XXV AÑO DE PONTIFICADO DE JUAN PABLO II

 

ESPAÑA: HOMENAJE DE LOS GITANOS A JUAN PABLO II

 

Entre los numerosos homenajes a Juan Pablo II en su vigésimo quinto año de Pontificado, no podía faltar el de los gitanos de España.

Tenemos ante nuestros micrófonos a don Fernando Jordán, Vicario General de la Diócesis de Jaca, que fuera responsable de la Pastoral Gitana de la Conferencia Episcopal Española. El nos ofrece su testimonio de homenaje, aceptando ser portavoz de la gratitud y afecto de los gitanos españoles para con el Papa.

Como destaca don Fernando Jordán, Juan Pablo II elevó al honor de los altares al beato Ceferino, cuya beatificación es la primera en la historia entre los miembros de la comunidad gitana. Ese día - el 4 de mayo de 1997 – «fue un día largamente esperado por la Iglesia universal, por la Iglesia que peregrina en España y, de modo especial, por la población gitana de todos los países del mundo» (Doc. ‘La Iglesia de España y los gitanos’ (1) de la CEE).

Y, al recibir el día siguiente, como es tradicional, a los peregrinos que habían participado en la beatificación - entre ellos numerosísimos los gitanos españoles llenos de entusiasmo - en su saludo especial, el Papa evocaba la figura de Ceferino, ‘el Pelé’. Y tras destacar que la necesidad de que «se superen antiguos prejuicios» que llevan a «formas de discriminación y rechazo que a veces conducen a una no deseada marginación del pueblo gitano», Juan Pablo II reiteraba que la vida de este gitano mártir «muestra cómo Cristo está presente en los diversos pueblos y razas y que todos están llamados a la santidad»:

«El beato Ceferino Giménez Malla alcanzó la palma del martirio con la misma sencillez que había vivido. Su vida cristiana nos recuerda a todos que el mensaje de salvación no conoce fronteras de raza o cultura, Jesucristo es el redentor de los hombres de toda tribu, estirpe, pueblo y nación».

 

JUAN PABLO II: RESONANCIAS DE 25 AÑOS DE PONTIFICADO

1978: Un Pontífice venido de un país lejano

Era el 16 de Octubre de 1978. La Iglesia había sido testigo de la muerte de dos Pontífices en pocos días: el 6 de Agosto moría el Papa Pablo VI y el 28 de septiembre, murió también quien había sido su sucesor, Juan Pablo I, el Papa de la sonrisa.

Aquella tarde, las miradas apuntaban hacia la chimenea de la Capilla Sixtina, donde se hallaban reunidos los Cardenales electores. La luna llena iluminaba la plaza repleta de gente. El pueblo rezaba. A las 6 de la tarde con diecisiete minutos explotó en aplausos; gritos y pañuelos al aire: el humo es blanco.

Apenas una hora después, el nuevo Sucesor de Pedro aparecía en el balcón central de la Basílica: Juan Pablo II, el octavo Papa elegido en el siglo XX y el primero venido de Polonia: Habemus Papam.

Los Cardenales habían elegido al Cardenal Karol Wojtyla, quien había tomado el nombre de Juan Pablo, Juan Pablo II. Ahí mismo, al ser presentado, el nuevo Pontífice improvisó sus primeras palabras:

“¡Sea alabado Jesucristo! Queridísimos hermanos y hermanas: estamos todavía adoloridos después de la muerte de nuestro amadísimo Papa Juan Pablo I. He aquí que los eminentísimos cardenales han llamado un nuevo Obispo de Roma. Lo han Llamado de un país lejano... lejano, pero siempre muy cercano por la comunión en la fe y en la tradición cristiana. He tenido miedo al recibir esta designación, pero la he aceptado con el ánimo puesto en la confianza en Nuestro Señor y en la confianza en su Madre, María Santísima.
No sé si me podré explicar en su... nuestra lengua italiana. Pero si me equivoco ya me corregirán. Y así me presento ante ustedes para confesar nuestra fe común, nuestra esperanza en la madre de Cristo y de la Iglesia, y también para comenzar de nuevo el camino de la historia y de la Iglesia, con la ayuda de Dios y de los hombres”.

El nuevo Pontífice había cumplido apenas 58 años; era Arzobispo de Cracovia; había participado de las sesiones del Concilio Vaticano II.

El 22 de Octubre las campanas de San Pedro sonaban a fiesta; se inauguraba oficialmente el Pontificado de Juan Pablo II. De su discurso inicial recordamos:

“El nuevo obispo de Roma comienza hoy solemnemente su ministerio y la misión de Pedro. Efectivamente, en esta ciudad desplegó y cumplió Pedro la misión que le había confiado el Señor...

Hoy un nuevo obispo sube a la cátedra romana de Pedro, un obispo lleno de temblor, consciente de su indignidad. ¡Y cómo no temblar ante la grandeza de tal llamada y ante la misión universal de esta sede romana!

El nuevo Sucesor de Pedro en la Sede de Roma eleva hoy una oración fervorosa, humilde y confiada: ¡Oh Cristo! Haz que yo pueda convertirme y ser servidor de tu única potestad. ¡Servidor de tu dulce potestad! Servidor de tu potestad que no conoce el ocaso. ¡Haz que yo pueda ser un siervo! Más aún: el siervo de tus siervos...

¡No tengais miedo! ¡Abrid, - más aún-, abrid de par en par las puertas a Cristo!...

Cristo conoce “lo que hay dentro del hombre”. ¡Sólo Él lo conoce!

Una cosa les pido: estén cerca de mi. En Jasna Góra y en todas partes. No dejen de estar con el Papa (...) Recuérdenme hoy y siempre en su oración”.

Aquel día, el nuevo Papa tuvo un pensamiento especial también para el mundo de habla hispana:

“Mi pensamiento se dirige ahora hacia el mundo de la lengua española, una porción tan considerable de la Iglesia de Cristo. A vosotros, Hermanos e hijos queridos, llegue en este momento solemne el afectuoso saludo del nuevo Papa. Unidos por los vínculos de una común fe católica, sed fieles a vuestra tradición cristiana, hecha vida en un clima cada vez más justo y solidario, mantened vuestra conocida cercanía al Vicario de Cristo y cultivad intensamente la devoción a nuestra Madre, María Santísima”.