Martes, 27 ene (RV).- Benedicto XVI recibió ayer a un grupo de obispos de la Conferencia
Episcopal de Rusia con motivo de su quinquenal visita ad limina apostolorum. La Iglesia
católica de Rusia, después de los duros y oscuros años del antiguo régimen soviético,
volvió a renacer a partir de 1991, aunque sólo en 1999 fue instituida la conferencia
episcopal. Actualmente, la comunidad católica representa sólo el 0,6%, es decir,
unos 800 mil fieles, sobre una población de 144 millones de personas en su mayoría
cristianos ortodoxos. La segunda religión es el Islam. La iglesia en Rusia cuenta
con una archidiócesis, tres diócesis sufragáneas, una prefectura apostólica, un exarcado
apostólico, y tiene un solo seminario en San Petersburgo.
El arzobispo de
la archidiócesis de la Madre de Dios de Moscú, Mons. Paolo Pezzi, uno de los prelados
recibidos ayer por el Papa, precisamente nos habla de la situación actual de la iglesia
católica en Rusia, a partir de la caída del régimen soviético.
La reconstrucción,
incluso formal, de las comunidades católicas entorno a los obispos y sacerdotes en
las parroquias, me parece que ha sido un fenómeno significativo y conmovedor. En particular,
ver como resurgieron estas comunidades, después de años de un verdadero martirio y
persecución, con una pasión por el cristianismo, por Cristo y por lo tanto por el
hombre, y la fidelidad a los obispos en su mayoría desconocidos. Otra etapa que considero
importante ha sido la reapertura del seminario de San Petersburgo, el único seminario
que prepara sacerdotes en toda Rusia.
En 1997, fue promulgada una ley de
cultos en Rusia, que en su momento fue muy criticada, entre otros, también por la
Iglesia católica debido a que fue considerada demasiado restrictiva. Mons. Pezzi nos
habla sobre la situación de la libertad religiosa en el país y las relaciones de la
iglesia católica con el Estado
Las dificultades son las mismas que se pueden
encontrar en distintos países occidentales. El cristianismo en este mundo, encuentra
siempre contrastes. Diría en cambio- que si bien no faltan las dificultades con algunas
autoridades locales- las relaciones con el estado son buenas y hemos sido ayudados
incluso cuando han surgido dificultades para nuestros sacerdotes extranjeros llamados
a desarrollar su ministerio en Rusia.
Otro de los temas tratados con el
Arzobispo de Moscú fue el de las relaciones con la Iglesia Ortodoxa, que en estos
últimos tiempos ha dado señales de distensión con las distintas comunicaciones y diálogos
entre ambas iglesias.
Puedo decir, ante todo, que hay una creciente preocupación
común para que el cristianismo no se aleje de la sociedad civil, sino que tienda a
permear cada vez más el tejido social. La preocupación por lograr que los valores
evangélicos estén fuertemente anclados al anuncio de Cristo nos lleva a una particular
atención del uno hacia el otro, para que este testimonio –sobretodo en el ámbito cultural
y social- pueda dar frutos comunes. No se puede olvidar que Rusia es un país en el
cual, a pesar de tantos años de ateísmo y de abierto enfrentamiento con la Iglesia,
el cristianismo está muy arraigado en el pueblo.
En cuanto a los desafíos
pastorales de la iglesia católica en Rusia, el Arzobispo de Moscú fue enfático al
colocar en primer lugar la necesaria presencia cristiana en los distintos ámbitos
de la sociedad. “El hombre en Rusia, así como en otras partes del mundo -afirmó- tiene
necesidad de encontrar a Cristo y de encontrar así, una respuesta a la sed de significado
de la propia vida”. Es aquí, afirmó Mons. Pezzi donde la Iglesia católica y la Iglesia
ortodoxa pueden dar un testimonio común. Como otros dos desafíos, el arzobispo de
Moscú colocó el cuidado capilar de la familia y la encarnación del anuncio cristiano
en la realidad actual.