Benedicto XVI recuerda que “las trágicas enseñanzas de la historia demuestran que
las mayorías se pueden equivocar” y que la verdadera racionalidad se garantiza con
la transparencia de la razón humana en la Razón creadora
Viernes, 5 oct (RV).- Benedicto XVI ha dirigido un llamamiento a movilizar las conciencias
de todas las personas de buena voluntad y de todas las religiones para afrontar el
escepticismo y el relativismo ético, que conducen a un «trágico ofuscamiento de la
conciencia colectiva, crisis de la civilización humana, antes que cristiana». Al recibir
a los participantes en la sesión plenaria de la Comisión Teológica Internacional,
el Papa ha empezado su discurso manifestando su profunda satisfacción por los frutos
alcanzados en este séptimo quinquenio de trabajos. En particular, por la publicación
del documento «La esperanza de la salvación para los niños que mueren sin haber sido
bautizados».
Reiterando la voluntad salvífica universal de Dios, de la universalidad
de la mediación única de Cristo y de la primacía de la gracia divina y de la característica
sacramental de la Iglesia, el Santo Padre ha expresado su anhelo de que este documento
constituya un punto de referencia útil para los Pastores de la Iglesia y para los
teólogos, así como una «ayuda y manantial de consuelo para los fieles que han sufrido
en sus familias la muerte inesperada de un niño». En este contexto, Benedicto XVI
ha alentado a los miembros de la Comisión Teológica Internacional a profundizar en
el amor de Dios: «Es necesario penetrar cada vez más en la comprensión de las diversas
manifestaciones del amor de Dios, que nos ha sido revelado en Cristo, hacia todos
los hombres, en especial hacia los más pequeños y más pobres».
Luego, refiriéndose
a los temas propuestos para este quinquenio de trabajos, el Papa se ha detenido, en
especial, sobre la ley moral natural. Tras subrayar el gran interés con el que se
espera la contribución de estos teólogos sobre una ética universal, que pertenece
al gran patrimonio de la sabiduría humana, que de alguna manera es una participación
de la criatura racional en la ley eterna de Dios, Benedicto XVI ha recordado que no
se trata de un tema prevaleciente o exclusivamente confesional.
Evocando lo
que se lee en el Catecismo de la Iglesia Católica y reiterando que el contenido ético
de la fe cristiana no es una imposición dictada desde el exterior a la conciencia
del hombre, sino una norma que tiene su fundamento en la misma naturaleza humana,
el Papa ha hecho hincapié en que con esta doctrina se sientan las bases de «un diálogo
con todos los hombres de buena voluntad y con la sociedad civil y secular»: «Pero,
precisamente por la influencia de factores de orden cultural e ideológico, hoy la
sociedad civil y secular se encuentra en una situación de extravío y de confusión:
se ha perdido la evidencia originaria de los fundamentos del ser humano y de su conducta
ética y la doctrina de la ley moral natural choca con otras concepciones que son su
directa negación. Todo ello tiene enormes y graves consecuencias en el orden civil
y social».
Ante la concepción positivista del derecho de no pocos pensadores
que afirman que la humanidad, la sociedad o la mayoría de los ciudadanos son la fuente
última de la ley civil, Benedicto XVI ha puesto en guardia contra el problema «no
de la búsqueda del bien, sino del afán de poder, o más bien del equilibrio de poderes».
Tendencia que se arraiga en «el relativismo ético, el que algunos llegan a ver como
una de las condiciones de la democracia, porque garantizaría la tolerancia y el respeto
mutuo», ha destacado el Santo Padre, señalando que si así fuera, «las mayorías del
momento serían la última fuente del derecho».
Pero, lamentablemente, las trágicas
enseñanzas de la historia, demuestran que las mayorías se pueden equivocar. La verdadera
racionalidad no se garantiza con el consenso de un gran número de personas, sino sólo
«por la transparencia de la razón humana en la Razón creadora y por la escucha común
de esta Fuente de nuestra racionalidad»: «Cuando están en juego las exigencias fundamentales
de la dignidad de la persona humana, de su vida, de la institución familiar, de la
equidad en el ordenamiento social. Es decir, los derechos fundamentales del hombre,
ninguna ley hecha por los hombres puede subvertir la norma escrita por el Creador
en el corazón del hombre, sin que la sociedad misma quede herida dramáticamente en
lo que constituye su base irrenunciable».
La ley natural garantiza el respeto
de la dignidad humana, ha enfatizado Benedicto XVI poniendo en guardia contra manipulaciones
ideológicas y de poderes: «La Ley natural se vuelve así verdadera garantía ofrecida
a cada uno para vivir libre, en el respeto de su dignidad, defendido de toda manipulación
ideológica y de todo arbitrio y vejación por parte del más fuerte. Nadie puede eximirse
a este llamado. Si por una trágica ofuscación de la conciencia colectiva, el escepticismo
y el relativismo ético lograran cancelar los principios fundamentales de la ley moral
natural, el mismo ordenamiento democrático quedaría herido radicalmente en sus cimientos».
Ante estos desafíos, ésta ha sido la exhortación del Papa: «Contra esta ofuscación,
que es crisis de la civilización humana, aun antes que cristiana, es necesario movilizar
todas las conciencias de los hombres de buena voluntad, laicos o también pertenecientes
a otras religiones distintas a la cristiana, para que juntos y de forma activa se
comprometan en crear, en la cultura y en la sociedad civil y política, las condiciones
necesarias para una conciencia plena del valor inalienable de la ley moral natural.
Del respeto de ésta depende, en efecto, el que las personas y las sociedades puedan
avanzar por el camino del auténtico progreso en conformidad con la recta razón, que
es participación en la Razón eterna de Dios».