CELEBRACIÓN EUCARÍSTICA
CLAUSURA DEL CONGRESO CONTINENTAL SOBRE IGLESIA E INFORMÁTICA
Sábado cuarta semana de cuaresma 2003
Queridos hermanos y hermanas, estamos concluyendo estos días de encuentro continental, en el que hemos compartido mucho, nos hemos beneficiado del trabajo común con los demás y hemos hecho proyectos de futuro. Dentro de algunas horas nos tocará retornar una vez más a las tierras de donde hemos venido; es, pues, el momento de una verdadera acción de gracias. Gracias a Dios por todo lo que hemos vivido. Gracias por ese misterio que es la Iglesia a la que pertenecemos, misterio de comunión y de diversidad; misterio que nace precisamente de la Pasión, Muerte y Resurrección de Cristo.
Durante todos estos días hemos reflexionado en torno a la informática como nuevo medio de comunicación social, y cómo podemos anunciar a Jesucristo en y a través de ese nuevo medio. Providencialmente el tiempo cuaresmal nos recuerda que tal anuncio no es recibido siempre con disponibilidad. La liturgia de la palabra señala hoy cómo el Señor es causa de contradicción; ante él quedan de manifiesto las intenciones y los intereses del ser humano. Nadie puede quedar indiferente ante el Hijo del Hombre. Y sabemos -¡cuán evidente es en estos momentos!- que existe la iniquidad del mal. Ante esta realidad Jesús no deja de anunciar la Verdad; no deja de amar incluso a quienes le persiguen, no se echa atrás. Sigue adelante, fiel al Amor que ha proclamado, dispuesto a asumir hasta las últimas consecuencias su misión de anunciar al Padre, de dar comienzo al Reino de Dios en la tierra.
Nosotros, como comunicadores decididos a anunciar y dar testimonio de esa misma Verdad, somos concientes de que nuestra tarea no es nada fácil; nuestro mensaje puede ser, y es de hecho, causa de contradicción. En un contexto donde tantos son los intereses en pugna; en este momento histórico tan intenso y doloroso, estamos llamados a ser verdaderos testigos, y a perseverar en una inquebrantable oración de confianza en el Padre: Señor, Dios mío, a ti me acojo.
Junto con las ofrendas que traemos a este altar, también pondremos el trabajo realizado en los días pasados y las esperanzas para los días que vienen. En cada pedazo de este pan podemos encontrar un poco de nosotros mismos, pues al ser nosotros como granos de trigo, que sólo damos fruto si morimos; formamos un solo pan que es partido y compartido entre todos. Somos parte de una misma realidad invisible, de una red tejida por el Espíritu Santo. Pero ese Espíritu procede del Padre y del Hijo. Así pues, tengamos un trato frecuente con el Padre en la oración a solas, y una constante cercanía con Cristo en la Eucaristía. Sean cuales fueren los instrumentos que utilicemos para comunicar, desde nuestra voz o los medios tradicionales, hasta tecnología digital, sólo la intimidad con el Padre y el Hijo nos harán portadores de esa luz del Espíritu de Dios.
Sin temor, en la más total confianza, agradezcamos al Señor sus dones y dispongámonos a seguir trabajando con entusiasmo, unidos, en el surco de la comunicación social.