Conclusión del mes mariano de mayo en los Jardines Vaticanos
Lunes, 31 may (RV).- Benedicto XVI participará, también este año, en la tradicional
conclusión del mes mariano de mayo, en los Jardines Vaticanos. A partir de las ocho
de la noche, tendrá lugar la procesión con el rezo del Santo Rosario, desde la iglesia
de San Esteban de los Abisinios hasta la Gruta de Nuestra Señora de Lourdes, y la
Liturgia de la Palabra, presidida por el cardenal Angelo Comastri, vicario general
de Su Santidad para la Ciudad del Vaticano. El Papa, que llegará a la mencionada Gruta
de Lourdes al final de la celebración, dirigirá la palabra a los fieles presentes
e impartirá la Bendición Apostólica.
Recordamos - con las mismas palabras de
Benedicto XVI - que en esta festividad, la Iglesia celebra la visitación de la Virgen
María a su prima Isabel. Cuando «tiene lugar un hecho cuya belleza y profundidad ningún
pintor podrá representar jamás perfectamente. La luz interior del Espíritu Santo envuelve
sus personas. E Isabel, iluminada por el Espíritu, exclama: "¡Bendita tú entre las
mujeres, y bendito el fruto de tu vientre! ¿Quién soy yo para que me visite la madre
de mi Señor? En cuanto tu saludo llegó a mis oídos, la criatura saltó de alegría en
mi vientre. Dichosa tú, que has creído, porque lo que te ha dicho el Señor se cumplirá"
(Lc 1, 42-45)». (31 de mayo de 2008)
Y como ha subrayado también el Santo
Padre, cuando las palabras de Isabel encienden en el espíritu de la Madre de Dios
«un cántico de alabanza, que es una auténtica y profunda lectura "teológica" de la
historia: una lectura que debemos aprender siempre de Aquella cuya fe no tiene sombras
ni resquebrajaduras. "Proclama mi alma la grandeza del Señor". María reconoce la grandeza
de Dios. Éste es el sentimiento de fe primero e indispensable; el sentimiento que
da seguridad a la criatura humana y la libra del miedo, aun en medio de las tormentas
de la historia...» La fe de la Virgen María «le permitió ver que los tronos de los
poderosos de este mundo son todos provisionales, mientras que el trono de Dios es
la única roca que no cambia y no cae. Y su ‘Magnificat’, a distancia de siglos y milenios,
sigue siendo la más auténtica y profunda interpretación de la historia, mientras que
las lecturas hechas por tantos sabios de este mundo han sido desmentidas por los hechos
a lo largo de los siglos». (cfr. Ibíd.)