AUDIENCIA GENERAL: CELEBRACIONES DE SEMANA SANTA Y SU SIGNIFICADO Juan Pablo II recordó en la audiencia general del miércoles el Triduo Pascual que inicia este jueves y a través del cual se recuerda el misterio de la Pasión y muerte de Jesús, y la gloria de la Pascua de Resurrección. Este miércoles, Juan Pablo II durante la audiencia general, recordó a los fieles presentes en la Plaza de San Pedro, la celebración de los misterios de la salvación que estos días se conmemora. “Cristo Jesús ... se humilló, hasta someterse a la muerte y una muerte de Cruz. Por eso Dios lo exaltó y le otorgó el nombre sobre-todo-nombre” (Flp 2,8-9). Con la lectura de un fragmento de la Carta a los Filipenses, el Santo Padre anunció el misterio de la pasión y muerte de Jesús, misterio que nos conduce a la gloria de la Resurrección. “Todo esto constituye, dijo el Papa, una meditación sobre la celebración del Tríduo Pascual que inicia este jueves” y finaliza el Domingo de Pascua de Resurrección. De hecho el Santo Padre quiso recordar las celebraciones de Semana Santa y el significado de cada una de ellas. De este modo, el Jueves Santo, tiene lugar la Misa Crismal, en la que se bendicen los santos óleos; el de los catecúmenos, que viene usado en el bautismo, el de los enfermos, para confortar en el dolor y el Santo Crisma, que será usado para consagrara al Señor a los bautizados, ordenados y consagrados. Por la noche se conmemora la Última Cena, con la institución de la Eucaristía y el Sacerdocio y con el gesto del lavatorio de los pies, signo de la vocación cristiana a servir. Es el día del mandamiento nuevo del amor. “Se trata de una vigilia de oración singular, que se une a la agonía de Cristo”, precisó Juan Pablo II. El Viernes Santo, la Iglesia recuerda la pasión y muerte del Señor, por lo que el Obispo de Roma invitó a todos los cristianos a “reflexionar sobre el pecado y el mal que oprimen a la humanidad y sobre la salvación a través del sacrificio de Cristo..... recorriendo las diferentes etapas de la Pasión .... a través del Via Crucis, que sirve para interiorizar el misterio de la Cruz”. El Sábado Santo es un día dedicado al silencio en el que los fieles, imitando a María, se preparan para el gran acontecimiento de la resurrección. De esta forma, el sábado por la noche inicia la Vigilia Pascual, la “madre de todas las vigilias”. Se enciende el cirio pascual, símbolo de Cristo que ilumina a todos los hombres y se proclama el anunció de la resurrección, que sorprende en la oscuridad de la noche. Para reconocer el dominio de Cristo, el Papa recordó el pasaje del himno paulino: “Para que al nombre de Jesús toda rodilla se doble en los cielos, en la tierra y en los abismos, y toda lengua confiese que Jesucristo es Señor, para gloria de Dios Padre” (Flp 2,10-11). En la Vigilia Pascual, celebramos cómo Cristo ha rescatado a la humanidad del pecado y de la muerte, abriéndole las puertas de la gloria eterna en el seno de Dios. “Queridos hermanos y hermanas – concluyó Juan Pablo II- estos días son los más idóneos para que avivemos la conversión de nuestro corazón al que, por amor, ha muerto por todos nosotros. Dejemos que sea María, la Virgen fiel, la que nos acompañe – añadió el Papa-, ya que “con Ella estamos al lado de Jesús en su calvario para después reencontrarle el día de Pascua”. De este modo finalizó su catequesis el Santo Padre deseando feliz Pascua de Resurrección a todos los presentes en la Plaza de San Pedro. Este fue el resumen de la catequesis del Santo Padre en español para los peregrinos de nuestra lengua presentes en la audiencia: “Los próximos días celebraremos el gran misterio de nuestra salvación. Mañana, Jueves Santo, se conmemora la Última Cena, con la institución de la Eucaristía y el Sacerdocio; el recuerdo del mandamiento nuevo del amor y el gesto del lavatorio de los pies, signo la vocación cristiana a servir. Se invita después a los fieles a visitar y adorar el Santísimo Sacramento. El Viernes Santo está dedicado a revivir la pasión y muerte de nuestro Señor y a venerar la Cruz, fuente de nuestra Salvación. Para la piedad popular es el gran día del Vía Crucis. El Sábado Santo es día de silencio y espera, a imitación de María. Al terminar el día, se celebra la Vigilia Pascual: la nueva Luz de Cristo, los cantos, el recuerdo de la historia de Salvación y las promesas que ahora se cumplen, los signos bautismales. Es la fiesta litúrgica por excelencia para la Iglesia, pues, por su misterio pascual, Cristo ha rescatado del pecado y la muerte a la humanidad, abriéndole las puertas de la gloria eterna en el seno de Dios”. Asimismo, el Papa dirigió un saludo en español a los fieles concentrados en la Plaza San Pedro. “Saludo a los peregrinos de lengua española, en particular al grupo del Colegio Pureza de María, de Barcelona. Invito a todos a vivir intensamente estos días santos, junto con la Santísima Virgen, para encontrar a Jesús resucitado el día de Pascua. Feliz y santa Pascua para vosotros, vuestras familias y comunidades”. Como siempre, al final de la audiencia general Juan Pablo II se dirigió a los jóvenes, a los enfermos y a los recién casados, éste fue su mensaje: “Dirijo, finalmente, un afectuoso saludo a los jóvenes, a los enfermos y a los recién casados. A vosotros, queridos jóvenes os pido que no tengáis miedo de seguir a Cristo, incluso cuando os pide que abracéis la Cruz. A vosotros queridos enfermos, que os sirva de consuelo la meditación de la Pasión de Jesús, misterio de sufrimiento y transfiguración del amor. Y a vosotros, queridos recién casados, que la muerte y la resurrección del Señor renueve la felicidad y el empeño del pacto nupcial”.
CAMINAR SOBRE LA BASE DE UNA SOCIEDAD JUSTA, RESPONSABLE Y PACÍFICA Juan Pablo II espera vivamente que los costarricenses «sigan caminando sobre la base firme de una sociedad justa, responsable y pacífica». Juan Pablo II recibía el lunes al presidente de la República de Costa Rica, Abel Pacheco de la Espriella, que se encuentra en visita oficial en Italia. El Pontífice agradeció la visita del presidente como “renovación de las muestras de afecto de los costarricenses al Papa”. Al mismo tiempo se mostró complacido por la colaboración existente entre la Iglesia y las autoridades de este país “el cual – añadió el Santo Padre – tengo muy presente en mi recuerdo desde que tuve ocasión de visitarlo”. Juan Pablo II visitó Costa Rica en marzo de 1983 y por el cariño que le une a este país señaló que “espera vivamente que sus gentes sigan caminando sobre la base firme de una sociedad justa, responsable y pacífica”. En su saludo al mandatario costarricense, el Santo Padre renovó sus «votos por el progreso espiritual y material de su pueblo, por su convivencia en concordia y libertad», invocando la intercesión maternal de Nuestra Señora de los Ángeles. Después de haber sido recibido por el Santo Padre, el presidente de Costa Rica mantuvo un encuentro con el cardenal Secretario de Estado Angelo Sodano. En el curso de las conversaciones se trataron temas concernientes a las relaciones entre Iglesia y Estado en este país centroamericano y a los problemas actuales en las relaciones internacionales, con especial referencia a América Latina.
UNIV: «SI EL HOMBRE CAMINA JUNTO CON DIOS, ES CAPAZ DE CAMBIAR EL MUNDO» «Si el hombre camina junto con Dios, es capaz de cambiar el mundo…» «En este mundo que busca a Jesús, a veces aun sin saberlo, vosotros, queridos jóvenes de UNIV, sed levadura de esperanza»…Era la exhortación de Juan Pablo II a unos tres mil chicos y chicas procedentes de numerosos países y Universidades, que también este año se dieron cita en Roma el lunes para vivir juntos la Semana Santa. Refiriéndose, precisamente a estos encuentros, el Santo Padre destacó que son una grata oportunidad para compartir las experiencias que estos universitarios adquieren «participando en las actividades de formación cristiana que la Prelatura del Opus Dei promueve en sus respectivas ciudades y naciones». En este tradicional encuentro con los universitarios que participan en el Congreso internacional de UNIV, el Papa evocó la celebración del Domingo de Ramos, en la que también estuvieron presentes estos jóvenes. Celebración en la que resonaron en la Plaza de San Pedro las palabras «Queremos ver a Jesús», que son asimismo el tema del Mensaje que Juan Pablo II ha querido dirigir a la juventud de todo el mundo, con motivo de su Jornada Mundial. Una vez más, el Santo Padre alentó a los jóvenes a mantener inquebrantable su anhelo de ver a Cristo: «Queridísimos, ¡nunca desfallezca en lo más profundo de vuestros corazones el anhelo de ver a Cristo! Que sepáis superar toda emoción superficial, resistiendo a las seducciones de los placeres y a las ambiciones del egoísmo y de las comodidades». Tras hacer hincapié en la importancia y actualidad del tema tratado en este Congreso de UNIV, «Proyectar la cultura, el lenguaje de la publicidad», el Papa reiteró la necesidad de «saber usar lenguajes adecuados para transmitir mensajes positivos y hacer conocer de forma atractiva ideales e iniciativas nobles». En este contexto, el Pontífice recomendó también que «es necesario saber discernir cuáles son los límites y las insidias de los lenguajes que los medios de comunicación social nos imponen», puesto que «algunas veces los mensajes publicitarios ofrecen una visión superficial e inadecuada de la vida, de la persona, de la familia y de la moralidad». Para afrontar estos desafíos con empeño, Juan Pablo II recomendó que «es necesario seguir a Jesús de cerca, en la oración y en la contemplación», pues «ser sus amigos en el mundo en el que nos encontramos exige, además, el esfuerzo de ir contracorriente»: En la universidad, en la escuela y dondequiera que viváis, ¡no tengáis miedo de ser, cuando es necesario, anticonformistas! Citando unas palabras de San José María Escrivá de Balaguer, el Papa invitó, en particular, a los jóvenes a «difundir la visión cristiana de la pureza, sabiendo mostrar a sus compañeros que ésta «nace del amor y que la fortaleza y la alegría de la juventud no son un obstáculo para el amor puro» (S. José María Escrivá de Balaguer, Es Jesús el que pasa, 40,6). Tal como hizo en sus primeros encuentros con ellos, también en esta ocasión, Juan Pablo II recordó a los universitarios de UNIV que, «para cambiar el mundo», es necesario, en primer lugar, que cambien ellos mismos, mediante la ayuda constante del «sacramento de la Penitencia y la íntima identificación con Cristo en la Eucaristía».
“QUE
LA HUMANIDAD ENCUENTRE LA VALENTÍA PARA OPONERSE AL TERRORISMO” “Que la humanidad encuentre la valentía para oponerse al terrorismo; la Comunidad internacional busque soluciones a los conflictos armados de África, Irak y Tierra Santa y los hijos de Abraham vuelvan a encontrar la fraternidad en propósitos de paz y colaboración. Era el ferviente deseo expresado por Juan Pablo II antes de la Bendición Urbi et Orbi al final de la Misa del día de Pascua. Juan Pablo II presidió el Domingo de Resurrección en la plaza de san Pedro la solemne Misa del día de Pascua de Resurrección del Señor. El Papa con los paramentos y la mitra dorados, el coro de la capilla Sixtina, los tulipanes y las flores de cerezo, las tradicionales vestimentas de muchos africanos y asiáticos y los himnos bizantinos de los cantos litúrgicos resaltaron la ceremonia en la que participaron decenas de miles de peregrinos y que fue transmitida por Mundo visión a 54 países y 86 canales de TV. Una atmósfera solemne y a la vez de fiesta, en el año que precisamente el calendario ha hecho coincidir la Pascua católica con la de las Iglesias de Oriente. Una ceremonia pascual de gozo, a pesar de los rigurosos controles de seguridad que se han practicado a los fieles antes de entrar en la plaza de san Pedro, ante las amenazas terroristas en Europa. En sus palabras que han precedido la bendición Urbi et Orbi, Juan Pablo II puso al lado del anuncio gozoso de la Pascua, “la firme esperanza” en un futuro mejor para un mundo “turbado por tantas sombras que nos amenazan”. “¿Por qué buscáis entre los muertos al que vive? No está aquí, ha resucitado”. El Ángel consuela así a la mujeres que habían ido al sepulcro, -dijo el Papa-, y así la liturgia pascual nos repite a nosotros, hombres y mujeres del tercer milenio: ¡Cristo ha resucitado, Cristo está vivo entre nosotros! El Redentor del hombre, se levanta victorioso del sepulcro para ofrecer también a nosotros, la promesa de gozo y de paz. Y El Santo Padre indicó que se dirija a Cristo, nuestra vida y nuestro guía, quien esté tentado por el desánimo y la desesperación, para escuchar el anuncio de la esperanza que no defrauda. «En este día de tu triunfo sobre la muerte, que la humanidad encuentre en ti, Señor -subrayó el Papa-, la valentía de oponerse de manera solidaria a tantos males que nos afligen ». “Que encuentre, en particular, la fuerza para hacer frente al inhumano, y por desgracia extendido, fenómeno del terrorismo, que niega la vida y vuelve perturbada e insegura la existencia cotidiana de tanta gente trabajadora y pacífica. Que tu sabiduría ilumine a los hombres de buena voluntad en el compromiso inevitable contra esta plaga”. El Santo Padre rogó para que se superen las dificultades actuales y se favorezca el progreso hacia una organización más ordenada y pacífica del mundo. Para que los responsables políticos encuentren soluciones a los conflictos que perduran y que ensangrientan algunas regiones de África, Irak y Tierra Santa. Y pidió, en concreto, al Señor para que ayude a todos cuantos se sienten hijos de Abraham a que descubran la fraternidad que los une, y que esta fraternidad los mueva a propósitos de cooperación y de paz: “Que la tentación de la venganza abra paso a la valentía del perdón; que la cultura de la vida y del amor haga vana la lógica de la muerte; que la confianza vuelva a reanimar la vida de los pueblos. Si nuestro futuro es único, debe ser un compromiso y un deber de todos construirlo con paciente y solícita clarividencia”. “Señor, sólo Tú, que has vencido a la muerte, “tienes Palabras de vida eterna”. Y a Cristo Resucitado el Pontífice expresó su confianza, dirigiendo su oración e invocando su consuelo para los familiares de las numerosas víctimas de la violencia. Para que nos ayude a todos a construir un mundo más justo y solidario. Y pidió a María, testigo silencioso de la Pascua, Madre del Crucificado resucitado, que en la hora del dolor y de la muerte tuvo encendida la lámpara de la esperanza, que nos enseñe también a nosotros a ser, entre las contradicciones del tiempo que pasa, testigos convencidos y gozosos del perenne mensaje de vida y de amor que trajo al mundo el Redentor resucitado. El Santo Padre después de la bendición Urbi et Orbi dirigió un cordial saludo de felicitación pascual en 62 lenguas. Un saludo dirigido a los presentes y a los que han seguido la ceremonia a través de la radio y la TV, deseando a todos “serenidad y dicha”. “Que la luz y la gracia del Señor resucitado se difunda en todas las partes del mundo”. Estas fueron las palabras en español del Santo Padre.
Recogimos al final de la liturgia eucarística el testimonio del cardenal Darío Castrillón Hoyos, prefecto de la Congregación para el clero.
MISA DE LA CENA DEL SEÑOR: COLECTA DESTINADA A NIÑOS RUANDA Y BURUNDI “Iniciamos la solemne liturgia del Triduo pascual con la celebración de la Cena del Señor. Las palabras y los gestos sacramentales de este día nos hacen revivir la última cena: Misterio de la humildad de Cristo y de su amor por nosotros en el lavatorio de los pies. Testamento de su mandamiento nuevo de amarnos los unos a los otros como Él nos ha amado. Memorial de la institución de la Eucaristía y del Sacerdocio para hacer presente hasta su venida el sacrificio de la nueva alianza”. Así introducía Juan Pablo II la celebración de la solemne eucaristía que presidió en la Basílica de San Pedro, el Jueves Santo. Con él concelebraron los cardenales, obispos y sacerdotes presentes en Roma. En su homilía el Papa señaló cómo Jesús, antes de celebrar la última Pascua con sus discípulos, les lavó los píes, para que pudieran comprender el sentido de lo que le iba a suceder”. De este modo “la pasión y muerte de Cristo constituyen el fundamental servicio de amor con el que el Hijo de Dios ha librado a la humanidad del pecado, manifestando el sentido profundo del mandamiento nuevo confiado a sus apóstoles: “amaos los unos a los otros como yo os he amado”. “Haced esto en memoria mía”. Los cristianos sabemos que tenemos que hacer memoria de nuestro Maestro, continuó el Pontífice, en el ofrecernos recíprocamente el servicio de la caridad, y repitiendo el “memorial” de la Eucaristía, que es el “ágape”, la caritas, el amor en el sentido más hermoso y puro. “Permaneced en mi amor” (Jn 15,9). El Papa concluyó su homilía refiriéndose a la estrecha unión entre los presbíteros en la Iglesia y el Sacramento eucarístico. “Sólo una Iglesia enamorada de la Eucaristía, genera, a su vez, santas y numerosas vocaciones sacerdotales, a través de la oración y el testimonio de la santidad”. Y Juan Pablo II pidió a “María, “la mujer eucarística”, que nos enseñe a adorar a Jesús verdaderamente presente en los signos humildes del pan y del vino, y que no deje de llamar al servicio del altar a sacerdotes según su corazón”. Después de la homilía, el rito del lavatorio de los pies a doce presbíteros, durante el cual tuvo lugar la colecta, que por deseo de Juan Pablo II, se destinará a los niños que sufren en Ruanda y Burundi.
EL PAPA CONFESÓ A FIELES DE DISTINTAS NACIONALIDADES Como es tradicional, el Viernes Santo a medio día Juan Pablo II acudió a la Basílica de San Pedro para administrar el sacramento de la penitencia a varias personas de distintas nacionalidades. Una tradición que el mismo Juan Pablo II instituyó en su pontificado. Al terminar las confesiones, el Santo Padre saludó y bendijo a todos los presentes, deseándoles unas felices Pascuas.
MISA CRISMAL: SACERDOTES COMO HOMBRES DE ORACIÓN «El pueblo cristiano quiere vernos a los sacerdotes ante todo como ‘hombres de oración’. El que nos encuentra debe poder experimentar con nuestras palabras y conducta el amor fiel y misericordioso de Dios». Era palabras de Juan Pablo II en la Misa Crismal, tras reiterar los profundos lazos entre la Eucaristía y el Sacerdocio. El jueves por la mañana, en la Basílica vaticana a las 9 y media - el Papa presidió la concelebración de la Misa Crismal con los cardenales, obispos y presbíteros presentes en Roma, «como signo de la estrecha comunión entre el Pastor de la Iglesia Universal y sus hermanos en el Sacerdocio ministerial». En su homilía, Juan Pablo II recordó que en la Misa Crismal, Jesús, «Pontífice de la nueva y eterna alianza», «muestra los profundos lazos entre la Eucaristía y el Sacerdocio ministerial». Pues «cumpliéndose en Él la antigua profecía, que él mismo proclama en la sinagoga de Nazaret, al comienzo de su vida pública, el Mesías prometido, ‘el Ungido por el Señor’ cumplirá en la Cruz la liberación definitiva de los hombres de la antigua esclavitud del Maligno. Y, resucitando el tercer día, inaugurará la vida que ya no conoce la muerte». El Papa hizo hincapié en la estrecha unidad que enlaza la Eucaristía y el Sacerdocio, como quiso reiterar, precisamente, en su Carta a los Sacerdotes con ocasión del Jueves Santo: «La Eucaristía y el Sacerdocio son ‘dos Sacramentos nacidos juntos, cuyas suertes están indisolublemente ligadas hasta el fin del mundo» Refiriéndose luego a la renovación de las promesas sacerdotales que se cumplen en esta celebración, Juan Pablo II invitó a sus «queridos hermanos en el episcopado y en el sacerdocio» a dar gracias a Dios por el don recibido, «con el firme propósito de ser imagen cada vez más fiel de Cristo, sumo Sacerdote». Y reiteró asimismo que «Él, Buen Pastor» llama a los sacerdotes a «seguir su ejemplo y a ofrecer día tras día la vida por la salvación de la grey que nos ha sido confiada». Evocando con conmoción el entusiasmo del primer ‘sí’ pronunciado el día de la Ordenación presbiteral y el «aquí estoy» respondido a «Aquel que llama a trabajar por su Reino», Juan Pablo II recordó este «don y misterio» y la importancia de la oración, alentado a los sacerdotes a mostrar el amor de Dios: «¡Aquí estoy! Debemos repetir cada día, con la conciencia de haber sido enviados a servir, de modo especial, a la comunidad de los salvados ‘in persona Christi’. Verdaderamente extraordinario es el ‘don y misterio que hemos recibido. La experiencia cotidiana nos enseña que debe ser conservado, gracias a una inquebrantable adhesión a Cristo, alimentada por la oración constante. El pueblo cristiano quiere vernos ante todo como ‘hombres de oración’. El que nos encuentra debe poder experimentar con nuestras palabras y conducta el amor fiel y misericordioso de Dios» El Santo Padre finalizó su homilía de esta Misa Crismal, «preludio del Tríduo Pascual», en la que se bendicen los óleos, rogando a la Virgen María, Madre de Cristo Sumo Sacerdote, que cooperó íntimamente en la obra de la redención, para que ayude a los sacerdotes a permanecer en el seguimiento de Jesús, en fidelidad al servicio eclesial.
CELEBRACIÓN DE LA PASIÓN DEL SEÑOR Juan Pablo II presidió el Viernes Santo a las cinco de la tarde en la Basílica de San Pedro la Celebración de la Pasión del Señor, con la liturgia de la palabra, la adoración de la Santa Cruz y la Santa Comunión. Con la meditación de la Pasión del Señor y la adoración de la Cruz, se conmemora el costado, herido, y traspasado de Cristo y se intercede por la salvación de todo el mundo. La tarde del Viernes Santo presenta el drama inmenso de la muerte de Cristo en el Calvario. La cruz erguida sobre el mundo sigue en pie como signo de salvación y de esperanza. Con la Pasión de Jesús, según el Evangelio de Juan, contemplamos el misterio del Crucificado, con el corazón del discípulo Amado, con el de la Madre, y con el del soldado que le traspasó el costado. San Juan, teólogo y cronista de la pasión, nos lleva a contemplar el misterio del Gólgota como una solemne liturgia. Todo es digno, simbólico en su narración: cada palabra, cada gesto...la densidad de su Evangelio se hace elocuente y grandiosa. Y los títulos de Jesús componen una hermosa Cristología. Jesús es “Rey”. Lo dice el título de la cruz, y el patíbulo es trono” desde donde Él reina. Es “sacerdote” y “templo” a la vez, con la túnica inconsútil que los soldados echan a suertes. Es el “nuevo Adán” junto a la Madre, nueva Eva, “Hijo de María” y “Esposo de la Iglesia”. Y como todos los años, la tarde del Viernes Santo, celebración litúrgica de la Pasión del Señor, la Iglesia de Dios en Roma, presidida por su Pastor, el Sucesor de Pedro, realiza en el Coliseo el piadoso ejercicio del "camino de la Cruz". A la comunidad cristiana de Roma, se unieron esa noche, a partir de las 9 y cuarto, a lo largo de las catorce estaciones, peregrinos de todo el mundo, mientras que millones de fieles de toda lengua, pueblo y cultura participarán en la oración y la meditación a través de los medios radiotelevisivos. Una feliz coincidencia en el calendario permitió este año celebrar contemporáneamente a los cristianos de Oriente y Occidente el gran misterio de la pasión, muerte y resurrección del único Señor y, por lo tanto, vivir juntos la memoria del acontecimiento fundamental de su fe. Este año los textos bíblicos del Vía Crucis fueron tomados del Evangelio de Lucas, mientras que las meditaciones y las oraciones fueron compuestas por Dom André Louf, monje cisterciense de estricta observancia que desde hace unos años vive en un eremitorio, en Francia.
VÍA CRUCIS: EL AMOR DE DIOS ES MÁS FUERTE QUE LA MUERTE La muerte de Cristo en la Cruz demuestra que el amor de Dios es más fuerte que la muerte. Juan Pablo II presidió el viernes por la noche en el sugestivo escenario del Coliseo de Roma el Vía Crucis de Viernes Santo que recuerda el camino de Jesús hacia el Calvario. El Papa, atento siempre al dolor y a los dramas del mundo, dijo que “el misterio del sufrimiento” de Cristo se convierte para todos en “manantial inagotable de esperanza”. Ante decenas de miles de fieles que siguieron la ceremonia bajo la inclemencia de frío y de una fina lluvia, el Santo Padre, sentado en la terraza del Palatino, en su breve discurso conclusivo, al final de las catorce estaciones, habló de la hora del ofrecimiento, la hora de la revelación del amor infinito. "La hora de pasar de este mundo al Padre". La hora del sufrimiento desgarrador del Hijo de Dios. “Un sufrimiento, - dijo el Pontífice - que veinte siglos después, continúa conmoviéndonos y haciéndonos reflexionar. “Ha llegado la hora en que sea glorificado el Hijo del hombre. Es decir, la hora en la que a nosotros, hombres y mujeres de todos los tiempos, se nos ha dado el don del amor más fuerte que la muerte. Estamos bajo la cruz sobre la que está clavado el Hijo de Dios, para que con el poder que el Padre le ha dado sobre todo ser humano Él de la vida eterna a todos los que le han sido confiados”. Sosteniendo la cruz que le había entregado una joven madrileña - en gesto de solidaridad con las víctimas del 11 de marzo el Papa preguntó: “¿No ha llegado el momento de glorificar al Hijo que se ‘humilló a sí mismo, obedeciendo hasta la muerte y muerte de cruz’? ¿Cómo es posible no dar gloria al Espíritu de Aquél que resucitó a Cristo de entre los muertos y que ahora habita en nosotros para dar también la vida a nuestros cuerpos mortales?”. “Que esta ‘hora’ del Hijo del hombre, que vivimos el Viernes Santo, permanezca en nuestra mente y en nuestros corazones como la ‘hora del amor y de la gloria’; “que el misterio del Vía Crucis del Hijo de Dios, - concluyó el Santo Padre - sea para todos fuente inagotable de esperanza. Que nos consuele y nos fortalezca también cuando llegue nuestra hora”.
VIGILIA PASCUAL: IGLESIA, PUEBLO EN CAMINO, SIN FRONTERAS DE RAZA, LENGUA Y CULTURA «Reviviremos la Pascua del Señor en la escucha de la Palabra y en la participación a los Sacramentos; Cristo resucitado confirmará en nosotros la esperanza de participar en su victoria sobre la muerte y de vivir con él en Dios Padre». Así introducía Juan Pablo II a las 7 de la tarde del Sábado Santo, la Solemne Vigilia Pascual, en la Basílica Vaticana. El Papa comenzó bendiciendo el fuego nuevo en el atrio de la Basílica de San Pedro; tras el ingreso procesional en la Basílica con el cirio pascual encendido y el canto del Exsultet, dio inicio la Liturgia de la Palabra, «meditando cómo en la antigua alianza Dios salvó a su pueblo y en la plenitud de los tiempos ha enviado a su Hijo para nuestra redención», afirmó el Papa. «En esta noche santa celebramos la vigilia Pascual, la primera, más aún la “madre” de todas las vigilias del año litúrgico», dijo el Papa en su homilía, «en ella, se recorre el camino de la humanidad, desde la creación hasta el acontecimiento culminante de la salvación, que es la muerte y resurrección de Cristo. En esta noche la Iglesia entera vela y medita las etapas importantes del la intervención salvífica de Dios en el universo». Es, por un lado «memoria orante de las mirabilia Dei, recordando las páginas principales de la Sagrada Escritura. Por otra parte, es espera confiada del pleno cumplimiento de las antiguas promesas. Vislumbramos así, en esta noche pascual, el alba del día que no se acaba, el día de Cristo resucitado, que inaugura la vida nueva, “un cielo nuevo y una tierra nueva” (2 P 3,13; cf. Is 65,17; 66,22; Ap 21,1)». El Papa recordó más adelante cómo «desde el principio, la comunidad cristiana puso la celebración del Bautismo en el contexto de la Vigilia de Pascua», y saludó «con particular afecto» a los que esa noche recibieron «los sacramentos de la iniciación cristiana». Eran siete personas de Italia, Togo y Japón: «vuestro origen, les dijo, pone de manifiesto la universalidad de la llamada a la salvación y la gratuidad del don de la fe. Gracias al Bautismo entraréis a formar parte de la Iglesia, que es un gran pueblo en camino, sin fronteras de raza, lengua y cultura». Juan Pablo II les invitó a «permanecer fieles a Aquél que os ha elegido y a entregar al Señor, con generosa disponibilidad, toda su existencia». Por último el Papa invitó a todos los presentes a renovar las promesas del Bautismo. «El Señor nos pide que le renovemos la expresión de nuestra plena docilidad y de la total entrega al servicio del Evangelio. Si esta misión a veces nos puede parecer difícil, recordad las palabras del Resucitado: “Yo estoy con vosotros todos los días, hasta el fin del mundo” (Mt 28,20). Convencidos de su presencia, no temeréis entonces ninguna dificultad ni obstáculo alguno». Junto a cada uno de vosotros estará siempre María. Teniendo su misma fe Ella nos mostrará, más allá de la noche del mundo, la aurora gloriosa de la resurrección». Tras la liturgia bautismal y la administración del sacramento de la Confirmación a los catecúmenos, el Pontífice presidió la Liturgia Eucarística, concelebrando con él los Cardenales presentes en Roma.
ROGAR
INCESANTEMENTE PARA QUE NO FALTEN SACERDOTES EN LA IGLESIA En su Carta a los sacerdotes con ocasión del Jueves Santo 2004, Juan Pablo II renueva su invitación a dar gracias a Dios por el don de la Eucaristía y del Sacerdocio - «dos Sacramentos nacidos juntos e indisolublemente unidos» - y a «rogar incesantemente para que no falten sacerdotes en la Iglesia». «Queridos sacerdotes: Os escribo con alegría y afecto con ocasión del Jueves Santo, siguiendo una tradición iniciada en la primera Pascua como Obispo de Roma, hace ahora veinticinco años». Así se dirige Juan Pablo II a sus «hermanos en el Sacerdocio» de todo el mundo, en la Carta que les dedica, también este año, y que el cardenal Darío Castrillón Hoyos, prefecto de la Congregación para el Clero, presentó el martes en la oficina de prensa de la Santa Sede, junto con el secretario del mismo dicasterio, Mons. Csaba Ternyák. Tras destacar que «este contacto epistolar, que tiene un carácter especial de hermandad por la participación común en el Sacerdocio de Cristo, se sitúa en el contexto litúrgico del Jueves Santo, marcado por dos ritos significativos: la Misa Crismal por la mañana y la Misa in Cena Domini por la tarde», el Santo Padre hace hincapié en la Última Cena - «en la que hemos nacido como sacerdotes» - y en «la apostolicidad de la Eucaristía», como señala en su reciente Encíclica. «El misterio de santificación y amor, obra del Espíritu Santo, por el cual el pan y el vino se convierten en el Cuerpo y la Sangre de Cristo, actúa también en la persona del ministro en el momento de la ordenación sacerdotal». Hay, pues – subraya Juan Pablo II «una reciprocidad específica entre la Eucaristía y el Sacerdocio, que se remonta al Cenáculo: se trata de dos Sacramentos nacidos juntos y que están indisolublemente unidos hasta el fin del mundo». Recordando las palabras de Jesús «Haced esto en memoria mía», el Papa reitera que el divino Maestro «pensaba también en los sucesores de los Apóstoles, que habrían de prolongar su misión, distribuyendo el alimento de vida hasta los extremos confines de la tierra». Una vez más, Juan Pablo II pone de relieve que «la Eucaristía, como el Sacerdocio, son un regalo de Dios», señalando luego que «la asamblea de los fieles, unida en la fe y en el Espíritu, se enriquece con múltiples dones y, aun siendo el lugar donde Cristo «está siempre presente en su Iglesia, principalmente en los actos litúrgicos» (Const. Sacrosanctum Concilium, 7), no puede por sí sola ni «realizar» la Eucaristía ni «darse» el ministro ordenado». Reconociendo, en este contexto que «el pueblo cristiano tiene buenos motivos para, por un lado, dar gracias Dios por el don de la Eucaristía y el Sacerdocio y, por otro, rogar incesantemente para que no falten sacerdotes en la Iglesia», Juan Pablo II señala que «el número de presbíteros nunca es suficiente para afrontar las exigencias crecientes de la evangelización y del cuidado pastoral de los fieles». Y que «su escasez se nota hoy especialmente en algunas partes del mundo, porque disminuyen los sacerdotes sin que haya un suficiente reemplazo generacional». Sin embargo, el Papa da «gracias a Dios» porque en otras partes se vislumbra «una prometedora primavera vocacional». Así pues, «ha de aumentar en el Pueblo de Dios la conciencia de tener que orar y actuar diligentemente en favor de las vocaciones al Sacerdocio y a la Vida consagrada», recomienda el Santo Padre reafirmando que «las vocaciones son un don de Dios que se ha de suplicar continuamente…». «La oración, reforzada con el ofrecimiento silencioso del sufrimiento, es el primero y más eficaz medio de la pastoral vocacional». Juan Pablo II renueva asimismo la invitación de Jesús a «rogar ante todo al Dueño de la mies para que envíe obreros a su mies». Destacando la importancia de la formación de los jóvenes y de los monaguillos, como «vivero de vocaciones sacerdotales, el Papa evoca sus años de ministerio episcopal en Cracovia. En su Carta a los Sacerdotes con ocasión del Jueves Santo 2004 - publicada en español, italiano, inglés, francés, alemán, portugués y polaco - Juan Pablo II recomienda de modo especial a los presbíteros que no deben olvidar que son «los primeros apóstoles de Jesús, Sumo Sacerdote», por lo que el testimonio que ofrecen cuenta más que cualquier otro medio o subsidio.
La conmemoración de la muerte y resurrección de Cristo ''nos recuerda que nuestro Señor no solamente vence al reino del pecado, sino que vence para nosotros una vida nueva''. Este es el mensaje que Juan Pablo II ha enviado también a los que participaron el Viernes Santo en el Vía Crucis sobre el puente de Brooklyn, definiéndolo ''un gesto potente de testimonio cristiano en las calles de Nueva York''. Más de 2.000 personas tomaron parte en la procesión, que por tercer año consecutivo llevó la Cruz hasta Ground Zero, enclave donde surgía el World Trade Center con las torres gemelas. “Compartiendo la dignidad de la vida de Cristo -dice el Papa, en el mensaje enviado en su nombre por el secretario de Estato, cardenal Angelo Sodano- los cristianos están invitados a poner remedio a las divisiones, a restañar las heridas y restablecer la unidad”.
RUANDA: REZAR PARA QUE NUNCA MÁS SE REPITA SEMEJANTE TRAGEDIA El Papa invita a rezar para que nunca más se pueda volver a repetir «semejante tragedia», en referencia al genocidio en Ruanda del que el 7 de abril se cumplían 10 años. Además la ONU ha declarado el 7 de abril como «Día Internacional para la reflexión sobre el genocidio». Hoy - en el declarado por la ONU «Día Internacional para la reflexión sobre el genocidio» - una década después de la matanza en Ruanda, en la que murieron más de medio millón de personas, «los niños siguen afectados por las atrocidades y han aumentado los huérfanos». En un comunicado de la directora ejecutiva del Fondo para la Infancia de la ONU - UNICEF – se lee que «diez años después, los niños de Ruanda todavía sufren las consecuencias del conflicto causado enteramente por adultos». Recordamos, que por deseo de Juan Pablo II, la colecta del Jueves Santo, se destinó a los niños que sufren en Ruanda y Burundi. Precisamente, días antes, recordando que el 7 de abril se cumplían diez años de los gravísimos enfrentamientos entre hutus y tutsis en Ruanda, el Papa invitaba a rezar para que nunca más se pueda volver a repetir «semejante tragedia». En un llamamiento a las poblaciones, a los líderes religiosos y civiles y todos los que en la comunidad internacional están comprometidos en llevar la paz a la amada Región de los Grandes Lagos, Juan Pablo II alentaba a no desanimarse y a impulsar la reconciliación. Precisamente en Roma, para conmemorar a las víctimas del genocidio, esa noche se iluminará el Coliseo. Hace 10 años se vivieron en Ruanda los 100 días más sangrientos de la historia del continente africano, más de medio millón de personas fueron asesinadas en una matanza sin precedentes de hutus contra sus compatriotas tutsis y hutus moderados. La masacre en la “tierra de las mil colinas” dejó un país con 200.000 huérfanos y viudas, por este motivo, la ONU declaró el 7 de abril “Día Internacional para la reflexión sobre el genocidio” y por eso el miércoles se conmemoró el genocidio de hace 10 años y del que el país no se ha recuperado. El Memorial estará compuesto por una exposición permanente sobre el genocidio, un jardín para la reflexión y varias hileras de tumbas colectivas en las que se prevé que reposen los restos de las cerca de 250.000 personas que perdieron la vida en la capital, Kigali. Mientras se realizan los preparativos siguen apareciendo fosas, “desde julio pasado han aparecido 300 cuerpos”, señala Ruema Epimaque, guía de la Iglesia católica de Nyamata, a 35 kilómetros de la capital. Epimaque recuerda que aquel 7 de abril de 1994 había unas 10.000 personas cobijadas en esta Iglesia, porque los templos siempre habían sido refugios inviolables, pero ese día no. Nyamata fue atacada dos días después con granadas y después las milicias entraron con machetes para rematar a los heridos. Actualmente un cementerio local alberga los restos de 20.000 personas, la mitad de las cuales perecieron en el santuario. Los “asesinos” están de nuevo en la calle, porque las cárceles ruandesas no pueden albergar a todos los delincuentes, así que se cruzan por las calles con los familiares de los asesinados. Para favorecer la reconciliación y lograr el perdón de los supervivientes estos genocidas señalan el lugar dónde los seres queridos están enterrados. La proliferación de fosas comunes, desconocidas hasta ahora, es sólo una muestra de que el genocidio sigue presente en la vida de Ruanda. El gobierno del presidente Paul Kagame- que al mando del Frente Patriótico Ruandés tomó el poder en julio de 1994 poniendo fin a las masacres- insiste en que han dado ”grandes pasos para la reconciliación”, aunque según Médicos Sin Fronteras este proceso está muy lejos de ser completado, ya que el 70 por ciento de la población vive bajo el umbral de la pobreza, de los que el 43 por ciento son menores de 14 años. Como consecuencia de la escasez de educación y la miseria, son medio millón los ruandeses que padecen SIDA. La violencia interétnica en Ruanda perdura ininterrumpidamente desde 1959 hasta hoy, violencia que ha causado dos millones de refugiados y un éxodo masivo del que muchos de los refugiados no ha vuelto.
JORNADA DE COMUNIÓN CON LOS CRISTIANOS DE TIERRA SANTA El Viernes Santo, se celebra la Jornada de comunión con los cristianos de Tierra Santa: para ayudarles en su tarea de ser constructores de paz en su Tierra. Con la oración y la acción caritativa a través de la colecta pontifica por los santos lugares. «De Tierra Santa llega el clamor angustioso de los cristianos: “¡No nos dejéis solos!”. Porque tres años y medio de terrible violencia ha traído como consecuencia el sufrimiento, el hambre, el despojo de lo más elemental para subsistir: la vivienda, las tierras o el puesto de trabajo, y la violación de tantos derechos... ». Así se lee en el Comunicado de los Comisarios de Tierra Santa para esta Jornada, que continúa afirmando que «todos sufren las secuelas de esa plaga apocalíptica. Pero, fundamentalmente la población palestina –y entre ella la cristiana- a la que está afectando el hambre como para considerarlo una epidemia.» Según el Banco Mundial “el 56% de las familias hace una sola comida al día”. Muchas de ellas subsisten gracias a las organizaciones humanitarias. En Belén y sus alrededores más de 15.000 familias viven de la caridad. La respuesta al “no nos dejéis solos” ha llegado de parte de los obispos católicos de Europa y América: “No estáis solos”. Compromiso tomado tras su encuentro con la Asamblea de obispos católicos de Tierra Santa, en la declaración: “La Iglesia universal en solidaridad con la Iglesia de Tierra Santa”. En esa línea, la Conferencia Episcopal Española ya había aprobado unas propuestas para “vivir una mayor comunión y solidaridad con las comunidades cristianas de Tierra Santa”. De estas propuestas destacan: Dar a conocer en España la situación de las Iglesias y sus necesidades; reanudar las peregrinaciones para dar vida a los santuarios y proponer encuentros con las comunidades cristianas y sus pastores; y potenciar las ayudas materiales ya que “la situación es desesperada” y asumir proyectos que puedan dar trabajo a los cristianos. Los Custodios de Tierra Santa en este día piden ayuda urgente para proporcionar: Bonos para alimentos y medicinas; Sostener las instituciones educativas; crear un nuevo Colegio en Jericó; y para solucionar el problema de la vivienda. Sin hablar de otras instituciones de la Iglesia, la Custodia de Tierra Santa necesitaría unos ingresos de más de un millón de euros para sostener las obras sociales que lleva entre manos. La Jornada por Tierra Santa de este Viernes Santo puede ser una forma afectiva de decir a los cristianos de Tierra Santa que no están solos y de mostrar que “la caridad de las obras corrobora la caridad de las palabras” (NMI, 50).
VIERNES SANTO: COLECTA PARA LOS SANTOS LUGARES El Viernes Santo, como es tradicional se realiza la colecta para los Santos lugares. Con este tema central entrevistamos al Prefecto de la Congregación para las Iglesias Orientales, el Cardenal Ignace Musa I Daoud. Es tradición arraigada desde hace varios años que el Viernes Santo la Iglesia Católica invite a los fieles a la oración pero también a una colecta de ofertas para los cristianos de Tierra Santa. Fue san Pablo el que por primera vez, como nos dice él mismo, hizo una colecta en este sentido. Estuvo con nosotros el cardenal prefecto de la Congregación para las Iglesias Orientales, el patriarca Ignace Musa I Daoud. 1.- Eminencia ¿qué pide concretamente la Iglesia para Tierra Santa? En ocasión del Viernes Santo, la Iglesia universal está llamada a la oración y a la ayuda material para los hermanos cristianos de Tierra Santa. Es un apoyo indispensable para el mantenimiento de los Santuarios surgidos desde la más remota antigüedad en los lugares de la redención. Un apoyo indispensable para la vida de la Iglesia local en sus distintos ritos, comprometida en garantizar a los cristianos y a todos los que tienen necesidad, las condiciones mínimas de sobre vivencia. Los cristianos en aquella Tierra cada vez están más tentados en abandonarla a causa de la infinita violencia que están viviendo y miran el futuro con esperanza incierta. La Iglesia católica es admirable por el papel que está realizando en el campo de la educación., con instituciones culturales especializadas y apreciadas, abiertas a todos, independientemente del credo religioso que profesen. También se dedica a la asistencia sanitaria y caritativa. La Iglesia es sensible en el campo social donde da una significativa contribución a los problemas del trabajo, de la casa, y de la seguridad en general.Pero todo esto está comprometido a causa de la guerra. Por ello, este Viernes Santo tenemos que obtener, todos juntos, del Corazón de Cristo Crucificado, la paz para Jerusalén, Belén y Nazaret, para Palestina y para Israel. 2.Cómo vive la pequeña comunidad cristiana entre los hebreos y los musulmanes? Es evidente que los cristianos son minoría por partida doble. Pienso, sobre todo en los que viven en los territorios palestinos y en las zonas más conflictivas. Los hebreos los consideran que están del lado de los musulmanes, pero dentro del contexto palestino, los cristianos constituyen también una minoría, distinta por la religión, por la historia y por la misma identidad. Son laudables los ejemplos concretos de respeto y colaboración en el ámbito de un fecunda convivencia madurada a los largo de los siglos. Pero pesa en los cristianos el sentido de desfallecimiento, porque no son reconocidos, a todos los efectos, ciudadanos de Tierra Santa y vuelve a surgir en ellos la tentación marcharse a otras partes para vivir en paz. Pero no debemos resignarnos a la perspectiva de una Tierra Santa sin los cristianos. 3. Qué se puede hacer concretamente? Junto a la oración fraterna e insistente, llena de fe, a mi parecer se deben incentivar, con la debida cautela, pero con determinación., las peregrinaciones. 4. Las peregrinaciones son fundamentales para el desarrollo material y espiritual de la religión, pero a menudo no se organizan por temor a los atentados y la violencia. Repito que se impone la cautela, pero quisiera animar a la perspectiva de las peregrinaciones. De hecho es posible, sin correr peligro, volver sobre las huellas del Señor, de la Virgen Santa, de los Apóstoles y de los mártires...y de tantos santos y pecadores que a lo largo de los siglos de la bimilenaria historia cristiana han sentido la fascinación espiritual por aquellos lugares únicos. El Señor velará sin duda por todos aquellos que realicen una obra de misericordia espiritual y material de tan alto significado...y en cuanto a la salvaguardia de los peregrinos, existen garantías, incluso por las mismas partes en conflicto. Porque ciertamente nadie rechaza la ayuda material: hay zonas que viven sobre todo del turismo religioso y actualmente están muy mal. Pero puedo asegurar que los cristianos en Tierra Santa piden ayuda para superar el aislamiento que pesa sobre ellos como la losa puesta en la entrada del sepulcro de Cristo. Muchos obispos en el mundo hablan de una reanudación de las peregrinaciones. ¡Y es que toda peregrinación colma el corazón de dicha; genera simpatía y solidaridad; imprime una gran carga misionera a la misma comunidad! Otra fórmula muy valida es la de los hermanamientos a nivel diocesano y parroquial. Es de desear una renovada atención por parte de los organismos y de las asociaciones eclesiales caritativas y asistenciales, así como de los movimientos. Pienso también en los religiosos y las religiosas, en los franciscanos que tienen una benemérita historia de servicio en Tierra Santa. A todos ellos les pedimos una especie de movilización porque ¡la hora que está atravesando Tierra Santa es grave! 5. Efectivamente, de Tierra Santa sólo llegan noticias de violencia y de muerte...pero los que quieren construir la paz, ¿de qué manera pueden hacer sentir su voz? Como sucede a menudo, el mal y la sangre son noticia. ¡No faltan ciertamente los constructores de paz, los que en el silencio pagan día tras día con la oración y con el sacrificio su elección del bien! En el misterioso diseño de la redención fue el silencio del Crucifijo el que inauguró la salvación. Como creyentes tenemos la certeza que la Pasión del Señor continua redimiendo al hombre, y que los sufrimientos en la Tierra encuentran un significado más alto con esta luz. Pienso en el verdadero Constructor de la casa de la paz para todos los pueblos, en el Señor Resucitado, que tiene bien cogida con sus manos la suerte de la humanidad redimida por su sangre, a pesar de apariencias contrarias. Basándose en esta fe, se levanta con convicción la voz del Papa en defensa de las víctimas de todas las guerras y de todas las violencias. Esta voz paterna y autoritaria conforta a todos los que, aún deseándolo, se sienten incapaces de colaborar en la causa de la paz. Las Iglesia deberían fomentar siempre con más espíritu ecuménico e interreligioso, el problema de la paz. Son las Iglesias las que han de interpelar incansablemente a las conciencias a la luz del evangelio para educar a la paz a sectores cada vez más consistentes de la sociedad. Solamente con la linfa del evangelio encuentra motivación y fuerza el verdadero pueblo de la paz. Luego, está lo que deben hacer los Estados, los Organismos Internacionales y las distintas instituciones. Pero ante un pueblo cristiano ferviente también ellos se sentirán motivados a no darse nunca por vencidas en la frontera de la paz; y comprenderán que la paz es necesaria y siempre posible.
6 MILLONES Y MEDIO DE DÓLARES PARA PALIAR SUFRIMIENTOS HUMANOS En el “Día del Amor fraterno” se hicieron públicas las acciones llevadas a cabo por la caridad del Papa durante el año 2003. Son casi 6 millones y medio de dólares procedentes de los donativos de los fieles de todo el mundo. El dinero ha sido destinado a la promoción humana de comunidades necesitadas o para paliar los sufrimientos provocados por enfermedades, guerras o catástrofes naturales. Así se desprende del informe que ha publicado el Consejo Pontificio «Cor Unum», organismo vaticano al que el Papa encomienda la distribución de sus ayudas, que tienen lugar gracias a los donativos de personas de los cinco continentes. Juan Pablo II ha destinado 822 mil dólares a las «Emergencias»: terremotos, guerras, inundaciones, carestías, SIDA, refugiados. El segundo capítulo del informe de «Cor Unum» tiene en cuenta los 858 mil dólares destinados por el Papa en 2003 a la «Promoción humana comunitaria», en particular para los niños y lo más débiles. El Consejo Pontificio «Cor Unum», cuyo presidente es el arzobispo alemán Paul Josef Cordes, ha destinado unos tres millones de dólares para ayudar a las poblaciones víctimas de la sequía o la desertización en la región africana del Sahel. Estas ayudas, canalizadas a través de la Fundación Juan Pablo II para el Sahel, instituida por este Papa en 1984, han servido para financiar 235 proyectos en Burkina Faso, Cabo Verde, Chad, Gambia, Guinea Bissau, Malí, Mauritania, Níger y Senegal. Por último, en nombre del Papa, «Cor Unum» ha destinado casi dos millones de dólares en ayudas a las poblaciones indígenas, mestizas y afroamericanas campesinas pobres de América Latina. La distribución de estos fondos tiene lugar gracias a la Fundación «Populorum Progessio», creada por el Papa en 1992.
“INADMISIBLE” LA DETENCIÓN DE UN OBISPO CATÓLICO EN CHINA El portavoz de la Oficina de Prensa de la Santa Sede, Joaquín Navarro Valls, envió un comunicado, a raíz de la noticia difundida el miércoles de la detención de un obispo católico en China, en el que califica de “inadmisible en un estado de Derecho que declara que garantiza ‘la libertad religiosa’ y ‘los derechos humanos”. Se trata del segundo prelado leal a Roma arrestado en las últimas tres semanas en Pekín. Jia Zhiguo, de 69 años y cabeza visible de la Diócesis de Zhengding, fue detenido anoche en su domicilio por cuatro agentes de los cuerpos de seguridad del Estado. El obispo, que había abierto un orfanato en su propia casa, estuvo en prisión durante 20 años por sus creencias religiosas y en abril de 2002 fue de nuevo detenido, aunque fue liberado días después. “Una vez más a un miembro de la jerarquía católica se le priva de la libertad personal sin dar motivaciones jurídicas”, condenó enérgicamente Navarro Valls, recordando que este mismo país puso en libertad sin cargos, el pasado 18 de marzo y tras diez días de detención, al obispo de la iglesia católica clandestina y prelado de Qiqihar, Wei Jingyi, tras la enérgica reacción del Vaticano.
VIOLENCIA CONTRA MINORÍAS RELIGIOSAS, A MENUDO CON IMPUNIDAD «Lamentablemente en numerosos lugares se sigue violando la libertad religiosa y a ello se suman grupos de personas que cumplen discriminaciones utilizando incluso la violencia contra minorías religiosas, en muchos casos con impunidad». Es la preocupación que manifestó, en Ginebra, el Observador Permanente de la Santa Sede, arzobispo Silvano Tomasi, en su intervención ante la 60 la Comisión de Derechos Humanos de las Naciones Unidas, que se está celebrando desde el pasado 15 de marzo y que finaliza el 23 de abril. Mons. Silvano Tomasi señaló que «está emergiendo una forma sutil de intolerancia religiosa, que se opone al derecho de la religión de manifestar públicamente temas relativos a formas de conducta que van en contra de los principios de naturaleza moral y religiosa» y recordó que «si bien hay que respetar una sana concepción de la naturaleza secular del Estado, se debe reconocer el papel positivo de los creyentes en la vida pública». Y es que salvaguardando «las exigencias de un pluralismo saludable» se tutela también «la construcción de la democracia auténtica». Citando el Mensaje de Juan Pablo II para la Jornada Mundial de la Paz de 1988, que el Papa dedicó a «La libertad religiosa, condición para la pacífica convivencia», Mons. Tomasi recordó la consideración en la que el Santo Padre hace hincapié. «La libertad religiosa, exigencia ineludible de la dignidad de cada hombre, es una piedra angular del edificio de los derechos humanos y, por tanto, es un factor insustituible del bien de las personas y de toda la sociedad, así como de la realización personal de cada uno. De ello se deriva que la libertad de los individuos y de las comunidades, de profesar y practicar la propia religión, es un elemento esencial de la pacífica convivencia de los hombres». Como no se cansa de recordar el Santo Padre «la paz, que se construye y consolida a todos los niveles de la convivencia humana, tiene sus propias raíces en la libertad y en la apertura de las conciencias a la verdad». Mons. Tomasi hizo hincapié asimismo en la Declaración Universal de los Derechos Humanos, subrayando, como advierte Juan Pablo II, que «perjudican además, y de manera muy grave, a la causa de la paz todas las formas —manifiestas o solapadas—de violación de la libertad religiosa, al igual que las violaciones que afectan a los demás derechos fundamentales de la persona».
DIÓCESIS
DE CALAHORRA Y LA CALZADA-LOGROÑO (ESPAÑA) DIÓCESIS
DE GALLOWAY (ESCOCIA) DIÓCESIS
DE LEEDS (INGLATERRA) ARCHIDIÓCESIS
DE MILÁN (ITALIA)
DIÓCESIS
DE FORT-LIBERTÉ (HAITÍ) CONSEJO
PONTIFICIO PARA LA PASTORAL PARA LOS MIGRANTES E ITINERANTES
CONGREGACIÓN
PARA LAS CAUSAS DE LOS SANTOS
DOMINGO
DE PASCUA (C): 11 de abril de 2004 En esta noche santa, los cristianos nos reunimos para la mayor celebración de todo el año. Es una noche de vela en honor del Señor. San Agustín ya lo explicaba así: Si San Pablo nos invita a imitarlo en sus vigilias, ¡con cuánta más razón deberá hacerse en la noche que es la madre de todas las santas vigilias!; al velar, renovando la memoria de su resurrección, la realizamos en nosotros. Y es que los cristianos, como nos recomienda el evangelio, debemos asemejarnos a los criados que, con las lámparas encendidas en sus manos, esperan el retorno de su Señor, para que cuando llegue los encuentre en vela y los invite a sentarse a su mesa. A través del paso de la noche al nuevo día, se significa y se hace presente el misterio del tránsito de Jesús de este mundo al Padre: Él quiere pasar consigo a la Iglesia de las tinieblas de la muerte y del pecado a la luz de la resurrección y la vida. La hora nocturna ha sido escogida, pues, como signo de la fe cristiana. Esa noche de la fe que vive la Iglesia, mientras peregrina en el mundo. Con Ella hacemos esta noche lo que debemos hacer siempre espiritualmente, siguiendo la indicación de Dios: Israel, estate preparado para el encuentro con tu Señor. Sí, esta noche la Iglesia se experimenta como esposa desvelada que espera la vuelta de su esposo y Señor. Es una celebración larga, de alegría sostenida, porque ya lo dijo Jesús: Dichosos los criados a quienes el Señor, al llegar, los encuentre en vela. Precisamente para la espera y el camino de la fe, la Iglesia tiene el Libro de la Escrituras que mantiene y alimenta su esperanza en la futura resurrección; la consumación de la vida cristiana. Se trata de experimentar esta noche, de un modo especial, el consuelo de las Escrituras. Por eso, sin prisas y con atención, escuchamos esta noche las mejores páginas que marcan los hitos de la historia de la salvación. Y las escuchamos a la luz del nuevo cirio, signo del Resucitado. Porque todas esas proezas de Dios cobran en Él su sentido y significado definitivo, la cumbre cumplida y lograda. Esta noche, más que nunca, nos podemos experimentar como hermanos que caminan hacia la casa paterna: ese hogar eterno donde Él, que es nuestra cabeza, ha ido primero a prepararnos sitio. Esta noche los cristianos celebramos lo que somos, porque somos lo que celebramos. Acudamos. Hagamos fiesta sin dormir, que ya estamos en el día. Despeguémonos del sueño y la inconsciencia, de ese apego a lo que es sólo terreno. Levantémonos para buscar, como dice San Pablo, las cosas de arriba, donde está Cristo sentado a la diestra de Dios. Aspiremos a esas cosas de lo alto sin dejarnos arrastrar sólo por las de aquí abajo. Porque, como nos sigue diciendo el Apóstol, también nosotros hemos muerto con Cristo y nuestra vida está ya oculta con Él en Dios. Sí, en esta noche renovamos nuestro bautismo y celebramos la más importante eucaristía de todo el año, que es siempre acción de gracias por el triunfo obtenido. Inauguramos el Domingo de Resurrección: un día nuevo que la Iglesia prolonga, en alegría, durante 50 días. Es el tiempo de las apariciones del Resucitado a los suyos; y el tiempo en la espera de ser llenos de su Espíritu. María la Magdalena es hoy el modelo de cómo acudir, aunque nos falte fe. Seguramente no durmió, angustiada y anhelante de poder volver junto a su Señor, aunque estuviese muerto. Y así, aún era de noche cuando corrió al sepulcro; aún estaba envuelta en tinieblas, porque lo creía muerto. Estaba bajo el «shock» del final de su Maestro; bajo esa frustración de todas sus esperanzas. Al ver de lejos la piedra corrida, no continuó, sino que corrió a decírselo a los discípulos: Se han llevado del sepulcro al Señor y no sabemos dónde lo han puesto. Y así también acudieron Pedro y Juan. El discípulo que cuando llegó vio y creyó. Es el Señor que los disponía en la fe, como hoy a nosotros, para el encuentro con Él.
«QUE
LOS RESPONSABLES VUELVAN A LA RAZÓN Y TERMINE LA VIOLENCIA.
QUE LOS CORAZONES AMIGOS HAGAN CAER EL MURO DEL ODIO» En su Mensaje de Pascua el Patriarca latino de Jerusalén dirige un apremiante llamamiento en favor de la paz y de la reconciliación en Tierra Santa, para los palestinos y para los israelíes. «Que los responsables vuelvan a la razón y termine la violencia». «Que los corazones amigos hagan caer el muro del odio». «Celebrando la fiesta gloriosa de la Pascua no podemos dejar de mirar con pena la situación de muerte que rodea los Lugares Santos y todos los habitantes de este país». En su Mensaje para la Pascua 2004 el Patriarca latino de Jerusalén, Michel Sabbah, recordando que «Cristo ha resucitado y que es nuestra alegría y fortaleza», «la esperanza que no defrauda, porque es el amor de Dios», se refiere a la situación actual en Tierra Santa. «Una situación que parece sin salida, de hombres que buscan la vida en las tinieblas de la muerte y de la opresión de los demás». Tras señalar que «vivimos días en los que la razón está ausente y nos encontramos abandonados a la ‘locura de los hombres’ que no ven soluciones si no en el derramamiento de sangre y en la negación de la persona humana», el Patriarca de Jerusalén lamenta que «por ello las ciudades sufren ocupaciones y ataques; hay personas asesinadas, otras prisioneras y, al mismo tiempo, el asedio sigue siendo una realidad en todo lugar y la vida de cada día sigue sometida a opresiones». El Patriarca Michel Sabbah hace un apremiante llamamiento a los responsables para que «vuelvan a la razón y admitan la igual dignidad de toda persona, tanto palestina como israelí». «Es necesario que cuando se detiene la violencia por una parte, se detenga también en la otra». En este contexto el Patriarca de Jerusalén exhorta a los responsables «a aprender las lecciones que han venido dejando estos tres años de muerte y destrucción. A no seguir esperando más. Han sido asesinadas miles de personas y el pueblo sigue reclamando su libertad. Y si prosiguen por la misma senda, seguirán matando a más personas y el pueblo seguirá reclamando su libertad». La solución consiste pues – recomienda el Patriarca Michel Sabbah – en «escuchar la voz de los oprimidos devolviéndoles su libertad». Pues «ha llegado el momento de que los responsables vuelvan a la razón y aprendan las lecciones del pasado. Sólo así evitarán para sí mismos y para sus pueblos el peso de un nuevo derramamiento de sangre y que siga perdurando la inseguridad». El patriarca latino de Jerusalén invita a recorrer el camino de «los corazones amigos, los únicos que podrán garantizar la seguridad. Los corazones que hoy son hostiles mañana serán amigos, una vez que se les haya devuelto su libertad y su tierra. Entonces caerá el muro que hoy se está construyendo y al mismo tiempo caerán los muros de odio erigidos en sus corazones. Entonces florecerá la seguridad, sin necesidad de muros y de armas de destrucción». «Roguemos a Dios que abra los corazones y haga que la gracia de la Pascua se vuelva para todos un impulso para pasar de la muerte a la vida, sobre todo en la historia actual de Tierra Santa», clama el Patriarca Michel Sabbah, para luego subrayar que «nuestros fieles viven bajo asedio» y a ellos les dirige un llamamiento especial. A «renovar su esperanza en la alegría y con la fortaleza de la Resurrección». El Patriarca latino de Jerusalén escribe textualmente estas palabras dirigidas a los fieles que están asediados «no os dejéis llevar por la lógica del odio, custodiad vuestra libertad espiritual, para perseverar en el amor que será la redención vuestra y la de todos los habitantes de Tierra Santa». Y a los que no viven asediados los invita a «acompañar con sus oraciones a los hermanos y hermanas y a todas las personas implicadas en este conflicto cruento, rogando a Dios que tenga piedad y conceda a esta tierra y a los pueblos palestino e israelí seguridad, paz y vida nueva».
PASIÓN DE CRISTO SIGUE SIENDO UNA REALIDAD EN VÍCTIMAS DE ATENTADOS TERRORISTAS, VIOLENCIA DOMÉSTICA, HAMBRE Y GUERRAS En la Eucaristía del Domingo de Ramos, el arzobispo de Santiago de Compostela, D. Julián Barrio, señaló que «la Pasión de Cristo sigue siendo realidad en las personas que han muerto en los atentados terroristas y en la violencia doméstica, y en las que mueren por el hambre, por el sufrimiento, por las guerras y por las decisiones injustas que no respetan la vida desde el instante de su concepción hasta su muerte natural». Ante más de 2.000 personas y tras la bendición de las Palmas en la Plaza de la Quintana, Mons. Julián Barrio presidió la Eucaristía solemne en la Catedral compostelana recordando la entrada de Jesús en Jerusalén y celebrando el preámbulo de la Pasión de Jesucristo. El prelado recordó que por eso en esta liturgia se lee la Pasión, como «una invitación a acompañar a Cristo en su misterio pascual, un camino de dolor y de muerte, de resurrección y de vida». Para el arzobispo de Santiago de Compostela las claves para comprender el misterio pascual que se realiza en los acontecimientos de Semana Santa son: «la humillación y la exaltación, la solidaridad con los hermanos y la docilidad para escuchar a Dios, la obediencia y la sumisión, la confianza y la paciencia en las penalidades». Asimismo, Mons. Julián Barrio explicó que la historia de esta liturgia que celebramos no es sólo una historia, sino que es realidad actual: «Cristo sigue sufriendo la Pasión cuando no sabemos acompañar a los que sufren y se sienten marginados, cuando vendemos nuestra vida y nuestros mejores ideales por lo que no merece la pena, cuando buscamos la violencia de cualquier tipo que sea para solucionar los problemas, cuando acusamos injustamente a los demás». El arzobispo de Santiago de Compostela reiteró además que «Cristo sigue sufriendo la Pasión, «cuando no defendemos la causa de la justicia por miedo a los problemas y dificultades que ello nos puede traer, cuando nos encogemos de hombros y no defendemos la verdad, cuando nos dejamos arrastrar por las corrientes de moda sin ponderar la verdad, cuando condenamos a otros porque todo el mundo lo hace así, cuando no seguimos los criterios de Cristo a la hora de construir la ciudad de Dios en la ciudad de los hombres». Sin embargo, D. Julián Barrio recordó que «nuestro Dios no es el Dios del dolor y de la muerte sino el Dios del amor y de la vida. Si Cristo sufre es para vencer al dolor, si muere es para vencer la muerte». Por ello, el arzobispo compostelano recordó que la muerte de Jesús tiene un significado actual que transmite esperanza en la resurrección. Las más de dos mil personas que participaron en esta Eucaristía observaron cómo el Botafumeiro incensó la Tumba del Apóstol, el Altar y la Imagen de Santiago.
SANTIAGO DE COMPOSTELA: MISA VESPERTINA EN LA CENA DEL SEÑOR En la Catedral Compostelana, el 8 de abril, Jueves Santo, el Arzobispo de Santiago, Mons. Julián Barrio Barrio, presidió la Misa Vespertina en la Cena del Señor, durante la cual lavó los pies a doce niños recordando el Lavatorio de Jesús a sus apóstoles. En su homilía, Mons. Barrio destacó el significado litúrgico, precisamente, del Jueves Santo, subrayando: la institución de la Eucaristía, el Ministerio sacerdotal y el mandamiento nuevo del amor. Explicando que el Jueves Santo es el día del amor fraterno, porque lavatorio significa “purificación”, “salvación” y “servicio”, el Arzobispo compostelano hizo hincapié también en el «lavatorio de los pies como purificación, ante la necesidad de lavarnos porque a veces “nuestra alma está salpicada al meternos en tantos charcos de la vida”; como “salvación”, porque “hay que dejarse lavar la mente y el corazón y dejarnos limpiar de todo egoísmo, soberbia e impureza”; y como “servicio”, porque el gesto de Jesús postrándose a los pies de los apóstoles recuerda que la “Eucaristía ha de ser testimoniada en el servicio de amor a los hermanos, un servicio humilde y desinteresado”. El Arzobispo de Santiago terminó su homilía invitando a “mirar a todos con mirada reconciliada y reconciliadora para que ninguna persona en cualquiera de las circunstancias de la vida sea maltratada en su dignidad”. “No podemos dar rodeos para evitar encontrarnos con nuestros hermanos necesitados, para no compartir con generosidad lo que somos y tenemos, para no servir a los demás con un amor de entrega y de comunión. Nadie debe quedar excluido. Cristo se puso a los pies de los hombres como el que ama, como el que sirve». La presencia de Cristo - recordó Mons. Barrio - fue «misericordia, gracia y esperanza. Dar a Dios un culto verdadero conlleva estar al lado de los que nos necesitan: los pobres, los enfermos, los parados, los emigrantes, las víctimas de la violencia y de cualquier forma de marginación, superando la competitividad que genera rivalidad, el individualismo que siempre excluye, la indiferencia que ignora al prójimo, y el egoísmo que siempre cosecha frustración». Ante los numerosos fieles que participaron en la celebración, el Arzobispo de Santiago de Compostela reiteró que “el don de la Eucaristía es el signo perenne del amor de Dios. Para un mundo roto es fermento de unidad y promesa de una humanidad renovada por el amor de Cristo”, afirmó ante más de 1.500 personas que participaron en esta celebración. Refiriéndose al ministerio sacerdotal, Mons. Barrio señaló que “no hay Iglesia sin Eucaristía, pero tampoco Eucaristía sin sacerdocio” y recordó que Jesús constituyó a los apóstoles sacerdotes y éstos ofrecen a la Iglesia el pan de vida, el perdón y la palabra. Asimismo, indicó que “toda la comunidad cristiana ha de colaborar responsablemente para que las llamadas del Señor al ministerio sacerdotal encuentren disponibilidad y acogida en los jóvenes”.
CARDENAL ROUCO INVITA A REZAR POR LA PAZ El Cardenal Arzobispo de Madrid, Antonio Mª Rouco Varela, «al inicio de la Semana Santa de este año con el alma llena de heridas por los atentados del pasado 11-M», recordó al valiente policía fallecido el sábado en una operación antiterrorista en Leganés, e invitó a rezar por la paz. Durante la solemne celebración del Domingo de Ramos que presidió en la Catedral de la Almudena abarrotada de fieles, el Cardenal Arzobispo de Madrid, Antonio Mª Rouco Varela, recordó al policía fallecido en Leganés, en una operación antiterrorista. Operación con la que las fuerzas del orden dieron por desarticulado el núcleo central del comando que perpetró los ataques del 11 de marzo en la capital española y en la que siete supuestos terroristas islámicos se suicidaron. Recordando que la Cruz es el «gran milagro de Jesús», el Cardenal Arzobispo de Madrid hizo referencia «al inicio de la Semana Santa de este año con el alma llena de heridas: las producidas por los atentados del pasado 11-M, en amigos, hermanos y en toda la ciudad». El purpurado señaló que «el milagro de Jesús tiene que ver con la conversión del corazón del hombre y la vida, tiene que ver con la paz». Y en este camino de conseguir la paz – recordó - perdió la vida el sábado «un policía valiente y generoso». Por eso, el Cardenal invitó a rezar por «quienes hacen el mal, para que el Señor cambie su corazón; y por quienes les apoyan e inducen en sus acciones». Y exhortó a aprovechar los días de esta Semana Santa «para que Dios haga en nosotros ese milagro de la conversión de nuestro corazón». Pues «si Dios permanece con nosotros y nosotros con él, no hay mal, ni pecado, ni odio que pueda vencernos».
MEDIADORES CULTURALES E INMIGRACIÓN EN CONGRESO DE CARITAS La figura de los mediadores culturales y la inmigración son los temas centrales del congreso organizado por Caritas Diocesana de Roma y la Universidad de “La Sapienza” y que tuvo lugar el miércoles por la tarde en la sede de dicha universidad en la capital italiana. Los temas sobre los que trataron los expertos fueron los problemas a los que esta disciplina se tiene que enfrentar para llevar a cabo su labor mediadora. Estos problemas son, principalmente, la formación profesional, el reconocimiento de la titulación, la posición fiscal, la relación entre mediador cultural e inmigrante y la calidad y la duración de los proyectos, entre otros. “Los mediadores culturales representan la “intelligentja” del sector de la inmigración..... Son expertos idóneos para realizar los trámites y para favorecer la integración positiva de los extranjeros”, esta es la conclusión que Caritas y la Universidad de la “Sapienza” han elaborado tras haber realizado una investigación de los mediadores culturales italianos. Durante el Congreso se comentarán los resultados de esta investigación así como los de otra dirigida por la dicha universidad, bajo el título “Inmigrantes y refugiados”. |