NOVIEMBRE 2004
SEMANA DEL 8 AL 14

AUDIENCIA GENERAL: «DIOS, ÚNICA ESPERANZA Y NUESTRA PAZ»

«Dios, única esperanza y nuestra paz» ante «la tríada diabólica» – a la que acude aún hoy la humanidad - de los ídolos de la violencia, la rapiña y la codicia, contrarios a la dignidad humana y a la convivencia social. Juan Pablo II dedicó la catequesis de su audiencia general al Salmo 61.

«Dios, única esperanza y nuestra paz» ante «la tríada diabólica» de los ídolos de la violencia, la rapiña y la codicia, contrarios a la dignidad humana y a la convivencia social. Juan Pablo II dedicó la catequesis de su audiencia general del miércoles al Salmo 61. «En Dios sólo el descanso de mi alma, de él viene mi salvación; sólo él mi roca, mi salvación, mi ciudadela, no he de vacilar».

Tras destacar la dulzura de estas palabras, que son como una jaculatoria y una «invocación, que es también un programa de vida», el Santo Padre hizo hincapié en el llamamiento con el que el salmista advierte, de forma clara y firme: «No os fiéis de la opresión, no os ilusionéis con la rapiña; a las riquezas, cuando aumenten, no apeguéis el corazón». Se trata de dos elecciones fundamentales, la primera – ‘confiar en Dios’ - es la buena y la segunda – ‘en los ídolos’ - es la perversa.

Refiriéndose «al primer falso dios, que es la violencia, a la que, lamentablemente, la humanidad sigue acudiendo también en nuestros días ensangrentados», Juan Pablo II subrayó que «a este ídolo se acompaña el inmenso cortejo de guerras, opresiones, prevaricaciones, torturas y matanzas execrables, infligidas sin atisbos de remordimientos».

«El segundo falso dios es la rapiña», recordó el Papa, explicando que ésta se expresa también por medio de «la extorsión, la injusticia social, la usura y la corrupción política y económica». «Demasiadas personas - lamentó el Santo Padre - cultivan ‘la ilusión’ de satisfacer de este modo su propia codicia».

«La riqueza, es el tercero de los ídolos al que se apega el corazón del hombre en la esperanza engañadora de poderse salvar de la muerte (cfr Sal 48) y asegurase una primacía de prestigio y de poder», señaló asimismo el Papa reiterando que «sirviendo a esta tríada diabólica, el hombre olvida que los ídolos se demuestran inconsistentes, aún más, dañinos».

«Si tuviéramos mayor conciencia de nuestra caducidad y del límite propio de las criaturas, no escogeríamos el camino de la confianza en los ídolos, ni organizaríamos nuestra vida sobre una escala de pseudo valores frágiles e inconsistentes», recordó Juan Pablo II, haciendo hincapié en que «nos dirigiríamos, más bien, hacia la otra confianza, aquella que se centra en el Señor, manantial de eternidad y de paz. Que de Dios es la fuerza, suyo el amor y la justicia, Él paga al hombre con arreglo a sus obras» (cfr Sal 61, 12-13)

Asimismo, Juan Pablo II recordó que el Concilio Vaticano II ha aplicado la exhortación del Salmo 61, a «no apegar el corazón a las riquezas», a los sacerdotes. En este contexto, el Papa ha insistido citando textualmente lo que establece, con firmeza, el Decreto sobre el ministerio y vida de los presbíteros: «Los sacerdotes, sin apegar de manera alguna su corazón a las riquezas, eviten siempre toda codicia y absténganse cuidadosamente de todo género de comercio» (Presbyterium ordinis, n. 17).

Como es tradicional, después de la alocución central del Santo Padre en italiano, un prelado de la Secretaría de Estado, presentó el resumen de la catequesis del Papa en lengua española:

Las dulces palabras del Salmo proclamado anteriormente son una serena y fuerte plegaria, que es también un programa de vida: "Sólo en Dios descansa mi alma. Él es mi roca firme y mi salvación" (Sal 61, 2-3).

A esta firme confianza en el Señor se contrapone una tentación de carácter idólatra: la de la violencia, el robo y la riqueza, consideradas como medios para alcanzar prestigio y poder.

Sin embargo, quien es consciente de la caducidad y de los límites propios de las criaturas, no fundamentará su vida sobre estos falsos valores. Se orienta más bien hacia la confianza verdadera, que tiene su centro en el Señor, fuente de alegría y de paz.

Juan Pablo II saludó en distintas lenguas a los peregrinos que han participado en esta audiencia. Éste fue su saludo en español:

Saludo con afecto a los peregrinos y familias de lengua española. En especial a los distintos grupos de España, Puerto Rico, Guatemala, México y Argentina. Al invitaros a manatener la confianza plena en Dios, os bendigo de corazón. Muchas gracias por vuestra atención

Luego, en sus palabras a los peregrinos de lengua polaca, Juan Pablo II recordó que mañana se celebra la fiesta de la independencia de Polonia. Y, exhortando a agradecer a Dios por «la libertad de la patria», el Papa deseó que «este particular don, rescatado con la sangre de nuestros padres y de nuestras madres, fructifique la patria polaca con el diligente cumplimiento de los deberes de cada uno, con la comprensión mutua y con la dedicación al bien común».

Este encuentro semanal con miles de peregrinos que acuden de numerosos países se desarrolló, debido a la lluvia, en dos partes. En la Basílica de San Pedro y en el Aula Pablo VI. A los jóvenes, a los enfermos y a los recién casados, presentes en la audiencia, el Papa los exhortó a ofrecer al Señor todos sus anhelos y proyectos de bien.

 

CONVOCADA II ASAMBLEA ESPECIAL PARA ÁFRICA DEL SÍNODO DE LOS OBISPOS

Juan Pablo II anunció la convocación de la II Asamblea Especial para África del Sínodo de los Obispos y llamó a rezar por la paz en este continente, al recibir a los prelados africanos y europeos que han participado en el Simposio dedicado a la comunión y la solidaridad entre África y Europa.

Con un gran aplauso fue recibida la intención de Juan Pablo II de convocar la segunda Asamblea sinodal para África: «Acogiendo los votos del Consejo post sinodal e interpretando el anhelo de los pastores africanos, aprovecho esta ocasión, para anunciar mi intención de convocar la segunda Asamblea Especial para África del Sínodo de los Obispos».

En su audiencia a los prelados que habían participado en el Simposio de Obispos africanos y europeos - dedicado al tema de la comunión y la solidaridad entre ambos continentes - el Papa invitó «a implorar al Señor el don precioso de la comunión y de la paz para la amada tierra de África».

Poniendo de relieve que «el estilo de amor fraterno constituye un significativo testimonio que los Pastores de las Iglesias en Europa y en África están llamados a ofrecer para afrontar los grandes desafíos que interpelan a la fe cristiana en esta sociedad nuestra globalizada», el Santo Padre destacó la importancia de este encuentro que ha servido para profundizar en la fraternidad sacramental; el intercambio de dones; el diálogo entre la cultura y la mentalidad europea y la africana; la valorización de las distintas tradiciones; temas existenciales como la concepción del hombre y de la sociedad; programas pastorales; evangelización y relaciones ecuménicas e interreligiosas.

Reiterando asimismo que la unidad de la Iglesia se edifica en la Eucaristía y se manifiesta en una búsqueda de la fraterna y solidaria cooperación, Juan Pablo II hizo hincapié en que la conciencia de desarrollar la misma misión al servicio del Evangelio en Europa y en África ayudará a los prelados de estos dos continentes a «seguir cada vez con mayor atención también las expectativas de la familia universal de los pueblos». «Urgente acción misionera» ésta que se puede cumplir sólo si se cultiva, «en primer lugar, la oración y el contacto personal con Cristo».

El Papa se unió a las oraciones que acompañan a los obispos africanos y europeos, e invocando la protección de María Santísima pidió asimismo la especial intercesión de San Agustín de Hipona, «cuya figura es como un puente entre África y Europa», de quien se celebra, precisamente este sábado el 1650 aniversario de nacimiento y cuyas reliquias han sido trasladadas a Roma.

En este Simposio de los Obispos de África y Europa ha participado también el prelado español Juan José Omella, obispo de Logroño, que ante nuestros micrófonos, destacó la importancia de este encuentro:

 

HUMANISMO CRISTIANO COMO ITINERARIO DE DIÁLOGO Y PAZ ENTRE PUEBLOS

«Promover un nuevo humanismo cristiano, capaz de recorrer la senda de la auténtica belleza, presentándola a todos como itinerario de diálogo y de paz entre los pueblos». Era la exhortación del Papa, el martes, en su discurso en la sesión pública de las Academias Pontificias.

«Via pulchritudinis como itinerario privilegiado para el encuentro entre la fe cristiana y las culturas de nuestro tiempo, así como instrumento precioso para la formación de las jóvenes generaciones». Juan Pablo II puso de relieve la importancia de éste que ha sido el tema de la nona sesión pública de las Academias Pontificias, que tuvo lugar este medio día, en el curso de la cual el Santo Padre entregó el premio que estas instituciones pontificias asignan cada año.

Este 2004, la galardonada ha sido la Abadía Benedictina de ‘Keur Moussa’, en Senegal, por su labor de inculturación de la música y del canto gregoriano, adaptándolo a un instrumento típico senegalés denominado Kora. Asimismo, el Papa otorgó sendas medallas de su Pontificado a la escuela cinematográfica fundada y dirigida por el italiano Ermanno Olmi, de Milán, «por su pedagogía fundada en el humanismo auténtico», y al Coro Interuniversitario de Roma, dirigido por el maestro Don Massimo Palombella, «por su servicio al culto divino y a la cultura musical».

En su discurso, leído por Mons. Leonardo Sandri, sustituto de la Secretaría de Estado para Asuntos Generales, el Papa subrayó su anhelo de que «con la aportación de todos se promueva un nuevo humanismo cristiano, capaz de recorrer la senda de la auténtica belleza, presentándola a todos como itinerario de diálogo y de paz entre los pueblos».

El Santo Padre recordó que «a lo largo de dos mil años de historia, la Iglesia ha recorrido de tantas formas la senda de la belleza por medio de obras de arte sacro». Acompañando la oración, la liturgia y la vida de las familias y de las comunidades cristianas. Espléndidas obras maestras arquitectónicas, pinturas, esculturas, miniaturas, obras musicales, literarias y teatrales. Sin olvidar aquellas obras de arte, erróneamente consideradas como ‘menores’. Se trata de «auténticos tesoros que nos hacen comprender, por medio del lenguaje de la belleza y de los símbolos, la profunda sintonía que existe entre fe y arte, entre creatividad humana y obra de Dios, autor de toda belleza auténtica».

Tras preguntar si acaso «la humanidad de hoy hubiera podido gozar de un patrimonio artístico tan amplio, de no haber sido por la comunidad cristiana que ha alentado y sostenido la creatividad de numerosos artistas, proponiéndoles -como modelo y fuente de inspiración– la belleza de Cristo, esplendor del Padre», el Pontífice hizo hincapié en que «sin embargo, para poder brillar en su pleno esplendor, la belleza tiene que estar enlazada con la bondad y la santidad de vida». Es decir que «es necesario hacer resplandecer en el mundo, a través de la santidad de sus hijos, el rostro luminoso de Dios, bueno, admirable y justo».

«Para incidir también en la sociedad de hoy, el testimonio de los cristianos se debe alimentar con la belleza, siendo elocuente transparencia de la belleza del amor de Dios», recomendó una vez más Juan Pablo II, dirigiéndose en especial a los académicos y artistas. A ellos les recordó, precisamente, que tienen el cometido de «alimentar su amor hacia todo lo que es auténtica expresión del genio humano, así como reflejo de la belleza divina.

Recordando, como escribió en su Carta a los Artistas, que «la Iglesia espera que de esta colaboración surja una renovada ‘epifanía’ de belleza para nuestro tiempo, así como respuestas adecuadas a las exigencias propias de la comunidad cristiana» (n. 10), el Santo Padre expresó su grato aprecio por la actividad que desarrollan todos los académicos, en especial los miembros de la Pontificia Insigne Academia de Bellas Artes y Letras de los Virtuosos del Panteón.

 

LA CREATIVIDAD CIENTÍFICA AL SERVICIO DE LA FAMILIA HUMANA

«Los científicos tienen el cometido de poner la creatividad científica al servicio de la familia humana, trabajando de forma desinteresada para mejorar la calidad de la vida en nuestro planeta y promoviendo el desarrollo integral – material y espiritual - de los seres humanos». Era el llamamiento del Papa a los participantes en la plenaria de la Academia Pontificia para las Ciencias.

«La creatividad que inspira el progreso científico se concibe, en especial, como la capacidad de confrontar y resolver siempre nuevos tópicos y problemas, muchos de los cuales tienen repercusiones planetarias. Los hombres y mujeres de ciencia tienen el cometido de poner, cada vez más, esta creatividad al servicio de la familia humana, trabajando para mejorar la calidad de la vida en nuestro planeta y promoviendo el desarrollo integral – material y espiritual - de los seres humanos». Juan Pablo II reiteró esta exhortación a los científicos, haciendo hincapié asimismo en que con el fin de que «la creatividad científica pueda servir para el beneficio del auténtico progreso humano», «debe permanecer aislada de toda forma de condicionamiento financiero e ideológico».

Al recibir el lunes a los participantes en la plenaria de la Academia Pontificia para las Ciencias, el Papa puso de relieve que la creatividad científica debe buscar «la verdad de forma desapasionada, estando exclusivamente al servicio de la humanidad». En este contexto, Juan Pablo II destacó, una vez más, la importancia de que la creatividad y los nuevos alcances favorezcan un clima de cooperación entre la comunidad científica y los pueblos del mundo, propagando generosamente el conocimiento y los beneficios de la misma ciencia. En lugar de impulsar la competencia y los intereses individuales.

Tras señalar la importancia de considerar como es debido la dimensión espiritual del ser humano, el Pontífice reiteró que «por medio de la cultura y de la actividad creativa, la existencia humana tiene la capacidad de trascender la realidad material y ‘humanizar’ el mundo que la rodea». La creatividad humana encuentra su expresión privilegiada en la búsqueda del conocimiento y en la investigación científica, recordó Juan Pablo II, añadiendo luego que «como realidad espiritual, toda creatividad debe ser ejercida con responsabilidad. Ésta exige el respeto del orden natural y, sobre todo, de la naturaleza de cada vida humana, considerando que el hombre es sujeto y fin».

El Santo Padre se refirió asimismo al tema que este año ha elegido la Academia Pontificia para las Ciencias dedicado a los recorridos del descubrimiento, con el fin de promover una reflexión sobre el origen de los descubrimientos científicos, cimiento y premisa de nuevos saberes. Un camino multiforme que puede comenzar con la verificación de una teoría, conducir al perfeccionamiento de la misma y abrir una senda hacia nuevos enfoques experimentales. Dándose también la posibilidad de que algunos descubrimientos se producen cuando el investigador está concentrando su atención sobre algo distinto.

 

LA EUTANASIA, UNA COMPASIÓN MAL ENTENDIDA QUE ESTABLECE QUIÉN PUEDE VIVIR Y QUIÉN PUEDE MORIR

La eutanasia es una de las consecuencias del drama causado por una ética que pretende establecer quien puede vivir y quien puede morir. Esta era la afirmación de Juan Pablo II en su discurso a los participantes en la XIX Conferencia Internacional sobre los cuidados paliativos a quienes recibió en audiencia el jueves.

Tras especificar que la eutanasia se basa en una compasión mal entendida, el Santo Padre advirtió que en vez de ahorrar a la persona el sufrimiento la elimina. “La compasión, cuando carece de la voluntad de afrontar el sufrimiento y acompañar a quien padece, conduce a la eliminación de la vida para derrotar al dolor”.

“La verdadera compasión –continuó el Papa- promueve cualquier esfuerzo razonable para curar al paciente. Al mismo tiempo ayuda a detenerse cuando ninguna acción resulta útil para tal fin, porque el ensañamiento terapéutico no es el rechazo del paciente a la vida”. En este contexto el Pontífice reafirmó que la eventual decisión de no emprender o interrumpir una terapia será éticamente correcta cuando ésta resulte ineficaz o claramente desproporcionada para ayudar a vivir o a recuperar la salud. El rechazo del ensañamiento terapéutico es expresión del respeto que en cada instante se debe al paciente.

En el otro extremo, como recordó Juan Pablo II, se encuentran los cuidados paliativos destinados a hacer más soportable el sufrimiento en la fase final de la enfermedad y al mismo tiempo asegurar al paciente un acompañamiento adecuado. “Los cuidados paliativos –prosiguió- persiguen aliviar, en el enfermo terminal, una vasta gama de síntomas de sufrimiento de orden físico, psíquico y mental, y requieren la intervención de un equipo de especialistas con competencia médica, psicológica y religiosa, compenetrados entre ellos para sostener al paciente en su fase crítica”.

La medicina siempre está al servicio de la vida. Incluso cuando es consciente de no poder derrotar a la enfermedad, dedica todas sus capacidades a aliviar el sufrimiento. Para Juan Pablo II trabajar con pasión para ayudar al paciente en cualquier situación significa ser consciente de la inalienable dignidad del ser humano, incluso en las condiciones extremas del estado terminal.

De hecho el Papa subrayó en este sentido la existencia de una relación directamente proporcional entre la capacidad de sufrir y la capacidad de ayudar a quien sufre. “La experiencia cotidiana -dijo en su discurso- nos enseña que las personas más sensibles al dolor ajeno y las que más se dedican a aliviar el dolor de los demás son también las más dispuestas a aceptar, con la ayuda de Dios, el sufrimiento propio”.

 

LOS CRISTIANOS PUEDEN SER SIGNOS QUE INDICAN EL CAMINO DE LA FRATERNIDAD Y DE LA CONCORDIA

“Para que los pueblos puedan progresar, el diálogo interreligioso es una necesidad”. Y los cristianos ''pueden ser signos que indican el camino de la fraternidad y de la concordia''. Eran palabras del Papa a los obispos del Océano Índico.

Juan Pablo II se reunió el martes en el Vaticano con los obispos de la Conferencia Episcopal del Océano Índico al término de su visita ad limina apostolorum. El Papa indicó la diversidad cultural y las diferentes situaciones humanas y religiosas que reflejan la realidad de una región tan vasta como ésta, desperdigada en infinidad de islas, separadas además por grandes distancias dentro de las propias diócesis en el Océano Índico.

Sin embargo, “una auténtica espiritualidad de comunión” las aúna desarrollando colaboraciones comunes en algunos campos, evitando de esta manera el aislamiento y sintiéndose parte importante de la vida de la Iglesia universal. Dos de las convicciones profundas que han de tener los pastores y sobre las que insistió el Santo Padre, han sido “el compromiso espiritual fundado en la contemplación del rostro de Cristo” y “la necesidad de anunciar el Evangelio”. “Sed fieles, alimentad vuestra vida espiritual con la palabra viva y eficaz de las Escrituras. Ello os permitirá proponer a vuestros feligreses una vida espiritual todavía más fuerte”.

En este espíritu, el Papa invitó al pueblo cristiano a vivir el Año de la Eucaristía, en el que acabamos de entrar, como un tiempo fuerte de reencuentro con Cristo. Asimismo, el Santo Padre desea que los fieles de estos pueblos del Índico descubran “este tesoro incomparable que Jesús nos ha dejado, la dicha y la felicidad de la presencia amante del Salvador”. “El Año de la Eucaristía es también un tiempo favorable para redescubrir el significado de la santificación de las fiestas, participando regularmente a la Misa dominical”.

En su discurso, el Pontífice habló asimismo de la formación de los futuros sacerdotes, (“uno de los mayores desafíos para la Iglesia”), animando en este sentido a los formadores, para que el seminario sea un verdadero “lugar de discernimiento serio para las vocaciones”. De una manera más general, Juan Pablo II afirmó que “es indispensable que los cristianos tengan una formación religiosa sólida para poder avanzar así a través del difícil camino del compromiso en el seguimiento de Cristo”.

“La presencia de creyentes de otras religiones y sobre todo la actividad de las sectas”, dijo el Papa, ha de ser un aliciente más para que “los discípulos de Cristo afirmen su fe sin dejarse llevar por el viento de otras doctrinas. En cuanto al papel de los laicos, el Santo Padre señaló “el deber que tienen en aportar su contribución para que el hombre tome su plena dimensión como criatura de Dios”. En este sentido las enseñanzas sociales de la Iglesia son un ayuda preciosa para el servicio del bien común y la dignidad integral del hombre”.

“Para que los pueblos puedan progresar - dijo finalmente el Santo Padre - el diálogo interreligioso es también una necesidad; en algunas de vuestras islas los creyentes de otras religiosas son numerosos, incluso mayoría. Pero sé que la presencia de los cristianos generalmente es bien aceptada y apreciada''. En estas circunstancias, observó el Papa, los cristianos ''pueden ser para los hombres de buena voluntad, signos que indican el camino de la fraternidad y de la concordia, dando testimonio así del Evangelio''.

 

NUEVO LLAMAMIENTO EN FAVOR DE LA VIDA Y LA TUTELA DE LOS MÁS DÉBILES

El Papa hizo un nuevo llamamiento en favor de la vida humana y de la tutela de los más débiles al recibir, el sábado, en el Vaticano a los miembros de la Oficina cristiana para las personas discapacitadas de Paris. Un llamamiento dirigido por el Santo Padre a todas los hombres de buena voluntad y “en particular a los representantes de las instituciones y los responsables directamente implicados en funciones de gobierno y en funciones legislativas”.

El Santo Padre recordó que los minusválidos “son criaturas de Dios”. Pero el llamamiento del Pontífice fue más allá: recordando asimismo los deberes “en la tutela de los más débiles, de los más pequeños, y de los más pobres”. Y también en la protección que se debe a los niños concebidos y todavía no nacidos, porque están indefensos”.

 

VISITA DEL PRESIDENTE DE PORTUGAL

Juan Pablo II recibió el viernes al presidente de Portugal, Jorge Sampaio, ante quien expresó su deseo de que la "luz de Fátima se extienda por todo el mundo, frente a la grave crisis de valores que sufre la sociedad, cada vez más insegura ante decisiones éticas indispensables para el futuro de la humanidad". Con estas palabras el Papa recordó el viaje que realizó a Portugal en el año 2000, para beatificar en Fátima a los pastorcillos Francisco y Jacinta.

El Papa subrayó también la necesidad de formar conciencias críticas que disciernan sobre el sentido de la vida y de la historia; una necesidad que constituye el desafío mayor en la actualidad y que la Iglesia en Portugal desea afrontar mediante su colaboración, como demuestra el nuevo Concordato que entra en vigor próximamente.

 

XIII CAPÍTULO GENERAL HERMANAS CARMELITAS MISIONERAS TERESIANAS

Juan Pablo II recibió el martes en audiencia a las Hermanas Carmelitas Misioneras Teresianas que estaban celebrando su XIII Capítulo general. “Un momento –como dijo el Papa- muy importante en la vida de la Congregación para discernir la voluntad de Dios, avivar la fidelidad al carisma fundacional y buscar el mejor modo de responder, desde la propia vocación y misión, a los desafíos de estos primeros años del tercer milenio”.

Aludiendo al lema capitular el Papa explicó que “se trata de impulsar en todas vuestras Hermanas una verdadera «pasión por la Iglesia: Dios y los prójimos», para que cada comunidad enriquezca a la propia Iglesia particular y haga visibles las maravillas de Dios «con el lenguaje elocuente de una existencia transfigurada, capaz de sorprender al mundo» (Vita Consecrata, 20).”

De hecho en el programa de vida y acción para los próximos años se recuerda que «antes que en las obras exteriores, la misión se lleva a cabo en el hacer presente a Cristo en el mundo mediante el testimonio personal. ¡Éste es el reto, éste es el quehacer principal de la vida consagrada!» (ibíd., 72). Y, ¿dónde podemos inspirarnos para hacer presente a Cristo, sino en el gran Misterio donde Cristo está “realmente” presente, como es la Eucaristía? Todos los aspectos de la Eucaristía «confluyen en lo que más pone a prueba nuestra fe: el misterio de la presencia “real”» (Mane nobiscum Domine, 16).

El Pontífice, que recordó a toda la Iglesia el carácter central e insustituible de la Eucaristía para la vida cristiana para ser fieles a la vocación a la santidad, volvió a proponer este concepto a las religiosas, que por su tradición contemplativa teresiana lo podrán comprender mejor y pondrán este Santísimo Sacramento como eje de la vida espiritual e inspirador de todo proyecto apostólico y misionero.

Por último el Santo Padre expresó su deseo de que entre las nuevas generaciones aumente el número de quienes reconocen la voz del Espíritu cuando les llama a una vida enteramente consagrada a Dios.