El papado es un servicio y no un poder: el padre Lombardi sobre la renuncia de Benedicto
y la elección de Francisco
(RV).- (actualizado con audio) El 11 de febrero
recordamos el primer aniversario de la renuncia al ministerio petrino de Benedicto
XVI. Un gesto memorable que fue acogido con inmensa sorpresa en todo el mundo y no
sólo en la Iglesia, que dio paso a la elección del sucesor, Francisco. Para una
reflexión sobre histórica renuncia de Benedicto XVI, nuestro colega, Alessandro Gisotti,
ha entrevistado al padre Federico Lombardi, director de la Oficina de Prensa de la
Santa Sede y de nuestra emisora:
Hacía siglos que un Papa no renunciaba y,
por lo tanto, para la mayor parte de las personas se trataba de un gesto inusual y
sorprendente. En realidad, para quién acompañaba más de cerca a Benedicto XVI, era
claro que el Papa había reflexionado sobre este tema, y lo había dicho ya explícitamente
en su conversación con Peter Seewald, poco tiempo atrás. Y, entonces, era un tema
sobre el cual él oraba, reflexionaba, evaluaba, haciendo un discernimiento espiritual.
Es aquello sobre lo cual nos ha informado y nos ha dado como una relación sintética
el día de su renuncia, en aquellas palabras breves pero densísimas que explicaban,
en modo absolutamente adecuado y claro, los criterios en base a los cuales había tomado
su decisión. Lo que yo digo - y he dicho ya entonces – es que me parecía un gran
acto de gobierno, es decir, una decisión tomada libremente que incide verdaderamente
en la situación y en la historia de la Iglesia. En este sentido, es un gran acto de
gobierno, hecho con una gran profundidad espiritual, una gran preparación desde el
punto de vista de la reflexión y de la oración; un gran coraje porque, efectivamente,
tratándose de una decisión inusual, podían presentarse problemas o dudas acerca de
lo que esto habría significado, como consecuencia para el futuro, como percepción
por parte del pueblo de Dios o del público. La claridad con la cual Benedicto XVI
se había preparado para este gesto y, diría, la fe con la cual se había preparado,
le ha dado la serenidad y la fuerza necesaria para llevarlo a cabo, yendo con valentía
y con serenidad, con una visión verdaderamente de fe y de espera en el Señor que
acompaña continuamente a su Iglesia, ante esta situación nueva que él ha vivido en
primera persona, por diversas semanas, y que luego la Iglesia ha vivido con la sucesión
y la elección del nuevo Papa, como todos sabemos. He aquí entonces que se ha verificado
plenamente este sentido de acompañamiento de la Iglesia en camino por parte del Espíritu
del Señor.
P – Justamente con respecto a este último pasaje: muchos, hace
un año, se preguntaban cómo habría sido la inédita convivencia entre dos Papas. Hoy,
se ve que tantos temores – quizás más de los “expertos” que del pueblo de Dios -
eran exagerados…
R – Sí, desde este punto de vista, a mí me parecía absolutamente
claro que no había que tener ningún temor. ¿Por qué? Porque la cuestión es que el
papado es un servicio y no un poder. Si se viven los problemas en clave de poder,
entonces es claro que dos personas pueden tener dificultad para convivir, porque puede
ser difícil el hecho de renunciar a un poder y convivir con el sucesor. Pero si se
vive todo exclusivamente como un servicio, entonces una persona que ha cumplido su
servicio ante Dios y en plena conciencia pasa el testimonio de este servicio a otra
persona, que con actitud de servicio y en plena libertad de conciencia, desarrolla
este deber, ¡entonces el problema no se presenta absolutamente! Existe una solidaridad
espiritual profunda entre los Servidores de Dios que buscan el bien del pueblo de
Dios en el servicio al Señor.
P- El Papa Benedicto se ha despedido subrayando
que habría continuado sirviendo a la Iglesia con la oración: esto es una contribución
realmente extraordinaria que nos ha dado, y está dando todavía, ¿verdad?
R
– Sí, un pequeñísimo recuerdo personal: sobre todo en los primeros tiempos del Pontificado,
cada vez que había una audiencia y yo pasaba a saludar al Papa, como de costumbre
me daba un Rosario, porque sucede a menudo que se dé una imagen, un Rosario, una medalla.
Y cada vez que el Papa me daba un Rosario, decía: “también los curas tienen que acordarse
rezar”. Pues, esto no lo olvidé nunca, porque manifestaba así, en un modo muy simple,
su convicción y su atención al lugar de la oración en nuestra vida, también y en particular,
en la vida de quién tiene deberes de responsabilidad en el servicio al Señor. Benedicto
XVI ciertamente ha sido siempre un hombre de oración, en toda su vida, y deseaba –
probablemente – tener un tiempo en el cual vivir esta dimensión de la oración con
más espacio, totalidad y profundidad. Y ahora este es su tiempo.
P – Por
otra parte, a la vida de oración del Papa Benedicto no le faltan momentos de encuentro,
también con el Papa Francisco, como sabemos. ¿Qué nos puede decir acerca de esta dimensión
de vida oculta, pero no aislada, de Joseph Ratzinger?
R- Creo que sea justo
darse cuenta que vive de manera discreta, sin una dimensión pública; pero esto no
quiere decir que viva aislado, encerrado como una clausura estricta. Desarrolla una
actividad normal para una persona anciana – una persona anciana religiosa: es decir,
una vida de oración, de reflexión, de lectura, de escritura en el sentido que responde
a la correspondencia que recibe; de coloquios, de encuentros con personas que le están
cerca, a las que encuentra con gusto, con las cuales considera útil tener un diálogo,
que le piden consejos o cercanía espiritual. Por consiguiente: la vida de una persona
rica espiritualmente, de gran experiencia, en una relación discreta con los otros. Lo
que no existe es la dimensión pública a la cual estábamos acostumbrados, siendo el
Papa y, por lo tanto, estando siempre bajo los reflectores, bajo la atención de todo
el mundo. Esto no existe, pero por lo demás, es una vida normal con diversas relaciones.
Y, entre estas relaciones, está la relación con su sucesor, la relación con el Papa
Francisco que, como sabemos, tiene momentos de encuentro personal, de diálogo: uno
ha ido a la casa del otro y viceversa. Y luego están las otras formas de contacto
que pueden ser el teléfono o los mensajes que le son enviados: una situación de relación
del todo normal, diría, y de solidaridad. Me parece que sea muy bello para nosotros,
cuando tenemos aquellas raras imágenes de los dos Papas juntos y que oran juntos –
el Papa actual y el Papa emérito: es un signo muy hermoso y alentador de la continuidad
del ministerio petrino en el servicio de la Iglesia.
P- Por último: padre
Lombardi, usted ha seguido a Benedicto XVI en todos los años de su Pontificado. ¿Qué
le está dando el Papa Benedicto ahora, personalmente, espiritualmente, desde el 11
de febrero pasado?
R- Yo siento mucho la presencia del Papa Benedicto XVI como
una presencia espiritual fuerte que acompaña, que tranquiliza. Pienso en las grandes
figuras de los ancianos de la historia de la Iglesia y de la historia sagrada, en
particular, todos pensamos – por ejemplo – en Simeón, que acoge en el Templo a Jesús
y que mira con alegría a su destino eterno y también al futuro de la comunidad que
continúa a caminar sobre esta tierra. Pues, todos sabemos el grandísimo valor de tener
con nosotros a los ancianos, ancianos ricos de sabiduría, ricos de fe, serenos: son
verdaderamente una grandísima ayuda para quién es más joven, para seguir adelante
mirando con confianza y con esperanza al futuro. Benedicto XVI representa para mí
– y creo para la Iglesia – esto: el Gran Anciano, sabio, digamos incluso santo, que
nos invita con serenidad. Da verdaderamente una impresión de gran serenidad espiritual.
Ha conservado su sonrisa que nos era habitual en los momentos bellos en los cuales
lo encontrábamos y que nos invita, por lo tanto, a seguir adelante en el camino, con
fe y con esperanza.