalidad, y después
nos dirigimos a astrólogos y echadores de cartas para saber
lo que nos espera, porque no somos capaces de acoger con alegría
nuestro futuro de las manos del Señor. ¡Qué necesidad
tenemos, también nosotros, de comprensión! Jesús
sabe de lo que tenemos necesidad, sin descuidar lo material; sabe
que necesitamos sentirnos capaces de hacer algo por nosotros mismos
y ayudarnos los unos a los otros, cooperando así en el plan
de salvación que ha trazado para toda la humanidad. Todo nos
ha sido dado gratuitamente, por ello: "lo que hemos recibido
gratis, debemos darlo gratis" a quien lo necesite.
CUMBRE
MUNDIAL SOBRE LA ALIMENTACIÓN
El lunes
se abría en Roma la "Cumbre Mundial sobre la alimentación".
Jefes de Estado y de Gobierno, delegados de 180 Países, parlamentarios
de todo el mundo, representantes de 15 agencias de la ONU y periodistas
acreditados se daban cita en la capital italiana del 10 al 13 de este
mes para afrontar el problema del hambre, que tantas víctimas
sigue provocando en el mundo, especialmente en los continentes de
Asia y África. El hambre es la gran emergencia del siglo que
acaba de comenzar. Aprovechando la celebración de este importante
evento a nivel mundial, Juan Pablo II hizo un apremiante llamamiento,
a la vez que un saludo a los participantes en la Cumbre, a mediodía
del domingo en su alocución anterior al rezo mariano del Ángelus.
"Millones de personas, dijo el Pontífice, que sufren cotidianamente
a causa del hambre y de la malnutrición, esperan de este encuentro
una confirmación de los compromisos asumidos al respecto en
1996. Que Dios bendiga este encuentro e ilumine a los Responsables
de las Naciones para que expresen las legítimas aspiraciones
de los pueblos y den un impulso nuevo a la lucha de la comunidad internacional
contra el hambre".
El Santo
Padre hacía referencia en sus palabras a la primera Cumbre
Mundial sobre la Alimentación celebrada también en Roma.
Juan Pablo II pronunció un discurso en aquella ocasión
en el que, entre otras cosas pidió la total condonación
de la deuda exterior de las naciones pobres, o al menos una reducción
importante de la misma. En este mismo sentido se movió tanto
el Papa como la Santa Sede durante las celebraciones jubilares del
Año 2000. Precisamente en la Carta Apostólica Tertio
Millennio Adveniente solicitaba esto mismo a propósito del
hambre y la miseria en que se encuentran muchos Países del
Tercer Mundo. Las delegaciones nacionales participantes se comprometieron
entonces a reducir a la mitad el número de personas hambrientas
en el mundo, es decir, pasar de 800 millones a 400. Y se fijaron una
fecha: el año 2015.
Según
la FAO, es necesaria, en estos momentos, una inversión pública
adicional de 24.000 millones de dólares en los países
pobres para que se pueda alcanzar el objetivo asumido en 1996. La
plaga del hambre provoca muchas más víctimas que las
guerras y las catástrofes naturales juntas. Para el director
general de la FAO, Sr. Diouf, el aumento de los que padecen hambre
y la casi total despreocupación de los pueblos ricos hace que
la solución del problema supere en muchos años el 2015.
Juan Pablo II, preocupado siempre por el hombre, ser predilecto de
Dios, creado a su imagen y semejanza, en el Ángelus del domingo,
no se limitó a tratar el tema del hambre de manera global,
sino que descendió a lo concreto. Habló de Angola. "Mi
pensamiento, dijo el Papa, se dirige a la población angoleña
que, después de los sufrimientos provocados por una larga y
sangrienta guerra civil, debe afrontar una dramática crisis
humanitaria por falta de alimentos y de los más elementales
cuidados médicos, además del peligro de las minas anti
persona diseminadas por todo el territorio. Pidamos al Señor
para que ilumine a todos los que tienen posibilidades de contribuir
a la superación de esta tragedia, y los mueva a actuar con
el fin de que los recursos del País favorezcan a todos sus
habitantes y constituyan una ayuda para África entera".
Y es que la Iglesia, por vocación íntima y profunda,
está siempre junto a los pobres de la tierra y desea que se
lleve a cabo un esfuerzo práctico de parte de todos para que
muy pronto se resuelva este problema, que es uno de los más
graves de la humanidad.