AUDIENCIA GENERAL: CARTA APOSTÓLICA SOBRE EL SANTO ROSARIO Juan Pablo II, firmó e hizo pública ante miles de fieles y peregrinos la Carta Apostólica Rosarium Virginis Mariae sobre el Santo Rosario. El Papa propuso que se añadan cinco misterios nuevos denominados "misterios de la luz". Además el Pontífice proclamó "Año del Rosario" al que va desde este mes de octubre del 2002 hasta octubre del 2003, en honor de la Virgen María, como solía hacerse a continuación de los Grandes Años Jubilares. El miércoles se cumplían 24 años de la elección para la Sede de Pedro del Papa Juan Pablo II. Este hecho, con el que comienza el vigésimo quinto año de su Pontificado, el Santo Padre recordó la plegaria que dirigió a la Virgen, en Polonia durante su último viaje apostólico a su Patria, en la que pedía su intercesión y le concediera fuerzas al cuerpo y al espíritu con el fin de poder realizar hasta el final la misión que le ha sido confiada por el Resucitado. A Ella encomendó también la suerte de la Iglesia, repitiendo también, una vez más, su lema mariano: "Totus tus, Maria! Totus tuus!". Hoy pone de nuevo la vida de la Iglesia en las manos de la Madre de Dios y la vida de la tan atribulada humanidad. Juan Pablo II en la catequesis de este miércoles, celebrada en la Plaza de San Pedro, ante miles de fieles romanos y peregrinos llegados de todas las partes del mundo, recordó también que el centro de nuestra fe es Cristo, Redentor del hombre, y que María no ofusca su figura ni su obra salvífica. "María, como ha dicho en la Carta Apostólica "Tertio Millennio Ineunte", en ese "remar mar adentro" nos acompaña la Virgen Santísima, a la que consagró el tercer milenio. E invitando a los creyentes a contemplar incesantemente el rostro de Cristo, afirmó el Pontífice, he deseado profundamente que María, su Madre, fuera Maestra de esa contemplación". Los fieles y peregrinos presentes en la Audiencia General de este miércoles fueron testigos de dos gestos simbólicos del Santo Padre, con los que ha expresado con mayor claridad ese deseo. Por un lado, la firma y entrega a la Iglesia de la Carta Apostólica Rosarium Virginis Mariae (el Rosario de la Virgen María). Y por otro, junto a este documento, dedicado a la oración del Santo Rosario, ha proclamado "Año del Rosario" al que va desde este mes de octubre del 2002 hasta octubre del 2003. Dos son las razones que acompañan este gesto: por una parte el comienzo de su vigésimo quinto año de pontificado y por la otra que en este año se cumplen los 120 años de la Encíclica "Supremi apostolatus officio", con la que León XIII dio comienzo a una serie de documentos sobre el Santo Rosario. Además, añadió el Papa, en la historia de los Grandes Jubileos estaba vigente la buena costumbre de que, después del Año Jubilar, dedicado a Cristo y a la obra de la Redención, se proclamara un año en honor de María, como implorando su ayuda para que fructificaran las gracias recibidas. Y nada mejor que contemplar el rostro de Cristo junto con María, con los ojos de María, a través del rezo del Rosario, oración sencilla, muy enraizada en la tradición popular cuya profundidad mística hay que redescubrir, meditando sobre los misterios de la vida y la obra de Cristo. Pero para que la síntesis del Evangelio sea más completa y ofrezca mayor inspiración, Juan Pablo II, en la Carta Apostólica Rosarium Virginis Mariae ha propuesto que se añadan otros cinco misterios a los ya contemplados en el Rosario, que él llama "misterios de la luz". Éstos comprenden la vida pública del Salvador, desde el Bautismo en el Jordán hasta el comienzo de la Pasión. Esta sugerencia tiene como finalidad el ampliar el horizonte del Rosario, con el fin de que a quien lo reza con devoción y no mecánicamente le sea posible penetrar más a fondo el contenido de la Buena Nueva y conformar cada vez más su propia existencia a la de Cristo. El Pontífice terminó la catequesis dando las gracias a los presentes y a los que se han unido a él espiritualmente en este día singular. Confió este documento sobre el Rosario a los Pastores y a los fieles de todo el mundo. Finalmente manifestó su deseo de que este año dedicado al Rosario produzca frutos abundantes en el corazón de todos, que renueve e intensifique la acción de la gracia del Gran Jubileo del Año Dos Mil y se convierta en fuente de paz para el mundo. RESUMEN DE LA CATEQUESIS EN ESPAÑOL Queridos hermanos y hermanas: En el vigésimo cuarto año de mi Pontificado, pongo de nuevo a la Iglesia, mi futuro y el de la humanidad, en manos de María. Con la Carta apostólica Novo millennio ineunte, he invitado a los creyentes a contemplar el rostro de Cristo. Hoy quiero expresar este deseo con mayor claridad firmando la Carta apostólica Rosarium Virginis Mariae y proclamando el año que va desde hoy a octubre del 2003 "Año del Rosario". Os invito a redescubrir el Rostro de Cristo a través de la simplicidad de esta oración, patrimonio de la tradición popular. He previsto que se puedan añadir otros cinco misterios, los "misterios de la luz", a fin de que, quien los recite con devoción y no mecánicamente pueda conformar más su existencia a la de Cristo. Saludo a los fieles de lengua española; en especial a los peregrinos de la parroquia de Nuestra Señora de la Encarnación, de Puebla Nueva; a las Corales "Ars Nova" de Plasencia y "Stella Nevadensis", de Granada, España; y a los peregrinos de la Arquidiócesis de Concepción, Chile. Agradezco especialmente vuestras oraciones. Os confío este documento que producirá frutos de amor y paz. ¡Que María, Reina del Santo Rosario, os guíe a la plenitud de la unión con su Hijo Jesucristo. ************** Al final de la Catequesis, como hace siempre, Juan Pablo II dirigió unas palabras afectuosas a los jóvenes, a los enfermos y a los recién casados. "Que el rezo del Santo Rosario, hecho con fe y devoción cada día, les ha dicho, os ayude a experimentar en vuestra existencia la centralidad del misterio de Jesús redentor del hombre y, junto a Él, la ternura materna de María".
OBISPOS CHILENOS: ALCANZAR LA RECONCILIACIÓN SIN OCULTAR LA VERDAD Juan Pablo II destacó "el desafío crucial de alcanzar" plenamente la reconciliación "sin ocultar la verdad" y dando "cabida al perdón", en su discurso a los obispos de Chile que finalizaron el martes su Visita ad Limina. En su discurso a los obispos chilenos Juan Pablo II puso de relieve que "este comienzo de milenio, que acerca Chile al segundo centenario de su independencia, plantea a la Iglesia y a todos los ciudadanos el desafío crucial de alcanzar una convivencia plenamente reconciliada en la que, sin ocultar la verdad, se ha de dar cabida al perdón, "que cura las heridas y restablece en profundidad la relaciones humanas truncadas" (Mensaje para la celebración de la Jornada Mundial de la Paz, 1-1-2002, 3). El Papa, haciendo hincapié en la misión de la Iglesia "de ser instrumento de reconciliación de los hombres con Dios y entre sí", y de "ser "la casa y la escuela de la comunión" (Novo Millennio Ineunte, 43), en la que se sabe apreciar y acoger lo positivo del otro y en la que nadie ha de sentirse excluido", señala luego que "precisamente la actitud de marginación, que hace pasar de largo para no encontrar al hermano en necesidad (cf. Lc 10, 31) por ser tal vez molesto e improductivo, es el aspecto negativo de ciertas pautas sociales de nuestro mundo". Ante esta conducta, reiteró el Santo Padre, "la Iglesia ha de poner un especial empeño en recordar que, precisamente los más necesitados no deben ser considerados el residuo insignificante de un progreso que sólo tiene en cuenta aquello que comporta éxito, acumulación desmesurada de bienes y posición de privilegio". A los Pastores de la Iglesia en Chile, que han cumplido su quinquenal Visita a las tumbas de San Pedro y San Pablo y que han venido a Roma para avivar también los vínculos de comunión con el Sucesor de Pedro y acrecentar su solicitud por todas las Iglesias, el Santo Padre les recordó que tiene "muy presente al pueblo chileno". Y evocó los encuentros que mantuvo con los chilenos al visitar esta nación, su arraigo de la fe cristiana y sus frutos de santidad, como Santa Teresa de los Andes y los Beatos Laura Vicuña y el Padre Alberto Hurtado. Destacando la labor pastoral de los obispos de Chile, en el momento actual, "caracterizado en los comienzos de un nuevo milenio por rápidas transformaciones en tantos ámbitos de la vida humana y por el gran reto del fenómeno de la globalización", el Papa recordó que a pesar de las "serias amenazas" que se perciben "para las naciones más débiles", en el contexto económico, técnico y cultural, también hay "nuevas oportunidades de crecimiento". Con el anhelo de que el pueblo chileno no pierda su identidad cultural y de que permanezca vinculado a su tradición católica, Juan Pablo II reiteró la importancia del "respeto mutuo" y "del diálogo que busca la verdad, alejándose de la superficialidad y relativismo". A ello - subrayó el Pontífice - "han de contribuir las Universidades y Escuelas católicas, que gracias a Dios son numerosas en Chile". Una vez más, Juan Pablo II hizo hincapié en que es necesario "iluminar el camino de los pueblos con los principios cristianos, aprovechando las oportunidades que la situación actual ofrece para desarrollar una auténtica evangelización que, con nuevo lenguaje y símbolos significativos, haga más comprensible el mensaje de Jesucristo para los hombres y mujeres de hoy". Y, en este contexto, recordó la importancia de que "la Iglesia infunda esperanza, para que todos los cambios del momento actual se conviertan de verdad en un renovado encuentro con Cristo vivo", que impulse al pueblo de Chile a "la conversión y la solidaridad". El Papa en su discurso a los Obispos chilenos no olvidó recordar "la importancia de la formación sacerdotal" unida "al testimonio de una vida ejemplar", la misión de la Iglesia en los ámbitos de la educación, salud, administración de la justicia y la promoción de todos los ciudadanos, particularmente de los más débiles y desfavorecidos. Y, tras expresar su satisfacción por la pastoral familiar promovida en este país, impulsando la "cultura de la vida", evocó asimismo la bella experiencia de la última Jornada Mundial de la Juventud en Toronto y el Encuentro continental de jóvenes, celebrado hace algunos años en Santiago de Chile. DISCURSO ÍNTEGRO DE JUAN PABLO II A LOS OBISPOS CHILENOS Queridos Hermanos en el Episcopado: 1. Os recibo con profundo gozo, Pastores de la Iglesia en Chile, durante esta visita ad limina en la que os acercáis a las tumbas de San Pedro y San Pablo, renovando la fe en Cristo Jesús transmitida por los Apóstoles, y que a vosotros os corresponde custodiar como sucesores suyos. Habéis venido a Roma para avivar también los vínculos de comunión con el Sucesor de Pedro y acrecentar vuestra "solicitud por todas las Iglesias" (Lumen gentium, 6). Agradezco las cordiales palabras que me ha dirigido el Señor Cardenal Francisco Javier Errázuriz, Arzobispo de Santiago y Presidente de la Conferencia Episcopal, con las que se ha hecho portavoz de vuestros sentimientos de afecto y adhesión al Obispo de Roma, Sede "en la que siempre residió la primacía de la cátedra apostólica" (S.Agustín, Ep. 43, 3), participándome al mismo tiempo vuestras principales inquietudes y esperanzas pastorales. Al encontrarme con vosotros y alentaros en el incansable trabajo pastoral que desarrolláis, tengo muy presente al pueblo chileno, al que siento siempre muy cercano, del que guardo vivo recuerdo de mis encuentros con él y al que he visitado en su propia tierra, comprobando el profundo arraigo de la fe cristiana en sus gentes y el afecto y fidelidad de Pastores y fieles a la Sede Apostólica. Una hermosa expresión de ello son tantos frutos de santidad en vuestra tierra, como Santa Teresa de los Andes, la Beata Laura Vicuña o el Beato Padre Alberto Hurtado, de cuya santa muerte celebráis el quincuagésimo aniversario. 2. Dichos aspectos son fuente de inspiración y esperanza en vuestra labor pastoral en el momento actual, caracterizado en los comienzos de un nuevo milenio por rápidas transformaciones en tantos ámbitos de la vida humana y por el gran reto del fenómeno de la globalización. En él se perciben a veces serias amenazas para las naciones más débiles, desde un punto de vista económico, técnico y cultural, pero contiene también elementos que pueden ofrecer nuevas oportunidades de crecimiento. Es de esperar que los esfuerzos del pueblo chileno para insertarse en el mundo global no lo lleven a perder su identidad cultural, evitando que todo se reduzca a un mero intercambio económico y ofreciendo por doquier los mejores valores de su alma patria, fuertemente vinculados a su tradición católica. Esto enriquecerá el ambiente pluricultural cada vez más difuso, mediante actitudes de mutuo respeto y el cultivo de un diálogo que busca apasionadamente la verdad, alejándose de la superficialidad y el relativismo, que promueven el desinterés y deterioran la convivencia. A ello han de contribuir las Universidades y Escuelas católicas, que gracias a Dios son numerosas en Chile. Estoy seguro que los Obispos continuarán ocupándose de ellas con gran atención, porque están destinadas a llevar a la sociedad chilena el fermento saludable del Evangelio de Cristo. 3. Hoy es necesario iluminar el camino de los pueblos con los principios cristianos, aprovechando las oportunidades que la situación actual ofrece para desarrollar una auténtica evangelización que, con nuevo lenguaje y símbolos significativos, haga más comprensible el mensaje de Jesucristo para los hombres y mujeres de hoy. Por eso es importante, como vosotros mismos habéis indicado, que al inicio del nuevo milenio la Iglesia infunda esperanza, para que todos los cambios del momento actual se conviertan de verdad en un renovado encuentro con Cristo vivo, que impulse a vuestro pueblo a la conversión y la solidaridad. Teniendo en cuenta que la Revelación cristiana conduce a una "comprensión más profunda de las leyes de la vida social que el Creador inscribió en la naturaleza espiritual y moral del hombre" (Gaudium et spes, 23), la Iglesia, desde su propia misión dentro de la sociedad, no debe eximirse de acompañar y orientar también los procesos que se llevan a cabo en vuestro País en la reforma de aspectos tan cruciales para el bien común, como son, entre otros, la educación, la salud o la administración de la justicia, velando para que sirvan a la promoción de los ciudadanos, particularmente de los más débiles y desfavorecidos. 4. Conozco y valoro cuanto estáis haciendo en favor de la familia, que afronta tantas dificultades de diversa índole y está sometida a insidias que atentan a aspectos esenciales según el proyecto de Dios, como es el matrimonio con carácter indisoluble. Estos esfuerzos, que son un servicio precioso a vuestra Patria, han de ir acompañados también por una pastoral familiar integral, que incluya una adecuada preparación de los cónyuges antes del matrimonio, les asista después, especialmente cuando se presenten las dificultades, y les oriente en la educación de los hijos. En este aspecto, nada puede suplir una verdadera cultura de la vida, una experiencia profunda de fidelidad o un arraigado espíritu de entrega, sobre lo cual la Palabra de Dios y el Magisterio eclesial iluminan sobremanera la existencia humana. Evangelizar a las familias es presentar a los cónyuges el amor sin límites de Cristo por su Iglesia, que ellos han de reflejar en este mundo (cf. Ef 5, 31s). Se ha de inculcar también en sus miembros la vocación a la santidad a la que son llamados, sin temor a proponer ideales elevados que, si bien en ocasiones pueden parecer difíciles de alcanzar, son los que responden al plan divino de salvación. 5. La reciente experiencia vivida en la última Jornada Mundial de la Juventud celebrada en Toronto, me lleva también a evocar el Encuentro Continental de jóvenes que tuvo lugar hace unos años en Santiago. Vosotros fuisteis protagonistas de aquella magna convocatoria, seguros de la generosidad de su respuesta y del entusiasmo de su colaboración. En ellos, como les dije en mi mensaje, "late con fuerza un deseo de servicio al prójimo y de solidaridad" (A los participantes en el primer Encuentro Continental Americano de jóvenes, 10-10-1998), que requiere la orientación y la confianza de los Pastores para que se transforme en un encuentro vivo con Cristo, en un decidido proyecto de seguir fielmente su Evangelio y de propagarlo gozosamente en la sociedad chilena y en todo el mundo. En efecto, no obstante tantos señuelos que invitan al hedonismo, a la mediocridad o al éxito inmediato, los jóvenes no se dejan amedrentar fácilmente por las dificultades y, por tanto, son particularmente sensibles a las exigencias radicales y al compromiso sin reservas cuando se les presenta el verdadero sentido de la vida. No les asusta que éste sea un camino cuesta arriba si descubren a Cristo que lo recorrió primero y está dispuesto a recorrerlo de nuevo con ellos (cf. Discurso en la fiesta de acogida, Toronto, 25-7-2002, 3). Para ellos, llenos de iniciativa, lo más importante es hacerse constructores y artífices de la vida y del mundo al que se asoman. Por eso necesitan saber de vosotros, sin equívocos ni reservas sobre los valores evangélicos, los deberes morales o la necesidad de la gracia divina implorada en la oración y recibida en los sacramentos, cómo "poner piedra sobre piedra para edificar, en la ciudad del hombre, la ciudad de Dios" (En la Vigilia de oración, Toronto, 27-7-2002, 4). 6. Como en otras ocasiones, os encomiendo muy encarecidamente a los sacerdotes, vuestros principales colaboradores en el ministerio pastoral. Ellos necesitan programas bien articulados de formación permanente, sobre todo en los ámbitos de la teología, espiritualidad, pastoral, doctrina social de la Iglesia, que les permitan ser evangelizadores competentes y dignos ministros de la Iglesia en la sociedad de hoy. En efecto, para gran parte del Pueblo de Dios ellos son el cauce principal por el que les llega el Evangelio y también la imagen más inmediata a través de la cual perciben el misterio de la Iglesia. Por ello, su preparación intelectual y doctrinal ha de ir siempre unida al testimonio de una vida ejemplar, a la estrecha comunión con los Obispos, a la fraternidad con sus hermanos sacerdotes, a la afabilidad en el trato con los demás, al espíritu de comunión con todos los sectores eclesiales de sus comunidades y a ese estilo de paz espiritual y de ardor apostólico que sólo el trato constante con el Maestro puede proporcionar y mantener siempre vivo. Como los discípulos de los que habla el Evangelio de Lucas, han de sentir una alegría incontenible por las maravillas que Jesús hace por medio de ellos (cf. Lc 19, 7), añadiendo así el testimonio personal al anuncio, y el ejemplo de vida a la enseñanza. Para que los sacerdotes sientan cercana vuestra presencia, es de suma importancia que tratéis con ellos asiduamente de manera personal, "dispuestos a escucharlos y tratarlos con confianza" (Christus Dominus, 16), prestando interés por las dificultades cotidianas que tantas veces les afligen y haciéndoles ver lo precioso que es a los ojos de Dios y de la Iglesia ese abnegado trabajo cotidiano "a menudo escondido que, si bien no aparece en las primeras páginas, hace avanzar el Reino de Dios en las conciencias" (Carta a los Sacerdotes para el Jueves Santo de 2001, 3). Todo ello redundará también en beneficio de una pastoral vocacional, que ha de acometerse con decisión, continuidad y rigor, pero que tendrá un punto de apoyo insustituible en el atractivo que susciten en los jóvenes quienes muestran la dicha de haber consagrado enteramente su vida a Dios y al servicio de la Iglesia. Por lo demás, el cultivo de las vocaciones ha de ser siempre un compromiso prioritario para cada Obispo en su diócesis, mediante la oración y la acción específicamente orientadas a ello, como yo mismo he destacado en la Exhortación apostólica Pastores dabo vobis y en tantas otras ocasiones. 7. Este comienzo de milenio, que acerca Chile al segundo centenario de su independencia, plantea a la Iglesia y a todos los ciudadanos el desafío crucial de alcanzar una convivencia plenamente reconciliada en la que, sin ocultar la verdad, se ha de dar cabida al perdón, "que cura las heridas y restablece en profundidad la relaciones humanas truncadas" (Mensaje para la celebración de la Jornada Mundial de la Paz, 1-1-2002, 3). La Iglesia, que tiene la misión de ser instrumento de reconciliación de los hombres con Dios y entre sí, ha de ser "la casa y la escuela de la comunión" (Novo millennio inenunte, 43), en la que se sabe apreciar y acoger lo positivo del otro y en la que nadie ha de sentirse excluido. Precisamente la actitud de marginación, que hace pasar de largo para no encontrar al hermano en necesidad (cf. Lc 10, 31) por ser tal vez molesto e improductivo, es el aspecto negativo de ciertas pautas sociales de nuestro mundo, ante el cual la Iglesia ha de poner un especial empeño en recordar que, precisamente los más necesitados no deben ser considerados el residuo insignificante de un progreso que sólo tiene en cuenta aquello que comporta éxito, acumulación desmesurada de bienes y posición de privilegio. 8. Al terminar este encuentro, os ruego que transmitáis a vuestras comunidades eclesiales mi afecto y cercanía espiritual. Llevad mi agradecimiento a los sacerdotes y a las comunidades religiosas masculinas y femeninas, que con tanta generosidad trabajan por anunciar y dar testimonio del Reino de Dios en Chile, así como a los catequistas y demás colaboradores en las tareas de la evangelización. Comunicad el reconocimiento del Papa a las personas e instituciones dedicadas a la caridad y solidaridad con los más necesitados, pues éste es uno de los grandes desafíos para la vida de la Iglesia en el nuevo milenio (cf. Novo millennio ineunte, 49-50). Confío vuestros desvelos pastorales a la Santísima Virgen María, bajo la advocación Nuestra Señora del Carmen de Maipú, a la que pido ardientemente que guíe a los queridos hijos e hijas de Chile a encontrarse con Cristo, fuente de vida y verdad, que les ayude a vivir en tan hermosa tierra como hermanos e interceda ante su Divino Hijo para que el País prospere, en paz y concordia, en consonancia con los mejores valores de su tradición cristiana. A vosotros y a los fieles de cada una de las Iglesias particulares que presidís, imparto de corazón la Bendición Apostólica. Vaticano, 15 de octubre de 2002
SALVAGUARDAR Y PROMOVER BIEN INESTIMABLE DEL MATRIMONIO Y LA FAMILIA "Cuando crecen la fragilidad y la debilidad en la familia el encuentro con Cristo es fuente indispensable de energía y de renovación". Eran palabras del Papa a la Plenaria del Consejo Pontificio para la Familia, a quienes recibió el viernes por la mañana en el Vaticano a los miembros de la Plenaria del Consejo Pontificio para la Familia que desde el jueves hasta el sábado estuvieron reunidos en Roma debatiendo en su XV Asamblea General sobre el tema: "Pastoral familiar y parejas en dificultad". El Papa en su discurso les animó a no perder el ánimo ante las proporciones que van tomando los actuales desafíos y, a proseguir sin descanso en el compromiso de salvaguardar y promover el bien inestimable del matrimonio y la familia. De este esfuerzo depende en buena parte --dijo-- el destino de la sociedad y el futuro mismo de la evangelización. En un mundo cada vez más secularizado, el Pontífice subrayó que es importante que la familia creyente tome conciencia de su propia vocación y de su propia misión en el mundo. El punto de partida para la familia en cualquier contexto y circunstancia está en salvaguardar e intensificar la "oración" con el objetivo de que crezca y sea cada vez más vigorosa la propia fe, porque, como recordó el Papa, "la familia que reza unida permanece unida". "Cuando crecen la fragilidad y la debilidad en los lazos familiares el encuentro con Cristo, Señor de la Alianza, es fuente indispensable de energía y de renovación". Es por ello necesario recurrir a una intensa vida espiritual, observó Juan Pablo II, "abriendo el corazón a la Palabra de la vida". Especial solicitud va reservada a los jóvenes esposos para que no se rindan frente a los problemas y los conflictos que puedan encontrar. "La oración, el frecuente acercamiento al sacramento de la Reconciliación, la dirección espiritual... no van nunca abandonados o sustituidos por otras técnicas de apoyo humano y psicológico, afirmó el Santo Padre. "La riqueza de la vida sacramental en el ámbito de la familia que participa en la Eucaristía del domingo, es sin duda alguna --señaló el Papa-- el mejor antídoto para afrontar y superar obstáculos y tensiones. Esto se hace todavía más necesario cuando proliferan estilos de vida y se difunden modas y culturas que ponen en duda el valor del matrimonio. "La fragilidad aumenta si domina aquella mentalidad divorcista, que el Concilio Vaticano II ha denunciado con vigor, porque conduce a menudo, a separaciones y a roturas definitivas", señala el Pontífice, que añade, que también una mal concebida educación sexual perjudica la vida de la familia. Finalmente, el Santo Padre explicó que el diálogo debe ser cultivado en el proceso educativo con los hijos. Falta a menudo el tiempo para vivir y dialogar con la familia. Muchas veces los padres no se sienten preparados y temen incluso, como es su deber, afrontar la tarea de la educación integral de sus hijos. Y puede suceder que éstos, precisamente a causa de la falta de diálogo encuentren serios obstáculos en ver a sus propios padres como modelos a imitar, yendo a buscar en otros lugares modelos y estilos de vida que resultan a menudo falsos y lesivos para la dignidad del hombre y del verdadero amor. La banalización del sexo en una sociedad saturada de erotismo, y la falta de referencias precisas a principios éticos pueden estropear la vida de los niños, adolescentes y jóvenes impidiéndoles formarse en un amor responsable, maduro y entorpeciendo el desarrollo armonioso de su personalidad. En efecto, de la Plenaria se espera una cualificada contribución de ideas y de propuestas pastorales, una asistencia y una acción más incisiva para ayudar a sostener a la familia en las distintas dificultades que encuentra en su camino.
LA MISIÓN FUNDAMENTAL DEL OBISPO EN LA EVANGELIZACIÓN Los obispos de la Región 5ª de Brasil provenientes del Estado de Maranhao coronaron el sábado su visita quinquenal ad limina participando por la mañana en la Santa Misa presidida por Juan Pablo II en su capilla particular en el Vaticano. Al final de la Eucaristía, el Santo Padre les entregó un discurso centrado en la misión fundamental del obispo en la evangelización. Se trata de una tarea que debe ser desempeñada no de manera individual, dice el Papa, sino "como Iglesia" con el triple "munus" de "enseñar, santificar y gobernar". Juan Pablo II recuerda como Maranhao participó desde el principio en la evangelización de Brasil en la segunda mitad del siglo XVII y, como el estado se convirtió en centro irradiador de la acción misionera de las grandes familias religiosas, muchas de las cuales todavía hoy prestan su servicio de colaboración en la acción pastoral en la mayoría de las diócesis. El Papa destaca los desafíos que tienen que afrontar los pastores de la región nordeste del país, como son la falta de empleo y de casa para tantas personas; los problemas relacionados con la inmigración del campo a las ciudades; las cuestiones relacionadas con la educación básica y la salud de muchas franjas de la sociedad así como los desequilibrios sociales y la agresiva presencia de las sectas. La política local, los problemas de la concentración de la tierra, el medio ambiente... son factores que generan incertidumbre en la definición de las prioridades pastorales, afirma el Santo Padre. Pero ante este panorama, advierte el Pontífice, es necesario no reducir la acción pastoral sólo a la dimensión temporal y terrena, pues se puede contar también con notables recursos humanos y espirituales.
SUPERAR PESIMISMO Y DESASOSIEGO TAMBIÉN A TRAVÉS DE BIENES CULTURALES "La Iglesia desea ofrecer un germen de esperanza que supere el pesimismo y desasosiego también a través de los bienes culturales". Eran palabras de Juan Pablo II al dicasterio encargado de estos bienes "fermento de un humanismo nuevo en el cual injertar la nueva evangelización". Juan Pablo II reiteró el sábado que "la Iglesia desea ofrecer un germen de esperanza que supere el pesimismo y desasosiego también a través de los bienes culturales, que pueden representar el fermento de un humanismo nuevo en el cual injertar la nueva evangelización con mayor eficacia". En su audiencia a los participantes en la IV Congregación Plenaria de la Comisión Pontificia para los Bienes Culturales de la Iglesia, el Santo Padre puso de relieve el "precioso servicio a la Iglesia" que desarrolla este dicasterio desde hace ya 12 años y la importancia del tema tratado en dicha Plenaria. Es decir, "Los bienes culturales en favor de la identidad territorial y del diálogo artístico y cultural de los pueblos". Y, tras exhortar a los miembros de la Comisión Pontificia para los Bienes Culturales de la Iglesia a "proseguir en su compromiso, envolviendo cada vez más a quienes se esmeran en vitalizar nuestro patrimonio histórico y artístico", el Papa expresó el anhelo de que gracias a la acción de este Dicasterio "se intensifique un diálogo fecundo con los artistas contemporáneos, favoreciendo con todos los medios el encuentro y el abrazo entre la Iglesia y el arte". En este contexto, el Santo Padre recordó, como escribía en su Carta a los Artistas, que "en contacto con las obras de arte, la humanidad de todos los tiempos - también la de hoy - espera ser iluminada en el propio camino y destino". Asimismo, Juan Pablo II confirmó su aprecio por todo lo que la Comisión encargada de los Bienes Culturales de la Iglesia está cumpliendo en favor de "la tutela y valoración de la rica herencia artística, monumental y cultural acumulada por la comunidad cristiana a lo largo de dos milenios". Y recordó la permanente convicción de la Iglesia de que "por medio del arte en sus distintas expresiones se refleja, de algún modo, la infinita belleza de Dios y la mente humana se encamina casi naturalmente hacia Él". Nuestro tiempo, señaló también el Santo Padre, se caracteriza por la conciencia de que arte, arquitectura, archivos, museos, música y teatro sacro no constituyen solamente un depósito de obras históricas y artísticas, sino un conjunto de bienes para toda la comunidad mundial.
6 NUEVOS BEATOS EN LA JORNADA MISIONERA MUNDIAL En la Jornada Misionera Mundial celebrada el domingo, Juan Pablo II proclamó en San Pedro 6 nuevos beatos, ejemplos de incansable entrega al servicio de la misión. "Id y predicad a todas las naciones bautizándolas en el nombre del Padre, y del Hijo y del Espíritu Santo". Este es el significado de la Jornada Misionera Mundial y que el Papa Juan Pablo II quiso poner de relieve el domingo durante la homilía de la solemne misa que presidió en la plaza de San Pedro en el curso de la cual proclamó seis nuevos beatos. "Por una providencial coincidencia, precisamente en esta jornada vienen proclamados algunos nuevos beatos, que cumplieron de modo singular el mandato de anunciar y testimoniar el evangelio." Ellos son: los dos mártires catequistas laicos ugandeses, Daudi Okelo y Jildo Irwa; el obispo italiano Andrea Giacinto Longhin; el presbítero también italiano Marcantonio Durando; la fundadora francesa Marie de la Passion Helene Marie de Chappotin de Neuville, y la religiosa italiana Liduina Meneguzzi. Todos ellos fueron religiosos que vivieron a caballo entre los siglos XIX y XX. Su beatificación en el contexto de la Jornada Misionera Mundial nos recuerda que el primer servicio que hay que dar por la misión es la búsqueda sincera y constante de la santidad. No podemos testimoniar con coherencia el Evangelio, si antes no lo vivimos fielmente. De los jóvenes catequistas ugandeses, Daudi Okelo y Jildo Irwa, el Pontífice resaltó "su valeroso testimonio que les llevó a verter la sangre por Cristo y su Iglesia". Con entusiasmo juvenil partieron para su misión en el norte de Uganda, al principio de la evangelización en este país. Y allí abrazaron la muerte en lugar de abandonar la zona y desamparar sus deberes como catequistas. Daudi y Jildo suben hoy a la gloria de los altares como ejemplos de santidad y virtud como modelos e intercesores de los catequistas en el mundo. "Puedan la vida y el testimonio de estos dos siervos del Evangelio --afirmó el Papa-- inspirar a los hombres y mujeres que en Uganda, África y otras partes del mundo, con generosidad y fortaleza llevan el conocimiento de Cristo y de la fe a otros hermanos. A continuación, Juan Pablo II destacó la figura de don Andrea Giacinto Longhin, el humilde capuchino que durante 32 años fue obispo de la diócesis de Treviso al principio del pasado siglo. "Un pastor simple y pobre, humilde y generoso siempre a disposición del prójimo". "Lo llamaban el obispo de las cosas esenciales --recordó el Pontífice. En una época marcada por eventos dramáticos y dolorosos, se demostró padre para sacerdotes y pastor celante de la gente, siempre al lado de sus fieles, especialmente en los momentos de dificultad y de peligro. "Comprometido en la fe, activo en la caridad, constante en la esperanza". Estas fueron las características que el Santo Padre señaló del padre Marcantonio Durando de la Congregación de la Misión y fundador de las "religiosas nazarenas". "Él vivió de fe y de ardiente impulso espiritual. Desdeñando cualquier tipo de compromiso o de tibieza interior". Fundadora fue también la nueva beata francesa Marie de la Passion Helene Marie de Chappotin de Neuville, que el Papa subió a la gloria de los altares. "En el corazón de su compromiso misionero - explicó el Santo Padre-- puso la oración y la Eucaristía, pues para ella la adoración y la misión se funden en un mismo nivel". Alimentada por las Escrituras y los Padres de la Iglesia, mística y activa, apasionada e intrépida, Marie de la Pasión se entregó con total disposición, intuitiva y audaz, a la misión universal de la Iglesia, fundando el instituto de las Hermanas franciscanas misioneras de María. Finalmente, Su Santidad resaltó también la luz intensa del testimonio misionero de Liduina Meneguzzi, la religiosa italiana de las hermanas de San Francisco de Sales, que en su breve pero vibrante existencia se prodigó en favor de los hermanos pobres y enfermos en los hospitales de la misión en Dire Dawa, Etiopía. "Con ferviente y apostólico celo --dijo el Papa-intentó hacer conocer a todos el único nuestro Salvador Jesús, difundiendo la caridad que brotaba de su corazón puro y superando cualquier mediocridad o inercia interior".
ÁNGELUS: HOMENAJE A LOS MISIONEROS "No podemos testimoniar con coherencia el Evangelio si antes no lo vivimos fielmente". El Papa rindió homenaje, en sus palabras antes del Ángelus, a los misioneros que consumen sus energías al servicio de Cristo, pagando a menudo con sangre su testimonio: "En la Jornada Misionera Mundial que hoy celebramos contemplamos a los nuevos Beatos como ejemplos de incansable dedicación al servicio del anuncio del Evangelio. Con viva gratitud quisiera rendir hoy homenaje a la larga lista de misioneros y misioneras --sacerdotes, religiosos, religiosas y laicos- que yendo a la vanguardia consumen sus energías al servicio de Cristo, pagando a menudo también con la sangre su testimonio. Mi gratitud se extiende asimismo a todos los que colaboran con ellos a través de las Obras Misionales y contribuyen así de manera eficaz, en la construcción de Reino de Dios en el mundo".
CARTA
APOSTÓLICA LIBRERIA
EDITRICE VATICANA INTRODUCCIÓN 1. El Rosario de la Virgen María, difundido gradualmente en el segundo Milenio bajo el soplo del Espíritu de Dios, es una oración apreciada por numerosos Santos y fomentada por el Magisterio. En su sencillez y profundidad, sigue siendo también en este tercer Milenio apenas iniciado una oración de gran significado, destinada a producir frutos de santidad. Se encuadra bien en el camino espiritual de un cristianismo que, después de dos mil años, no ha perdido nada de la novedad de los orígenes, y se siente empujado por el Espíritu de Dios a " remar mar adentro " (duc in altum!), para anunciar, más aún, 'proclamar' a Cristo al mundo como Señor y Salvador, " el Camino, la Verdad y la Vida " (Jn14, 6), el " fin de la historia humana, el punto en el que convergen los deseos de la historia y de la civilización ".1 El Rosario, en efecto, aunque se distingue por su carácter mariano, es una oración centrada en la cristología. En la sobriedad de sus partes, concentra en sí la profundidad de todo el mensaje evangélico, del cual es como un compendio.2 En él resuena la oración de María, su perenne Magnificat por la obra de la Encarnación redentora en su seno virginal. Con él, el pueblo cristiano aprende de María a contemplar la belleza del rostro de Cristo y a experimentar la profundidad de su amor. Mediante el Rosario, el creyente obtiene abundantes gracias, como recibiéndolas de las mismas manos de la Madre del Redentor. Los Romanos Pontífices y el Rosario 2. A esta oración le han atribuido gran importancia muchos de mis Predecesores. Un mérito particular a este respecto corresponde a León XIII que, el 1 de septiembre de 1883, promulgó la Encíclica Supremi apostolatus officio,3 importante declaración con la cual inauguró otras muchas intervenciones sobre esta oración, indicándola como instrumento espiritual eficaz ante los males de la sociedad. Entre los Papas más recientes que, en la época conciliar, se han distinguido por la promoción del Rosario, deseo recordar al Beato Juan XXIII4 y, sobre todo, a Pablo VI, que en la Exhortación apostólica Marialis cultus, en consonancia con la inspiración del Concilio Vaticano II, subrayó el carácter evangélico del Rosario y su orientación cristológica. Yo mismo, después, no he dejado pasar ocasión de exhortar a rezar con frecuencia el Rosario. Esta oración ha tenido un puesto importante en mi vida espiritual desde mis años jóvenes. Me lo ha recordado mucho mi reciente viaje a Polonia, especialmente la visita al Santuario de Kalwaria. El Rosario me ha acompañado en los momentos de alegría y en los de tribulación. A él he confiado tantas preocupaciones y en él siempre he encontrado consuelo. Hace veinticuatro años, el 29 de octubre de 1978, dos semanas después de la elección a la Sede de Pedro, como abriendo mi alma, me expresé así: " El Rosario es mi oración predilecta. ¡Plegaria maravillosa! Maravillosa en su sencillez y en su profundidad. [...] Se puede decir que el Rosario es, en cierto modo, un comentario-oración sobre el capítulo final de la Constitución Lumen gentium del Vaticano II, capítulo que trata de la presencia admirable de la Madre de Dios en el misterio de Cristo y de la Iglesia. En efecto, con el trasfondo de las Avemarías pasan ante los ojos del alma los episodios principales de la vida de Jesucristo. El Rosario en su conjunto consta de misterios gozosos, dolorosos y gloriosos, y nos ponen en comunión vital con Jesús a través -podríamos decir- del Corazón de su Madre. Al mismo tiempo nuestro corazón puede incluir en estas decenas del Rosario todos los hechos que entraman la vida del individuo, la familia, la nación, la Iglesia y la humanidad. Experiencias personales o del prójimo, sobre todo de las personas más cercanas o que llevamos más en el corazón. De este modo la sencilla plegaria del Rosario sintoniza con el ritmo de la vida humana ".5 Con estas palabras, mis queridos Hermanos y Hermanas, introducía mi primer año de Pontificado en el ritmo cotidiano del Rosario. Hoy, al inicio del vigésimo quinto año de servicio como Sucesor de Pedro, quiero hacer lo mismo. Cuántas gracias he recibido de la Santísima Virgen a través del Rosario en estos años: Magnificat anima mea Dominum! Deseo elevar mi agradecimiento al Señor con las palabras de su Madre Santísima, bajo cuya protección he puesto mi ministerio petrino: Totus tuus! Octubre 2002 - Octubre 2003: Año del Rosario 3. Por eso, de acuerdo con las consideraciones hechas en la Carta apostólica Novo millennio ineunte, en la que, después de la experiencia jubilar, he invitado al Pueblo de Dios " a caminar desde Cristo ",6 he sentido la necesidad de desarrollar una reflexión sobre el Rosario, en cierto modo como coronación mariana de dicha Carta apostólica, para exhortar a la contemplación del rostro de Cristo en compañía y a ejemplo de su Santísima Madre. Recitar el Rosario, en efecto, es en realidad contemplar con María el rostro de Cristo. Para dar mayor realce a esta invitación, con ocasión del próximo ciento veinte aniversario de la mencionada Encíclica de León XIII, deseo que a lo largo del año se proponga y valore de manera particular esta oración en las diversas comunidades cristianas. Proclamo, por tanto, el año que va de este octubre a octubre de 2003 Año del Rosario. Dejo esta indicación pastoral a la iniciativa de cada comunidad eclesial. Con ella no quiero obstaculizar, sino más bien integrar y consolidar los planes pastorales de las Iglesias particulares. Confío que sea acogida con prontitud y generosidad. El Rosario, comprendido en su pleno significado, conduce al corazón mismo del vida cristiana y ofrece una oportunidad ordinaria y fecunda espiritual y pedagógica, para la contemplación personal, la formación del Pueblo de Dios y la nueva evangelización. Me es grato reiterarlo recordando con gozo también otro aniversario: los 40 años del comienzo del Concilio Ecuménico Vaticano II (11 de octubre de 1962), el " gran don de gracia " dispensada por el espíritu de Dios a la Iglesia de nuestro tiempo.7 Objeciones al Rosario 4. La oportunidad de esta iniciativa se basa en diversas consideraciones. La primera se refiere a la urgencia de afrontar una cierta crisis de esta oración que, en el actual contexto histórico y teológico, corre el riesgo de ser infravalorada injustamente y, por tanto, poco propuesta a las nuevas generaciones. Hay quien piensa que la centralidad de la Liturgia, acertadamente subrayada por el Concilio Ecuménico Vaticano II, tenga necesariamente como consecuencia una disminución de la importancia del Rosario. En realidad, como puntualizó Pablo VI, esta oración no sólo no se opone a la Liturgia, sino que le da soporte, ya que la introduce y la recuerda, ayudando a vivirla con plena participación interior, recogiendo así sus frutos en la vida cotidiana. Quizás hay también quien teme que pueda resultar poco ecuménica por su carácter marcadamente mariano. En realidad, se coloca en el más límpido horizonte del culto a la Madre de Dios, tal como el Concilio ha establecido: un culto orientado al centro cristológico de la fe cristiana, de modo que " mientras es honrada la Madre, el Hijo sea debidamente conocido, amado, glorificado ".8 Comprendido adecuadamente, el Rosario es una ayuda, no un obstáculo para el ecumenismo. Vía de contemplación 5. Pero el motivo más importante para volver a proponer con determinación la práctica del Rosario es por ser un medio sumamente válido para favorecer en los fieles la exigencia de contemplación del misterio cristiano, que he propuesto en la Carta Apostólica Novo millennio ineunte como verdadera y propia 'pedagogía de la santidad': " es necesario un cristianismo que se distinga ante todo en el arte de la oración ".9 Mientras en la cultura contemporánea, incluso entre tantas contradicciones, aflora una nueva exigencia de espiritualidad, impulsada también por influjo de otras religiones, es más urgente que nunca que nuestras comunidades cristianas se conviertan en " auténticas escuelas de oración ".10 El Rosario forma parte de la mejor y más reconocida tradición de la contemplación cristiana. Iniciado en Occidente, es una oración típicamente meditativa y se corresponde de algún modo con la " oración del corazón ", u " oración de Jesús ", surgida sobre el humus del Oriente cristiano. Oración por la paz y por la familia 6. Algunas circunstancias históricas ayudan a dar un nuevo impulso a la propagación del Rosario. Ante todo, la urgencia de implorar de Dios el don de la paz. El Rosario ha sido propuesto muchas veces por mis Predecesores y por mí mismo como oración por la paz. Al inicio de un milenio que se ha abierto con las horrorosas escenas del atentado del 11 de septiembre de 2001 y que ve cada día en muchas partes del mundo nuevos episodios de sangre y violencia, promover el Rosario significa sumirse en la contemplación del misterio de Aquél que " es nuestra paz: el que de los dos pueblos hizo uno, derribando el muro que los separaba, la enemistad " (Ef 2, 14). No se puede, pues, recitar el Rosario sin sentirse implicados en un compromiso concreto de servir a la paz, con una particular atención a la tierra de Jesús, aún ahora tan atormentada y tan querida por el corazón cristiano. Otro ámbito crucial de nuestro tiempo, que requiere una urgente atención y oración, es el de la familia, célula de la sociedad, amenazada cada vez más por fuerzas disgregadoras, tanto de índole ideológica como práctica, que hacen temer por el futuro de esta fundamental e irrenunciable institución y, con ella, por el destino de toda la sociedad. En el marco de una pastoral familiar más amplia, fomentar el Rosario en las familias cristianas es una ayuda eficaz para contrastar los efectos desoladores de esta crisis actual. " ¡Ahí tienes a tu madre! " (Jn 19, 27) 7. Numerosos signos muestran cómo la Santísima Virgen ejerce también hoy, precisamente a través de esta oración, aquella solicitud materna para con todos los hijos de la Iglesia que el Redentor, poco antes de morir, le confió en la persona del discípulo predilecto: " ¡Mujer, ahí tienes a tu hijo! " (Jn 19, 26). Son conocidas las distintas circunstancias en las que la Madre de Cristo, entre el siglo XIX y XX, ha hecho de algún modo notar su presencia y su voz para exhortar al Pueblo de Dios a recurrir a esta forma de oración contemplativa. Deseo en particular recordar, por la incisiva influencia que conservan en el vida de los cristianos y por el acreditado reconocimiento recibido de la Iglesia, las apariciones de Lourdes y Fátima,11 cuyos Santuarios son meta de numerosos peregrinos, en busca de consuelo y de esperanza. Tras las huellas de los testigos 8. Sería imposible citar la multitud innumerable de Santos que han encontrado en el Rosario un auténtico camino de santificación. Bastará con recordar a san Luis María Grignion de Montfort, autor de un preciosa obra sobre el Rosario12 y, más cercano a nosotros, al Padre Pío de Pietrelcina, que recientemente he tenido la alegría de canonizar. Un especial carisma como verdadero apóstol del Rosario tuvo también el Beato Bartolomé Longo. Su camino de santidad se apoya sobre una inspiración sentida en lo más hondo de su corazón: " ¡Quien propaga el Rosario se salva! ".13 Basándose en ello, se sintió llamado a construir en Pompeya un templo dedicado a la Virgen del Santo Rosario colindante con los restos de la antigua ciudad, apenas influenciada por el anuncio cristiano antes de quedar cubierta por la erupción del Vesuvio en el año 79 y rescatada de sus cenizas siglos después, como testimonio de las luces y las sombras de la civilización clásica. Con toda su obra y, en particular, a través de los " Quince Sábados ", Bartolomé Longo desarrolló el meollo cristológico y contemplativo del Rosario, que ha contado con un particular aliento y apoyo en León XIII, el " Papa del Rosario ". CAPÍTULO
I Un rostro brillante como el sol 9. " Y se transfiguró delante de ellos: su rostro se puso brillante como el sol " (Mt 17, 2). La escena evangélica de la transfiguración de Cristo, en la que los tres apóstoles Pedro, Santiago y Juan aparecen como extasiados por la belleza del Redentor, puede ser considerada como icono de la contemplación cristiana. Fijar los ojos en el rostro de Cristo, descubrir su misterio en el camino ordinario y doloroso de su humanidad, hasta percibir su fulgor divino manifestado definitivamente en el Resucitado glorificado a la derecha del Padre, es la tarea de todos los discípulos de Cristo; por lo tanto, es también la nuestra. Contemplando este rostro nos disponemos a acoger el misterio de la vida trinitaria, para experimentar de nuevo el amor del Padre y gozar de la alegría del Espíritu Santo. Se realiza así también en nosotros la palabra de san Pablo: " Reflejamos como en un espejo la gloria del Señor, nos vamos transformando en esa misma imagen cada vez más: así es como actúa el Señor, que es Espíritu " (2 Co 3, 18).13 María modelo de contemplación 10. La contemplación de Cristo tiene en María su modelo insuperable. El rostro del Hijo le pertenece de un modo especial. Ha sido en su vientre donde se ha formado, tomando también de Ella una semejanza humana que evoca una intimidad espiritual ciertamente más grande aún. Nadie se ha dedicado con la asiduidad de María a la contemplación del rostro de Cristo. Los ojos de su corazón se concentran de algún modo en Él ya en la Anunciación, cuando lo concibe por obra del Espíritu Santo; en los meses sucesivos empieza a sentir su presencia y a imaginar sus rasgos. Cuando por fin lo da a luz en Belén, sus ojos se vuelven también tiernamente sobre el rostro del Hijo, cuando lo " envolvió en pañales y le acostó en un pesebre " (Lc 2, 7). Desde entonces su mirada, siempre llena de adoración y asombro, no se apartará jamás de Él. Será a veces una mirada interrogadora, como en el episodio de su extravío en el templo: " Hijo, ¿por qué nos has hecho esto? " (Lc 2, 48); será en todo caso una mirada penetrante, capaz de leer en lo íntimo de Jesús, hasta percibir sus sentimientos escondidos y presentir sus decisiones, como en Caná (cf. Jn 2, 5); otras veces será una mirada dolorida, sobre todo bajo la cruz, donde todavía será, en cierto sentido, la mirada de la 'parturienta', ya que María no se limitará a compartir la pasión y la muerte del Unigénito, sino que acogerá al nuevo hijo en el discípulo predilecto confiado a Ella (cf. Jn 19, 26-27); en la mañana de Pascua será una mirada radiante por la alegría de la resurrección y, por fin, una mirada ardorosa por la efusión del Espíritu en el día de Pentecostés (cf. Hch 1, 14). Los recuerdos de María 11. María vive mirando a Cristo y tiene en cuenta cada una de sus palabras: " Guardaba todas estas cosas, y las meditaba en su corazón " (Lc 2, 19; cf. 2, 51). Los recuerdos de Jesús, impresos en su alma, la han acompañado en todo momento, llevándola a recorrer con el pensamiento los distintos episodios de su vida junto al Hijo. Han sido aquellos recuerdos los que han constituido, en cierto sentido, el 'rosario' que Ella ha recitado constantemente en los días de su vida terrenal. Y también ahora, entre los cantos de alegría de la Jerusalén celestial, permanecen intactos los motivos de su acción de gracias y su alabanza. Ellos inspiran su materna solicitud hacia la Iglesia peregrina, en la que sigue desarrollando la trama de su 'papel' de evangelizadora. María propone continuamente a los creyentes los 'misterios' de su Hijo, con el deseo de que sean contemplados, para que puedan derramar toda su fuerza salvadora. Cuando recita el Rosario, la comunidad cristiana está en sintonía con el recuerdo y con la mirada de María. El Rosario, oración contemplativa 12. El Rosario, precisamente a partir de la experiencia de María, es una oración marcadamente contemplativa. Sin esta dimensión, se desnaturalizaría, como subrayó Pablo VI: " Sin contemplación, el Rosario es un cuerpo sin alma y su rezo corre el peligro de convertirse en mecánica repetición de fórmulas y de contradecir la advertencia de Jesús: 'Cuando oréis, no seáis charlatanes como los paganos, que creen ser escuchados en virtud de su locuacidad' (Mt 6, 7). Por su naturaleza el rezo del Rosario exige un ritmo tranquilo y un reflexivo remanso, que favorezca en quien ora la meditación de los misterios de la vida del Señor, vistos a través del corazón de Aquella que estuvo más cerca del Señor, y que desvelen su insondable riqueza ".14 Es necesario detenernos en este profundo pensamiento de Pablo VI para poner de relieve algunas dimensiones del Rosario que definen mejor su carácter de contemplación cristológica. Recordar a Cristo con María 13. La contemplación de María es ante todo un recordar. Conviene sin embargo entender esta palabra en el sentido bíblico de la memoria (zakar), que actualiza las obras realizadas por Dios en la historia de la salvación. La Biblia es narración de acontecimientos salvíficos, que tienen su culmen en el propio Cristo. Estos acontecimientos no son solamente un 'ayer'; son también el 'hoy' de la salvación. Esta actualización se realiza en particular en la Liturgia: lo que Dios ha llevado a cabo hace siglos no concierne solamente a los testigos directos de los acontecimientos, sino que alcanza con su gracia a los hombres de cada época. Esto vale también, en cierto modo, para toda consideración piadosa de aquellos acontecimientos: " hacer memoria " de ellos en actitud de fe y amor significa abrirse a la gracia que Cristo nos ha alcanzado con sus misterios de vida, muerte y resurrección. Por esto, mientras se reafirma con el Concilio Vaticano II que la Liturgia, como ejercicio del oficio sacerdotal de Cristo y culto público, es " la cumbre a la que tiende la acción de la Iglesia y, al mismo tiempo, la fuente de donde mana toda su fuerza ",15 también es necesario recordar que la vida espiritual " no se agota sólo con la participación en la sagrada Liturgia. El cristiano, llamado a orar en común, debe no obstante, entrar también en su interior para orar al Padre, que ve en lo escondido (cf. Mt 6, 6); más aún: según enseña el Apóstol, debe orar sin interrupción (cf. 1 Ts 5, 17) ".16 El Rosario, con su carácter específico, pertenece a este variado panorama de la oración 'incesante', y si la Liturgia, acción de Cristo y de la Iglesia, es acción salvífica por excelencia, el Rosario, en cuanto meditación sobre Cristo con María, es contemplación saludable. En efecto, penetrando, de misterio en misterio, en la vida del Redentor, hace que cuanto Él ha realizado y la Liturgia actualiza sea asimilado profundamente y forje la propia existencia. Comprender a Cristo desde María 14. Cristo es el Maestro por excelencia, el revelador y la revelación. No se trata sólo de comprender las cosas que Él ha enseñado, sino de 'comprenderle a Él'. Pero en esto, ¿qué maestra más experta que María? Si en el ámbito divino el Espíritu es el Maestro interior que nos lleva a la plena verdad de Cristo (cf. Jn 14, 26; 15, 26; 16, 13), entre las criaturas nadie mejor que Ella conoce a Cristo, nadie como su Madre puede introducirnos en un conocimiento profundo de su misterio. El primero de los 'signos' llevado a cabo por Jesús -la transformación del agua en vino en las bodas de Caná- nos muestra a María precisamente como maestra, mientras exhorta a los criados a ejecutar las disposiciones de Cristo (cf. Jn 2, 5). Y podemos imaginar que ha desempeñado esta función con los discípulos después de la Ascensión de Jesús, cuando se quedó con ellos esperando el Espíritu Santo y los confortó en la primera misión. Recorrer con María las escenas del Rosario es como ir a la 'escuela' de María para leer a Cristo, para penetrar sus secretos, para entender su mensaje. Una escuela, la de María, mucho más eficaz, si se piensa que Ella la ejerce consiguiéndonos abundantes dones del Espíritu Santo y proponiéndonos, al mismo tiempo, el ejemplo de aquella " peregrinación de la fe ",17 en la cual es maestra incomparable. Ante cada misterio del Hijo, Ella nos invita, como en su Anunciación, a presentar con humildad los interrogantes que conducen a la luz, para concluir siempre con la obediencia de la fe: " He aquí la esclava del Señor, hágase en mí según tu palabra " (Lc 1, 38). Configurarse a Cristo con María 15. La espiritualidad cristiana tiene como característica el deber del discípulo de configurarse cada vez más plenamente con su Maestro (cf. Rm 8, 29; Flp 3, 10. 21). La efusión del Espíritu en el Bautismo une al creyente como el sarmiento a la vid, que es Cristo (cf. Jn 15, 5), lo hace miembro de su Cuerpo místico (cf. 1 Co 12, 12; Rm 12, 5). A esta unidad inicial, sin embargo, ha de corresponder un camino de adhesión creciente a Él, que oriente cada vez más el comportamiento del discípulo según la 'lógica' de Cristo: " Tened entre vosotros los mismos sentimientos que Cristo " (Flp 2, 5). Hace falta, según las palabras del Apóstol, " revestirse de Cristo " (cf. Rm 13, 14; Ga 3, 27). En el recorrido espiritual del Rosario, basado en la contemplación incesante del rostro de Cristo -en compañía de María- este exigente ideal de configuración con Él se consigue a través de una asiduidad que pudiéramos decir 'amistosa'. Ésta nos introduce de modo natural en la vida de Cristo y nos hace como 'respirar' sus sentimientos. Acerca de esto dice el Beato Bartolomé Longo: " Como dos amigos, frecuentándose, suelen parecerse también en las costumbres, así nosotros, conversando familiarmente con Jesús y la Virgen, al meditar los Misterios del Rosario, y formando juntos una misma vida de comunión, podemos llegar a ser, en la medida de nuestra pequeñez, parecidos a ellos, y aprender de estos eminentes ejemplos el vivir humilde, pobre, escondido, paciente y perfecto ".18 Además, mediante este proceso de configuración con Cristo, en el Rosario nos encomendamos en particular a la acción materna de la Virgen Santa. Ella, que es la madre de Cristo y a la vez miembro de la Iglesia como " miembro supereminente y completamente singular ",19 es al mismo tiempo 'Madre de la Iglesia'. Como tal 'engendra' continuamente hijos para el Cuerpo místico del Hijo. Lo hace mediante su intercesión, implorando para ellos la efusión inagotable del Espíritu. Ella es el icono perfecto de la maternidad de la Iglesia. El Rosario nos transporta místicamente junto a María, dedicada a seguir el crecimiento humano de Cristo en la casa de Nazaret. Eso le permite educarnos y modelarnos con la misma diligencia, hasta que Cristo " sea formado " plenamente en nosotros (cf. Ga 4, 19). Esta acción de María, basada totalmente en la de Cristo y subordinada radicalmente a ella, " favorece, y de ninguna manera impide, la unión inmediata de los creyentes con Cristo ".20 Es el principio iluminador expresado por el Concilio Vaticano II, que tan intensamente he experimentado en mi vida, haciendo de él la base de mi lema episcopal: Totus tuus.21 Un lema, como es sabido, inspirado en la doctrina de san Luis María Grignion de Montfort, que explicó así el papel de María en el proceso de configuración de cada uno de nosotros con Cristo: " Como quiera que toda nuestra perfección consiste en el ser conformes, unidos y consagrados a Jesucristo, la más perfecta de la devociones es, sin duda alguna, la que nos conforma, nos une y nos consagra lo más perfectamente posible a Jesucristo. Ahora bien, siendo María, de todas las criaturas, la más conforme a Jesucristo, se sigue que, de todas las devociones, la que más consagra y conforma un alma a Jesucristo es la devoción a María, su Santísima Madre, y que cuanto más consagrada esté un alma a la Santísima Virgen, tanto más lo estará a Jesucristo ".22 De verdad, en el Rosario el camino de Cristo y el de María se encuentran profundamente unidos. ¡María no vive más que en Cristo y en función de Cristo! Rogar a Cristo con María 16. Cristo nos ha invitado a dirigirnos a Dios con insistencia y confianza para ser escuchados: " Pedid y se os dará; buscad y hallaréis; llamad y se os abrirá " (Mt 7, 7). El fundamento de esta eficacia de la oración es la bondad del Padre, pero también la mediación de Cristo ante Él (cf. 1 Jn 2, 1) y la acción del Espíritu Santo, que " intercede por nosotros " (Rm 8, 26-27) según los designios de Dios. En efecto, nosotros " no sabemos cómo pedir " (Rm 8, 26) y a veces no somos escuchados porque pedimos mal (cf. St 4, 2-3). Para apoyar la oración, que Cristo y el Espíritu hacen brotar en nuestro corazón, interviene María con su intercesión materna. " La oración de la Iglesia está como apoyada en la oración de María ".23 Efectivamente, si Jesús, único Mediador, es el Camino de nuestra oración, María, pura transparencia de Él, muestra el Camino, y " a partir de esta cooperación singular de María a la acción del Espíritu Santo, las Iglesias han desarrollado la oración a la santa Madre de Dios, centrándola sobre la persona de Cristo manifestada en sus misterios ".24 En las bodas de Caná, el Evangelio muestra precisamente la eficacia de la intercesión de María, que se hace portavoz ante Jesús de las necesidades humanas: " No tienen vino " (Jn 2, 3). El Rosario es a la vez meditación y súplica. La plegaria insistente a la Madre de Dios se apoya en la confianza de que su materna intercesión lo puede todo ante el corazón del Hijo. Ella es " omnipotente por gracia ", como, con audaz expresión que debe entenderse bien, dijo en su Súplica a la Virgen el Beato Bartolomé Longo.25 Basada en el Evangelio, ésta es una certeza que se ha ido consolidando por experiencia propia en el pueblo cristiano. El eminente poeta Dante la interpreta estupendamente, siguiendo a san Bernardo, cuando canta: " Mujer, eres tan grande y tanto vales, que quien desea una gracia y no recurre a ti, quiere que su deseo vuele sin alas ".26 En el Rosario, mientras suplicamos a María, templo del Espíritu Santo (cf. Lc 1, 35), Ella intercede por nosotros ante el Padre que la ha llenado de gracia y ante el Hijo nacido de su seno, rogando con nosotros y por nosotros. Anunciar a Cristo con María 17. El Rosario es también un itinerario de anuncio y de profundización, en el que el misterio de Cristo es presentado continuamente en los diversos aspectos de la experiencia cristiana. Es una presentación orante y contemplativa, que trata de modelar al cristiano según el corazón de Cristo. Efectivamente, si en el rezo del Rosario se valoran adecuadamente todos sus elementos para una meditación eficaz, se da, especialmente en la celebración comunitaria en las parroquias y los santuarios, una significativa oportunidad catequética que los Pastores deben saber aprovechar. La Virgen del Rosario continúa también de este modo su obra de anunciar a Cristo. La historia del Rosario muestra cómo esta oración ha sido utilizada especialmente por los Dominicos, en un momento difícil para la Iglesia a causa de la difusión de la herejía. Hoy estamos ante nuevos desafíos. ¿Por qué no volver a tomar en la mano las cuentas del rosario con la fe de quienes nos han precedido? El Rosario conserva toda su fuerza y sigue siendo un recurso importante en el bagaje pastoral de todo buen evangelizador. CAPÍTULO
II El Rosario " compendio del Evangelio " 18. A la contemplación del rostro de Cristo sólo se llega escuchando, en el Espíritu, la voz del Padre, pues " nadie conoce bien al Hijo sino el Padre " (Mt 11, 27). Cerca de Cesarea de Felipe, ante la confesión de Pedro, Jesús puntualiza de dónde proviene esta clara intuición sobre su identidad: " No te ha revelado esto la carne ni la sangre, sino mi Padre que está en los cielos " (Mt 16, 17). Así pues, es necesaria la revelación de lo alto. Pero, para acogerla, es indispensable ponerse a la escucha: " Sólo la experiencia del silencio y de la oración ofrece el horizonte adecuado en el que puede madurar y desarrollarse el conocimiento más auténtico, fiel y coherente, de aquel misterio ".27 El Rosario es una de las modalidades tradicionales de la oración cristiana orientada a la contemplación del rostro de Cristo. Así lo describía el Papa Pablo VI: " Oración evangélica centrada en el misterio de la Encarnación redentora, el Rosario es, pues, oración de orientación profundamente cristológica. En efecto, su elemento más característico -la repetición litánica del " Dios te salve, María "- se convierte también en alabanza constante a Cristo, término último del anuncio del Ángel y del saludo de la Madre del Bautista: " Bendito el fruto de tu seno " (Lc 1,42). Diremos más: la repetición del Ave Maria constituye el tejido sobre el cual se desarrolla la contemplación de los misterios: el Jesús que toda Ave María recuerda es el mismo que la sucesión de los misterios nos propone una y otra vez como Hijo de Dios y de la Virgen ".28 Una incorporación oportuna 19. De los muchos misterios de la vida de Cristo, el Rosario, tal como se ha consolidado en la práctica más común corroborada por la autoridad eclesial, sólo considera algunos. Dicha selección proviene del contexto original de esta oración, que se organizó teniendo en cuenta el número 150, que es el mismo de los Salmos. No obstante, para resaltar el carácter cristológico del Rosario, considero oportuna una incorporación que, si bien se deja a la libre consideración de los individuos y de la comunidad, les permita contemplar también los misterios de la vida pública de Cristo desde el Bautismo a la Pasión. En efecto, en estos misterios contemplamos aspectos importantes de la persona de Cristo como revelador definitivo de Dios. Él es quien, declarado Hijo predilecto del Padre en el Bautismo en el Jordán, anuncia la llegada del Reino, dando testimonio de él con sus obras y proclamando sus exigencias. Durante la vida pública es cuando el misterio de Cristo se manifiesta de manera especial como misterio de luz: " Mientras estoy en el mundo, soy luz del mundo " (Jn 9, 5). Para que pueda decirse que el Rosario es más plenamente 'compendio del Evangelio', es conveniente pues que, tras haber recordado la encarnación y la vida oculta de Cristo (misterios de gozo), y antes de considerar los sufrimientos de la pasión (misterios de dolor) y el triunfo de la resurrección (misterios de gloria), la meditación se centre también en algunos momentos particularmente significativos de la vida pública (misterios de luz). Esta incorporación de nuevos misterios, sin prejuzgar ningún aspecto esencial de la estructura tradicional de esta oración, se orienta a hacerla vivir con renovado interés en la espiritualidad cristiana, como verdadera introducción a la profundidad del Corazón de Cristo, abismo de gozo y de luz, de dolor y de gloria. Misterios de gozo 20. El primer ciclo, el de los " misterios gozosos ", se caracteriza efectivamente por el gozo que produce el acontecimiento de la encarnación. Esto es evidente desde la anunciación, cuando el saludo de Gabriel a la Virgen de Nazaret se une a la invitación a la alegría mesiánica: " Alégrate, María ". A este anuncio apunta toda la historia de la salvación, es más, en cierto modo, la historia misma del mundo. En efecto, si el designio del Padre es de recapitular en Cristo todas las cosas (cf. Ef 1, 10), el don divino con el que el Padre se acerca a María para hacerla Madre de su Hijo alcanza a todo el universo. A su vez, toda la humanidad está como implicada en el fiat con el que Ella responde prontamente a la voluntad de Dios. El regocijo se percibe en la escena del encuentro con Isabel, dónde la voz misma de María y la presencia de Cristo en su seno hacen " saltar de alegría " a Juan (cf. Lc 1, 44). Repleta de gozo es la escena de Belén, donde el nacimiento del divino Niño, el Salvador del mundo, es cantado por los ángeles y anunciado a los pastores como " una gran alegría " (Lc 2, 10). Pero ya los dos últimos misterios, aun conservando el sabor de la alegría, anticipan indicios del drama. En efecto, la presentación en el templo, a la vez que expresa la dicha de la consagración y extasía al viejo Simeón, contiene también la profecía de que el Niño será " señal de contradicción " para Israel y de que una espada traspasará el alma de la Madre (cf. Lc 2, 34-35). Gozoso y dramático al mismo tiempo es también el episodio de Jesús de 12 años en el templo. Aparece con su sabiduría divina mientras escucha y pregunta, y ejerciendo sustancialmente el papel de quien 'enseña'. La revelación de su misterio de Hijo, dedicado enteramente a las cosas del Padre, anuncia aquella radicalidad evangélica que, ante las exigencias absolutas del Reino, cuestiona hasta los más profundos lazos de afecto humano. José y María mismos, sobresaltados y angustiados, " no comprendieron " sus palabras (Lc 2, 50). De este modo, meditar los misterios " gozosos " significa adentrarse en los motivos últimos de la alegría cristiana y en su sentido más profundo. Significa fijar la mirada sobre lo concreto del misterio de la Encarnación y sobre el sombrío preanuncio del misterio del dolor salvífico. María nos ayuda a aprender el secreto de la alegría cristiana, recordándonos que el cristianismo es ante todo evangelion, 'buena noticia', que tiene su centro o, mejor dicho, su contenido mismo, en la persona de Cristo, el Verbo hecho carne, único Salvador del mundo. Misterios de luz 21. Pasando
de la infancia y de la vida de Nazaret a la vida pública de
Jesús, la contemplación nos lleva a los misterios que
se pueden llamar de manera especial " misterios de luz ".
En realidad, todo el misterio de Cristo es luz. Él es "
la luz del mundo " (Jn 8, 12). Pero esta dimensión se
manifiesta sobre todo en los años de la vida pública,
cuando anuncia el evangelio del Reino. Deseando indicar a la comunidad
cristiana cinco momentos significativos -misterios " luminosos
"- de esta fase de la vida de Cristo, pienso que se pueden señalar: Excepto en el de Caná, en estos misterios la presencia de María queda en el trasfondo. Los Evangelios apenas insinúan su eventual presencia en algún que otro momento de la predicación de Jesús (cf. Mc 3, 31-35; Jn 2, 12) y nada dicen sobre su presencia en el Cenáculo en el momento de la institución de la Eucaristía. Pero, de algún modo, el cometido que desempeña en Caná acompaña toda la misión de Cristo. La revelación, que en el Bautismo en el Jordán proviene directamente del Padre y ha resonado en el Bautista, aparece también en labios de María en Caná y se convierte en su gran invitación materna dirigida a la Iglesia de todos los tiempos: " Haced lo que él os diga " (Jn 2, 5). Es una exhortación que introduce muy bien las palabras y signos de Cristo durante su vida pública, siendo como el telón de fondo mariano de todos los " misterios de luz ". Misterios de dolor 22. Los Evangelios dan gran relieve a los misterios del dolor de Cristo. La piedad cristiana, especialmente en la Cuaresma, con la práctica del Via Crucis, se ha detenido siempre sobre cada uno de los momentos de la Pasión, intuyendo que ellos son el culmen de la revelación del amor y la fuente de nuestra salvación. El Rosario escoge algunos momentos de la Pasión, invitando al orante a fijar en ellos la mirada de su corazón y a revivirlos. El itinerario meditativo se abre con Getsemaní, donde Cristo vive un momento particularmente angustioso frente a la voluntad del Padre, contra la cual la debilidad de la carne se sentiría inclinada a rebelarse. Allí, Cristo se pone en lugar de todas las tentaciones de la humanidad y frente a todos los pecados de los hombres, para decirle al Padre: " no se haga mi voluntad, sino la tuya " (Lc 22, 42 par.). Este " sí " suyo cambia el " no " de los progenitores en el Edén. Y cuánto le costaría esta adhesión a la voluntad del Padre se muestra en los misterios siguientes, en los que, con la flagelación, la coronación de espinas, la subida al Calvario y la muerte en cruz, se ve sumido en la mayor ignominia: Ecce homo! En este oprobio no sólo se revela el amor de Dios, sino el sentido mismo del hombre. Ecce homo: quien quiera conocer al hombre, ha de saber descubrir su sentido, su raíz y su cumplimiento en Cristo, Dios que se humilla por amor " hasta la muerte y muerte de cruz " (Flp 2, 8). Los misterios de dolor llevan el creyente a revivir la muerte de Jesús poniéndose al pie de la cruz junto a María, para penetrar con ella en la inmensidad del amor de Dios al hombre y sentir toda su fuerza regeneradora. Misterios de gloria 23. " La contemplación del rostro de Cristo no puede reducirse a su imagen de crucificado. ¡Él es el Resucitado! ".29 El Rosario ha expresado siempre esta convicción de fe, invitando al creyente a superar la oscuridad de la Pasión para fijarse en la gloria de Cristo en su Resurrección y en su Ascensión. Contemplando al Resucitado, el cristiano descubre de nuevo las razones de la propia fe (cf. 1 Co 15, 14), y revive la alegría no solamente de aquellos a los que Cristo se manifestó -los Apóstoles, la Magdalena, los discípulos de Emaús-, sino también el gozo de María, que experimentó de modo intenso la nueva vida del Hijo glorificado. A esta gloria, que con la Ascensión pone a Cristo a la derecha del Padre, sería elevada Ella misma con la Asunción, anticipando así, por especialísimo privilegio, el destino reservado a todos los justos con la resurrección de la carne. Al fin, coronada de gloria -como aparece en el último misterio glorioso-, María resplandece como Reina de los Ángeles y los Santos, anticipación y culmen de la condición escatológica del Iglesia. En el centro de este itinerario de gloria del Hijo y de la Madre, el Rosario considera, en el tercer misterio glorioso, Pentecostés, que muestra el rostro de la Iglesia como una familia reunida con María, avivada por la efusión impetuosa del Espíritu y dispuesta para la misión evangelizadora. La contemplación de éste, como de los otros misterios gloriosos, ha de llevar a los creyentes a tomar conciencia cada vez más viva de su nueva vida en Cristo, en el seno de la Iglesia; una vida cuyo gran 'icono' es la escena de Pentecostés. De este modo, los misterios gloriosos alimentan en los creyentes la esperanza en la meta escatológica, hacia la cual se encaminan como miembros del Pueblo de Dios peregrino en la historia. Esto les impulsará necesariamente a dar un testimonio valiente de aquel " gozoso anuncio " que da sentido a toda su vida. De los 'misterios' al 'Misterio': el camino de María 24. Los ciclos de meditaciones propuestos en el Santo Rosario no son ciertamente exhaustivos, pero llaman la atención sobre lo esencial, preparando el ánimo para gustar un conocimiento de Cristo, que se alimenta continuamente del manantial puro del texto evangélico. Cada rasgo de la vida de Cristo, tal como lo narran los Evangelistas, refleja aquel Misterio que supera todo conocimiento (cf. Ef 3, 19). Es el Misterio del Verbo hecho carne, en el cual " reside toda la Plenitud de la Divinidad corporalmente " (Col 2, 9). Por eso el Catecismo de la Iglesia Católica insiste tanto en los misterios de Cristo, recordando que " todo en la vida de Jesús es signo de su Misterio ".30 El " duc in altum " de la Iglesia en el tercer Milenio se basa en la capacidad de los cristianos de alcanzar " en toda su riqueza la plena inteligencia y perfecto conocimiento del Misterio de Dios, en el cual están ocultos todos los tesoros de la sabiduría y de la ciencia " (Col 2, 2-3). La Carta a los Efesios desea ardientemente a todos los bautizados: " Que Cristo habite por la fe en vuestros corazones, para que, arraigados y cimentados en el amor [...], podáis conocer el amor de Cristo, que excede a todo conocimiento, para que os vayáis llenando hasta la total plenitud de Dios " (3, 17-19). El Rosario promueve este ideal, ofreciendo el 'secreto' para abrirse más fácilmente a un conocimiento profundo y comprometido de Cristo. Podríamos llamarlo el camino de María. Es el camino del ejemplo de la Virgen de Nazaret, mujer de fe, de silencio y de escucha. Es al mismo tiempo el camino de una devoción mariana consciente de la inseparable relación que une Cristo con su Santa Madre: los misterios de Cristo son también, en cierto sentido, los misterios de su Madre, incluso cuando Ella no está implicada directamente, por el hecho mismo de que Ella vive de Él y por Él. Haciendo nuestras en el Ave Maria las palabras del ángel Gabriel y de santa Isabel, nos sentimos impulsados a buscar siempre de nuevo en María, entre sus brazos y en su corazón, el " fruto bendito de su vientre " (cf. Lc 1, 42). Misterio de Cristo, 'misterio' del hombre 25. En el testimonio ya citado de 1978 sobre el Rosario como mi oración predilecta, expresé un concepto sobre el que deseo volver. Dije entonces que " el simple rezo del Rosario marca el ritmo de la vida humana ".31 A la luz de las reflexiones hechas hasta ahora sobre los misterios de Cristo, no es difícil profundizar en esta consideración antropológica del Rosario. Una consideración más radical de lo que puede parecer a primera vista. Quien contempla a Cristo recorriendo las etapas de su vida, descubre también en Él la verdad sobre el hombre. Ésta es la gran afirmación del Concilio Vaticano II, que tantas veces he hecho objeto de mi magisterio, a partir de la Carta Encíclica Redemptor hominis: " Realmente, el misterio del hombre sólo se esclarece en el misterio del Verbo Encarnado ".32 El Rosario ayuda a abrirse a esta luz. Siguiendo el camino de Cristo, el cual " recapitula " el camino del hombre,33 desvelado y redimido, el creyente se sitúa ante la imagen del verdadero hombre. Contemplando su nacimiento aprende el carácter sagrado de la vida, mirando la casa de Nazaret se percata de la verdad originaria de la familia según el designio de Dios, escuchando al Maestro en los misterios de su vida pública encuentra la luz para entrar en el Reino de Dios y, siguiendo sus pasos hacia el Calvario, comprende el sentido del dolor salvador. Por fin, contemplando a Cristo y a su Madre en la gloria, ve la meta a la que cada uno de nosotros está llamado, si se deja sanar y transfigurar por el Espíritu Santo. De este modo, se puede decir que cada misterio del Rosario, bien meditado, ilumina el misterio del hombre. Al mismo tiempo, resulta natural presentar en este encuentro con la santa humanidad del Redentor tantos problemas, afanes, fatigas y proyectos que marcan nuestra vida. " Descarga en el señor tu peso, y él te sustentará " (Sal 55, 23). Meditar con el Rosario significa poner nuestros afanes en los corazones misericordiosos de Cristo y de su Madre. Después de largos años, recordando los sinsabores, que no han faltado tampoco en el ejercicio del ministerio petrino, deseo repetir, casi como una cordial invitación dirigida a todos para que hagan de ello una experiencia personal: sí, verdaderamente el Rosario " marca el ritmo de la vida humana ", para armonizarla con el ritmo de la vida divina, en gozosa comunión con la Santísima Trinidad, destino y anhelo de nuestra existencia. CAPÍTULO
III 26. El Rosario propone la meditación de los misterios de Cristo con un método característico, adecuado para favorecer su asimilación. Se trata del método basado en la repetición. Esto vale ante todo para el Ave Maria, que se repite diez veces en cada misterio. Si consideramos superficialmente esta repetición, se podría pensar que el Rosario es una práctica árida y aburrida. En cambio, se puede hacer otra consideración sobre el rosario, si se toma como expresión del amor que no se cansa de dirigirse hacia a la persona amada con manifestaciones que, incluso parecidas en su expresión, son siempre nuevas respecto al sentimiento que las inspira. En Cristo, Dios ha asumido verdaderamente un " corazón de carne ". Cristo no solamente tiene un corazón divino, rico en misericordia y perdón, sino también un corazón humano, capaz de todas las expresiones de afecto. A este respecto, si necesitáramos un testimonio evangélico, no sería difícil encontrarlo en el conmovedor diálogo de Cristo con Pedro después de la Resurrección. " Simón, hijo de Juan, ¿me quieres? " Tres veces se le hace la pregunta, tres veces Pedro responde: " Señor, tú lo sabes que te quiero " (cf. Jn 21, 15-17). Más allá del sentido específico del pasaje, tan importante para la misión de Pedro, a nadie se le escapa la belleza de esta triple repetición, en la cual la reiterada pregunta y la respuesta se expresan en términos bien conocidos por la experiencia universal del amor humano. Para comprender el Rosario, hace falta entrar en la dinámica psicológica que es propia del amor. Una cosa está clara: si la repetición del Ave Maria se dirige directamente a María, el acto de amor, con Ella y por Ella, se dirige a Jesús. La repetición favorece el deseo de una configuración cada vez más plena con Cristo, verdadero 'programa' de la vida cristiana. San Pablo lo ha enunciado con palabras ardientes: " Para mí la vida es Cristo, y la muerte una ganancia " (Flp 1, 21). Y también: " No vivo yo, sino que es Cristo quien vive en mí " (Ga 2, 20). El Rosario nos ayuda a crecer en esta configuración hasta la meta de la santidad. Un método válido... 27. No debe extrañarnos que la relación con Cristo se sirva de la ayuda de un método. Dios se comunica con el hombre respetando nuestra naturaleza y sus ritmos vitales. Por esto la espiritualidad cristiana, incluso conociendo las formas más sublimes del silencio místico, en el que todas las imágenes, palabras y gestos son como superados por la intensidad de una unión inefable del hombre con Dios, se caracteriza normalmente por la implicación de toda la persona, en su compleja realidad psicofísica y relacional. Esto aparece de modo evidente en la Liturgia. Los Sacramentos y los Sacramentales están estructurados con una serie de ritos relacionados con las diversas dimensiones de la persona. También la oración no litúrgica expresa la misma exigencia. Esto se confirma por el hecho de que, en Oriente, la oración más característica de la meditación cristológica, la que está centrada en las palabras " Señor Jesucristo, Hijo de Dios, ten piedad de mí, pecador ",34 está vinculada tradicionalmente con el ritmo de la respiración, que, mientras favorece la perseverancia en la invocación, da como una consistencia física al deseo de que Cristo se convierta en el aliento, el alma y el 'todo' de la vida. ... que, no obstante, se puede mejorar 28. En la Carta apostólica Novo millennio ineunte he recordado que en Occidente existe hoy también una renovada exigencia de meditación, que encuentra a veces en otras religiones modalidades bastante atractivas.35 Hay cristianos que, al conocer poco la tradición contemplativa cristiana, se dejan atraer por tales propuestas. Sin embargo, aunque éstas tengan elementos positivos y a veces compaginables con la experiencia cristiana, a menudo esconden un fondo ideológico inaceptable. En dichas experiencias abunda también una metodología que, pretendiendo alcanzar una alta concentración espiritual, usa técnicas de tipo psicofísico, repetitivas y simbólicas. El Rosario forma parte de este cuadro universal de la fenomenología religiosa, pero tiene características propias, que responden a las exigencias específicas de la vida cristiana. En efecto, el Rosario es un método para contemplar. Como método, debe ser utilizado en relación al fin y no puede ser un fin en sí mismo. Pero tampoco debe infravalorarse, dado que es fruto de una experiencia secular. La experiencia de innumerables Santos aboga en su favor. Lo cual no impide que pueda ser mejorado. Precisamente a esto se orienta la incorporación, en el ciclo de los misterios, de la nueva serie de los mysteria lucis, junto con algunas sugerencias sobre el rezo del Rosario que propongo en esta Carta. Con ello, aunque respetando la estructura firmemente consolidada de esta oración, quiero ayudar a los fieles a comprenderla en sus aspectos simbólicos, en sintonía con las exigencias de la vida cotidiana. De otro modo, existe el riesgo de que esta oración no sólo no produzca los efectos espirituales deseados, sino que el rosario mismo con el que suele recitarse, acabe por considerarse como un amuleto o un objeto mágico, con una radical distorsión de su sentido y su cometido El enunciado del misterio 29. Enunciar el misterio, y tener tal vez la oportunidad de complar al mismo tiempo una imagen que lo represente, es como abrir un escenario en el cual concentrar la atención. Las palabras conducen la imaginación y el espíritu a aquel determinado episodio o momento de la vida de Cristo. En la espiritualidad que se ha desarrollado en la Iglesia, tanto a través de la veneración de imágenes que enriquecen muchas devociones con elementos sensibles, como también del método propuesto por san Ignacio de Loyola en los Ejercicios Espirituales, se ha recurrido al elemento visual e imaginativo (la compositio loci) considerándolo de gran ayuda para favorecer la concentración del espíritu en el misterio. Por lo demás, es una metodología que se corresponde con la lógica misma de la Encarnación: Dios ha querido asumir, en Jesús, rasgos humanos. Por medio de su realidad corpórea, entramos en contacto con su misterio divino. El enunciado de los varios misterios del Rosario se corresponde también con esta exigencia de concreción. Es cierto que no sustituyen al Evangelio ni tampoco se refieren a todas sus páginas. El Rosario, por tanto, no reemplaza la lectio divina, sino que, por el contrario, la supone y la promueve. Pero si los misterios considerados en el Rosario, aun con el complemento de los mysteria lucis, se limita a las líneas fundamentales de la vida de Cristo, a partir de ellos la atención se puede extender fácilmente al resto del Evangelio, sobre todo cuando el Rosario se recita en momentos especiales de prolongado recogimiento. La escucha de la Palabra de Dios 30. Para dar fundamento bíblico y mayor profundidad a la meditación, es útil que al enunciado del misterio siga la proclamación del pasaje bíblico correspondiente, que puede ser más o menos largo según las circunstancias. En efecto, otras palabras nunca tienen la eficacia de la palabra inspirada. Ésta debe ser escuchada con la certeza de que es Palabra de Dios, pronunciada para hoy y " para mí ". Acogida de este modo, la Palabra entra en la metodología de la repetición del Rosario sin el aburrimiento que produciría la simple reiteración de una información ya conocida. No, no se trata de recordar una información, sino de dejar 'hablar' a Dios. En alguna ocasión solemne y comunitaria, esta palabra se puede ilustrar con algún breve comentario. El silencio 31. La escucha y la meditación se alimentan del silencio. Es conveniente que, después de enunciar el misterio y proclamar la Palabra, esperemos unos momentos antes de iniciar la oración vocal, para fijar la atención sobre el misterio meditado. El redescubrimiento del valor del silencio es uno de los secretos para la práctica de la contemplación y la meditación. Uno de los límites de una sociedad tan condicionada por la tecnología y los medios de comunicación social es que el silencio se hace cada vez más difícil. Así como en la Liturgia se recomienda que haya momentos de silencio, en el rezo del Rosario es también oportuno hacer una breve pausa después de escuchar la Palabra de Dios, concentrando el espíritu en el contenido de un determinado misterio. El " Padrenuestro " 32. Después de haber escuchado la Palabra y centrado la atención en el misterio, es natural que el ánimo se eleve hacia el Padre. Jesús, en cada uno de sus misterios, nos lleva siempre al Padre, al cual Él se dirige continuamente, porque descansa en su 'seno' (cf Jn 1, 18). Él nos quiere introducir en la intimidad del Padre para que digamos con Él: " ¡Abbá, Padre! " (Rm 8, 15; Ga 4, 6). En esta relación con el Padre nos hace hermanos suyos y entre nosotros, comunicándonos el Espíritu, que es a la vez suyo y del Padre. El " Padrenuestro ", puesto como fundamento de la meditación cristológico-mariana que se desarrolla mediante la repetición del Ave Maria, hace que la meditación del misterio, aun cuando se tenga en soledad, sea una experiencia eclesial. Las diez " Ave Maria " 33. Este es el elemento más extenso del Rosario y que a la vez lo convierte en una oración mariana por excelencia. Pero precisamente a la luz del Ave Maria, bien entendida, es donde se nota con claridad que el carácter mariano no se opone al cristológico, sino que más bien lo subraya y lo exalta. En efecto, la primera parte del Ave Maria, tomada de las palabras dirigidas a María por el ángel Gabriel y por santa Isabel, es contemplación adorante del misterio que se realiza en la Virgen de Nazaret. Expresan, por así decir, la admiración del cielo y de la tierra y, en cierto sentido, dejan entrever la complacencia de Dios mismo al ver su obra maestra -la encarnación del Hijo en el seno virginal de María-, análogamente a la mirada de aprobación del Génesis (cf. Gn 1, 31), aquel " pathos con el que Dios, en el alba de la creación, contempló la obra de sus manos ".36 Repetir en el Rosario el Ave Maria nos acerca a la complacencia de Dios: es júbilo, asombro, reconocimiento del milagro más grande de la historia. Es el cumplimiento de la profecía de María: " Desde ahora todas las generaciones me llamarán bienaventurada " (Lc1, 48). El centro del Ave Maria, casi como engarce entre la primera y la segunda parte, es el nombre de Jesús. A veces, en el rezo apresurado, no se percibe este aspecto central y tampoco la relación con el misterio de Cristo que se está contemplando. Pero es precisamente el relieve que se da al nombre de Jesús y a su misterio lo que caracteriza una recitación consciente y fructuosa del Rosario. Ya Pablo VI recordó en la Exhortación apostólica Marialis cultus la costumbre, practicada en algunas regiones, de realzar el nombre de Cristo añadiéndole una cláusula evocadora del misterio que se está meditando.37 Es una costumbre loable, especialmente en la plegaria pública. Expresa con intensidad la fe cristológica, aplicada a los diversos momentos de la vida del Redentor. Es profesión de fe y, al mismo tiempo, ayuda a mantener atenta la meditación, permitiendo vivir la función asimiladora, innata en la repetición del Ave Maria, respecto al misterio de Cristo. Repetir el nombre de Jesús -el único nombre del cual podemos esperar la salvación (cf. Hch 4, 12)- junto con el de su Madre Santísima, y como dejando que Ella misma nos lo sugiera, es un modo de asimilación, que aspira a hacernos entrar cada vez más profundamente en la vida de Cristo. De la especial relación con Cristo, que hace de María la Madre de Dios, la Theotòkos, deriva, además, la fuerza de la súplica con la que nos dirigimos a Ella en la segunda parte de la oración, confiando a su materna intercesión nuestra vida y la hora de nuestra muerte. El " Gloria " 34.La doxología trinitaria es la meta de la contemplación cristiana. En efecto, Cristo es el camino que nos conduce al Padre en el Espíritu. Si recorremos este camino hasta el final, nos encontramos continuamente ante el misterio de las tres Personas divinas que se han de alabar, adorar y agradecer. Es importante que el Gloria, culmen de la contemplación, sea bien resaltado en el Rosario. En el rezo público podría ser cantado, para dar mayor énfasis a esta perspectiva estructural y característica de toda plegaria cristiana. En la medida en que la meditación del misterio haya sido atenta, profunda, fortalecida -de Ave en Ave- por el amor a Cristo y a María, la glorificación trinitaria en cada decena, en vez de reducirse a una rápida conclusión, adquiere su justo tono contemplativo, como para levantar el espíritu a la altura del Paraíso y hacer revivir, de algún modo, la experiencia del Tabor, anticipación de la contemplación futura: "Bueno es estarnos aquí" (Lc 9, 33). La jaculatoria final 35. Habitualmente, en el rezo del Rosario, después de la doxología trinitaria sigue una jaculatoria, que varía según las costumbres. Sin quitar valor a tales invocaciones, parece oportuno señalar que la contemplación de los misterios puede expresar mejor toda su fecundidad si se procura que cada misterio concluya con una oración dirigida a alcanzar los frutos específicos de la meditación del misterio. De este modo, el Rosario puede expresar con mayor eficacia su relación con la vida cristiana. Lo sugiere una bella oración litúrgica, que nos invita a pedir que, meditando los misterios del Rosario, lleguemos a "imitar lo que contienen y a conseguir lo que prometen".38 Como ya se hace, dicha oración final puede expresarse en varias forma legítimas. El Rosario adquiere así también una fisonomía más adecuada a las diversas tradiciones espirituales y a las distintas comunidades cristianas. En esta perspectiva, es de desear que se difundan, con el debido discernimiento pastoral, las propuestas más significativas, experimentadas tal vez en centros y santuarios marianos que cultivan particularmente la práctica del Rosario, de modo que el Pueblo de Dios pueda acceder a toda auténtica riqueza espiritual, encontrando así una ayuda para la propia contemplación. El 'rosario' 36. Instrumento tradicional para rezarlo es el rosario. En la práctica más superficial, a menudo termina por ser un simple instrumento para contar la sucesión de las Ave Maria. Pero sirve también para expresar un simbolismo, que puede dar ulterior densidad a la contemplación. A este propósito, lo primero que debe tenerse presente es que el rosario está centrado en el Crucifijo, que abre y cierra el proceso mismo de la oración. En Cristo se centra la vida y la oración de los creyentes. Todo parte de Él, todo tiende hacia Él, todo, a través de Él, en el Espíritu Santo, llega al Padre. En cuanto medio para contar, que marca el avanzar de la oración, el rosario evoca el camino incesante de la contemplación y de la perfección cristiana. El Beato Bartolomé Longo lo consideraba también como una 'cadena' que nos une a Dios. Cadena, sí, pero cadena dulce; así se manifiesta la relación con Dios, que es Padre. Cadena 'filial', que nos pone en sintonía con María, la " sierva del Señor " (Lc 1, 38) y, en definitiva, con el propio Cristo, que, aun siendo Dios, se hizo " siervo " por amor nuestro (Flp 2, 7). Es también hermoso ampliar el significado simbólico del rosario a nuestra relación recíproca, recordando de ese modo el vínculo de comunión y fraternidad que nos une a todos en Cristo. Inicio y conclusión 37. En la práctica corriente, hay varios modos de comenzar el Rosario, según los diversos contextos eclesiales. En algunas regiones se suele iniciar con la invocación del Salmo 69: " Dios mío ven en mi auxilio, Señor date prisa en socorrerme ", como para alimentar en el orante la humilde conciencia de su propia indigencia; en otras, se comienza recitando el Credo, como haciendo de la profesión de fe el fundamento del camino contemplativo que se emprende. Éstos y otros modos similares, en la medida que disponen el ánimo para la contemplación, son usos igualmente legítimos. La plegaria se concluye rezando por las intenciones del Papa, para elevar la mirada de quien reza hacia el vasto horizonte de las necesidades eclesiales. Precisamente para fomentar esta proyección eclesial del Rosario, la Iglesia ha querido enriquecerlo con santas indulgencias para quien lo recita con las debidas disposiciones. En efecto, si se hace así, el Rosario es realmente un itinerario espiritual en el que María se hace madre, maestra, guía, y sostiene al fiel con su poderosa intercesión. ¿Cómo asombrarse, pues, si al final de esta oración en la cual se ha experimentado íntimamente la maternidad de María, el espíritu siente necesidad de dedicar una alabanza a la Santísima Virgen, bien con la espléndida oración de la Salve Regina, bien con las Letanías lauretanas? Es como coronar un camino interior, que ha llevado al fiel al contacto vivo con el misterio de Cristo y de su Madre Santísima. La distribución en el tiempo 38. El Rosario puede recitarse entero cada día, y hay quienes así lo hacen de manera laudable. De ese modo, el Rosario impregna de oración los días de muchos contemplativos, o sirve de compañía a enfermos y ancianos que tienen mucho tiempo disponible. Pero es obvio -y eso vale, con mayor razón, si se añade el nuevo ciclo de los mysteria lucis- que muchos no podrán recitar más queuna parte, según un determinado orden semanal. Esta distribución semanal da a los días de la semana un cierto 'color' espiritual, análogamente a lo que hace la Liturgia con las diversas fases del año litúrgico. Según la praxis corriente, el lunes y el jueves están dedicados a los " misterios gozosos ", el martes y el viernes a los " dolorosos ", el miércoles, el sábado y el domingo a los " gloriosos ". ¿Dónde introducir los " misterios de la luz "? Considerando que los misterios gloriosos se proponen seguidos el sábado y el domingo, y que el sábado es tradicionalmente un día de marcado carácter mariano, parece aconsejable trasladar al sábado la segunda meditación semanal de los misterios gozosos, en los cuales la presencia de María es más destacada. Queda así libre el jueves para la meditación de los misterios de la luz. No obstante, esta indicación no pretende limitar una conveniente libertad en la meditación personal y comunitaria, según las exigencias espirituales y pastorales y, sobre todo, las coincidencias litúrgicas que pueden sugerir oportunas adaptaciones. Lo verdaderamente importante es que el Rosario se comprenda y se experimente cada vez más como un itinerario contemplativo. Por medio de él, de manera complementaria a cuanto se realiza en la Liturgia, la semana del cristiano, centrada en el domingo, día de la resurrección, se convierte en un camino a través de los misterios de la vida de Cristo, y Él se consolida en la vida de sus discípulos como Señor del tiempo y de la historia. CONCLUSIÓN 39. Lo que se ha dicho hasta aquí expresa ampliamente la riqueza de esta oración tradicional, que tiene la sencillez de una oración popular, pero también la profundidad teológica de una oración adecuada para quien siente la exigencia de una contemplación más intensa. La Iglesia ha visto siempre en esta oración una particular eficacia, confiando las causas más difíciles a su recitación comunitaria y a su práctica constante. En momentos en los que la cristiandad misma estaba amenazada, se atribuyó a la fuerza de esta oración la liberación del peligro y la Virgen del Rosario fue considerada como propiciadora de la salvación. Hoy deseo confiar a la eficacia de esta oración -lo he señalado al principio- la causa de la paz en el mundo y la de la familia. La paz 40. Las dificultades que presenta el panorama mundial en este comienzo del nuevo Milenio nos inducen a pensar que sólo una intervención de lo Alto, capaz de orientar los corazones de quienes viven situaciones conflictivas y de quienes dirigen los destinos de las Naciones, puede hacer esperar en un futuro menos oscuro. El Rosario es una oración orientada por su naturaleza hacia la paz, por el hecho mismo de que contempla a Cristo, Príncipe de la paz y " nuestra paz " (Ef 2, 14). Quien interioriza el misterio de Cristo -y el Rosario tiende precisamente a eso- aprende el secreto de la paz y hace de ello un proyecto de vida. Además, debido a su carácter meditativo, con la serena sucesión del Ave Maria, el Rosario ejerce sobre el orante una acción pacificadora que lo dispone a recibir y experimentar en la profundidad de su ser, y a difundir a su alrededor, paz verdadera, que es un don especial del Resucitado (cf. Jn 14, 27; 20, 21). Es además oración por la paz por la caridad que promueve. Si se recita bien, como verdadera oración meditativa, el Rosario, favoreciendo el encuentro con Cristo en sus misterios, muestra también el rostro de Cristo en los hermanos, especialmente en los que más sufren. ¿Cómo se podría considerar, en los misterios gozosos, el misterio del Niño nacido en Belén sin sentir el deseo de acoger, defender y promover la vida, hacíendose cargo del sufrimiento de los niños en todas las partes del mundo? ¿Cómo podrían seguirse los pasos del Cristo revelador, en los misterios de la luz, sin proponerse el testimonio de sus bienaventuranzas en la vida de cada día? Y ¿cómo contemplar a Cristo cargado con la cruz y crucificado, sin sentir la necesidad de hacerse sus " cireneos " en cada hermano aquejado por el dolor u oprimido por la desesperación? ¿Cómo se podría, en fin, contemplar la gloria de Cristo resucitado y a María coronada como Reina, sin sentir el deseo de hacer este mundo más hermoso, más justo, más cercano al proyecto de Dios? En definitiva, mientras nos hace contemplar a Cristo, el Rosario nos hace también constructores de la paz en el mundo. Por su carácter de petición insistente y comunitaria, en sintonía con la invitación de Cristo a " orar siempre sin desfallecer " (Lc 18,1), nos permite esperar que hoy se pueda vencer también una 'batalla' tan difícil como la de la paz. De este modo, el Rosario, en vez de ser una huida de los problemas del mundo, nos impulsa a examinarlos de manera responsable y generosa, y nos concede la fuerza de afrontarlos con la certeza de la ayuda de Dios y con el firme propósito de testimoniar en cada circunstancia la caridad, " que es el vínculo de la perfección " (Col 3, 14). La familia: los padres... 41. Además de oración por la paz, el Rosario es también, desde siempre, una oración de la familia y por la familia. Antes esta oración era apreciada particularmente por las familias cristianas, y ciertamente favorecía su comunión. Conviene no descuidar esta preciosa herencia. Se ha de volver a rezar en familia y a rogar por las familias, utilizando todavía esta forma de plegaria. Si en la Carta apostólica Novo millennio ineunte he alentado la celebración de la Liturgia de las Horas por parte de los laicos en la vida ordinaria de las comunidades parroquiales y de los diversos grupos cristianos,39 deseo hacerlo igualmente con el Rosario. Se trata de dos caminos no alternativos, sino complementarios, de la contemplación cristiana. Pido, por tanto, a cuantos se dedican a la pastoral de las familias que recomienden con convicción el rezo del Rosario. La familia que reza unida, permanece unida. El Santo Rosario, por antigua tradición, es una oración que se presta particularmente para reunir a la familia. Contemplando a Jesús, cada uno de sus miembros recupera también la capacidad de volverse a mirar a los ojos, para comunicar, solidarizarse, perdonarse recíprocamente y comenzar de nuevo con un pacto de amor renovado por el Espíritu de Dios. Muchos problemas de las familias contemporáneas, especialmente en las sociedades económicamente más desarrolladas, derivan de una creciente dificultad comunicarse. No se consigue estar juntos y a veces los raros momentos de reunión quedan absorbidos por las imágenes de un televisor. Volver a rezar el Rosario en familia significa introducir en la vida cotidiana otras imágenes muy distintas, las del misterio que salva: la imagen del Redentor, la imagen de su Madre santísima. La familia que reza unida el Rosario reproduce un poco el clima de la casa de Nazaret: Jesús está en el centro, se comparten con él alegrías y dolores, se ponen en sus manos las necesidades y proyectos, se obtienen de él la esperanza y la fuerza para el camino. ... y los hijos 42. Es hermoso y fructuoso confiar también a esta oración el proceso de crecimiento de los hijos. ¿No es acaso, el Rosario, el itinerario de la vida de Cristo, desde su concepción a la muerte, hasta la resurrección y la gloria? Hoy resulta cada vez más difícil para los padres seguir a los hijos en las diversas etapas de su vida. En la sociedad de la tecnología avanzada, de los medios de comunicación social y de la globalización, todo se ha acelerado, y cada día es mayor la distancia cultural entre las generaciones. Los mensajes de todo tipo y las experiencias más imprevisibles hacen mella pronto en la vida de los chicos y los adolescentes, y a veces es angustioso para los padres afrontar los peligros que corren los hijos. Con frecuencia se encuentran ante desilusiones fuertes, al constatar los fracasos de los hijos ante la seducción de la droga, los atractivos de un hedonismo desenfrenado, las tentaciones de la violencia o las formas tan diferentes del sinsentido y la desesperación. Rezar con el Rosario por los hijos, y mejor aún, con los hijos, educándolos desde su tierna edad para este momento cotidiano de " intervalo de oración " de la familia, no es ciertamente la solución de todos los problemas, pero es una ayuda espiritual que no se debe minimizar. Se puede objetar que el Rosario parece una oración poco adecuada para los gustos de los chicos y los jóvenes de hoy. Pero quizás esta objeción se basa en un modo poco esmerado de rezarlo. Por otra parte, salvando su estructura fundamental, nada impide que, para ellos, el rezo del Rosario -tanto en familia como en los grupos- se enriquezca con oportunas aportaciones simbólicas y prácticas, que favorezcan su comprensión y valorización. ¿Por qué no probarlo? Una pastoral juvenil no derrotista, apasionada y creativa -¡las Jornadas Mundiales de la Juventud han dado buena prueba de ello!- es capaz de dar, con la ayuda de Dios, pasos verdaderamente significativos. Si el Rosario se presenta bien, estoy seguro de que los jóvenes mismos serán capaces de sorprender una vez más a los adultos, haciendo propia esta oración y recitándola con el entusiasmo típico de su edad. El Rosario, un tesoro que recuperar 43. Queridos hermanos y hermanas: Una oración tan fácil, y al mismo tiempo tan rica, merece de veras ser recuperada por la comunidad cristiana. Hagámoslo sobre todo en este año, asumiendo esta propuesta como una consolidación de la línea trazada en la Carta apostólica Novo millennio ineunte, en la cual se han inspirado los planes pastorales de muchas Iglesias particulares al programar los objetivos para el próximo futuro. Me dirijo en particular a vosotros, queridos Hermanos en el Episcopado, sacerdotes y diáconos, y a vosotros, agentes pastorales en los diversos ministerios, para que, teniendo la experiencia personal de la belleza del Rosario, os convirtáis en sus diligentes promotores. Confío también en vosotros, teólogos, para que, realizando una reflexión a la vez rigurosa y sabia, basada en la Palabra de Dios y sensible a la vivencia del pueblo cristiano, ayudéis a descubrir los fundamentos bíblicos, las riquezas espirituales y la validez pastoral de esta oración tradicional. Cuento con vosotros, consagrados y consagradas, llamados de manera particular a contemplar el rostro de Cristo siguiendo el ejemplo de María. Pienso en todos vosotros, hermanos y hermanas de toda condición, en vosotras, familias cristianas, en vosotros, enfermos y ancianos, en vosotros, jóvenes: tomad con confianza entre las manos el rosario, descubriéndolo de nuevo a la luz de la Escritura, en armonía con la Liturgia y en el contexto de la vida cotidiana. ¡Qué este llamamiento mío no sea en balde! Al inicio del vigésimo quinto año de Pontificado, pongo esta Carta apostólica en las manos de la Virgen María, postrándome espiritualmente ante su imagen en su espléndido Santuario edificado por el Beato Bartolomé Longo, apóstol del Rosario. Hago mías con gusto las palabras conmovedoras con las que él termina la célebre Súplica a la Reina del Santo Rosario: " Oh Rosario bendito de María, dulce cadena que nos une con Dios, vínculo de amor que nos une a los Ángeles, torre de salvación contra los asaltos del infierno, puerto seguro en el común naufragio, no te dejaremos jamás. Tú serás nuestro consuelo en la hora de la agonía. Para ti el último beso de la vida que se apaga. Y el último susurro de nuestros labios será tu suave nombre, oh Reina del Rosario de Pompeya, oh Madre nuestra querida, oh Refugio de los pecadores, oh Soberana consoladora de los tristes. Que seas bendita por doquier, hoy y siempre, en la tierra y en el cielo ". Vaticano, 16 octubre del año 2002, inicio del vigésimo quinto de mi Pontificado. 1-Const.
past. sobre la Iglesia en el mundo actual Gaudium et spes, 45.
LA VERDADERA DIMENSIÓN HUMANA DE TRAGEDIA DEL HAMBRE Y MALNUTRICIÓN Juan Pablo II ha realizado un llamamiento para que la celebración de la Jornada Mundial de la Alimentación de este año sirva para que todos tomen conciencia sobre "la verdadera dimensión humana de la tragedia del hambre y de la malnutrición y ayude a la comunidad internacional a reafirmar el imperativo moral de la solidaridad". El Papa, en un mensaje enviado al Director General de la FAO, hace hincapié asimismo en la necesidad de que no se ahorren esfuerzos en el ámbito mundial para "asegurar a cada pueblo y nación el necesario acceso al abastecimiento del agua, para poder garantizar un nivel apropiado de seguridad alimentaria". Una vez más, lamenta el Santo Padre, nos encontramos ante demasiadas personas en todo el mundo que sufren por el hambre y la inanición. Y, recordando el compromiso tomado por la comunidad internacional en la última Cumbre Mundial sobre la Alimentación de "garantizar a todos los pueblos la libertad básica de no sufrir hambre y el acceso adecuado a la nutrición", el Papa señala que estos derechos son "las expresiones primarias del derecho a la vida y del respeto a la dignidad humana, que tan solemnemente se proclaman, pero que lamentablemente no aún llegan a ser una realidad". Tras poner de relieve que "el mundo permanece trágicamente dividido entre aquellos que viven en la abundancia y aquellos a que carecen incluso de lo esencial para su sustento cotidiano", Juan Pablo II reitera que esta situación es uno de "los obstáculos más obvios para poder construir una sociedad digna de ser llamada humana, un mundo que sea realmente humano y fraterno". En lo que se refiere al tema elegido para este año, es decir "El agua, fuente de seguridad alimentaria" y recordando que sin agua no se puede vivir, el Santo Padre pone de relieve también el significado que tiene el agua en las religiones y culturas, como símbolo de pertenencia y purificación. Como por ejemplo para los cristianos, que utilizan el símbolo precisamente del agua como signo de transformación y conversión. Es importante - señala luego el Papa - que se promueva e impulse un cambio de conducta y se deje de derrochar el agua, bien precioso que hay que salvaguardar también para las generaciones futuras. Para alcanzar el bien de la familia humana - recomienda el Santo Padre - hay que dejar de lado los intereses personales y las posibles enemistades y respetar y tutelar los ecosistemas del planeta. No se puede dejar que prevalezcan las soluciones técnicas y no podemos olvidar que la centralidad de la persona humana, en su dimensión espiritual y material, debe ser el verdadero objetivo de los responsables de las naciones y de los programas políticos.
CARTA A CHIARA LUBICH, PRESIDENTA DE LA OBRA DE MARÍA El Santo Padre, en el transcurso de la Audiencia General, entregó una carta a Chiara Lubich, presidenta de la Obra de María. En la carta el Pontífice subraya su aprecio por la Obra de María, dada la aportación apostólica que realiza en la Iglesia y en el mundo. "Aprecio la Obra de María de manera particular, escribe Juan Pablo II, por la válida contribución que ofrece en la consecución de su finalidad específica, es decir, la promoción de la comunión mediante la búsqueda y la práctica del diálogo, tanto dentro de la Iglesia católica como con las demás Iglesias y comunidades eclesiales, y también con las diversas religiones y con los no creyentes". Esta carta del Papa iba dirigida, además, a todos los participantes en la Asamblea General de la Obra de María, que se estaba celebrando en Castelgandolfo. "Sois conscientes, les subraya el Papa, de cómo las acciones concretas deben ser precedidas y animadas por una robusta espiritualidad de comunión, como principio educativo en los lugares en los que se plasma el hombre y el cristiano. Profundizad cada vez más en la peculiar unión espiritual que os une a María Santísima. Es este momento, particularmente oportuno, quisiera entregar idealmente a los Focolares la oración del santo Rosario, que he propuesto de nuevo a toda la Iglesia, como camino privilegiado de contemplación y asimilación del misterio de Cristo. El año del Rosario, concluye el Pontífice su carta a Chiara Lubich, será también para vosotros un estímulo para intensificar la contemplación de Cristo con los ojos de María, para conformaros a Él e irradiar su saludable presencia en los ambientes en los que vivís. Sé que puedo confiar a vuestra oración el misterio de Jesús crucificado y abandonado como camino para contribuir a la realización de su supremo deseo de unidad entre todos sus discípulos.
ATENTADO TERRORISTA EN BALI: TELEGRAMA DE PÉSAME Juan Pablo II en el telegrama de pésame por las víctimas del atentado terrorista en Bali afirma que "Semejante cruel e insensata violencia no puede conducir a una sociedad más justa y civil y que debe ser condenada por todos aquellos que anhelan un mundo de paz ". Juan Pablo II "profundamente conmocionado por el terrible atentado perpetrado en Bali, que ha causado numerosos muertos y heridos, asegura a las autoridades civiles y religiosas sus oraciones por las víctimas y encomienda a los fallecidos al Todopoderoso, invocando el divino aliento y consuelo para todos los afectados en este trágico evento". En un telegrama enviado en su nombre por el Cardenal Secretario de Estado al Nuncio Apostólico en Yakarta, el Santo Padre reitera además que "semejante cruel e insensata violencia no puede conducir a una sociedad más justa y civil y que debe ser condenada por todos aquellos que anhelan un mundo de paz construido en el respeto de la inviolable dignidad de toda vida humana".
TELEGRAMAS POR LOS ASESINATOS DE DOS SACERDOTES EN COLOMBIA El cardenal secretario de estado Angelo Sodano, en nombre del Papa, envió sendos telegramas de pésame por los asesinatos en Colombia de monseñor Arias Posadas y el padre Cárdenas Fernández, homicidios que se produjeron en el espacio de pocas horas. En el primer telegrama, dirigido al obispo de Armenia, monseñor José Roberto López Londoño, el Santo Padre lamenta la muerte de su cercano colaborador como vicario general de la diócesis, Monseñor Arias Posadas, asesinado junto con su conductor. El Papa expresa su profundo dolor por este nuevo acto de injustificada y tan difusa violencia en el país. Al mismo tiempo que eleva sufragios al Señor por el eterno descanso de las víctimas, exhorta a los pastores y fieles de la iglesia colombiana a fortalecer su esperanza en estos momentos dolorosos y difíciles. El segundo telegrama va dirigido al obispo de Sincelejo, monseñor Nel Hedye Beltrán Santamaría y lamenta asimismo el Papa el asesinato del padre José Luis Cárdenas Fernández, párroco de Chalán. Su Santidad ofrece sufragios por el eterno descanso de un ministro del Señor, víctima de la violencia siempre reprochable que insistentemente azota la región. Juan Pablo II invita a toda la diócesis a poner toda la esperanza en la fuerza de vida y de paz que nace de Jesús resucitado para continuar sin desaliento en su misión pastoral.
VI CONGRESO ANUAL SOBRE EL ROSTRO DE CRISTO El Santo Padre Juan Pablo II ha enviado un mensaje al cardenal Angelini con motivo de la Celebración en Roma del VI Congreso anual promovido por el Instituto Internacional de Investigación sobre el Rostro de Cristo. En primer lugar el Pontífice subraya la colaboración que prestan al purpurado la Congregación Benedictina de la Hermanas Reparadoras del Santo Rostro y el esfuerzo que realiza para que estudiosos de todo el mundo profundicen en un tema tan relevante. Al final del Gran Jubileo del Año 2000 confirmaba: "¿No es deber de la Iglesia reflejar la luz de Cristo en toda época de la historia, hacer resplandecer el Rostro también ante las generaciones del nuevo Milenio? Nuestro testimonio sería insoportablemente pobre si nosotros en primer término no fuéramos contempladores de su Rostro". Favoreciendo con celo e inteligencia la aportación de tan ilustres estudiosos, investigadores, teólogos, escritores y artistas sobre el Rostro de Cristo, escribe el Papa al cardenal Angelini, el Instituto Internacional de Investigación realiza una gran contribución de comprobada autoridad en la presentación de la figura humana y divina de Cristo, ayudando al progreso de las conciencias tanto en el plano de la reflexión teológica así como en el de la praxis pastoral. El Papa finaliza su mensaje al cardenal italiano subrayando la validez ecuménica de la contemplación del Rostro de Cristo. "En la búsqueda cada vez más profunda de los santos rasgos de Oriente y Occidente convergen y se integran, como demuestran las aportaciones a este respecto ilustrados en los Congresos que el Instituto Internacional de Investigación sobre el rostro de Cristo ha dedicado a este tema.
EL LUMINOSO TESTIMONIO DE MUJERES EJEMPLARES "Este año se cumple el 550 aniversario de la entrada de la Familia religiosa de las Carmelitas en la Orden de las Claustrales de vida contemplativa y de la institución de la Tercera Orden constituida por seglares deseosos de vivir en el siglo la espiritualidad carmelitana". Con estas palabras empieza Juan Pablo II la carta dirigida, con este motivo, al Prior General de la Orden de los Carmelitas, P. Joseph Chalmers. El 7 de octubre de 1452, el Papa Nicolás V, con la Bula Cum nulla, concedió al Prior General de entonces, el Beato Juan Soreth, la facultad de instituir dentro de la Orden a las Claustrales de vida contemplativa y la Tercera Orden Carmelitana de seglares que vivían en el siglo. Con la difusión de la Orden en Europa, algunas mujeres pidieron ser unidas a ella con los mismos vínculos de los religiosos. Lo mismo ocurrió con muchos fieles. Esta fue la razón de la petición a Nicolás V, cuya Bula Cum nulla se conmemora este año. El Prior General intuyó que la vida de sacrificio y de soledad y de oración de las religiosas habría favorecido a los religiosos, estimulándolos a vivir el espíritu primitivo más genuino. Del mismo modo habría sido útil ofrecer a los seglares, al igual que ocurría en las Órdenes Mendicantes, la posibilidad de beber en una fuente espiritual común. Ya desde el principio, esta forma de vida claustral, afirma el Papa en su Carta al P. Chalmers, dio sus frutos, enriqueciéndose a lo largo de los siglos con el luminoso testimonio de mujeres ejemplares, algunas de las cuales reconocidas oficialmente como beatas o santas e indicadas también hoy como modelos que imitar. Tras citar, entre otras, a la Beata Francisca d'Amboise, considerada la fundadora de las Carmelitas en Francia y la Beata Juan Scopelli, en Italia, Juan Pablo II afirma textualmente: "En este surco de santidad, encontramos, en España, a Santa Teresa de Jesús, la figura más ilustre de la vida claustral carmelitana, en la que se inspiran constantemente las Monjas de todas las épocas". Teresa, escribe el Papa en su Carta, reelaboró y renovó la tradición carmelitana, fomentando el deseo de vivir cada vez de manera más perfecta en soledad con Dios, a imitación de los primeros Padres eremitas del Monte Carmelo. Siguiendo su ejemplo, como está escrito en sus Constituciones, las Monjas carmelitas están llamadas "a la oración y a la contemplación, porque en esto está nuestro origen, somos progenie de aquellos santos padres del Monte Carmelo que, en gran soledad y en el total desprecio del mundo, buscaban este tesoro y preciosa margarita". El Papa se une a la acción de gracias de la Familia carmelitana por los innumerables prodigios obrados por Dios en el curso de los siglos a través de esta forma típica de vida consagrada. En el Carmelo se recuerda a los hombres, ocupados en tantos afanes, que la prioridad absoluta debe ser "la búsqueda del Reino de Dios y su justicia". El Papa pide que los monasterios de las Monjas Carmelitas sean faros de santidad para las parroquias y las diócesis que tienen la fortuna de tenerlos en su territorio. Y exhorta a los frailes y monjas, a quienes une el escapulario a los demás miembros de la Orden carmelitana que sean agradecidos por el don recibido y se mantengan fieles en todas las circunstancias a los deberes que derivan de esta pertenencia carismática.
EL FUNDADOR DEL MOVIMIENTO COMUNIÓN Y LIBERACIÓN CUMPLE 80 AÑOS En ocasión del 80 cumpleaños de Monseñor Luigi Giussani, fundador del Movimiento Comunión y Liberación, Su Santidad el Papa envió una carta en la que renueva sus sentimientos de cordial estima y se une a él en dar gracias al Señor por "los beneficios que le han sido concedidos en estas 8 décadas de crecimiento humano y espiritual". El Santo Padre recorre los años de infancia, formación, estudio y camino de Don Giussani hacia el sacerdocio, hasta la fundación de Comunión y Liberación y la difusión que este Movimiento ha tenido en tantos países del mundo. Juan Pablo II felicita al reverendo fundador por su testimonio y fiel adhesión a la Voluntad divina que siempre ha ofrecido a la Iglesia. "Nuestra celestial Madre María --acaba diciendo el Papa-- se ha preocupado en indicar cuál es el camino privilegiado de cada uno de nosotros para servir fielmente a Jesús".
COMISIÓN MIXTA DE OBISPOS ESTADOUNIDENSES Y DEL VATICANO Las "Normas" redactadas por los Obispos estadounidenses el pasado mes de junio en la ciudad de Dallas, con el fin de combatir los abusos sexuales contra menores por algunos miembros del clero de Estados Unidos, van a ser sometidas a una verificación ulterior a cargo de una Comisión mixta de Obispos estadounidenses y del Vaticano. Se trata de conciliar las normas propuestas para la represión de los casos de pederastia y el Código de Derecho Canónico. Este es el contenido concreto del intercambio epistolar entre la Santa Sede y la Conferencia Episcopal estadounidense. El documento vaticano expresa, en primer lugar, la solidaridad de la Santa Sede con los Prelados americanos y con la Iglesia local, tan duramente golpeada en los meses pasados por esa dolorosa situación. Subraya una vez más la firme condena de los crímenes sexuales contra menores, definidos como particularmente repugnantes. Pero reitera también que estos delitos, cometidos por una minoría de ministros o de colaboradores al servicio de la Iglesia, no pueden echar sombra alguna sobre el inmenso bien espiritual, humano y social que la mayoría de sacerdotes y de religiosos ha hecho y sigue haciendo todavía. La carta vaticana, enviada por el cardenal Juan Bautista Re, Prefecto de la Congregación para los Obispos, al Presidente de la Conferencia Episcopal de los EE.UU., monseñor Wilton Daniel Gregory, concluye indicando la necesidad de una reflexión suplementaria y de una revisión tanto de las Normas como de la Carta del episcopado americano, que será confiada a una Comisión mixta formada por cuatro Obispos estadounidenses y cuatro de la Santa Sede. El presidente del episcopado estadounidense, presente estos días en Roma, en una rueda de prensa ha agradecido la solicitud de la Santa Sede y la constitución de la Comisión mixta, a la vez que ha insistido en que la finalidad principal es la de salvaguardar y tutelar a los niños. Esta sigue siendo la prioridad absoluta.
COMISIÓN TEOLÓGICA EXCLUYE ADMISIÓN MUJERES A DIACONADO El secretario General de la Comisión Teológica Internacional, Padre Georges Cottier, ha respondido a algunas preguntas acerca del estudio sobre el diaconado que la mencionada Comisión está realizando. El teólogo ha manifestado que el estudio de la Comisión no ha llegado a una conclusión a favor de la admisión de mujeres al diaconado, como ha afirmado el diario "La Croix", es más, se ha expresado en la línea de la exclusión de tal posibilidad. La Comisión, tras estudiar el problema, ha expresado dos importantes indicaciones. En primer lugar ha subrayado sobre todo que las diaconisas mencionadas en la tradición de la Iglesia antigua no son asimilables sencillamente a los diáconos. En apoyo de esta conclusión, el Padre Cottier ha puesto de relieve que tanto el rito de institución como las funciones desempeñadas por las diaconisas las distinguían de los diáconos ordenados. El estudio de la Comisión ha reafirmado la unidad del sacramento del Orden. La distinción entre el ministerio de los obispos y de los presbíteros, por una parte, y el de los diáconos, por otra, debe entenderse dentro de una más profunda unidad del sacramento del Orden. La comisión ha reafirmado estas enseñanzas tras un detenido estudio de la tradición eclesial, sobre todo de la doctrina del Concilio Vaticano II y de las enseñanzas del Magisterio del Postconcilio. El Padre Cottier ha manifestado que "compete ahora al Magisterio pronunciarse a este propósito, a la luz de los elementos, que la investigación histórico-teológica de la Comisión Teológica Internacional ha podido evidenciar". La mencionada Comisión ha dedicado más de cinco años de investigación a la problemática de la historia de la teología del diaconado antes de aprobar el texto de su estudio en el curso de la Sesión Plenaria recientemente concluida. El estudio había sido solicitado por la Congregación para la Doctrina de la Fe.
OPERACIÓN DE DESCRÉDITO DE LA IGLESIA CATÓLICA EN RUSIA El director de la Oficina de Prensa de la Santa Sede, en una declaración se hizo eco el lunes por la mañana de las preocupantes noticias que han llegado a la Santa Sede acerca de una innoble operación orientada a desacreditar a la comunidad de Frailes Menores Franciscanos de Moscú, y por medio de ellos a la Iglesia Católica. Los religiosos han comprobado que un apartamento de su propiedad - alquilado a una persona privada que había afirmado que lo habría destinado a una obra de beneficencia - había sido transformado en un apartamento dedicado a la prostitución. Recientemente, un periódico importante de la Capital, así como el primer y tercer canal de televisión han ofrecido noticias falsas, entre ellas figuran imágenes de personas vestidas con hábitos religiosos y retratadas en posiciones inmorales, con la intención evidente de socavar la reputación de la comunidad católica. El representante pontificio en Moscú, subrayó Navarro Valls, ha protestado enérgicamente ante las autoridades competentes. Al mismo tiempo, los superiores locales de la Orden Franciscana de los Frailes Menores Conventuales han hecho público un comunicado, en el que desmienten y refutan las falsas informaciones difundidas en Moscú. La Santa Sede se asocia a tan legítimas protestas y espera que la justicia actúe como corresponde en un Estado de derecho.
EL PRESBÍTERO PASTOR Y GUÍA DE LA COMUNIDAD PARROQUIAL La Congregación del Clero ha publicado una "Instrucción" que lleva por título "El presbítero pastor y guía de la comunidad parroquial" fruto de una vasta consulta con los obispos, sacerdotes y teólogos de todo el mundo, con el fin de impedir que el párroco pierda su carácter fundamental "de hombre de Dios" sofocado por los quehaceres de la vida moderna, la burocracia, el trabajo y la multiplicidad de compromisos que los pueden alejar del contacto con la comunidad parroquial. Dificultades pastorales, cansancio físico y mental, sobrecarga de trabajo no siempre equilibrada con sanos y necesarios períodos de retiro espiritual o de justo reposo. Las amarguras por la falta de resultados en la constante lucha contra una cultura cada vez más secularizada que dificulta la misión. A todo esto, dice la "Instrucción", el párroco debe responder siendo "siempre sacerdote", en cada momento y en cada actividad de su vida, vistiendo de sacerdote y siendo ejemplo de un hombre de Dios.
INFANCIA Y EDUCACIÓN: INTERVENCIÓN DEL ARZOBISPO MARTINO ANTE LA ONU Demasiados niños y niñas no tienen todavía hoy acceso a la educación, quedando privados así de un futuro mejor, ha denunciado la Santa Sede ante las Naciones Unidas. El arzobispo Renato Martino, observador Permanente de la Santa Sede ante las Naciones Unidas, presentó su reivindicación al intervenir este lunes ante el Comité de la asamblea general que estudia la cuestión de la promoción y protección de los derechos de los niños. El arzobispo Martino, recién nombrado por Juan Pablo II presidente del Consejo Pontificio para la Justicia y la Paz, recordando la declaración de la ONU "Un mundo a la medida del niño" subrayó la necesidad de aplicar los compromisos que expresa el documento. Resultados como el poner a los niños en primer lugar, el desarraigo de la pobreza, la lucha contra el sida, la protección a los menores de edad en situaciones de conflicto y la defensa del ambiente para las futuras generaciones no pueden seguir siendo retrasados, exigió. Es fácil hacer compromisos de palabra, reconoció el arzobispo italiano, ha llegado sin embargo la hora de que la comunidad internacional "pase de las palabras a los hechos". En esta labor, la Iglesia está totalmente comprometida, afirmó, pues desde siempre uno de sus objetivos ha sido el de promover el "bienestar físico y espiritual" de los niños. Entre las muchas obras de ayuda a los pequeños, citó la Pontificia Obra de la Santa Infancia, realidad que en todas las partes del mundo "sostiene 4 mil proyectos de ayuda a niños necesitados", sin distinción de religión o raza. El futuro de la humanidad, concluyó monseñor Martino, "pesa sobre las espaldas de los niños y de los jóvenes de hoy". Por este motivo, exhortó a la comunidad internacional a "aliviar" este peso a través de un esfuerzo por dar nuevo vigor a los derechos de los niños.
VISITA DE UNA DELEGACIÓN VATICANA A VIETNAM La delegación vaticana que viajó a Vietnam encabezada por Mons. Celestino Migliore, subsecretario de la Secretaría para las relaciones con los estados finalizó su visita al país asiático. En una nota se hace el balance de la visita que refleja "los pasos hasta ahora cumplidos hacia la normalización de las relaciones" que permitirán "en breve tiempo algunos nombramientos entre el clero vietnamita". Para otros nombramientos "se espera una respuesta en el próximo futuro". En el curso de su permanencia en Vietnam la delegación vaticana ha encontrado, informa el comunicado, a los obispos reunidos en la Asamblea plenaria de la Conferencia Episcopal y ha tenido coloquios también con los representantes del gobierno, del partido comunista vietnamita y con el encargado de las relaciones con las religiones.
DIÓCESIS
DE ACIREALE (ITALIA) ARCHIDIÓCESIS
DE MONREALE (ITALIA) DIÓCESIS
DE IMOLA (ITALIA) ARCHIDIÓCESIS
DE SAN LUIS (ESTADOS UNIDOS) NUNCIO
APOSTÓLICO EN BANGLA DESH ENVIADO
ESPECIAL DEL SANTO PADRE
COMENTARIO A LA LITURGIA DEL DOMINGO "Dad a Dios lo que es de Dios" La Palabra nos presenta hoy lo que podríamos llamar el "Díptico de los Emperadores paganos". En la primera tabla aparece representado Ciro, Emperador de Persia; en la segunda, Tiberio César, Emperador de Roma. Isaías nos habla de Ciro como del Ungido del Señor, a quien lleva de la mano. Las palabras que le dirige, son muy parecidas a las que Dios había dirigido a Moisés cuando le encargo liberar a los Hebreos de la esclavitud de Egipto: "Te pongo la insignia, aunque no me conoces, para que sepan de Oriente a Occidente que no hay otro fuera de mí. Yo soy el Señor y no hay otro". Sí, sin duda alguna, Ciro fue un segundo Moisés que libró a los Hebreos de la esclavitud de Babilonia. Y como Moisés fue figura del Mesías, así Ciro fue figura del verdadero liberador del pueblo de Dios. Fue en el 538 antes de Cristo, en su primer año de reinado en Babilonia, cuando Ciro permitió a los Hebreos deportados en esclavitud que volvieran a su tierra, reconstruyeran Jerusalén y el templo que Nabucodonosor había destruido. Y es que en la manos del Rey de los Cielos, también los emperadores de la tierra forman parte de un juego que les supera y que ni siquiera sospechan. Desde el Edicto de Ciro hasta los acontecimientos que nos cuenta el evangelio de hoy, han pasado ya 500 años, un tiempo más que suficiente para que el pueblo elegido pudiese meditar sobre su historia y en la escucha atenta de los profetas, preparándose así a recibir a su verdadero Liberador, aquel que Moisés había anunciado proféticamente y que Ciro insinuaba levemente. Por desgracia la conducta del pueblo fue muy diversa de la que esperaba Dios. En vez de descubrir el verdadero rostro del Mesías, los Judíos se imaginaron uno conforme a sus gustos, de modo que cuando llegó el Liberador fue rechazado, maltratado y eliminado. Sí, es una actitud incomprensible, pero no es muy diferente de la que adoptamos los cristianos, cuando con frecuencia desearíamos un Salvador muy distinto del que se nos ha dado. Y es que, a fin de cuentas, los hombres del Antiguo y del Nuevo Testamento quisiéramos que Dios hiciese nuestra voluntad, en vez de hacer nosotros la voluntad de Dios. El Evangelio nos muestra hoy cómo el pueblo elegido está dividido en facciones, cada una de las cuales tenía una idea diversa de la liberación que Dios había prometido. Sus visiones diversas les llevaban a estar en continuos enfrentamientos, uniéndose, solamente, para ir contra Jesús, como ocurre en el evangelio de este día. Estamos ya en la segunda tabla de nuestro "Díptico", la que representa al Emperador Tiberio. Fariseos y herodianos mandan a sus discípulos a Jesús para tenderle una trampa y poder así acusarle. Le hacen esta pregunta: Maestro, sabemos que eres sincero y que enseñas el camino de Dios conforme a la verdad; sin que te importe nadie... ¿es lícito pagar impuestos al César o no? César, lo sabes, es el Emperador Tiberio, tan odiado por los Judíos. La trampa está bien urdida, pero Jesús la descubre inmediatamente, respondiendo: "¡Hipócritas!, ¿por qué me tentáis? Enseñadme la moneda del impuesto. Él les preguntó: ¿de quién son esta cara y esta inscripción?" Le respondieron: "Del César". Es interesante ver cómo Jesús contempla la imagen de Tiberio. Él sabe que dentro de pocos días aquellos fariseos y herodianos pedirán y obtendrán su muerte gritando a Pilatos: No tenemos otro rey que al César. Él sabe que morirá en nombre de aquel emperador que ni sabe ni quiere saber nada de Él. También Tiberio, como Ciro, estará sin saberlo en las manos del Rey de los Cielos para poder llevar a término sus planes de salvación. La respuesta de Jesús: "Dad al César lo que es del César y a Dios lo que es de Dios", es suficientemente clara y llena de significado. La Primera Carta a los Tesalonicenses -que quizás es el primer escrito del Nuevo Testamento- nos ofrece hoy una exhortación para que nos distingamos por la "actividad de nuestra fe", por el "esfuerzo de nuestro amor" y por el "aguante de nuestra esperanza en Jesucristo Nuestro Señor". Si practicamos con sinceridad estas virtudes, sabremos dar a Dios lo que es Dios y al César lo que es del César. Nosotros cristianos tenemos una vocación y una misión. La vocación es la santidad, la misión es hacer penetrar en la historia el evangelio de la justicia y de la paz.
COMUNICADO DE LOS OBISPOS AUSTRALIANOS TRAS EL ATENTADO DE BALI "El injustificable y premeditado atentado contra personas inocentes en Bali conmociona y consterna a todas las personas de buena voluntad". Lo afirma en nombre de la Iglesia Católica en Australia, el presidente de la Conferencia Episcopal de este país expresando solidaridad a los familiares de los numerosos australianos fallecidos y heridos en el terrible atentado perpetrado en la isla indonesia. El comunicado de los Obispos australianos invita a la oración y solidaridad concreta para con los que sufren y convoca una jornada de oración para el domingo 20. Y, tras reiterar que nunca se puede justificar la violencia en nombre de la religión, los prelados de Australia invitan asimismo a construir puentes de paz. El presidente de la Conferencia Episcopal de Australia señala luego que el derecho a defender a los inocentes contra el terrorismo se debe ejercer con límites morales y legales. Puesto que no se puede sumar más violencia a la violencia y la paz se debe construir con el entendimiento y el diálogo. Ante esta tragedia, finaliza el comunicado, presentamos el mensaje evangélico de la esperanza cristiana recordando que Jesús nos asegura que el bien vence el mal y la vida es más fuerte que la muerte.
INICIATIVAS DIÓCESIS DE ROMA EN EL XXV AÑO DE PONTIFICADO DEL PAPA Conferencias, reflexiones, oraciones y un concurso de redacción entre los alumnos sobre la figura de Juan Pablo II. Son algunas de las iniciativas que la diócesis de Roma organizó con motivo del inicio del vigésimo quinto año de pontificado del Papa, que es obispo de la ciudad, y que fueron anunciadas en una carta por el cardenal vicario Camillo Ruini a los fieles de la diócesis, en vista de la celebración, el miércoles, del vigésimo cuarto aniversario de la elección de Juan Pablo II a la Cátedra de Pedro. Para agradecer "el don" que representa el actual Pontífice, el cardenal Ruini invitó a los romanos a que profundicen durante el próximo año en las enseñanzas del magisterio del Santo Padre e invitó también a rezar por él. En la carta, el purpurado afirma que a pesar de que no es posible resumir la riqueza de las enseñanzas de Juan Pablo II, la "llave" para entender el sentido y la unidad profunda de su mensaje universal está en dos frases pronunciadas al inicio de su pontificado. La primera escribe el cardenal Ruini es la apremiante invitación hecha el 22 de octubre de 1978 a "no tener miedo y a abrir de par en par las puertas a Cristo". La segunda, es la intrépida afirmación de la encíclica "Redemptor hominis" cuando señala que "en el camino que conduce de Cristo al hombre...la Iglesia no podrá ser detenida por nadie". Estos dos principios que representan la "evangelización", es decir, creer, testimoniar y acoger la Palabra de Jesucristo; y por otro lado, la "defensa de la humanidad" (en todas partes amenazada), son los puntos de referencia esenciales, y no separables, en la misión de la Iglesia - dice el vicario del Papa - a los que Juan Pablo II siempre ha permanecido fiel. El cardenal Ruini finaliza invitando a los fieles romanos a seguir el ejemplo de su obispo universal y a rezar el santo rosario por su persona.
CARITAS: SOLIDARIDAD CON LA POBLACIÓN DE IRAK Una delegación de Cáritas Internacionalis - la confederación a la que se adhieren 154 organizaciones que trabajan en 198 países del mundo - visitará Irak desde el próximo domingo día 20 al 27 del mismo mes, invitada por la Iglesia y las Cáritas locales. La delegación compuesta por ocho miembros, tiene la finalidad de expresar solidaridad a la población de ese país, probada por años de sufrimiento. La misión estará en Bagdad y en diversas áreas del país, con el doble propósito de recoger testimonios entre los iraquíes a propósito de su condición y de sus necesidades y de evaluar y que consecuencias humanitarias se derivarían en caso de guerra. Al mismo tiempo ayudará a Cáritas Irak en la preparación de los programas de intervención con los que afrontar una eventual emergencia bélica; particular atención se dedicará a las iniciativas en el sector sanitario y en el de potabilizar el agua.
15 DE OCTUBRE: SANTA TERESA DE JESÚS El martes se celebraba la festividad de Santa Teresa de Jesús. Es una de las santas más conocidas no sólo a nivel español e hispanoamericano, sino mundial. Sobre ella se ha escrito mucho y se han dado miles de conferencias. Sus escritos, a lo largo de más de cuatro siglos, han ayudado a muchas personas a encontrarse con el Señor de manera muy personal, más allá de lo puramente devoto, provocando una conversión y una renovación total en la persona. Recordemos a este respecto a Santa Teresa Benedicta de la Cruz (Edith Stein). Santa Teresa es, sin duda, una de las mujeres más grandes y admirables de la historia. Ha sido declarada patrona de los escritores católicos. El Papa Pablo VI la proclamó Doctora de la Iglesia el 27 de septiembre de 1970. Es la primera mujer que recibe este título. La siguieron luego Santa Catalina de Siena y Santa Teresita del Niño Jesús. Sus padres fueron Alonso Sánchez de Cepeda y Beatriz Dávila y Ahumada. La santa habla de ellos con gran cariño. Alonso Sánchez tuvo tres hijos de su primer matrimonio, y Beatriz de Ahumada le dio otros nueve. Refiriéndose a sus hermanos, Santa Teresa escribe: "por la gracia de Dios, todos se asemejan en la virtud a mis padres, excepto yo". Teresa nació en la ciudad castellana de Ávila, el 28 de marzo de 1515. A los siete años, tenía ya gran predilección por la lectura de las vidas de santos. Su hermano Rodrigo era casi de su misma edad de suerte que acostumbraban jugar juntos. Los dos niños estaban muy impresionados por el pensamiento de la eternidad; admiraban las victorias de los santos al conquistar la gloria eterna y repetían incansablemente: "Gozarán de Dios para siempre, para siempre, para siempre. Teresa y su hermano consideraban que los mártires compraban la gloria eterna a un precio muy bajo y resolvieron partir al país de los moros con la esperanza de morir por la fe. Así pues, partieron de su casa a escondidas, rogando a Dios que les permitiese dar la vida por Cristo; pero pasado el puente sobre el Adaja se toparon con uno de sus tíos, quien los devolvió a su madre. Cuando ésta los reprendió, Rodrigo, más pequeño, echó la culpa a su hermana. Lo curioso es que iban a buscar la tierra de moros en sentido contrario. En aquella época los moros ya no se encontraban en la Península sino en África. Y la dirección que ellos tomaron fue hacia el norte, camino de Salamanca. Tarde los iban a encontrar En vista del fracaso de sus proyectos, Teresa y Rodrigo decidieron vivir como ermitaños en su propia casa y empezaron a construir una celda en el jardín, aunque nunca llegaron a terminarla. Teresa amaba desde entonces la soledad. En su habitación tenía un cuadro que representaba al Salvador que hablaba con la Samaritana y solía repetir frente a esa imagen: "Señor, dame de beber para que no vuelva a tener sed". La madre de Teresa murió cuando ésta tenía catorce años. "En cuanto empecé a caer en la cuenta de la pérdida que había sufrido, comencé a entristecerme sobremanera; entonces me dirigí a una imagen de Nuestra Señora y le rogué con muchas lágrimas que me tomase por hija suya". Se trata de una imagen de la Virgen, sentada y con el Niño Jesús en su regazo, que puede verse aún en la catedral de Ávila, en la nave lateral derecha. Por aquella época, Teresa y Rodrigo empezaron a leer novelas de caballerías y aun trataron de escribir una. La santa confiesa en su "Autobiografía": "Esos libros enfriaron mis buenos deseos y me hicieron caer insensiblemente en otras faltas. Las novelas de caballerías me gustaban tanto, que no estaba yo contenta cuando no tenía una entre las manos. Poco a poco empecé a interesarme por la moda, a tomar gusto en vestirme bien, a preocuparme mucho del cuidado de mis manos, a usar perfumes y a emplear todas las vanidades que el mundo aconsejaba a las personas de mi condición". En esta época empezó a sentir también que el amor juvenil, muy humano, por lo demás, empezaba a asomarse a su ventana en la persona de un primo suyo. Amor que debió ser muy pasajero. El cambio que paulatinamente se operaba en Teresa, no dejó de preocupar a su padre, quien la envió, a los quince años de edad a educarse en el convento de las agustinas de Ávila, en el que solían estudiar las jóvenes de su clase. Un año y medio más tarde, Teresa cayó enferma, y su padre la llevó a casa. La joven empezó a reflexionar seriamente sobre la vida religiosa que le atraía y le repugnaba a la vez. La obra que le permitió llegar a una decisión fue la colección de "Cartas" de San Jerónimo, cuyo fervoroso realismo encontró eco en el alma de Teresa. La joven dijo a su padre que quería hacerse religiosa, pero éste le respondió que tendría que esperar a que él muriese para ingresar en el convento. La santa, temiendo flaquear en su propósito, fue a ocultas a visitar a su amiga íntima, Juana Suárez, que era religiosa en el convento carmelita de la Encarnación, en Ávila, con la intención de no volver, si Juana le dejaba quedarse, a pesar de la pena que le causaba contrariar la voluntad de su padre. "Recuerdo, dice, que, al abandonar mi casa, pensaba que la tortura de la agonía y de la muerte no podía ser peor que la que experimentaba yo en aquel momento . . . El amor de Dios no era suficiente para ahogar en mí el amor que profesaba a mi padre y a mis amigos". La santa determinó quedarse en el convento de la Encarnación. Tenía entonces veinte años. Su padre, al verla tan resuelta, cesó de oponerse a su vocación. Un año más tarde, Teresa hizo la profesión. Poco después, se agravó un mal que había comenzado a molestarla desde antes de profesar, y su padre la sacó del convento. La hermana Juana Suárez fue a hacer compañía a Teresa, quien se puso en manos de los médicos. Desgraciadamente, el tratamiento no hizo sino empeorar la enfermedad, probablemente una fiebre palúdica. Los médicos terminaron por darse por vencidos, y el estado de la enferma se agravó. Teresa consiguió soportar aquella tribulación, gracias a que su tío Pedro, que era muy piadoso, le había regalado un librito del P. Francisco de Osuna, titulado: "El tercer alfabeto espiritual". Teresa siguió las instrucciones de la obrita y empezó a practicar la oración mental, aunque no hizo en ella muchos progresos por falta de un director espiritual experimentado. Finalmente, al cabo de tres años, Teresa recobró la salud. Lo dicho hasta aquí forma parte de la vida de Teresa en sus comienzos, sus propósitos de entregarse a Dios, las dificultades personales y ambientales que encontró. En ocasiones sucesivas, hablaremos de Teresa escritora, reformadora del Carmelo, fundadora, de Teresa mística y de su relación con otros ascetas y místicos de su época, como San Pedro de Alcántara y San Juan de la Cruz.
VIGILIA MISIONERA DIOCESANA EN ROMA El viernes 18 de octubre, en la vigilia de la Jornada Misionera Mundial del domingo, tuvo lugar en la basílica de San Juan de Letrán la Vigilia misionera diocesana. La celebración, presidida por el cardenal vicario Camillo Ruini, se centró en el lema: "Jesucristo, nuestra esperanza: nosotros lo anunciamos también a vosotros". Durante la velada de oración, organizada por el Vicariato de Roma, se escucharon los testimonios de dos religiosos que explicaron sus experiencias de misión en Palestina y Ucrania. |