Audiencia general: el Papa reitera la invitación realizada en Chipre a testimoniar
el Evangelio en Oriente Medio y lograr un futuro de paz, armonía y fraternidad entre
religiones y culturas
Miércoles, 9 jun (RV).- Como es habitual después de un viaje fuera de Italia, el Santo
Padre dedicó el encuentro semanal con los fieles para explicar, durante la Audiencia
General de esta mañana en la plaza de San Pedro, su reciente peregrinación a Chipre,
que tuvo lugar del 4 al 6 de junio.
El Pontífice lo definió “un evento histórico”,
por ser la primera vez que el Obispo de Roma visita “estas tierras bendecidas por
el trabajo apostólico de san Pablo y san Bernabé”. Siguiendo las huellas de los dos
apóstoles, dijo el Papa, “he viajado para confirmar a todos los católicos de Oriente
Medio en la fe y para animarlos a proseguir sus esfuerzos por la unidad de la Iglesia.
El Papa se refirió además a “la emotiva celebración de Paphos, en la que participó
el arzobispo ortodoxo Chrysostomos II y donde todas la Iglesias renovaron su compromiso
ecuménico, manifestando el deseo de una comunión plena y visible entre ortodoxos y
católicos.
También recordó que Nicosia se encontró con “los tres ritos que
componen la comunidad católica: maronita, armenio y latino, invitándolos a testimoniar
el Evangelio para una paz duradera y una armonía entre las religiones y las culturas”;
a la vez que invitó a los católicos a que “no emigren, pues su presencia -dijo- es
un signo irremplazable de esperanza”.
Finalmente, Benedicto XVI aludió a
la entrega -después de la Eucaristía en Nicosia- del “Instrumentum laboris” o documento
de trabajo de la próxima Asamblea Especial del Sínodo de los Obispos para Oriente
Medio, que se celebrará en la Ciudad del Vaticano sobre el tema: “La Iglesia católica
en Oriente Medio: comunión y testimonio”. Al respecto, el Papa manifestó su deseo
de que el Espíritu Santo fecunde los esfuerzos para ser “un solo corazón y una sola
alma”, y para construir juntos un futuro de paz, de amistad y de fraternidad.
Este
fue el resumen que de su catequesis hizo el Santo Padre para los fieles en español.
Queridos
hermanos y hermanas: Quisiera comentar mi viaje a Chipre, que
puede definirse como evento histórico, pues ha sido la primera vez que el Obispo de
Roma ha visitado esa tierra. Bajo el lema “un solo corazón y una sola alma”, y siguiendo
las huellas del Apóstol de los gentiles, he peregrinado a esa Isla, sobre todo, para
confirmar en la fe a las comunidades católicas, animándolas a seguir recorriendo el
camino de unidad, que ya existe con las Iglesias hermanas, especialmente con los ortodoxos.
Asimismo, he querido desde allí abrazar espiritualmente a todas las poblaciones del
Medio Oriente, y dirigir un encarecido llamamiento a todos los católicos de esa región
para que, a pesar de las grandes dificultades que atraviesan, no caigan en la tentación
de emigrar, pues su presencia allí es un signo insustituible de esperanza. Muy importante
ha sido también la entrega del Instrumentum laboris de la Asamblea Especial del Sínodo
de los Obispos para Medio Oriente, que se celebrará en Roma el próximo mes de octubre.
Expreso nuevamente a todos mi gratitud por la calurosa acogida que me han dispensado. Saludo
a los peregrinos de lengua española, en particular a los procedentes de España, Argentina,
México, Perú y otros países latinoamericanos. Os invito a rezar por los sacerdotes,
en estos días previos a la clausura del Año Sacerdotal, y a acompañarlos siempre con
vuestro afecto. Muchas gracias.
Al saludar en diversas lenguas a los
numerosos grupos de peregrinos, el Papa agradeció a los polacos las oraciones elevadas
durante su viaje a Chipre. Y recordó que el nuevo beato polaco, el padre Jerzy Popiełuszko
enseñaba el amor y la solidaridad hacia quienes tienen necesidad de un apoyo espiritual
o material. Por esta razón, Benedicto XVI encomendó a su protección a todos los que
sufren a causa de los aluviones que se produjeron en Polonia y a quienes les proporcionan
ayuda.
Al saludar a los húngaros, el Santo Padre se dirigió de modo especial
a los miembros del grupo de Gyöngyöstarján, a la vez que recordó que esta semana celebraremos
la fiesta del Sagrado Corazón de Jesús, símbolo del amor de Jesús al Padre y del amor
por cada uno de nosotros. “En la conclusión del Año Sacerdotal –les dijo– os encomiendo
al Sagrado Corazón”.
También hablando en eslovaco el Pontífice recordó que
el próximo viernes concluiremos el Año sacerdotal. Por esta razón los invitó a rezar
por sus sacerdotes, “a fin de que en su ministerio anuncien fielmente el Evangelio
y celebren dignamente los misterios divinos”.
Dirigiendo su cordial bienvenida
a los peregrinos de lengua italiana, el Obispo de Roma saludó a los participantes
en el capítulo general de los Misioneros de África, conocidos como “Padres Blancos”,
a quienes les aseguró un recuerdo en su oración, para que sean cada vez más dóciles
a la acción del Espíritu Santo, trabajando por el Reino de Dios con paciencia y esperanza,
en África y en el mundo.
Asimismo, entre otros grupos italianos, el Papa saludó
a los niños de Primera Comunión de la diócesis de Castellaneta, acompañados por su
obispo, Mons. Pietro Fragnelli, manifestando su deseo de que crezcan en la amistad
con Jesús, para testimoniar su amor a sus coetáneos.
Seguidamente, el Santo
Padre recordó a los presentes que la fiesta del Sagrado Corazón de Jesús, que celebraremos
pasado mañana, marcará la conclusión del Año Sacerdotal. “Miles de sacerdotes de todas
partes del mundo –dijo– se reunirán en Roma para alabar al Señor y renovar su propio
empeño”. E invitó a todos a participar en este evento con la oración.
El saludo
final del Papa, como es costumbre, lo reservó a los jóvenes, enfermos y recién casados
presentes. A los queridos jóvenes les pidió que sigan empeñándose con su propio entusiasmo
en la construcción de una civilización cuyos fundamentos sean la verdad y amor, la
paz y la solidaridad. A los enfermos les recomendó que unan sus sufrimientos al infinito
amor del Corazón de Cristo para la salvación de la humanidad, mientras a los recién
casados les encomendó que sepan progresar cada vez más por el camino del amor y del
respeto recíproco.