(RV).- En un mundo que ha perdido el sentido del bien y del mal, Benedicto XVI exhorta
a proclamar con Cristo la misericordia divina, promoviendo el bien físico, moral y
espiritual de todas las personas, con especial atención a los más necesitados. Benedicto
XVI recibiendo con alegría - como suele hacer en proximidad de la fiesta de la Cátedra
de San Pedro - a los socios del Círculo de que lleva el nombre del santo Apóstol,
ha recordado que el tiempo de Cuaresma, que acaba de empezar «nos invita a reflexionar
sobre el corazón de la vida cristiana, es decir la caridad». Y ha agradecido a esta
benemérita asociación, que cada año entrega al Pontífice el óbolo para la caridad
del Papa:
«Representa
una ayuda concreta ofrecida al Sucesor de Pedro, para que pueda responder a las numerosas
solicitudes que le llegan de todo el mundo, en especial de los países más pobres».
Hoy
como ayer el testimonio de la caridad toca en particular el corazón de los hombres
- ha dicho Benedicto XVI - haciendo hincapié en que la «nueva evangelización, en
especial en una ciudad cosmopolita como Roma, requiere gran apertura de espíritu y
sabia disponibilidad hacia todos». Como demuestra la red de intervenciones asistenciales
y de testimonio silencioso que los miembros del Círculo de San Pedro impulsan cada
día, en los comedores, hospicios para pobres y para enfermos, sin olvidar el compromiso
misionero en Laos y los apadrinamientos en varias partes del mundo.
«Sabemos
que la autenticidad de nuestra fidelidad al Evangelio se verifica también sobre la
base de la atención y a la solicitud concreta hacia el prójimo, en especial hacia
los más débiles y marginados», ha reiterado el Papa, destacando que la atención al
prójimo conlleva desear el bien en todos sus aspectos. Es decir, «físico, moral y
espiritual»:
«Aunque la
cultura contemporánea parece hacer perdido el sentido del bien y del mal, hay que
reiterar con firmeza que el bien existe y vence. La responsabilidad hacia el prójimo
significa querer y cumplir el bien del otro, deseando que se abra a la lógica del
bien; interesarse por el hermano significa abrir los ojos sobre sus necesidades, superando
la dureza del corazón que hace ciegos a los sufrimientos de los demás. De esta forma
el servicio caritativo se vuelve una forma privilegiada de evangelización, a la luz
de las enseñanzas de Jesús, que considerará como hecho a sí mismo todo lo que habremos
hecho a nuestros hermanos, en particular a los más pequeños y olvidados».
En
este contexto, Benedicto XVI ha recordado la importancia de manifestar la misericordia
infinita de Dios y la caridad cristiana:
«Hay que armonizar
nuestro corazón con el corazón de Cristo, para que el apoyo amoroso brindado a los
demás se traduzca en participación y conciente compartir de sus sufrimientos y esperanzas,
haciendo así visible, por una parte la misericordia infinita de Dios hacia el hombre,
que brilla en el rostro de Cristo, y por otra nuestra fe en Él. El encuentro con el
otro y el abrir el corazón a su necesidad son ocasión de salvación y bienaventuranza».
El
Papa ha agradecido también de todo corazón a los miembros del Círculo de San Pedro
por el servicio litúrgico que desarrollan, alentándolos a perseverar en su testimonio
de fe y de caridad.