AUDIENCIA GENERAL: FIESTA DEL TRABAJO, MES DE MAYO Y PAZ EN TIERRA SANTA La Fiesta del Trabajo, para la Iglesia el día de San José Obrero, el comienzo del mes de mayo, dedicado a la Virgen María y la Paz en Tierra Santa, fueron los temas expuestos brevemente por el Papa en la Audiencia general del miércoles. Juan Pablo II, fiel, una vez más, a la cita con miles de fieles romanos y peregrinos llegados de diversos Países del mundo, celebró el tradicional encuentro de los miércoles en la Plaza de San Pedro. En esta ocasión, coincidiendo con la Fiesta del Trabajo, uno de mayo, día en que la Iglesia celebra a San José Obrero, el Santo Padre habló brevemente sobre este tema, recordando el valor del trabajo, a través del cual el hombre, transformando la naturaleza y adaptándola a sus necesidades, se realiza a sí mismo en cuanto hombre. La invitación a someter la tierra, que aparece en los albores de la historia de la salvación, constituye un interés determinante y siempre actual. Un segundo tema expuesto por el Papa fue el del comienzo del mes de mayo, dedicado a la Virgen, mes en el que se intensifica la oración a María, en especial el rezo del Santo Rosario, oración sencilla a la que, mismo tiempo, recurrimos en los momentos difíciles de nuestra peregrinación sobre la tierra. Por último, el Santo Padre exhortó a los fieles y peregrinos a orar por los trabajadores, en especial los desocupados y a insistir en la oración por la paz en Tierra Santa. RESUMEN DE LA CATEQUESIS EN ESPAÑOL Queridos hermanos y hermanas: Hoy, primero de mayo, se celebra la Fiesta del Trabajo que los cristianos ponemos bajo la protección de san José obrero. Fruto del trabajo es el "pan nuestro de cada día", que pedimos en el Padrenuestro. Se puede decir que con el trabajo el hombre se realiza como tal, pero para ello es menester que se salvaguarde la dignidad inalienable de la persona y el valor humano y social de la actividad laboral. También hoy comienza el mes dedicado a la Virgen. Para muchas parroquias y familias, siguiendo una tradición religiosa consolidada, es un mes mariano caracterizado por tantas iniciativas litúrgicas, catequéticas y pastorales. Os animo una vez más al rezo diario del santo Rosario, que es una oración sencilla pero que ayuda a penetrar en los misterios de Cristo y de su Madre, que es también la nuestra. Os invito a orar por los trabajadores, especialmente por los que se encuentran desempleados. También a intensificar la oración por la paz en Tierra Santa, donde deseamos que puedan convivir, gozando de seguridad y serenidad, los pueblos israelita y palestino. Que nos lo obtenga la intercesión de la Santísima Virgen y de san José, su esposo, el Custodio del Redentor. Saludo a los peregrinos de lengua española; de modo particular a los jóvenes del Instituto italiano de cultura "Ausonia", de Quilmes (Argentina). Sobre vosotros y sobre todos los presentes invoco la protección amorosa de la Santísima Virgen en este mes dedicado a Ella. Muchas gracias por vuestra atención. ************* Tras los saludos en las diversas lenguas, el Papa, como es ya costumbre inveterada, dirigió unas afectuosas palabras a los jóvenes, a los enfermos y a los recién casados. A los jóvenes los invitó a que, en este mes de mayo, dedicado de manera especial a la Madre del Señor, se acerquen a la escuela de María para aprender a amar a Dios sobre todas las cosas y a estar siempre disponibles y preparados para cumplir su voluntad. Que la contemplación de la Virgen de los Dolores, les dijo a los enfermos, os ayude a mirar con fe el misterio del dolor, captando el valor salvífico escondido en cada cruz. Por último, dirigiéndose a los recién casados, los confió a la protección materna de la Virgen Santa y de San José, para que puedan vivir en su familia el clima de oración y de amor de la casa de Nazaret.
ENCUENTRO DEL PAPA CON LOS JÓVENES EN LA ISLA DE ISCHIA "Vosotros sois la sal de la tierra... la luz del mundo" Con este mensaje, que constituye el tema de la Jornada Mundial de la Juventud que se celebrará el próximo mes de julio en Toronto (Canadá), Juan Pablo II terminó el domingo por la tarde su visita pastoral a Ischia, encontrando a los jóvenes de esta bellísima isla italiana cercana a la ciudad de Nápoles. El Santo Padre durante su animada reunión con los jóvenes quiso explicarles el sentido y la imagen de la frase de Jesús. "Cuando no existían medios para garantizar la larga conservación de los alimentos, -dijo- la sal no tenía sólo la función de dar sabor, sino que era indispensable para conservar la comida. "Diciendo 'vosotros sois la sal de la tierra', el Redentor confiaba a los apóstoles una dúplice misión: por un parte, dar sabor a la vida, es decir, mostrar el sentido revelado en Él; y por otro lado, dar la posibilidad de que todos puedan acceder a la nutrición que viene de lo Alto". "Jóvenes de Ischia -afirmó el Pontífice- sed la sal de la tierra que da sabor a la belleza de la vida. Mostrad con gestos concretos y con palabras convencidas que vale la pena vivir, y vivir juntos el amor que Jesús ha venido a revelarnos y a darnos. Sed la sal que consiente que el alimento del Cielo pueda ser distribuido a todos, de modo que incluso los más distraídos y alejados, gracias a vuestro entusiasmo y a vuestra pasión, a vuestro compromiso humilde y perseverante, se sientan llamados a creer en Dios y a amarlo en el prójimo". En cuanto al otro mensaje de Jesús a sus discípulos: "Vosotros sois la luz del mundo", el Papa también explicó de manera didáctica el valor de las palabras. "La luz tiene la característica de disipar las tinieblas, de calentar lo que alcanza, de exaltar las formas. Todo esto lo hace a gran velocidad. Ser luz en el mundo quiere decir para los cristianos, y especialmente para los jóvenes, difundir en todas partes la Luz que viene de lo Alto. Quiere decir combatir la oscuridad, el mal, el pecado. "Jóvenes de Ischia sed los rayos de la luz de Cristo, Él que es la Luz del mundo. Propagad esta luz en todos los lugares, especialmente en los que Jesús no es conocido, o amado o incluso rechazado. Con vuestra vida dad a entender que la luz que proviene de lo Alto no destruye al ser humano; al contrario, lo exalta. Dios no es el rival del hombre, sino el verdadero amigo, su más fiel aliado. Este mensaje ha de ser transmitido a la velocidad de la luz. No perdáis tiempo. Dios tiene necesidad de vosotros".
CURSILLOS DE CRISTIANDAD: TESTIMONIO VALIENTE DE LA DIACONÍA DE LA VERDAD "Crecer en la conciencia e identidad eclesial", testimoniando con valentía la 'diaconía de la verdad', y 'la fuerza de la comunión'". Esta fue la exhortación de Juan Pablo II a los miembros de los Cursillos de Cristiandad, presentes en todo el mundo. "Los Cursillos de Cristiandad están presentes en la actualidad en más de 60 países de todos los continentes y en ochocientas diócesis". Lo señalaba el sábado Juan Pablo II durante su saludo a 350 cursillistas participantes en un encuentro promovido por este Movimiento, poniendo de relieve - como había hecho en ocasión del Gran Jubileo - que "la pequeña semilla sembrada en España hace más de 50 años se ha vuelto un gran árbol rico en frutos del Espíritu". En la audiencia a estos miembros de los Cursillos de Cristiandad, el Papa reiteró las exhortaciones que dirigió a los cursillistas en otros dos encuentros, haciendo hincapié en que ambas invitaciones mantienen toda su actualidad y urgencia. Los animó a "crecer en la conciencia e identidad eclesial" y a "ser testimonios valientes de la 'diaconía de la verdad', obrando incansablemente con 'la fuerza de la comunión'". El Papa recordó dos grandes citas en las que participaron numerosos cursillistas, como fueron la de la vigilia de Pentecostés del 30 de mayo de 1998, para el gran encuentro de Movimientos Eclesiales y Nuevas Comunidades en la Plaza de San Pedro; y la tercera "Ultreya" Mundial, que culminó con el encuentro jubilar. Tras destacar que las "nuevas realidades eclesiales constituyen una respuesta providencial, suscitada por el Espíritu Santo para la formación cristiana y la evangelización", Juan Pablo II hizo hincapié en la importancia de "la madurez eclesial" y en "los frutos que la Iglesia espera de comunión y compromiso". Desafío actual y urgente que los Movimientos deben afrontar con valentía y determinación. En este contexto, el Papa subrayó "la solicitud que el Organismo mundial de los Cursillos ha sometido al correspondiente Dicasterio de la Curia Romana, para obtener su reconocimiento canónico y la aprobación de sus Estatutos". Una vez más, el Pontífice señaló la importancia de contemplar el rostro de Cristo, animando a los cursillistas a "remar mar adentro" y a seguir avanzando con confianza por el camino de formación y de vida cristiana que han emprendido con generosidad. Y los encomendó a María Santísima, ejemplo admirable de obediencia a la voluntad del Padre y discípula fiel de su Hijo.
ESPERANZAS
CONCRETAS DE PAZ TRAS AÑOS DE GUERRA CIVIL EN ANGOLA Juan Pablo II invitó al nuevo embajador de Angola ante la Santa Sede a que los gobernantes de ese país africano, con la ayuda de Dios, pongan en práctica los acuerdos ya alcanzados, buscando la solución de los problemas nacionales en el marco de las Instituciones democráticas. El Papa Juan Pablo II recibió el lunes en audiencia al nuevo embajador de Angola ante la Santa Sede con motivo de la presentación de sus cartas credenciales. El Pontífice le deseó la consolidación del proceso de paz tras los años de guerra civil, por medio de un espíritu de concordia nacional, en la justicia y en la solidaridad. "En un momento en que por fin parece que se presenten concretas esperanzas de paz", le manifestó el Pontífice, "me uno a la alegría general de la nación, al ver como sus líderes eligen la paz". Por lo tanto el deseo se hace oración: "Que Dios les ayude a poner en práctica los acuerdos ya alcanzados, buscando la solución de los problemas nacionales en el marco de las Instituciones democráticas". No solamente, le dijo el Papa: finalizados "los desdichados años de guerra civil" que han condicionado la vida, la nación tiene necesidad de "aquel suplemento de alma patriótica" por parte de sus componentes "para servir sobre todo al bien común y salvaguardar la fraternidad entre todos los hijos e hijas de Angola". Por lo tanto, los "ardientes votos" del Papa "para que gracias al sentido vivo de la solidaridad y de la vida comunitaria que son los valores profundos de la cultura africana, los obstáculos y las resistencias en la búsqueda del bien común se superen rápidamente y se instaure una vida colectiva pacífica y sólida, en la que todas las rencillas se abandonen, que se respeten las convicciones de cada uno y la comprensión entre los varios componentes socio-políticas afirmadas en la sagaz utilización de las diferencias para un enriquecimiento común".
DIÁLOGO
PARA FRENAR EL CONFLICTO ARMADO Y EL TERRORISMO El Papa, en su discurso al nuevo embajador de Marruecos, reiteró su preocupación por la situación internacional, en especial en Tierra Santa, y llamó una vez más al diálogo con el anhelo de que cesen el conflicto armado y el terrorismo. Juan Pablo II, al recibir el viernes al nuevo embajador de Marruecos, para el acto de presentación de sus cartas credenciales, expresó su satisfacción por las relaciones armoniosas que en el curso de los años se vienen desarrollando entre el Reino marroquí y la Santa Sede. Y ha asegurado sus oraciones al Todopoderoso para que sostenga los esfuerzos de los marroquíes en la edificación de una nación cada vez más fraterna y unida. Tras señalar que en el comienzo del Tercer milenio, "las circunstancias difíciles e inquietantes de la situación internacional impulsan fuertemente a los hombres de buena voluntad a reforzar los lazos de confianza entre ellos y la convicción de tener que trabajar juntos en favor del diálogo y de la paz", el Papa reiteró como en otras oportunidades y, en especial en la Jornada Mundial de Oración celebrada en Asís, el pasado 24 de enero, que "los responsables de las Naciones y las autoridades espirituales tienen el deber de desplegar sus esfuerzos sin desmayo con el fin de que retroceda la violencia que tan a menudo predomina en nuestro mundo en las relaciones entre los hombres y los grupos". Asimismo, el Santo Padre señaló una vez más que los responsables de las Naciones y las autoridades espirituales "deben denunciar claramente las falsas legitimaciones de la violencia, en particular en nombre de la religión, y afirmar firmemente su apego al diálogo y a la paz". Refiriéndose a la "trágica situación" en Oriente Medio y las preocupaciones que conciernen a los "lugares santos de la región, de forma especial a la Ciudad Santa de Jerusalén - símbolo, para los creyentes de las religiones monoteístas, de la Paz que viene de Dios" - Juan Pablo II reiteró la inquietud de la Santa Sede ante los recientes acontecimientos, con el anhelo de que se "reanuden las negociaciones entre las partes enfrentadas". Para que no se desfallezca en "obrar con el fin de que cese el conflicto armado, que no conduce a nada y que no brinda ni perspectivas ni esperanzas a los pueblos". "Ni la violencia ciega del terrorismo ni la violencia de la guerra pueden ofrecer solución alguna", afirmó nuevamente el Santo Padre añadiendo su profunda esperanza en que "nuestros esfuerzos incesantes y el compromiso firme de la comunidad internacional puedan lograr convencer a los unos y a los otros a volver a la mesa de negociaciones". En su discurso al nuevo embajador de Marruecos ante la Santa Sede, el Papa destacó el importante papel de este país en la promoción del diálogo entre las distintas religiones y culturas de los hombres de nuestro tiempo. Gracias a su posición geográfica y a su historia - recordó Juan Pablo II - Marruecos es tierra de encuentro y como un puente, por un lado, hacia Europa occidental y, por otro hacia la parte subsahariana de África, que los movimientos migratorios acercan al Magreb. El Santo Padre destacó la "larga tradición de tolerancia y apertura religiosa" de Marruecos donde "fieles de distintas religiones viven en el respeto mutuo, sin impedir las libertades fundamentales los unos a los otros, mostrando también que es posible que creyentes de tradiciones religiosas diferentes entre sí puedan vivir en paz en la misma tierra". Y, en este contexto recordando su Mensaje para la Jornada de la Paz 2001, el Pontífice reiteró que "si es importante, por un lado, saber apreciar los valores de la propia cultura, por otro es preciso tomar conciencia de que cada cultura, siendo un producto típicamente humano e históricamente condicionado, también implica necesariamente unos límites". Y para que el sentido de pertenencia cultural no se transforme en cerrazón - hizo hincapié Juan Pablo II "un antídoto eficaz es el conocimiento sereno, no condicionado por prejuicios negativos, de las otras culturas". Antes de finalizar su discurso al nuevo embajador de Marruecos ante la Santa Sede, el Papa dirigió un saludo especial a la comunidad católica en este país y a sus pastores. Alentando a todos ellos a seguir trabajando junto con todos los marroquíes en la "construcción de un mundo de justicia y de paz, al servicio del hombre y de su desarrollo", "testimoniando el amor fraterno que Cristo nos enseña, para demostrar el amor inquebrantable de Dios a toda la humanidad".
ACOGIDA
FRATERNA DE LOS INMIGRANTES Y RESPETO DE SU IDENTIDAD CULTURAL Juan Pablo II recibió el lunes en audiencia en la Sala Clementina del Vaticano a los participantes en la Asamblea Plenaria del Consejo Pontificio para la Pastoral de los Migrantes e Itinerantes. El Papa tras agradecerles su presencia aludió al tema que desde ese mismo día debatirían: "El mundo del mar", ha recordado las palabras de san Agustín "Contemplando la grandeza del mar que nos rodea, me asombro, admiro; busco el autor". Estas palabras, dijo Juan Pablo II, sintetizan el planteamiento del cristiano ante lo creado, gran don de Dios a la humanidad, y especialmente ante la majestuosidad y belleza del mar. Juan Pablo II evidenció que el incremento de la movilidad humana y el proceso de globalización han influido notablemente en los movimientos migratorios y turísticos y sobre las gentes del mar. Han aumentado las ocasiones de encontrarse. Pero se registran también efectos negativos, separaciones dolorosas y situaciones complejas y difíciles. A este respecto el Papa enumeró algunos ejemplos y expresó que no se pueden olvidar aquellas particulares ofertas turísticas de "paraísos artificiales", donde se explotan, con la única finalidad comercial, poblaciones y culturas locales en beneficio de un turismo que, en algunos casos, no respeta ni los más elementales derechos humanos de las personas del lugar. "Es importante que no falte, subrayó el Santo Padre, a cuantos conforman la gran familia del mar la ayuda espiritual. Hay que ofrecerles la oportunidad de encontrar a Dios y de descubrir en Él el verdadero sentido de la vida. Es obligación de los creyentes testimoniar que los hombres y mujeres están llamados a vivir en todas partes una "humanidad nueva", reconciliada con Dios". Y tras recordar a los participantes en la Plenaria del Consejo Pontificio para la Pastoral de los migrantes e itinerantes la importancia de agentes de pastoral en medio de los que se van de vacaciones, el Papa subrayó que es importante que no falte a los migrantes una acogida fraterna y una adecuada asistencia religiosa, de manera que se sientan comprendidos en sus problemas y acogidos en una sociedad que respete su identidad cultural. Los mismos migrantes, que se arriesgan a bordo de naves inseguras, no deben ser abandonados. En cada situación, prosiguió diciendo el Pontífice, será necesario asegurar condiciones de trabajo más justas y respetuosas según las exigencias individuales y familiares, y al mismo tiempo habrá que esforzarse para proponer adecuadas oportunidades para que puedan cultivar la propia fe y la práctica religiosa. Para alcanzar tal fin, terminó diciendo el Papa, son útiles las normas vigentes, presentes en la Carta apostólica Stella Maris y en la Instrucción De pastorali migratorum cura, de la que se está preparando una edición actualizada, así como las indicaciones del documento Orientaciones para la Pastoral del Turismo. Y no hay que olvidar la urgente necesidad de formar a los fieles laicos, llamados a trabajar en este ámbito apostólico, y suscitar un renovado conocimiento en las Comunidades cristianas sobre los problemas de la movilidad humana mediante una constante actualización. Encomiendo -dijo el Papa- los trabajos de vuestro encuentro a la maternal protección de María Stella Maris.
PROCLAMAR
A CRISTO ES REVELAR A LAS PERSONAS SU INALIENABLE DIGNIDAD La misión pastoral de la Iglesia en Nigeria en el Tercer milenio cristiano abarca la nueva Evangelización y las responsabilidades de la Iglesia en la sociedad civil. Este fue uno de los conceptos que Juan Pablo II resaltó en su discurso al segundo grupo de Obispos nigerianos que finalizaron esta semana su Visita ad Limina Apostolorum. "Dos amplios sectores abarcan el impulso de la misión pastoral de la Iglesia en Nigeria en el Tercer milenio cristiano, la nueva Evangelización y las responsabilidades de la Iglesia en la sociedad civil". Tras reiterar que la expresión "Iglesia como Familia de Dios", surgida en la Asamblea Especial para África del Sínodo de los Obispos, es una expresión de la naturaleza de la Iglesia particularmente apropiada para el continente africano, el Papa pone de relieve que en efecto, "toda la sociedad se beneficia cuando la proclamación y la catequesis contribuyen al crecimiento de la Iglesia como familia". "Se fortalecen los cimientos de la armonía entre los distintos grupos étnicos; se alienta la reconciliación; aumenta la solidaridad y el anhelo de compartir los recursos; y la vida de la sociedad se impregna cada vez más con la conciencia de las obligaciones que manan de la dignidad que Dios ha dado a cada vida humana". El Papa, haciendo hincapié en que "la misión de la Iglesia en Nigeria, y en todos los países, mana de su verdadera naturaleza como sacramento de unión con Dios y de unión de todos los miembros de la familia humana", señaló una vez más que "las diferencias no deben ser vistas como una razón de conflicto o tensión, sino como fuente de fortalecimiento y unidad en la legítima diversidad". ¿No son acaso - preguntó el Santo Padre - la armonía, la unidad, la generosidad y la cooperación signos de una familia sana? Y, poniendo de relieve la necesidad de un diálogo abierto y sincero entre los cristianos y los creyentes de otras religiones, el Papa señaló que es una interpretación errónea o incompleta de la inculturación o del ecumenismo pensar que la Iglesia debe renunciar a su compromiso de evangelizar. Compromiso que es un elemento esencial de la identidad católica. En este contexto, Juan Pablo II afirmó que, aun demostrando gran respeto y estima para con los no cristianos y para con las religiones profesadas en África, la Iglesia no puede fallar en su misión de llevar la Buena Nueva a los millones de personas que todavía no conocen el mensaje de salvación de Cristo. Además, subrayó también el Santo Padre, la "evangelización y el progreso integral de la persona humana, el desarrollo de cada persona y de toda la persona, están íntimamente ligados entre sí". Retomando su Exhortación post-sinodal 'Ecclesia in Africa', Juan Pablo II reiteró que "proclamar a Jesucristo significa revelar a las personas su inalienable dignidad" y que "el desarrollo integral implica el respeto de la dignidad humana, que se puede alcanzar sólo en la justicia y la paz". Una vez más, el Papa recordó que precisamente este lazo entre evangelización y desarrollo humano explica la presencia de la Iglesia en el campo social. Y que, siguiendo el ejemplo del Señor, la misma Iglesia ejerce su papel profético en beneficio de todas las personas. "De modo especial, de los pobres, los que sufren, los indefensos. La Iglesia se vuelve voz de los que no tienen voz e insiste en que la dignidad de la persona humana debe ser siempre el centro de los programas nacionales e internacionales. Para ello, la Iglesia interpela las conciencias de los jefes de estado y de todos los responsables del bien común, para que se garantice cada vez más la libertad y el desarrollo de los pueblos". Proclamar la Buena Nueva - señaló el Papa - implica asimismo la promoción de iniciativas que contribuyan al progreso y enaltecimiento de los pueblos en su existencia espiritual y material, denunciando y combatiendo todo lo que degrada o destruye a la persona humana. En este contexto, Juan Pablo II hizo hincapié en la importancia del testimonio cristiano y de anunciar el Evangelio de forma positiva, a tiempo y a destiempo, para que la Familia de Dios, que es la Iglesia, se fortalezca en la caridad y en la verdad, al servicio de toda la familia humana en sus legítimos anhelos de mayor justicia, libertad y paz.
DIGNIDAD Y VIDA HUMANA AMENAZADAS EN CAMPO DE LA MEDICINA E INVESTIGACIÓN
BIOMÉDICA El Papa ve peligrosamente amenazadas la dignidad y la vida del hombre en el campo de la medicina y de la investigación biomédica. Esta fue una de las conclusiones del Papa en su discurso, el jueves, a los participantes en la Asamblea Plenaria del Consejo Pontificio para la Pastoral de la Salud. Juan Pablo II recibió el jueves en el Vaticano a los participantes en la Asamblea Plenaria del Consejo Pontificio para la Pastoral de la Salud. El Papa destacó la importante tarea desarrollada por este dicasterio que confirma -dijo- cuánto sea necesario, a la vista del trabajo realizado en sus 17 años de actividad. El Santo Padre les animó a proseguir con ardor y confianza este camino, ofreciendo a los hombres de nuestro tiempo "el Evangelio de la misericordia y de la esperanza". Haciendo referencia a la Carta apostólica "Novo millennio ineunte", la Asamblea se pone como objetivo el de "mostrar el Rostro de Cristo doliente y glorioso, iluminando con el Evangelio el mundo de la Salud, el del sufrimiento y el de la enfermedad. Santificando al enfermo y a los agentes de la salud. Y promoviendo la coordinación de la pastoral de la salud en la Iglesia. "En el rostro doliente del Viernes Santo -explicó el Santo Padre- está escondida la vida de Dios ofrecida para la salvación del mundo. Mediante el Crucifijo, nuestra contemplación debe abrirse al Resucitado. Confortada por esta experiencia, la Iglesia está siempre preparada a emprender su camino para anunciar a Cristo en el mundo". Más adelante, el Santo Padre subrayó que "las nuevas fronteras abiertas por el progreso de las ciencias de la vida y las aplicaciones que derivan de ello, han puesto en las manos del hombre y le han dado un poder y una responsabilidad enormes". "Si prevalecerá la cultura de la muerte, si en el campo de la medicina y de la investigación biomédica los hombres se dejarán condicionar por opciones egoístas o ambiciones desmesuradas, ha puntualizado el Pontífice, será inevitable que la dignidad humana y la vida misma sean peligrosamente amenazadas"."Si, por el contrario, el trabajo en este importante sector de la salud será enfocado hacia la cultura de la vida, en la guía de la recta conciencia, el hombre encontrará respuestas válidas a sus esperanzas más profundas". El ámbito de la salud y del sufrimiento están hoy, pues, frente a nuevos y complejos problemas, que requieren un compromiso coral por parte de todos, dijo el Papa, que señaló que "es cada vez menor el número de religiosas en este campo, que no es fácil el ministerio de los capellanes de hospital, que es difícil organizar a nivel de las Iglesias locales adecuadas y incisivas pastorales de la salud, y que en algunas ocasiones es problemática también la relación con el personal de los hospitales". Sin embargo, Juan Pablo II confió en que, fiel a su misión, el dicasterio de la Salud proseguirá manifestando la solicitud pastoral de la Iglesia por los enfermos y ayudará a los que se cuidan de ellos, de modo particular a todos los que trabajan en los hospitales, a tener siempre una postura de respecto por la vida y por la dignidad del ser humano. El Papa dijo que para conseguir estos objetivos útiles resultará necesaria una estrecha y generosa colaboración con las organizaciones internacionales de la salud.
PRIMERA VISITA DE UN PONTÍFICE A LA ISLA ITALIANA DE ISCHIA Juan Pablo II se desplazó el domingo a la diócesis italiana de Ischia, cerca de Nápoles, para realizar su Visita Pastoral, cuyo lema fue "Bendito el que viene en nombre del Señor". El Papa salió del Vaticano a las 9 de la mañana en helicóptero llegando una hora después a un helipuerto preparado especialmente para esta ocasión en Casamicciola, localidad de la misma isla. Es la primera vez que un Pontífice visita la Isla de Ischia, y para preparar este magno acontecimiento el obispo de la diócesis, monseñor Strofaldi había escrito una carta pastoral a sus feligreses con el título "Esperando a Pedro el pescador", en la cual les exhortaba a construir la "Iglesia Comunión" en torno al Sucesor del Príncipe de los Apóstoles y reflexionaba sobre la figura del Pontífice y su misión en la Iglesia. Juan Pablo II comenzó su Visita Pastoral presidiendo la concelebración de la Santa Misa a las 10,30 en la explanada Aragonese en Ischia-Ponte. "Queridos, glorificad en vuestros corazones a Cristo Señor y estad siempre prontos para dar razón de vuestra esperanza a todo el que os la pidiera". Con estas palabras inició el Papa su homilía saludando después con afecto a todos los presentes a los que agradeció la calurosa acogida que le habían dispensado. Después el Santo Padre les dirigió tres palabras importantes tomadas de las lecturas bíblicas de este día. La primera fue "¡escucha!", porque de la escucha del testigo de Jesús, que habla de él, procede el gozo. "Comunidad cristiana de Ischia, les dijo, permanece a la escucha de la palabra de Dios, así podrás cumplir con tu misión, caminando bajo la acción del Espíritu Santo". La segunda palabra que el Papa les dirigió fue ¡acoge!. "Vuestra isla de Ischia, continuó Juan Pablo II, conoce bien el valor de la acogida", podéis convertiros en un "laboratorio privilegiado de ese tipo de acogida que los discípulos de Jesús están llamados a ofrecer a todos, de cualquier país o cultura provengan". La última palabra subrayada por el Pontífice fue ¡ama!. "La escucha y la acogida abren el corazón al amor". Como decía hoy San Juan, continuó el Papa, "el amor es el pleno cumplimiento de la vocación de la persona según el designio de Dios. Cuando uno se siente amado es más fácil sentirse impulsado a amar". "Es de este amor del que la humanidad, hoy quizá más que nunca, está necesitada, porque sólo el amor es creíble". Juan Pablo II concluyó su homilía invitándoles a "ser fieles y obedientes a la Palabra de Dios convirtiéndose en laboratorio de paz y de auténtico amor. Sed una comunidad que sabe escuchar, una tierra preparada para acoger, una familia que se esfuerza a amar a todos en Cristo". "Que el soplo del Espíritu de Cristo te impulse hacia los horizontes sin fin de la santidad. No temas, sino con fe navega mar adentro. Avanza confiada. Siempre".
REGINA COELI: PAZ Y SEGURIDAD PARA TIERRA SANTA El Santo Padre recordó "la difícil situación que viven numerosos pueblos en el mundo" antes del rezo mariano del Regina Coeli, y confió a la Virgen la petición de paz y seguridad para Tierra Santa. A mediodía, al final de la solemne celebración eucarística, el Santo Padre, antes del rezo mariano del Regina Coeli, encomendó a la protección de la Virgen la población de toda la región de la Campania y especialmente a los fieles de Ischia que honran a la Madre de Dios como Señora de la isla. La "Tutta Pulchra, la tutta Bella", la criatura a través de la cual, Dios ha ido al encuentro de la humanidad en la forma más sublime. "María -explicó el Santo Padre- es el Arca de la Alianza en la cual se encuentran la tierra y el cielo: la naturaleza humana y la naturaleza divina en la persona del Hijo de Dios. "En Ella se refleja el rostro luminoso de Cristo. Si la seguimos dócilmente, dijo Juan Pablo II, la Virgen nos conduce a Jesús". Y en este camino contemplativo, el Pontífice invitó a los fieles a rezar el Santo Rosario durante el mes de mayo. "Esta práctica tradicional -precisó el Papa- es seguramente una ayuda validísima para contemplar los misterios de la vida de Cristo". Y hablando del Rosario, el Santo Padre citó el Santuario de Pompeya, que se encuentra en frente a la misma isla de Ischia y que es el corazón mariano de la región de la Campania al cual el Papa espera poder volver si Dios se lo permite. Después el Santo Padre unió su corazón a la exultación de los hermanos orientales que el domingo celebraban la Pascua ortodoxa. "Recemos a nuestro común Señor para que cuanto antes -dijo- todos los cristianos podamos experimentar la alegría de la plena unidad". Luego, una vez más Juan Pablo pidió la intercesión de la Virgen para que conceda la paz en el mundo, recordando especialmente la crisis medioriental. "Está siempre presente en mi corazón la difícil situación que viven muchas poblaciones en el mundo. Quisiera presentar a la Virgen la petición de seguridad y de paz que viene insistentemente de tantas partes y especialmente de Tierra Santa." Juan Pablo II almorzó con los obispos de la región de Campania. Y por la tarde, a las cinco, se celebró un encuentro con los jóvenes en la explanada de Soccorso en Forío, otra localidad de la misma isla, para emprender luego su viaje de regreso a la Ciudad del Vaticano.
MISERICORDIA DEI: EXCEPCIONALIDAD DE LA ABSOLUCIÓN COLECTIVA "La confesión individual e íntegra y la absolución constituyen el único modo ordinario con el que un fiel consciente de que está en pecado grave se reconcilia con Dios y con la Iglesia; sólo la imposibilidad física o moral excusa de esa confesión". Esta es la afirmación del Santo Padre en su Carta Apostólica "Misericordia Dei", que fue presentada el jueves en la Oficina de Prensa de la Santa Sede. Los únicos casos en los que puede admitirse la absolución a más de un penitente son: la amenaza de un peligro de muerte y la existencia de una grave necesidad que serían situaciones excepcionales como las que suelen producirse en territorios de misión o en comunidades aisladas. La presentación de la Carta Apostólica en forma de "Motu Proprio" Misericordia Dei sobre algunos aspectos de la celebración del sacramento de la Penitencia, estuvo a cargo del cardenal Joseph Ratzinger, prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe; el cardenal Jorge Arturo Medina Estévez, prefecto de la Congregación para el Culto Divino y la Disciplina de los Sacramentos y monseñor Julián Herranz, presidente del Consejo Pontificio para los textos legislativos. El Papa justifica la necesidad de esta Carta Apostólica dado que en "algunas regiones se observa la tendencia al abandono de la confesión personal, junto con el recurso abusivo a la absolución general o colectiva, de tal modo que ésta no aparece como medio extraordinario en situaciones completamente excepcionales". "La celebración del sacramento de la Penitencia, en el curso de los siglos, ha asumido diversas formas expresivas, pero siempre ha conservado la misma estructura fundamental, que comprende necesariamente, además de la intervención del ministro -solamente un obispo o un presbítero, que juzga y absuelve, atiende y cura en el nombre de Cristo-, los actos del penitente: la contrición, la confesión y la satisfacción". Juan Pablo II dirige una insistente invitación a los obispos y presbíteros a reforzar solícitamente el sacramento de la Reconciliación, como exigencia de auténtica caridad y verdadera justicia pastoral y les recuerda que todo fiel, con las debidas disposiciones interiores, tiene derecho a recibir personalmente la gracia sacramental. En su Carta el Papa invita a los sacerdotes a mostrarse siempre y totalmente dispuestos a administrar el sacramento de la Penitencia y recomienda que se verifique periódicamente que se den de hecho las máximas facilidades posibles para la confesión de los fieles. En cuanto al carácter de excepcionalidad de la absolución a más de un penitente, sin confesión individual previa, Juan Pablo II reitera que únicamente puede producirse en dos casos: peligro de muerte, en el no haya tiempo para que el sacerdote oiga en confesión a cada penitente o haya una grave necesidad, es decir, cuando, teniendo en cuenta el número de penitentes, no haya bastantes confesores para oír debidamente la confesión de cada uno dentro de un tiempo razonable, de manera que los penitentes se verían privados durante notable tiempo de gracia sacramental o de la sagrada comunión. En este último caso de grave necesidad se precisa que se trata de situaciones excepcionales, como las que suelen producirse en territorios de misión o en comunidades de fieles aisladas, donde el sacerdote sólo puede pasar una o pocas veces al año, o cuando lo permitan las condiciones bélicas, meteorológicas u otras parecidas. Sobre este aspecto, la Carta especifica que "una gran concurrencia de penitentes no constituye, por sí sola, suficiente necesidad, no sólo en una fiesta solemne o peregrinación, y ni siquiera por turismo u otras razones parecidas, debidas a la creciente movilidad de las personas". Para juzgar cuando se dan las condiciones que conlleven el carácter de excepcionalidad únicamente puede hacerlo el obispo diocesano. En cuanto a las disposiciones personales de los penitentes el documento recuerda una serie de premisas. Una de ellas es que para que el fiel reciba válidamente la absolución sacramental dada a varios a la vez, se requiere que esté debidamente dispuesto, y que se proponga hacer en su debido tiempo la confesión individual de todos los pecados graves que en las presentes circunstancias no ha podido confesar. Además de recomendar el acto de contrición, incluso en el caso de inminente peligro de muerte, el documento reafirma que no pueden recibir validamente la absolución los penitentes que viven habitualmente en estado de pecado grave y no tienen intención de cambiar su situación. Durante la conferencia de prensa de presentación, el cardenal Ratzinger definió el frecuente recurso a la absolución colectiva que viene dándose en las últimas décadas como un abuso que ha contribuido a la progresiva desaparición de este sacramento en algunas partes de la Iglesia. "El nuevo motu propio "Misericordia Dei" concretiza teológica, pastoral y jurídicamente algunos importantes aspectos de la praxis de este sacramento. El motu propio subraya, sobre todo, el carácter totalmente personal del sacramento de la penitencia. Así como deber ser personal también nuestra curación, el perdón. La absolución colectiva es una forma extraordinaria y posible sólo en determinados casos de necesidad". Durante su intervención monseñor Julián Herranz describió como "infarto espiritual", la situación que se crea cuando se reducen a la funcionalidad mínima los canales divinos de la gracia santificante que son los sacramentos "instituidos por Cristo y confiados a la Iglesia, a través de los cuales nos viene prolongada la vida divina".
JUAN
PABLO II LIBRERIA EDITRICE VATICANA Por la misericordia de Dios, Padre que reconcilia, el Verbo se encarnó en el vientre purísimo de la Santísima Virgen María para salvar "a su pueblo de sus pecados" (Mt 1,21) y abrirle "el camino de la salvación".1 San Juan Bautista confirma esta misión indicando a Jesús como "el Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo" (Jn 1,29). Toda la obra y predicación del Precursor es una llamada enérgica y ardiente a la penitencia y a la conversión, cuyo signo es el bautismo administrado en las aguas del Jordán. El mismo Jesús se somete a aquel rito penitencial (cf. Mt 3, 13-17), no porque haya pecado, sino porque "se deja contar entre los pecadores; es ya "el cordero de Dios que quita el pecado del mundo" (Jn 1,29); anticipa ya el "bautismo" de su muerte sangrienta".2 La salvación es, pues y ante todo, redención del pecado como impedimento para la amistad con Dios, y liberación del estado de esclavitud en la que se encuentra al hombre que ha cedido a la tentación del Maligno y ha perdido la libertad de los hijos de Dios (cf.Rm 8,21). La misión confiada por Cristo a los Apóstoles es el anuncio del Reino de Dios y la predicación del Evangelio con vistas a la conversión (cf. Mc 16,15; Mt 28,18-20). La tarde del día mismo de su Resurrección, cuando es inminente el comienzo de la misión apostólica, Jesús da a los Apóstoles, por la fuerza del Espíritu Santo, el poder de reconciliar con Dios y con la Iglesia a los pecadores arrepentidos: "Recibid el Espíritu Santo. A quienes perdonéis los pecados, les quedan perdonados; a quienes se los retengáis, les quedan retenidos" (Jn 20,22-23).3 A lo largo de la historia y en la praxis constante de la Iglesia, el "ministerio de la reconciliación" (2 Co 5,18), concedida mediante los sacramentos del Bautismo y de la Penitencia, se ha sentido siempre como una tarea pastoral muy relevante, realizada por obediencia al mandato de Jesús como parte esencial del ministerio sacerdotal. La celebración del sacramento de la Penitencia ha tenido en el curso de los siglos un desarrollo que ha asumido diversas formas expresivas, conservando siempre, sin embargo, la misma estructura fundamental, que comprende necesariamente, además de la intervención del ministro -solamente un Obispo o un presbítero, que juzga y absuelve, atiende y cura en el nombre de Cristo-, los actos del penitente: la contrición, la confesión y la satisfacción. En la Carta apostólica Novo millennio ineunte he escrito: "Deseo pedir, además, una renovada valentía pastoral para que la pedagogía cotidiana de la comunidad cristiana sepa proponer de manera convincente y eficaz la práctica del Sacramento de la Reconciliación. Como se recordará, en 1984 intervine sobre este tema con la Exhortación postsinodal Reconciliatio et paenitentia, que recogía los frutos de la reflexión de una Asamblea general del Sínodo de los Obispos, dedicada a esta problemática. Entonces invitaba a esforzarse por todos los medios para afrontar la crisis del "sentido del pecado" [...]. Cuando el mencionado Sínodo afrontó el problema, era patente a todos la crisis del Sacramento, especialmente en algunas regiones del mundo. Los motivos que lo originan no se han desvanecido en este breve lapso de tiempo. Pero el Año jubilar, que se ha caracterizado particularmente por el recurso a la Penitencia sacramental nos ha ofrecido un mensaje alentador, que no se ha de desperdiciar: si muchos, entre ellos tantos jóvenes, se han acercado con fruto a este sacramento, probablemente es necesario que los Pastores tengan mayor confianza, creatividad y perseverancia en presentarlo y valorizarlo".4 Con estas palabras pretendía y pretendo dar ánimos y, al mismo tiempo, dirigir una insistente invitación a mis hermanos Obispos -y, a través de ellos, a todos los presbíteros- a reforzar solícitamente el sacramento de la Reconciliación, incluso como exigencia de auténtica caridad y verdadera justicia pastoral,5 recordándoles que todo fiel, con las debidas disposiciones interiores, tiene derecho a recibir personalmente la gracia sacramental. A fin de que el discernimiento sobre las disposiciones de los penitentes en orden a la absolución o no, y a la imposición de la penitencia oportuna por parte del ministro del Sacramento, hace falta que el fiel, además de la conciencia de los pecados cometidos, del dolor por ellos y de la voluntad de no recaer más,6 confiese sus pecados. En este sentido, el Concilio de Trento declaró que es necesario "de derecho divino confesar todos y cada uno de los pecados mortales".7 La Iglesia ha visto siempre un nexo esencial entre el juicio confiado a los sacerdotes en este Sacramento y la necesidad de que los penitentes manifiesten sus propios pecados,8 excepto en caso de imposibilidad. Por lo tanto, la confesión completa de los pecados graves, siendo por institución divina parte constitutiva del Sacramento, en modo alguno puede quedar confiada al libre juicio de los Pastores (dispensa, interpretación, costumbres locales, etc.). La Autoridad eclesiástica competente sólo especifica -en las relativas normas disciplinares- los criterios para distinguir la imposibilidad real de confesar los pecados, respecto a otras situaciones en las que la imposibilidad es únicamente aparente o, en todo caso, superable. En las circunstancias pastorales actuales, atendiendo a las expresas preocupaciones de numerosos hermanos en el Episcopado, considero conveniente volver a recordar algunas leyes canónicas vigentes sobre la celebración de este sacramento, precisando algún aspecto del mismo, para favorecer -en espíritu de comunión con la responsabilidad propia de todo el Episcopado9- su mejor administración. Se trata de hacer efectiva y de tutelar una celebración cada vez más fiel, y por tanto más fructífera, del don confiado a la Iglesia por el Señor Jesús después de la resurrección (cf. Jn 20,19-23). Todo esto resulta especialmente necesario, dado que en algunas regiones se observa la tendencia al abandono de la confesión personal, junto con el recurso abusivo a la "absolución general" o "colectiva", de tal modo que ésta no aparece como medio extraordinario en situaciones completamente excepcionales. Basándose en una ampliación arbitraria del requisito de la grave necesidad,10 se pierde de vista en la práctica la fidelidad a la configuración divina del Sacramento y, concretamente, la necesidad de la confesión individual, con daños graves para la vida espiritual de los fieles y la santidad de la Iglesia. Así pues, tras haber oído el parecer de la Congregación para la Doctrina de la fe, la Congregación para el Culto divino y la disciplina de los sacramentos y el Consejo Pontificio para los Textos legislativos, además de las consideraciones de los venerables Hermanos Cardenales que presiden los Dicasterios de la Curia Romana, reiterando la doctrina católica sobre el sacramento de la Penitencia y la Reconciliación expuesta sintéticamente en el Catecismo de la Iglesia Católica,11 consciente de mi responsabilidad pastoral y con plena conciencia de la necesidad y eficacia siempre actual de este Sacramento, dispongo cuanto sigue:
1. Los Ordinarios han de recordar a todos los ministros del sacramento
de la Penitencia que la ley universal de la Iglesia ha reiterado,
en aplicación de la doctrina católica sobre este punto,
que: Además, todos los sacerdotes que tienen la facultad de administrar el sacramento de la Penitencia, muéstrense siempre y totalmente dispuestos a administrarlo cada vez que los fieles lo soliciten razonablemente.14 La falta de disponibilidad para acoger a las ovejas descarriadas, e incluso para ir en su búsqueda y poder devolverlas al redil, sería un signo doloroso de falta de sentido pastoral en quien, por la ordenación sacerdotal, tiene que llevar en sí la imagen del Buen Pastor. 2. Los Ordinarios del lugar, así como los párrocos y los rectores de iglesias y santuarios, deben verificar periódicamente que se den de hecho las máximas facilidades posibles para la confesión de los fieles. En particular, se recomienda la presencia visible de los confesores en los lugares de culto durante los horarios previstos, la adecuación de estos horarios a la situación real de los penitentes y la especial disponibilidad para confesar antes de las Misas y también, para atender a las necesidades de los fieles, durante la celebración de la Santa Misa, si hay otros sacerdotes disponibles.15 3. Dado que "el fiel está obligado a confesar según su especie y número todos los pecados graves cometidos después del Bautismo y aún no perdonados por la potestad de las llaves de la Iglesia ni acusados en la confesión individual, de los cuales tenga conciencia después de un examen diligente",16 se reprueba cualquier uso que restrinja la confesión a una acusación genérica o limitada a sólo uno o más pecados considerados más significativos. Por otro lado, teniendo en cuenta la vocación de todos los fieles a la santidad, se les recomienda confesar también los pecados veniales.17 4.
La absolución a más de un penitente a la vez, sin confesión
individual previa, prevista en el can. 961 del Código de Derecho
Canónico, ha ser entendida y aplicada rectamente a la luz y
en el contexto de las normas precedentemente enunciadas. En efecto,
dicha absolución "tiene un carácter de excepcionalidad"18
y no puede impartirse "con carácter general a no ser que:
Sobre el caso de grave necesidad, se precisa cuanto sigue: 5. Juzgar si se dan las condiciones requeridas según el can. 961, § 1, 2º, no corresponde al confesor, sino al Obispo diocesano, "el cual, teniendo en cuenta los criterios acordados con los demás miembros de la Conferencia Episcopal, puede determinar los casos en que se verifica esa necesidad".21 Estos criterios pastorales deben ser expresión del deseo de buscar la plena fidelidad, en las circunstancias del respectivo territorio, a los criterios de fondo expuestos en la disciplina universal de la Iglesia, los cuales, por lo demás, se fundan en las exigencias que se derivan del sacramento mismo de la Penitencia en su divina institución. 6. Siendo de importancia fundamental, en una materia tan esencial para la vida de la Iglesia, la total armonía entre los diversos Episcopados del mundo, las Conferencias Episcopales, según lo dispuesto en el can. 455, §2 del C.I.C., enviarán cuanto antes a la Congregación para el Culto divino y la disciplina de los sacramentos el texto de las normas que piensan emanar o actualizar, a la luz del presente Motu proprio, sobre la aplicación del can. 961 del C.I.C. Esto favorecerá una mayor comunión entre los Obispos de toda la Iglesia, impulsando por doquier a los fieles a acercarse con provecho a las fuentes de la misericordia divina, siempre rebosantes en el sacramento de la Reconciliación. Desde esta perspectiva de comunión será también oportuno que los Obispos diocesanos informen a las respectivas Conferencias Episcopales acerca de si se dan o no, en el ámbito de su jurisdicción, casos de grave necesidad. Será además deber de las Conferencias Episcopales informar a la mencionada Congregación acerca de la situación de hecho existente en su territorio y sobre los eventuales cambios que después se produzcan. 7.
Por lo que se refiere a las disposiciones personales de los penitentes,
se recuerda que: 1Misal
Romano, Prefacio del Adviento I.
El Papa envió un Mensaje a los miembros del Movimiento Juvenil de la Obra de Don Guanella, de Italia, quienes durante el fin de semana habían celebrado un encuentro nacional. "Significativa etapa de preparación para la próxima Jornada Mundial de la Juventud de Toronto", destaca Juan Pablo II que les invita a esta cita y recuerda también el inolvidable encuentro con los jóvenes de todo el mundo que tuvo lugar en Roma en el marco del Año dos mil. El Papa, expresando su satisfacción por los temas en los que estos jóvenes han profundizado, basados en la experiencia de los beatos Don Luigi Guanella y Sor Clara Bosatta, los alienta a seguir sin incertidumbres la escuela de santidad de estos "dos verdaderos discípulos del Señor", en particular "a través de la dedicación a los últimos y abandonados, movidos por su plena e inquebrantable fe en la Providencia". Don Guanella y Sor Clara estaban tan fascinados por la caridad de Cristo, que se solidarizaron profundamente con el sufrimiento de los pobres, viendo resplandecer en ellos el rostro del Señor, recuerda Juan Pablo II, para luego hacer hincapié en que "este Mensaje de sensibilidad y atención al prójimo es hoy más necesario que nunca en el mundo actual, que corre el riesgo de naufragar en el egoísmo y en la indiferencia, y tiene una necesidad radical de testimonios generosos del ideal del amor y del compartir con todos, de forma especial con los hermanos más probados". Y, poniendo de relieve que se trata de un ideal elevado y comprometido, el Papa reitera que el "secreto espiritual" de los beatos Don Guanella y Sor Clara consistía en la sencillez de sus vidas, fundadas en una espiritualidad firme, hecha de oración asidua y constante referencia a la Eucaristía. En este contexto, Juan Pablo II, haciendo hincapié en que sin la oración no es posible lograr la meta de la santidad, exhorta a los miembros del Movimiento juvenil de la Obra de Don Guanella a fortalecerse en la gracia sacramental de la Eucaristía. Y, tras recomendar el encuentro con Jesús en la oración y en la Eucaristía, que los podrá iluminar e impulsar para ser sus testigos en medio de los demás jóvenes, el Santo Padre los invita a ser "misioneros del Evangelio en los ambientes en los que desarrollan sus actividades cotidianas". Llevando a todos la Palabra de Jesús, que "es palabra de vida y esperanza", de modo especial a "aquellos que están en dificultad y corren el riesgo de perder el sentido y el valor de su propia vida". Juan Pablo II concluye su Mensaje renovando el llamamiento que dirigió a los jóvenes de todo el mundo en el Gran Jubileo, para que acojan el compromiso de ser "centinelas de la mañana, en el alba del Tercer milenio". Compromiso primario, que conserva su validez y urgencia" en la actualidad, en "cuyo horizonte se asoman, lamentablemente una vez más, nubes oscuras de violencia y miedo". Hoy más que nunca reitera el Papa "se necesitan personas que vivan una vida santa, centinelas que anuncien al mundo entero una mañana nueva de esperanza, de fraternidad y de paz". A los queridos amigos del Movimiento Juvenil de Don Guanella, el Papa los exhorta a ser "sal de la tierra y luz del mundo" - tema de la próxima Jornada Mundial de la Juventud - en la escuela y en la universidad, en el mundo del trabajo y del deporte, en sus hogares y entre sus amigos.
RAVENA: MILENARIO DE LA PRIMERA IGLESIA DEDICADA A SAN ADALBERTO Se celebra este año el milenario de la construcción de la primera iglesia dedicada, en Ravena, a san Adalberto, obispo de Praga y del viaje misionero a Polonia de los monjes Giovanni di Classe y Benito de Benevento. Con tal motivo, el Santo Padre envió un mensaje al arzobispo de Ravena-Cervia, Mons. Giuseppe Verucchi, en el que recuerda estos hechos. Efectivamente, al inicio del segundo milenio la antigua y noble ciudad de Ravena se había convertido en una importante encrucijada para la fe cristiana. De allí partieron misiones apostólicas, que en pocos años, contribuyeron de manera determinante a llevar el Evangelio a Europa Oriental, donde se habían instalado los pueblos eslavo y magiar. En este contexto destaca la figura del abad Romualdo -escribe el Papa- que en la isla de Pereo había fundado una comunidad monástica. El emperador Oton III, de regreso de la peregrinación a la tumba de su antiguo maestro y amigo san Adalberto, en la ciudad polaca de Gniezno, propuso al abad la petición que le había indicado el soberano de Polonia, Boleslao I, es decir, de mandar misioneros que prosiguieran la obra de evangelización en su país, interrumpida tras la muerte violenta del obispo de Praga, Adalberto. Y así fue, como los dos monjes, Giovanni di Classe y Benito de Benevento, fueron enviados a Polonia en el año 1001. El joven emperador involucró a san Romualdo en el generoso proyecto evangelizador madurado bajo la guía del Papa Silvestre II, de promover la fe católica entre los eslavos. A tal fin, san Romualdo construyó un monasterio para la formación de los monjes destinados en misión a los países orientales de Europa. Y en el otoño de 1001, fue edificada la nueva iglesia, dedicada al mártir san Adalberto, donde fue colocada una preciosa reliquia del santo enviada desde Polonia por el mismo emperador. "Estas celebraciones milenarias -escribe Juan Pablo II- representan una singular ocasión para reflexionar sobre el patrimonio espiritual y la herencia cultural recibida de aquellos misioneros. De su estilo de vida y de su pasión por el hombre, animada por la fuerza del Evangelio, surge un precioso modelo válido para construir una sociedad fundada sobre los valores de la espiritualidad, del respeto de la persona, de la búsqueda del diálogo y de la concordia entre los individuos y los pueblos". "Toca a los cristianos de nuestro tiempo, herederos de aquel rico patrimonio de fe y civilización -subraya el Papa- responder y desarrollar hasta las últimas consecuencias su papel. A ellos se les pide, en la sociedad actual, un verdadero compromiso con el anuncio y con el testimonio del Evangelio...aquel suplemento del alma y del ánimo ideal que constituyen la garantía de un prometedor y proficuo futuro".
XC ANIVERSARIO DE FUNDACIÓN DEL SEMINARIO INTERREGIONAL DE NÁPOLES Juan Pablo II, expresando su alegría ante las celebraciones por parte de la Provincia de Italia de la Compañía de Jesús para conmemorar, en esta fecha, el 90 aniversario de fundación del Seminario Campano Interregional de Nápoles - Posillipo, envió un Mensaje, en el que recuerda el momento histórico en que fue erigido este Seminario Pontificio, por voluntad de los Obispos de la Región italiana de Campania. Señalando que el mencionado Seminario fue erigido en un contexto de grandes fermentos eclesiales y culturales, en respuesta al ardiente anhelo del Papa San Pío X, de otorgar al entonces Instituto de Estudios Teológicos una sede apropiada, el Pontífice recuerda que su predecesor confió esta obra a la Compañía de Jesús con el fin de que "los seminaristas fueran formados en la espiritualidad propia del presbiterio diocesano, a la luz de la pedagogía ignaciana". Indicando además de forma especial la tarea precisa de este Seminario, que se debía proponer "el fin altísimo de llevar a los sacerdotes a aquel grado de piedad y de doctrina que los haga ejemplares en el ejercicio de su ministerio". Ahora, después de 90 años - destaca Juan Pablo II - se pueden constatar los frutos brotados de una institución tan providencial para las Comunidades diocesanas de Campania, que ha desarrollado un papel significativo en la evangelización de toda la región, cultivando e incrementando sus tradiciones religiosas y culturales. En su Mensaje, el Papa expresa asimismo su viva gratitud a la Compañía de Jesús por el esfuerzo prodigado a lo largo de los decenios pasados para formar a los futuros pastores del Pueblo de Dios, destacando que se trata de "un precioso servicio prestado a la Iglesia, en el surco de una larga y apreciada tradición". Que esta feliz circunstancia ponga en marcha una nueva y generosa renovación espiritual en toda la Comunidad del Seminario, desea Juan Pablo II invitando a todos sus miembros a "¡Remar mar adentro!", y a afianzar ese mismo impulso en las iniciativas formativas de la institución, en sintonía con las expectativas de la Iglesia universal, proyectada hacia el Tercer milenio. Con el fin de que crezca en cada uno la adhesión a Cristo, fuente de renovada vitalidad apostólica para estar a la altura de las expectativas del mismo Pueblo de Dios en nuestro tiempo, Juan Pablo II señala que "hoy como en el pasado, el sacerdote para poder realizar su propia vocación, debe cultivar ante todo una intima y constante familiaridad con el Divino Maestro. Sólo así su ministerio podrá ser animado por una pasión ardiente por el Evangelio y por la salvación del mundo". El Mensaje del Santo Padre finaliza rogando a la Virgen María para que extienda su protección maternal sobre el Seminario Campano Interregional, asista a la Provincia Italiana de la Compañía de Jesús y la ayude en su camino manteniéndose siempre fiel al carisma ignaciano.
PROGRAMA DEL VIAJE PASTORAL DEL PAPA A AZERBAIYÁN Y BULGARIA El martes se hizo público el programa del próximo viaje pastoral del Papa a la república musulmana de Azerbaiyán y a Bulgaria, país de mayoría ortodoxa. El viaje, que tendrá lugar del 22 al próximo 26 de mayo, empezará en la ciudad azerbaiyana de Bakú, donde el Pontífice llegará el mismo día 22. El Santo Padre visitará el monumento a los caídos por la independencia y la residencia presidencial donde se entrevistará con el jefe del estado azerbayano. Acto seguido se celebrará un encuentro con los jefes religiosos del país, así como otro con los representantes políticos y del mundo de la cultura y el arte. Al día siguiente, el Papa celebrará la misa en el estadio de la ciudad, encontrará a la comunidad salesiana y por la tarde al jefe de los musulmanes del Cáucaso, al obispo ortodoxo de Bakú y al presidente de la Comunidad judía. Antes del anochecer Su Santidad tomará el avión hacia Sofía. Juan Pablo II llegará a la capital de Bulgaria después de una hora de vuelo. Tras el recibimiento protocolario en el aeropuerto, los verdaderos actos oficiales tendrán lugar al día siguiente, 24 de mayo. El Santo Padre será recibido en el palacio presidencial en el que rendirá visita de cortesía al presidente de la República, visitará la catedral patriarcal de san Alexander Nevski en la fiesta de los santos Cirilio y Metodio, visitara al patriarca, Maxim, y al Santo Sínodo en el palacio patriarcal de Sofía, comerá con los obispos católicos y por la tarde tendrá un encuentro con la comunidad judía búlgara y con los representantes de la cultura. El sábado el Santo Padre viajará a Rila en peregrinación al monasterio de san Juan donde encontrará previamente al primer ministro bulgaro. Por la tarde de regreso a Sofía, el Pontífice se entrevistará con el gran mufti y con algunos representantes de la comunidad musulmana, en la nunciatura. En el mismo lugar más tarde encontrará a los representantes de las iglesias evangélicas. El domingo, Juan Pablo II viajará a Plovdiv para una misa de beatificación en la plaza central de la ciudad. Por la tarde, regresará a Sofía para un encuentro final con los jóvenes en la catedral de san Luis, antes de regresar a Roma.
EL CARDENAL ETCHEGARAY EN "MISIÓN ESPECIAL" A TIERRA SANTA Sumamente preocupado por la crisis de Oriente Medio, deseoso de que cuanto antes reine la paz en Tierra Santa y puedan convivir en la misma tierra las comunidades cristianas y los pueblos palestino e israelí, el Papa envió en misión especial a Jerusalén a su Eminencia el cardenal Roger Etchegaray, presidente emérito del Consejo Pontificio Justicia y Paz y del Consejo Pontificio "Cor Unum". La noticia fue anunciada el martes por el director de la oficina de prensa de la Santa Sede, Joaquín Navarro Valls, que ha indicaba que el purpurado partiría de Roma el día 1 de mayo. En Jerusalén, el cardenal Etchegaray sería huésped del representante pontificio, Mons. Pietro Sambi y mantendría encuentros con representantes judíos y palestinos. El domingo estaba prevista la celebración de una misa en la sede del patriarcado latino. Tras su llegada a Tierra Santa, el cardenal Etchegaray hizo una declaración, en la que reafirmaba su viaje en misión espiritual, a proclamar la Buena Nueva de la Paz, del Amor y de la Misericordia. Que venía en nombre del Evangelio, mandado por Juan Pablo II, que obstinadamente no ha cesado de testimoniar su respeto y confianza a los dos pueblos, el palestino y el israelí, que hoy están separados por la destrucción, pero que están unidos por la misma aspiración profunda de vivir en libertad, justicia y seguridad. El cardenal Etchegaray insistió en que venía a Jerusalén para pedir que se haga todo lo posible para arreglar la trágica situación en Belén y para que la Basílica de la Natividad sea restituida a Dios y a los creyentes. "Todo puede ser posible -dijo- si los hombres creen en los hombres, y se sigue el camino del Amor y no el de la violencia". El cardenal Etchegaray fue recibido por el presidente israelí Moshe Katzav y por la tarde por el líder palestino Yaser Arafat. El miércoles, los religiosos franciscanos de la Custodia de Tierra Santa informaron de que en ocasión de la llegada del Cardenal Etchegaray, se iban a celebrar cien Misas en cada uno de los tres Santuarios -en Belén, en Basílica de La Natividad; en Nazaret, en la Basílica de la Encarnación; y en el Santo Sepulcro, donde Jesús nos redimió con su Muerte y Resurreción. Misas, según las intenciones del Papa, en sufragio por las víctimas y para el consuelo de las familias sacudidas por esta inhumana tragedia".
ANUARIO ESTADÍSTICO DE LA IGLESIA Ha sido presentado el Anuario Estadístico de la Iglesia que muestra los datos relativos al año 2000. La publicación es una fotografía de los principales fenómenos cuantitativos y datos estadísticos que hacen referencia al mundo católico y que permite verificar cuáles han sido las modificaciones y las características en la actividad pastoral desde 1978 hasta el reciente año 2000. El primer dato dice que el número de bautizados ha ido creciendo a escala planetaria y ha pasado de 757 millones a 1045, con un aumento del 38%. Pero como este incremento resulta inferior al porcentaje de crecimiento de la población mundial, en realidad ha decrecido la presencia de católicos en el mundo. En cuanto a la distribución geográfica los datos evidencian la presencia mayor de católicos en América (62,8%) y Europa (40%) y la menor del 2,9% en Asia. En estos 22 años, los obispos han pasado de 3.714 a 4.540 en el año 2000. Pero en general, el número de consagrados y religiosos ha decrecido. Sobre todo el número total de sacerdotes, que ha menguado de casi un 4%. Sin embargo, la acción pastoral de obispos y sacerdotes viene apoyada por otras figuras. En primer lugar los diáconos permanentes, que constituyen el grupo en más fuerte evolución de la Iglesia en todos los continentes, donde se ha quintuplicado su acción con un incremento del 400%. En cambio, los religiosos profesos no sacerdotes constituyen un grupo a nivel mundial en notable contracción de los 75.800 del año 1978, se ha pasado a 55.000. Y lo mismo se puede decir de las religiosas, que constituyen un grupo muy importante para la iglesia en muchos campos de acción pastoral, desde la enseñanza al campo de la sanidad, y que han pasado en este período de casi un millón de personas a 800.000 con una flexión de casi el 20% en 22 años. Finalmente, en cuanto a las otras categorías de agentes pastorales, destacar que sólo los miembros de Institutos seculares han sufrido en estos años una leve flexión, mientras los catequistas y los misioneros laicos se han ido incrementando con rapidez, especialmente los catequistas, que han tenido un robusto incremento hasta alcanzar la cifra de 2,6 millones en el mundo. Una cifra positiva como la que indica el número de candidatos al sacerdocio que ha ido creciendo globalmente en los últimos años. De los 64.000 del año 78 se ha pasado a 111.000 en el año 2000. Una tendencia de crecimiento continua e ininterrumpida.
ARCHIDIÓCESIS
DE MELBOURNE (AUSTRALIA) ARCHIDIÓCESIS
DE PITTSBURG DE LOS BIZANTINOS (ESTADOS UNIDOS) ARCHIDIÓCESIS
DE LEOPOLI DE LOS LATINOS (UCRANIA) DIÓCESIS
DE KAMYANETS-PODILSKYI (UCRANIA) DIÓCESIS
DE KHARKIV-ZAPORIZHIA (UCRANIA) DIÓCESIS
DI ODESSA-SIMFEROPOL (UCRANIA) DIÓCESIS
DE LUCENA (FILIPINAS) CONGREGACIÓN
PARA LA CAUSA DE LOS SANTOS
CONSEJO
PONTIFICIO PARA LA CULTURA CONGREGACIÓN
PARA EL CULTO DIVINO Y LA DISCIPLINA DE LOS SACRAMENTOS CONGREGACIÓN
PARA LA DOCTRINA DE LA FE
COMENTARIO A LA LITURGIA DEL DOMINGO DOMINGO
VI DE PASCUA (A): 05.05.02 Como ya hicimos notar el domingo pasado, la Pascua es el tiempo marcado por los encuentros con el Resucitado. Esos encuentros con el Señor que los cristianos podemos experimentar, de modo privilegiado, cuando nos reunimos para celebrar los sacramentos. Esa presencia nueva de Jesús en medio de los suyos, que el Espíritu nos lleva a reconocer. Fue Él mismo quien nos lo aseguró, cuando se despedía de sus discípulos antes de su pasión. No, no era una despedida definitiva. Sino una promesa de cómo volvería para estar, de un modo nuevo y mejor, con todos los que le amasen. El Evangelio de hoy nos recuerda sus palabras: "Yo le pediré al Padre que os dé otro Defensor, que esté siempre con vosotros, el Espíritu de la verdad... No os dejaré huérfanos, volveré. Dentro de poco el mundo no me verá, pero vosotros me veréis, y viviréis, porque yo sigo viviendo... El que acepta mis mandamientos y los guarda, ése me ama; al que me ama lo amará mi Padre, y yo también lo amaré y me revelaré a él". Sí, junto a ellos se había esforzado como Maestro, para llevar a cabo la misión que le trajo a este mundo: arrancarnos del poder del mal; librarnos de la seducción de ese espíritu embustero, que miente siempre; convencernos del amor sin límites de nuestro Padre Dios; llevarnos a la experiencia de esa misericordia que nos capacita para la comunión. Y, justo ahora, llegaba la hora de culminar su tarea: con su entrega a la muerte, derrotaría el espíritu de la mentira y mostraría hasta qué punto nos quiere Dios; resucitado, conseguiría también para nosotros el Defensor. Ese Espíritu de la verdad -frente a toda otra seducción- del que Él estuvo siempre lleno, para realizar su misión. Con ese Espíritu podemos ahora, sus discípulos, reconocer su presencia viva entre nosotros; con ese Espíritu podemos amarlo guardando sus mandamientos; con ese Espíritu podemos agradar también nosotros a Dios; con ese Espíritu podemos identificarnos cada vez más con Él, hasta vivir en Él... Desde esa experiencia del Resucitado a la que nos abre el Espíritu de Dios, el Apóstol S. Pedro puede hoy recomendarnos: Glorificad en vuestros corazones a Cristo el Señor y estad siempre prontos para dar razón de vuestra esperanza a todo el que os la pidiere; pero con mansedumbre y respeto y en buena conciencia... Aunque tengamos que sufrir la incomprensión, como Cristo mismo la padeció. Sí, porque de esa experiencia del Señor Jesús nace siempre la Iglesia, puesta en el mundo para continuar su misión. Es lo que quiere testimoniar la primera lectura, narrándonos la conversión de Samaría por la predicación del diácono Felipe. Y, cuando los apóstoles, que estaban en Jerusalén, se enteraron de que Samaría había recibido la palabra de Dios, enviaron a Pedro y a Juan; ellos oraron por los fieles, para que recibieran también ellos el Espíritu Santo imponiéndoles las manos. Es así como la promesa de Jesús comenzaba a ser una realidad sin fronteras; es así como la Iglesia iniciaba su misión universal en la fuerza del Espíritu. Proclamemos, pues, con el salmista nuestro agradecimiento, diciendo: "Aclamad al Señor, tierra entera; tocad en honor de su nombre, cantad himnos a su gloria..." Sólo así conseguiremos que la fe cristiana vaya pasando a las nuevas generaciones, a la vez que realizaremos la nueva evangelización entre los ya bautizados, de modo que los cristianos, creciendo en el conocimiento y el amor del Señor, alcancen una capacidad crítica frente a los hombre y los acontecimientos del mundo, tengan seriedad y serenidad frente a la vida y estén preparados para soportar los padecimientos y las pruebas que lleva consigo la vida, singularmente la de aquellos que se deciden a obrar el bien.
ITALIA: 7.000 FRANCISCANOS ORAN PARA EL CESE DE HOSTILIDADES ENTRE ISRAELÍES Y PALESTINOS Ante los tristes acontecimientos vividos en el Convento y Basílica de la Natividad, en Belén, "en estos días de prueba y dolor, vividos con dignidad y franciscana comprensión, en espíritu de servicio y de plena y genuina resignación", los miembros de la Familia de frailes franciscanos de Italia, pertenecientes a las mil comunidades de Frailes Menores, Conventuales, Capuchinos y de la Tercera Orden Regurlar, junto con las Religiosas y a la Orden Franciscana Secular, expresan su cercanía espiritual a los Hermanos Menores de Tierra Santa y de forma especial manifiestan su estima y gratitud a los miembros de la Comunidad de la mencionada Basílica. Los siete mil franciscanos de Italia aseguran su "constante oración al Dios de la Paz y al Pobrecillo de Asís, para que cesen cuanto antes las hostilidades" entre los pueblos israelíes y palestinos y "venza la Paz duradera, capaz de poder asegurar estabilidad política y convivencia pacífica". Convencidos de que las palabras de Juan Pablo II, "no hay paz sin justicia, ni justicia sin perdón", los Franciscanos de Italia, "impotentes ante los tristes acontecimientos" que se suceden en el Convento y en la Basílica de la Natividad, en Belén, destacan asimismo el "gran gesto de altruismo de los hermanos que permanecen aún privados de las normas más elementales de convivencia".
FOCOLARES: "JÓVENES POR UN MUNDO UNIDO" Más de seis mil jóvenes llegaron a Loppiano, la ciudadela de los Focolares situada cerca de Florencia, el pasado 1 de mayo, procedentes de 72 países para comprometerse personalmente a construir en todas partes un horizonte de paz. Frente a un escenario internacional marcado por la violencia o la injusticia, los "Jóvenes por un Mundo Unido" conectados con miles de otros jóvenes de todo el mundo, testimoniaron que existe un "pueblo" que funda la propia identidad en un compromiso: contribuir al desarrollo de un mundo animado por la fraternidad. En el encuentro se pudieron escuchar numerosos testimonios de paz llegados de Europa, Perú, Argentina, India, Congo, Kenia, Australia, EE.UU. y Filipinas. Algunos expertos subrayaron por su parte la importancia de la aportación de cada persona, grupo o pueblo para la realización de un mundo más unido. A mediodía del 1 de mayo, los seis mil jóvenes observaron un minuto de silencio o de oración en conexión telefónica con un grupo de Jóvenes por un Mundo Unido de Tierra Santa --judíos, árabes cristianos y árabes musulmanes--. "Pedimos la paz para aquellos veinte puntos de la tierra en los que está todavía amenazada y en especial para vuestra Tierra, para cada hombre y para cada pueblo de la tierra --fue el clamor que elevaron los chicos y chicas--. Pedimos perdón por todas las guerras que devastan nuestro planeta y nos comprometemos a acelerar la construcción de un mundo finalmente unido". Los jóvenes de Tierra Santa llevarán el texto de una oración interreligiosa por la paz al Muro de las Lamentaciones, al Santo Sepulcro y a la Mezquita de Oro en Jerusalén, lugares símbolo de las tres grandes religiones. El augurio de emplear la propia vida para construir un mundo unido, fue subrayado por Chiara Lubich, fundadora y presidenta del movimiento focolar, en el mensaje enviado a los jóvenes. "Que la jornada de hoy marque una etapa en el fabuloso programa de ver un día esa fraternidad universal que es la solución a todos los graves problemas de nuestro planeta, especialmente después del 11 de septiembre. Volved a llevar al mundo el amor que puede cambiar el mundo", dijo Chiara a los muchachos.
JORNADA MUNDIAL A FAVOR DE LA OBRA DE SAN PEDRO APÓSTOL Juan Pablo II, señalando en un mensaje el fin y el objetivo de la Obra de San Pedro Apóstol, decía: Pido al Señor, y así nos lo permita y conceda a toda la Iglesia, que nadie, llamado por el Señor al Sacerdocio y/o a la Vida Religiosa en Tierras de Misión, en las Iglesias nacientes, quede excluido por falta de recursos económicos". El próximo día 5 de mayo, VI Domingo de Pascua, la Iglesia celebra la Jornada Mundial a favor de la Obra de San Pedro Apóstol. "Celebramos, afirma Mons. Francisco Pérez, Obispo de Osma-Soria y Director Nacional de las Obras Misionales Pontificias en España, la jornada por los que se han consagrado al Señor en Tierras de Misión, y los que se están preparando en los Seminarios, en los Noviciados, en los Monasterios y en los Institutos de Vida Consagrada. Su vida refleja la ingente labor y generosa ayuda que la Iglesia nos pide a todos los cristianos y personas de buena voluntad. "En la Misión, las vocaciones consagradas necesitan nuestro apoyo, tanto espiritual como material". Este es el lema escogido para este año. Sobre todo esto, sus dimensiones y sus implicaciones desde la Iglesia universal, en especial desde las Iglesias de evangelización secular, como pueden ser las de nuestra vieja Europa, vamos a reflexionar, amigos oyentes, con el fin de que adquiramos mayor conciencia de nuestra obligación de cristianos y de nuestra responsabilidad en la misión que Cristo encomendara a su Iglesia de predicar la Buena Nueva, el Evangelio hasta en los últimos rincones de la tierra. En esta Jornada Mundial ocupa un lugar prioritario el Clero indígena de los lugares de Misión. Por eso se llama también Jornada del Clero Nativo. Conviene saber que, gracias a Dios, las vocaciones están aumentando considerablemente en los territorios y en los ámbitos de Misión. En este contexto recordamos de nuevo las palabras del Papa dichas al principio cuando dice que "nadie, llamado por el Señor al Sacerdocio y/o a la Vida Religiosa en Tierras de Misión, en las Iglesias nacientes, quede excluido por falta de recursos económicos". Esto quiere decir también que las comunidades cristianas deben reconocerse parte integrante y responsable de las vocaciones consagradas, es decir de aquellas personas que han recibido la llamada divina para entregar su vida al servicio del Evangelio, no sólo sacerdotes, sino también religiosos, religiosas y laicos consagrados. No hay que olvidar que la Obra de San Pedro Apóstol fue fundada para sensibilizar al pueblo cristiano sobre la necesidad de la formación del clero local en las Iglesias de misión y para invitarlo a colaborar espiritual y materialmente en la formación de los candidatos al sacerdocio y a la vida religiosa. Pero ¿cómo es posible ayudar a las Iglesias nativas o nacientes, a las Iglesias jóvenes? Mons. Francisco Pérez, Obispo de Osma-Soria y Director Nacional de las Obras Misionales Pontificias lo dice muy claramente: "Desde la generosidad que se hace oración y solidaridad podemos ayudar a las Iglesias nativas. Rezar por las vocaciones es muy evangélico puesto que Jesucristo nos pide que roguemos al Dueño de la mies que envíe obreros para que trabajen en ella. En la sociedad y en el mundo entero se pide a gritos que haya hombres y mujeres que sepan entregar su vida para favorecer la paz y para ayudar a los necesitados que aún no han conocido a Cristo y a los hambrientos de pan para que estén en la misma mesa que los demás. Es necesario pues que los cristianos seamos profetas de la solidaridad que hoy nos pide la Iglesia y el mundo que nos circunda. El mensaje del Director Nacional de las Obras misionales Pontificias con motivo de la Jornada del Clero Nativo es una exhortación a los cristianos españoles a preocuparse de que la evangelización crezca en los Países de reciente implantación de la Iglesia. Para ello, como indica Juan Pablo II, hay que ayudar a los Seminarios, Noviciados y Monasterios de Vida contemplativa, con el fin de que las nuevas generaciones de sacerdotes y religiosos crezcan en buena formación, en buena disposición y en profundo espíritu evangelizador. Juan Pablo II ha recordado en diversas ocasiones que el siglo XX ha sido el siglo del martirio cristiano. La pregunta dirigida a Mons. Francisco Pérez es la siguiente: ¿Qué podemos aprender de los mártires? "De los mártires, responde el Obispo de Osma-Soria, aprendemos, sobre todo, a desprendernos de nosotros mismos para que sólo reine el amor de Dios. El egoísmo es el mayor impedimento a la hora de que se fragüe la paz. La libertad nace del amor a Dios y al prójimo. Las pruebas que Dios permite en nuestras vidas, si las sabemos encajar bien, son impulso de madurez humana y cristiana. Los compromisos en cualquier vocación, dentro de la Iglesia, se fortalecen en la superación de las pruebas. Concluimos esta invitación a nuestros oyentes a ayudar al Clero Nativo, a los religiosos, religiosas, catequistas y laicos comprometidos de los territorios de Misión, dando algunas informaciones concretas sobre las instituciones formativas situadas en lugares de Misión. "Se trata de seminarios, noviciados y de monasterios muy dinámicos y vivos. Los jóvenes, afirma el Director Nacional de las Obras Misionales Pontificias en España, están apostando por vivir este estilo de vida que rejuvenece y cambia a los países que están sometidos bajo las amenazas de las torturas actuales: guerra, violencia, miseria Sólo desde el amor a Cristo se puede restaurar y reformar a la sociedad. De ahí que haya tantas vocaciones y con un impulso nuevo. Desde las Obras Misionales de todo el mundo, hemos ayudado el año pasado a 51.057 seminaristas menores, a 3.028 seminaristas de introductorio, a 27.298 seminaristas mayores y a 6.534 novicias. Apoyemos pues con nuestra colaboración económica para que nadie deje de seguir el camino que Cristo le ha señalado por falta de recursos económicos". |