AUDIENCIA
GENERAL: LA PASIÓN DE CRISTO CONTINÚA HOY AFLIGIENDO
A HOMBRES Y MUJERES EN TANTAS PARTES DEL MUNDO
El memorial de este misterio central de la fe, manifestó el Papa en la audiencia del miércoles, refiriéndose al Triduo Santo, significa reconocer que la pasión de Cristo continúa en los dramáticos eventos que, por desgracia, también en estos tiempos afligen a tantos hombres y mujeres en todas las partes del mundo. Al aludir al Jueves Santo, el Pontífice recordó que, precisamente para subrayar la importancia del Sacramento de la Eucaristía, había querido escribir la Carta encíclica Ecclesia de Eucaristía, que durante la Misa in Cena Domini tendrá la alegría de firmar. El Santo Padre pidió además que nos preparásemos a celebrar dignamente estos días santos, y a contemplar la obra maravillosa realizada por Dios en la humillación y en la exaltación de Cristo. Este miércoles, durante la audiencia general, el Papa en su catequesis reflexionó sobre el Triduo Pascual. "El memorial de este misterio central de la fe, dijo, comporta también el compromiso de actualizarlo en la realidad concreta de nuestra existencia. Significa reconocer que la pasión de Cristo continúa en los dramáticos eventos que, por desgracia, también en estos tiempos afligen a tantos hombres y mujeres en todas las partes del mundo. Pero el misterio de la Cruz y de la Resurrección nos asegura que el odio, la violencia, la sangre, y la muerte no tienen la última palabra en las vicisitudes humanas. De Cristo es la victoria definitiva y de Él debemos repartir, si queremos construir para todos un futuro de auténtica paz, justicia y solidaridad. El Santo Padre recordó que el jueves por la tarde, con la Santa Misa in Cena Domini, comenzaba el Triduo pascual, fulcro de todo el año litúrgico. "Durante estos días la Iglesia se recoge en silencio, reza y medita el misterio de la pasión, muerte y resurrección del Señor. Participando en los ritos del Jueves Santo, Viernes Santo y de la Vigilia pascual, recorreremos las últimas horas de la vida terrena de Jesús, al final de la cual resplandece la luz de la Resurrección". "En el cántico proclamado hace unos minutos, hemos escuchado que Cristo se ha hecho obediente hasta la muerte y muerte de cruz. Por esto Dios lo ha exaltado. Estas palabras sintetizan el misterioso designio de Dios, que volveremos a vivir en los próximos días, misterio que da sentido y cumplimiento a la historia humana. Mientras la Santa Misa Crismal, dijo el Papa, que se celebra normalmente la mañana del Jueves Santo, pone particularmente en evidencia al Sacerdocio ministerial, los ritos de la Misa in Cena Domini son una invitación apremiante a contemplar la Eucaristía, misterio central de la fe y de la vida cristiana". "Precisamente para subrayar la importancia de este Sacramento, manifestó Juan Pablo II, he querido escribir la Carta encíclica 'Ecclesia de Eucaristía', que durante la Misa in Cena Domini tendré la alegría de firmar. Con este texto quiero entregar a cada creyente una reflexión orgánica sobre el Sacrificio eucarístico, que encierra todo el bien espiritual de la Iglesia. Junto a la Eucaristía, en el Cenáculo el Señor ha instituido el Sacerdocio ministerial, para que se actualice a lo largo de los siglos su único Sacrificio: "Haced esto en memoria mía". EL Viernes Santo, jornada de penitencia y de ayuno, haremos memoria de la pasión y de la muerte de Jesús, permaneciendo en absorta adoración de la Cruz. "He aquí el leño de la Cruz, en el que Cristo fue clavado para la salvación del mundo". Al drama del Viernes se añade el silencio del Sábado Santo. Con María, la Comunidad cristiana se recoge en oración junto al sepulcro, esperando que se cumpla el evento glorioso de la Resurrección. En la Noche Santa de la Pascua todo se renueva en Cristo resucitado. Desde cada ángulo de la tierra subirá al cielo el canto del Gloria y del Aleluya, mientras la luz quebrará las tinieblas de la noche. El Domingo de Pascua exultaremos con el Resucitado acogiendo de Él el augurio de la paz". El Santo Padre finalizó su catequesis pidiendo que nos preparásemos a celebrar dignamente estos días santos, y a contemplar la obra maravillosa realizada por Dios en la humillación y en la exaltación de Cristo. "Que la Virgen, íntimamente copartícipe del designio salvífico, nos acompañe en la vía de la pasión y de la cruz hasta el sepulcro vacío, para encontrar a su divino Hijo resucitado. Entremos en el clima espiritual del Triduo Santo, dejándonos guiar por Ella".
Queridos hermanos y hermanas: Con el Triduo pascual la Iglesia nos invita a meditar sobre la pasión, muerte y resurrección de Jesús. En la Misa crismal del Jueves Santo se pone de relieve el sacerdocio ministerial. En la Cena del Señor se contempla la institución de la Eucaristía. Para subrayar su importancia, este año he escrito la encíclica Ecclesia de Eucharistia, invitando a reflexionar sobre la riqueza de este gran Sacramento de nuestra fe. Con la Eucaristía, Cristo nos dejó el mandamiento nuevo del amor fraterno. El lavatorio de los pies nos enseña que este amor debe traducirse en un servicio humilde al prójimo. El Viernes Santo, con la adoración de la Cruz, celebramos la pasión y muerte de Jesús. El Sábado Santo, día de clara esperanza, en oración con María esperaremos la Resurrección. En la Noche Santa de Pascua, todo se renueva en Cristo resucitado y se expresa con el alegre canto del Gloria y del Aleluya. Saludo cordialmente a los visitantes de América Latina y de España, en particular a las Hermanas Dominicas de la Presentación, a los peregrinos de Madrid, al Colegio Pureza de María de Barcelona y al grupo folclórico del Vendrell. Al invitaros a celebrar devotamente estos días santos, os deseo a todos con afecto una ¡Feliz Pascua de Resurrección! * * * * * * * * Al final de los saludos en varias lenguas el Papa se dirigió, como siempre, a los jóvenes, a los enfermos y a los recién casados a quienes deseó un especial augurio pascual. A vosotros, queridos jóvenes, os deseo que no tengáis miedo de seguir a Cristo, incluso cuando os pide recorrer con Él el camino difícil de la cruz. A vosotros, queridos enfermos, que la meditación de la Pasión de Jesús, misterio de sufrimiento transfigurada del amor, os lleve el consuelo y consolación. Y a vosotros, recién casados, que la muerte y resurrección del Señor renueve la alegría y el compromiso de vuestro pacto nupcial.
CONGRESO UNIV 2003: PREOCUPACIÓN POR LA VIOLENCIA Y LA GUERRA EN IRAK A última hora de la mañana del lunes el Papa recibió en el Aula Pablo VI del Vaticano a los participantes en el encuentro "UNIV 2003". "Estoy muy contento de acogeros también este año a todos vosotros, que frecuentáis las actividades de formación cristiana promovidas por la Prelatura del Opus Dei en tantos países del mundo". "Estáis en Roma, les dijo Juan Pablo II, para transcurrir la Semana Santa y para participar en el encuentro internacional del UNIV. Para el Congreso habéis escogido el Tema: "Construir la paz en el siglo XXI". Es un tema muy actual en estos meses en los que estamos preocupados, por la situación en Irak así como por tantos focos de violencia y de guerra, que se han encendido asimismo en otros continentes. Todo esto hace más urgente una verdadera educación a la paz". "Para los creyentes la primera y fundamental acción a favor de la paz es la oración, porque la paz es un don del amor de Dios. Ayer, Domingo de Ramos, en todas las Diócesis se celebró la Jornada Mundial de al Juventud. En el Mensaje, que en esta ocasión he dirigido a los jóvenes, les he pedido, en este tiempo amenazado por la violencia, por el odio y por la guerra, de comprometerse a dar testimonio que Jesús es aquel que puede dar la verdadera paz al corazón del hombre, a las familias y a los pueblos de la tierra. Los cuatro pilares en los que debe apoyarse la paz son la verdad, la justicia, el amor y la libertad, como ha enseñado el beato Juan XXIII en la encíclica Pacem in Terris, de la cual hemos celebrado hace unos días el 40 aniversario". Para ser constructores de paz es menester, subrayó el Pontífice, es menester vivir en la verdad. Tened, en primer lugar, esa relación verdadera con Dios que requiere conversión personal y apertura a su misterio. El hombre se entiende a sí mismo sólo en relación con Dios, que es plenitud de verdad, de belleza y de bondad. Y tras haber recordado unas palabras de San José María Escrivá, de su libro "Es Cristo que pasa", Juan Pablo II les manifestó que a la verdad va unida la justicia, junto al respeto por la dignidad de cada persona. Pero sabemos que sin amor sincero y desinteresado, la misma justicia no podrá asegurar al mundo la paz. La paz verdadera florece cuando en el corazón se vence el odio, el rencor y la envidia; cuando se dice no al egoísmo y a todo aquello que empuja al ser humano a replegarse sobre sí mismo y en la defensa del propio interés. Si el amor, que es lo que distingue a los discípulos de Cristo, se traduce en gestos de servicio gratuito y desinteresado, les recordó el Papa a los participantes en el UNIV 2003, en palabras de comprensión y de perdón, la onda pacificadora del amor se ensancha y se extiende hasta interesar a toda la comunidad humana. Es entonces cuando es más fácil comprender también el cuarto pilar de la paz, es decir la libertad, el reconocimiento de los derechos de las personas y de los pueblos y el don libre de sí en responsable cumplimiento de los deberes que competen a cada uno en el propio estado de vida. El Santo Padre finalizó su discurso asegurando a los jóvenes del UNIV, que si buscan seguir este camino, estarán en grado de ofrecer una contribución eficaz a la construcción de un mundo "pacificado" y "pacificador". Tras aludir de nuevo a su fundador les pidió que acojan sus enseñanzas, que acojan la paz que Cristo da a quién abre el corazón y difundidla en cada ambiente. Que vele sobre vosotros, sobre vuestros deseos y proyectos, sobre vuestras familias y sobre las naciones de las procedéis, María Reina de la paz. Que os asista el santo fundador y vuestros celestiales Patronos.
VIERNES SANTO: EL PAPA CONFESÓ A ALGUNOS FIELES Como es tradicional, al medio día del Viernes Santo, Juan Pablo II confesó a varios fieles en la Basílica de San Pedro. Después de las confesiones, en varias lenguas, el Santo Padre, antes de volver al Palacio Pontificio, bendijo y besó a un recién nacido y, deseando feliz Pascua de Resurrección, impartió también su Bendición a todos los presentes.
URBI
ET ORBI: PAZ PARA IRAK Y PARA PAÍSES QUE PADECEN GUERRAS
OLVIDADAS
QUE SE TRUNQUE LA CADENA DE ODIO Y QUE DIOS NOS LIBRE DEL PELIGRO DE UN DRAMÁTICO CHOQUE ENTRE LAS CULTURAS Y LAS RELIGIONES Mensaje Urbi et Orbi completo Juan Pablo II pidió, con voz enérgica, paz en Irak en su mensaje Urbi et orbi, en el que no olvidó otras regiones del mundo donde guerras olvidadas provocan muertos y heridos entre el silencio y el olvido. En su mensaje pascual el Papa insistió de nuevo en que se trunque la cadena de odio y que Dios nos libre del peligro de un dramático choque entre las culturas y las religiones. Tomando como base la encíclica 'Pacem in Terris' de Juan XXIII, el Papa pidió paz para Irak, paz para Tierra Santa, sin olvidar la trágica situación de no pocos países del Continente africano y los atentados a la libertad del hombre en el Cáucaso, en Asia y en América Latina. En su mensaje pascual Juan Pablo II el domingo de Resurrección pidió a Dios que nos conceda ser liberados del peligro de un dramático choque entre las culturas y las religiones. En el día de la Resurrección del Señor, el Papa repitió este anuncio consolador para quien está oprimido bajo el peso del pecado y de sus múltiples estructuras: para todos, especialmente para los pequeños y los pobres, proclamamos hoy la esperanza de la paz, de la paz verdadera, basada en los sólidos pilares del amor y de la justicia, de la verdad y de la libertad. "¡Paz en Irak! Que con la ayuda de la Comunidad internacional, los Iraquíes se conviertan en protagonistas de una reconstrucción solidaria de su País. Paz en las otras regiones del mundo, dónde guerras olvidadas y conflictos solapados provocan muertos y heridos entre el silencio y el olvido de no poca parte de la opinión pública. Con profunda tristeza pienso en las huellas de violencia y de sangre que no parecen tener fin en Tierra Santa. Pienso en la trágica situación de no pocos Países del Continente africano, qué no puede ser abandonado a su suerte. Tengo bien presentes los focos de tensión y los atentados a la libertad del hombre en el Cáucaso, en Asia y en América Latina, regiones del mundo queridas igualmente por mí". Con las palabras iniciales de la histórica Encíclica con la cual hace 40 años el beato Juan XXIII indicaba al mundo el camino de la paz, el Pontífice hizo hincapié en la actualidad de estas palabras al alba del III Milenio tristemente oscurecido por violencias y conflictos: "La paz en la tierra, suprema aspiración de toda la humanidad a través de la historia, es indudable que no puede establecerse ni consolidarse, si no se respeta fielmente el orden establecido por Dios". "Que se trunque la cadena del odio que amenaza el desarrollo ordenado de la familia humana. Que Dios nos conceda ser liberados del peligro de un dramático choque entre las culturas y las religiones. Que la fe y el amor a Dios hagan a los creyentes de cada religión valientes artífices de comprensión y perdón, pacientes constructores de un provechoso diálogo interreligioso, que inaugure un era nueva de justicia y de paz". El Santo Padre proclamó con énfasis el anuncio de la Resurrección como fundamento de la esperanza de la humanidad. Si Cristo no hubiera resucitado no sólo sería vana nuestra fe, sino también nuestra esperanza porque el mal y la muerte nos tendrían a todos como rehenes. Y como a los apóstoles asustados en la tempestad del lago Cristo repite a los hombres de nuestro tiempo: ¡Ánimo, soy yo, no temáis! De igual forma el Papa exhortó a que nadie ceda al desaliento y a la desconfianza si un viento obstaculiza el camino de los pueblos, si se hace borrascoso el mar de la historia, porque ¡Cristo ha resucitado; Cristo está vivo entre nosotros; realmente presente en el sacramento de la Eucaristía. Él se ofrece como Pan de salvación, como Pan de los pobres, como Alimento de los peregrinos. Seguidamente el Papa felicitó las Pascuas en más de 60 lenguas. Estas fueron las felicitaciones en español y latín:
VÍA CRUCIS EN EL COLISEO: UN SÍMBOLO DE LOS TIEMPOS PASADOS EN EL QUE MUCHOS MÁRTIRES CRISTIANOS DIERON TESTIMONIO CON SU VIDA Y SU MUERTE El Santo Padre presidió el viernes por la noche el Vía Crucis en el Coliseo y exhortó a todos los fieles a vivir profundamente y dar testimonio del Triduo Sacro. Pasadas las nueve de la noche comenzó el Vía Crucis en el Coliseo, un símbolo de los tiempos pasados en el que muchos mártires cristianos dieron testimonio con su vida y su muerte. Juan Pablo II presidió la piadosa práctica del vía Crucis, como lleva haciendo ininterrumpidamente desde hace 25 años, y en un discurso improvisado y con voz firme exhortó a todos los fieles, en varias ocasiones, a vivir este Triduo Pascual lo más profundamente posible: "Estamos como cada año aquí alrededor del Coliseo, que es un símbolo que nos habla de los tiempos pasados; de ese gran imperio romano que desapareció. Nos habla de aquellos mártires que dieron testimonio con su vida y con su muerte. Es difícil encontrar otro lugar donde el Misterio de la Cruz nos hable con tanta elocuencia". El Papa insistió de forma particular en la palabra clave del Viernes Santo: el madero de la Cruz. Un misterio de la fe, que no podía imaginar el hombre, que no tiene la posibilidad de donar la vida después de la muerte. "En el orden humano -prosiguió diciendo el Pontífice- la muerte es la última palabra. La que viene después, la Resurrección, es sólo palabra de Dios y por esto nosotros celebramos con tanto afecto este Triduo Sacro". La procesión fue guiada por el cardenal vicario de Roma, Camillo Ruini, que llevó la Cruz en las primeras estaciones. Después el símbolo cristiano fue portado por una mujer colombiana, de Bogotá, vestida con el traje típico de Colombia; por tres africanos (uno de Liberia, otro de Sierra Leona y el otro de Egipto), y por frailes franciscanos de la Custodia de Tierra Santa. También fue llevada por la viuda y el hijo del fallecido médico Carlo Urbani, el primero que identificó la gravedad del síndrome respiratorio agudo y grave, más conocido como la neumonía atípica asiática. Antes de que la tomara el Papa, la cruz fue portada por una familia iraquí, subrayando de esta manera la constante preocupación de Juan Pablo II. De hecho en el discurso del Papa se subrayaba ¡Cuántos hermanos y hermanas nuestros están reviviendo en su carne el drama del Calvario! ¡Cuán numerosos son los "Vía crucis" olvidados! Pienso en las trágicas imágenes de violencia, de guerras y de conflictos, que todos los días nos llegan desde tantos lugares; en la angustia y el dolor de individuos y de pueblos de cada continente; en la muerte por hambre y por las privaciones de millares de adultos y de niños inocentes; en el desprecio de la dignidad humana, desgraciadamente perpetradas a veces en el nombre de Dios. ¿Podemos quedarnos indiferentes delante a este penetrante grito de dolor que se eleva desde tantas partes del Planeta?, se preguntaba el Santo Padre. "Con tu Cruz has redimido al mundo. Cuando los seres humanos callan impotentes delante a estas inquietantes preguntas, la respuesta es ofrecida por la fe. Es una respuesta encerrada en el evento mismo que hoy conmemoramos: la muerte de Cristo. Mientras, en efecto, la noche es todavía oscura, se percibe ya el alba del nuevo día, el día de la resurrección. La victoria definitiva no es la de la muerte. La última palabras es de Dios, que resucitará, al tercer día, el Hijo unigénito inmolado por nosotros". El Vía Crucis en el Coliseo, uno de los ejercicios de piedad predilectos del Papa. De hecho en sus 25 años de Pontificado Juan Pablo II no ha faltado jamás a la cita del Vía Crucis en el Coliseo la noche del Viernes Santo. Este año mientras el Papa elaboraba las meditaciones para esta ocasión el mundo se conmocionaba con la amenaza de un terrible conflicto bélico. Cómo explicaba hace algunos días, el maestro de las Celebraciones Litúrgicas Pontificias, Mons. Piero Marini estas meditaciones fueron escritas por el Santo Padre con ocasión de los ejercicios espirituales predicados por él en 1976, siendo cardenal arzobispo de Cracovia y sin embargo no han perdido actualidad: "La tierra se ha convertido en un gran cementerio. !Cuántos hombres, cuántos sepulcros¡ ¡Un gran planeta lleno de tumbas¡ De nuevo Jesús, Príncipe de la paz, se convertía en signo de contradicción: a su oferta de amor, el mundo ha respondido con odio; a su luz vivificante opone las tinieblas homicidas; frente a su propuesta de paz y libertad prefiere la mentira y la opresión. Sin embargo, ni las nuevas tumbas, siempre más numerosas, podrán asesinar la esperanza, ni impedir la victoria de Cristo sobre la muerte. El Santo Padre, en agradecimiento a la misión recibida por Cristo ha intentado alejar el peligro de la guerra con su voz libre y fuerte, a través de múltiples iniciativas diplomáticas, sobre todo con el ayuno, con la oración y recurriendo confiado a la Virgen María. Un nuevo símbolo de esta constante preocupación de Juan Pablo II lo encontramos en el significativo origen de algunas de las personas que portarán la Cruz esta noche durante las estaciones del Vía Crucis, que proceden de países en los que se viven conflictos bélicos, muchos de ellos denominados guerras olvidadas o con más exactitud silenciadas. La presencia en el Coliseo de representantes de Colombia, Liberia, Sierra Leona, Tierra Santa y por supuesto Irak, portando la cruz durante las estaciones fue un símbolo más de preocupación del Pastor Universal por los pueblos que sufren. Países representantes del centenar de guerras declaradas o de baja intensidad que continúan hoy en el mundo. Y sin embargo estos millones de víctimas, incluidos mujeres y niños, millones de heridos, de mutilados que portarán siempre los signos de la violencia que han padecido, no son noticia, no movilizan a los medios de comunicación, no ponen en marcha ninguna manifestación y ni siquiera merecen unas pocas líneas en los periódicos o agencias de información. La única conciencia constante de tantas guerras silenciadas y olvidadas es de nuevo el Santo Padre, que no ha cesado de invocar justicia, verdad y paz para cualquier ángulo de la tierra donde un hombre empuñe un arma contra su hermano. Aquí no hay intereses económicos manifiestos, no hay ganancias directas o indirectas, ni alianzas que respetar: sólo hay una cultura de la paz que construir para que el hombre reconozca y vea reconocida su dignidad, vea y reconozca al otro como su hermano.
VIERNES SANTO: PASIÓN DEL SEÑOR El viernes por la tarde a las cinco Juan Pablo II presidió en Basílica Vaticana la celebración de la Liturgia del Viernes Santo, que celebra precisamente la pasión y muerte de Jesús en la Cruz, en la predicción profética y en la actuación histórica, con Liturgia de la Palabra. Invoca los beneficios de la Redención sobre todos los hombres, con la Oración universal. Venera la Cruz gloriosa del Señor, con la Adoración de la Cruz. Y ofrece a los fieles la prenda de su Redención, con la Santa Comunión. La reflexión del día, un año más, la presentó el capuchino Raniero Cantalamessa, Predicador de la Casa Pontificia. El tema de la homilía fue: "Él es nuestra paz". Después de leer algunos párrafos de la canción Imagine de John Lennon, el padre Cantalamesa aludió a una máxima atribuida posiblemente a Platón: "Los maestros de los ancianos son los filósofos, de los jóvenes los poetas", y añadió que "existen millones de jóvenes cuya visión de la vida sigue la de su cantautor preferido. "En las semanas de turbación que hemos vivido -prosiguió el predicador-, esa canción, escrita por uno de los grandes ídolos de la música moderna, volvió a resonar con frecuencia en las marchas por la paz y en los programas radiofónicos. No podemos dejarla sin respuesta, -agregó-. Jesús, una vez, tomó como punto de partida para una enseñanza suya aquello que cantaban los jóvenes de su tiempo en las plazas: "Os hemos tocado las flautas y no habéis bailado, os hemos entonado endechas y no os habéis lamentado" para sacra una enseñanza. Debemos seguir el ejemplo. ¿Por qué esforzarse en "imaginar" algo que hemos tenido ante los ojos hasta ayer". "Un mundo sin paraíso ni infierno, sin religión, sin patria, sin propiedad privada, donde se enseñaba a la gente a vivir sólo "para las cosas de este mundo": ¿no es exactamente la sociedad que se habían propuesto realizar los regímenes totalitarios comunistas? Entonces, el sueño no es nuevo, pero el despertar de este no ha sido alegre". Seguidamente el predicador tras aludir a un drama, del mismo autor, titulado "Puertas cerradas", manifestó que la canción que había recordado contenía un anhelo justo y santo que no se puede dejar caer en el vacío". "Escuchemos otra canción sobre la paz y la unidad, escrita hace dos mil años", exactamente de la Carta a los Efesios: "Porque
Él es nuestra paz: "También aquí - manifestó el franciscano capuchino-, se presenta un mundo en el cual se vive "en paz", pero el camino para realizarlo es muy diferente. "Hizo la paz, destruyendo en sí mismo la enemistad" Destruyó la enemistad, no al enemigo; ¡destruyéndola en sí mismo, no en los otros! Y, tras aludir a la conocida "pax Romana" el predicador manifestó que, "Jesús revela que existe una paz distinta: "Os dejo la paz, os doy la paz"; no os la doy como la da el mundo". "También la suya es una "paz fruto de victorias", pero de victorias sobre sí mismo, no sobre los demás; victorias espirituales, no militares". El camino evangélico hacia la paz tiene sentido no sólo en el ámbito de la fe, sino también en el contexto político y social. Y el actual orden mundial exige que se cambie el método de Augusto por el de Cristo. Antes de indicarlo a las naciones, la Iglesia, dirigida por el Papa, se está esforzando en llevar a cabo este programa en la relación entre las religiones. "También nosotros que estamos aquí reunidos debemos hacer algo para ser dignos de hablar de paz", y recordó que Jesús vino para anunciar "paz a los que están lejos y a los que estaban cerca". "La paz con los "los cercanos" es a menudo más difícil que la paz con los "lejanos". "Si al presentar tu ofrenda en el altar, te acuerdas de que tu hermano tiene alguna queja contra ti, deja tu ofrenda ante el altar, ve a reconciliarte con tu hermano, y sólo entonces vuelve a presentar tu ofrenda". "Echemos entre los brazos del Crucifijo y en el horno ardiente de su corazón todo odio, rencor, resentimiento, envidia, rivalidad y todo deseo de venganza. He aquí la respuesta evangélica al "sueño" de la canción: "y el mundo vivirá como una sola cosa". El Predicador de la Casa Pontificia finalizó su homilía recordando unas palabras del Pontífice pronunciadas el 13 de abril de 1997, en el estadio de Sarajevo, el Santo Padre Juan Pablo II elevó a Dios una oración de paz. Nos unimos a su grito apremiante, tan actual hoy como entonces, después de una guerra que acaba de consumarse y con otras que siguen olvidadas: "Yo, obispo de Roma, me arrodillo ante ti, Señor, para gritar: Líbranos del flagelo de la guerra. Venga tu Reino; Reino de justicia, de paz, de perdón y de amor. Tú no amas la violencia ni el odio, tú rechazas la injusticia y el egoísmo. Tú quieres que los hombres sean hermanos entre sí y te reconozcan como a su padre. Tu voluntad es la paz".¡Hágase tu voluntad!
VIGILIA
PASCUAL: RESURRECCIÓN DE JESÚS, NOTICIA DESTINADA
A CAMBIAR RUMBO DE HISTORIA Juan Pablo II presidió el sábado por la noche en la Basílica Vaticana la celebración de la Vigila Pascual durante la que 7 catecúmenos recibieron los sacramentos de la iniciación cristiana. Procedentes de Nigeria, Burkina Faso, Italia, Túnez, Japón, Burundi y Estados Unidos los catecúmenos, recibieron los sacramentos del Bautismo, Confirmación y Eucaristía y a ellos el Papa les exhortó a perseverar en su fidelidad a Cristo y a proclamar con valentía su Evangelio. En su homilía el Santo Padre reflexionó sobre la desconcertante noticia de la Resurrección de Jesús, una noticia destinada a cambiar el rumbo de la historia, y que desde entonces sigue resonando de generación en generación. Tomando como base el episodio evangélico de Marcos en el que las mujeres van al sepulcro para embalsamar el cuerpo de Jesús, el Papa subrayó el anuncio del joven vestido con una túnica blanca que les anunciaba la Resurrección. "Esta desconcertante noticia, destinada a cambiar el rumbo de la historia, desde entonces sigue resonando de generación en generación: anuncio antiguo y siempre nuevo. Ha resonado una vez más en esta Vigilia pascual, madre de todas las vigilias, y se está difundiendo en estas horas por toda la tierra". Juan Pablo II reafirmó que "si Cristo hubiera quedado prisionero del sepulcro, la humanidad y toda la creación, en cierto modo, habrían perdido su sentido". En esta noche de Resurrección todo vuelve a empezar desde el "principio"; la creación recupera su auténtico significado en el plan de la salvación. Es como un nuevo comienzo de la historia y del cosmos, porque "Cristo ha resucitado, primicia de todos los que han muerto" (1 Co 15,20). Él, "el último Adán", se ha convertido en "un espíritu que da vida" (1 Co 15,45). El mismo pecado de nuestros primeros padres es cantado en el Pregón pascual como "felix culpa", "¡feliz culpa que mereció tal Redentor!". Donde abundó el pecado, ahora sobreabundó la Gracia y "la piedra que desecharon los arquitectos es ahora la piedra angular" (Salmo resp.) de un edificio espiritual indestructible.
MISA DEL CRISMA: "QUE NO SE APAGUE ENTUSIASMO ESPIRITUAL DE ORDENACIÓN PRESBITERAL" Juan Pablo II exhortó a todos sus hermanos en el sacerdocio a no dejar que se apague el entusiasmo espiritual de la ordenación presbiteral y pidió a los fieles que recen por los sacerdotes para que sean siempre dispensadores atentos de los dones de la gracia divina, de forma especial de la misericordia de Dios en el sacramento de la Confesión, y del Pan de la Vida en la Eucaristía, memoria viva de la muerte y resurrección de Cristo. El Papa presidió el jueves por la mañana en la Basílica Vaticana la Santa Misa del Crisma durante la cual se renuevan las promesas del día de la ordenación sacerdotal. "Con la Santa Misa del Crisma -subrayó el Pontífice- recordamos una verdad muy relacionada con nosotros: Cristo nos ha llamado, de forma especial, para participar en su Sacerdocio. Cada vocación al ministerio sacerdotal es un don extraordinario del amor de Dios y, al mismo tiempo, un misterio profundo que concierne a los inescrutables diseños divinos y los abismos de la conciencia humana. Una concelebración en la que participaron todos los cardenales, obispos y presbíteros presentes en Roma y que en cierto sentido constituye una "introducción" al "Triduo Pascual": "Esta sugestiva celebración, que la mañana del Jueves Santo reúne alrededor del altar a los presbíteros con su obispo, en cierto sentido constituye una introducción al Triduo Pascual. En él se bendicen los oleos y el Crisma que servirán para la unción de los catecúmenos, el alivio de los enfermos y para la administración de la Confirmación y el Orden Sagrado. Los óleos y el Crisma, íntimamente relacionados con el Misterio pascual, contribuyen eficazmente a la renovación de la vida de la Iglesia a través de los Sacramentos. El Espíritu Santo, mediante estos signos sacramentales, no cesa de santificar el pueblo cristiano". Durante la Santa Misa Crismal se renovaron las promesas sacerdotales en "un rito, como recordó el Santo Padre- que nos traslada con la mente y el cuerpo al día inolvidable en el que asumimos el compromiso de unirnos íntimamente a Cristo, modelo de nuestro sacerdocio, y de ser fieles dispensadores de los misterios de Dios, dejándonos guiar no por los intereses humanos, sino sólo del amor por Dios y por el prójimo". Cada vez que en la asamblea litúrgica se celebra el Sacrificio eucarístico, se renueva la "verdad" de la muerte y resurrección de Cristo. Y precisamente para subrayar la actualidad del gran memorial de la Redención, Juan Pablo II recordó que por la tarde, en la misa de la Última Cena del Señor, firmaría la Encíclica, que con el título 'Ecclesia de Eucharistia', ha querido dirigir de modo especial a los sacerdotes en lugar de la habitual Carta del Jueves Santo. "Un don particular -especificó- con ocasión del vigésimo quinto año de mi ministerio petrino". Con la misa de la Última Cena del Señor celebrada en la tarde del jueves santo comenzó el triduo pascual que a través de la memoria de la institución de la Eucaristía, y de la pasión y muerte de Jesús prepara a los cristianos a la vigilia pascual y a la celebración de la Resurrección, punto central del Año litúrgico.
MISA DE LA CENA DEL SEÑOR: FIRMA DE LA ENCÍCLICA DEDICADA A LA EUCARISTÍA En la Basílica de San Pedro en la tarde del jueves, en la Misa de la Cena del Señor, cuyas ofertas - por voluntad del Papa - sirvieron para la población iraquí, víctima de la guerra, Juan Pablo II firmó la Encíclica dedicada a la Eucaristía "gran don para la Iglesia y para el mundo". En su homilía, el Santo Padre reiteró que el "Misterio - verdaderamente grande - de la Eucaristía" es un Misterio "incomprensible para la razón humana, pero ¡tan luminoso para los ojos de la fe!", del que "mana el mensaje de hermandad". Pues, "todos los que participan en la Celebración eucarística no pueden permanecer insensibles ante las expectativas de los pobres y de los necesitados". "Precisamente en esta perspectiva deseo que las ofertas recogidas en esta Celebración sirvan para aliviar las necesidades urgentes de cuantos sufren en Irak por las consecuencias de la guerra. Un corazón que ha experimentado el amor del Señor se abre espontáneamente a la caridad para con los hermanos". En la Celebración que evoca la Última Cena, "cuando Jesús nos dejó a sí mismo en un supremo testamento de amor", el Santo Padre confió "en primer lugar a los sacerdotes" la decimocuarta Encíclica de su Pontificado, con el fin de que ellos, a su vez, "la difundan en beneficio de todo el pueblo cristiano". Así, presidiendo la solemne celebración que abre el camino hacia el Tríduo Pascual - en la que, en nombre del Pontífice y recordando el gesto que cumplió Jesús, los cardenales Angelo Sodano, Secretario de Estado, y Joseph Ratzinger, Prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe - lavaron los pies a doce presbíteros - el Papa, alabó en acción de gracias al Señor, que en la Eucaristía edifica, reúne y vivifica a la Iglesia. Asimismo, Juan Pablo II pidió que el amor de Cristo impulse cada vez más a la Iglesia a consolar a los afligidos y promover la paz en el mundo: "Oh, divina Eucaristía, llama de amor de Cristo que ardes en el altar del mundo, haz que la Iglesia, confortada gracias a ti, sea cada vez más solícita en secar las lágrimas de los que sufren y en sostener los esfuerzos de aquellos que anhelan la justicia y la paz". El Pontífice en su homilía reflexionó sobre los textos de san Juan, san Marcos y de san Pablo. "Los amó hasta el extremo". En la vigilia de su pasión y muerte el Señor Jesús quiere recogerse, una vez más, junto a sus Apóstoles para confiarles las últimas recomendaciones y darles el testimonio supremo de su amor. Entremos nosotros también en la "gran sala del piso superior con las alfombras, ya dispuesta" nos disponemos a escuchar los pensamientos más íntimos que Él quiere confiarnos: dispongámonos a, en particular, a acoger el gesto y el don que Él ha predispuesto para este encuentro máximo. Mientras estaban cenando, Jesús se levanta de la mesa y comienza a lavar los pies a los discípulos. La primera cosa que el discípulo debe hacer es ponerse a la escucha de su Señor, abriendo el corazón a acoger la iniciativa de su amor. Siempre durante la Cena, recordó el Papa, sabiendo que ya había llegado su "hora", Jesús bendice y parte el pan, después lo distribuye a los Apóstoles diciendo: "Este es mi cuerpo"; igualmente lo hace con el cáliz: "Esta es mi sangre". Y les pide: "Haced esto en memoria mía". Por lo tanto: el lavatorio de los pies y el sacramento de la Eucaristía: dos manifestaciones de un mismo misterio de amor confiado a los discípulos "para que también vosotros hagáis - dice Jesús - como yo he hecho con vosotros". Seguidamente el Papa reflexionó sobre las palabras de san Pablo "haced esto en memoria mía" así como con las palabras que proclama el celebrante después de la consagración ¡Misterio de la fe!. Todos aquellos que participan en la Celebración eucarística no pueden restar insensibles ante las expectativas de los pobres y de los más necesitados. La Eucaristía es un gran don para la Iglesia y para el mundo. Precisamente para que se reserve cada vez más una profunda atención al sacramento de la Eucaristía, subrayó el Papa, he querido ofrecer a toda la Comunidad de los creyentes una Encíclica, cuyo tema focal es el Misterio eucarístico: Eclesia de Eucharistia. Dentro de unos minutos tendré la alegría de firmarla en el curso de esta Celebración que revoca la Última Cena, cuando Jesús nos dejó así mismo en supremo testamento de amor. La confío desde ahora en primer lugar a los sacerdotes, para que a su vez la difundan en beneficio de todo el pueblo cristiano. ¡Adoro te devote, latens Deitas! Nosotros te adoramos, admirable Sacramento de la presencia de Aquel que amó a los suyos "hasta el extremo". Te damos gracias, oh Señor, que en la Eucaristía edificas, reúnes y vivificas la Iglesia. Y Tú, María, Mujer "eucaristía", que has ofrecido tu seno virginal para la encarnación del Verbo de Dios, ayúdanos a vivir el Misterio eucarístico en el espíritu del Magnificat. Después de la homilía el Pontífice firmó la nueva Carta Encíclica: Eclesia de Eucharistia. Tras la comunión, el Santísimo Sacramento, fue trasladado al Altar del Monumento para su adoración.
ICONO VIRGEN MARÍA Y CRUZ EN LAS JORNADAS MUNDIALES JUVENTUD A partir del domingo 13 de abril, por voluntad de Juan Pablo II, el Icono de la Virgen María acompañará la Cruz peregrina de las Jornadas Mundiales de la Juventud. En la solemne celebración del Domingo de Ramos, tras invitar a la "solidaridad fraterna con los jóvenes probados por la guerra y la violencia en Irak, en Tierra Santa y en distintas partes del mundo", el Papa exhortaba a acoger con fe y alegría a Cristo.
LAS PALABRAS DE CRISTO EN LA CRUZ Hemos entrado en esta semana grande de nuestra fe con ramos de olivo en las manos y aclamaciones en nuestros labios. Sí, porque queremos asistir y participar del triunfo de Cristo en la Cruz, que es nuestra victoria. Ya cuando nació en aquella noche de Belén, los ángeles dieron la enhorabuena a la humanidad. Despertaron a los sencillos con cantos inesperados. La misericordia de Dios se derramaba sobre todo el género humano en raudales inauditos. Y los ángeles, los únicos que conocían el misterio, felicitaban a los hombres que tanto quería Dios. Cuando Jesús, a la altura ya de sus treinta años, se presentó a sus paisanos como profeta, quiso desvelarles el programa de su misión. Para expresarlo, escogió aquel oráculo de Isaías: El Espíritu del Señor está conmigo, porque me ha ungido, y me ha enviado a dar la buena noticia a los pobres y anunciar la amnistía total a todos los que se sienten aprisionados. No, no venía a anunciar el castigo que merecen los pecados, sino a revelar el perdón gratuito de Dios. No venía a levantar heridas, sino a sanar. No venía a someternos a una rígida moral, sino a detonar sin límites la libertad. Y cumplió con creces su programa. No de boquilla y de palabra, sino con su vida, sobre todo. Y eso que vivió y enseñó llegaba a su plenitud, cuando fue colgado en la Cruz. Vamos a escuchar con fe las palabras que desde ella pronunció. No sólo a los que entonces lo podían oír, sino a nosotros también. Porque por nosotros y para nosotros las dice hoy el Señor. No son consignas para enseñarnos a morir, sino verdad hecha carne y sangre para enseñarnos a vivir; no son consejos para consolar nuestro sufrir, sino luz para encontrar el verdadero gozo, que nadie nos puede quitar. En definitiva, las palabras de Jesús, que hoy vamos a considerar, quieren convencernos de lo que lleva a la vida frente a todo lo que conduce a la muerte. Dejemos que penetren en nuestro corazón y lo resucite.
INVOLUCRAR MÁS PLENAMENTE A TODA LA IGLESIA EN REFLEXIÓN EUCARÍSTICA "Cada vez que el Hijo de Dios se presenta bajo la 'pobreza' de las especies sacramentales, pan y vino, se pone en el mundo el germen de la nueva historia, en la que se 'derriba del trono a los poderosos' y 'se enaltece a los humildes'. "La Iglesia vive de la Eucaristía", es la Encíclica que Juan Pablo II firmó el jueves por la tarde en la Misa de la Cena del Señor. En este Jueves Santo - como él mismo señala en la Encíclica Ecclesia de Eucharistia, que firmó durante la Misa de la Cena del Señor - Juan Pablo II deseaba "involucrar más plenamente a toda la Iglesia en esta reflexión eucarística, para dar gracias a Dios también por el don de la Eucaristía y del Sacerdocio: 'Don y misterio'" (n.7) El Santo Padre, al hacer hincapié en que "puesto que, proclamando el año del Rosario", había deseado poner este su vigésimo quinto año de Pontificado "bajo el signo de la contemplación de Cristo con María", aseguraba que "no puede dejar pasar este Jueves Santo de 2003", sin detenerse ante "'el rostro eucarístico' de Cristo, señalando con nueva fuerza a la Iglesia la centralidad de la Eucaristía. De ella vive la Iglesia. De este 'pan vivo' se alimenta". Juan Pablo II, desde que inició su ministerio de Sucesor de Pedro, ha reservado siempre para el Jueves Santo - día precisamente de la Eucaristía y del Sacerdocio - un signo de particular atención, dirigiendo una carta a todos los sacerdotes del mundo. Y este año dirige la decimocuarta Encíclica de su Pontificado "sobre la Eucaristía en su relación con la Iglesia" a "los Obispos, a los presbíteros y diáconos, a las personas consagradas y a todos los fieles laicos". También en este documento, Juan Pablo II desea recalcar "con fuerza al principio de este nuevo milenio" el sentido de responsabilidad de los cristianos "para que los cristianos se sientan más que nunca comprometidos a no descuidar los deberes de su ciudadanía terrenal. Es cometido suyo contribuir con la luz del Evangelio a la edificación de un mundo habitable y plenamente conforme al designio de Dios". Tras recordar que "muchos son los problemas que oscurecen el horizonte de nuestro tiempo. Baste pensar en la urgencia de trabajar por la paz, de poner premisas sólidas de justicia y solidaridad en las relaciones entre los pueblos, de defender la vida humana desde su concepción hasta su término natural", el Santo Padre añade "y ¿qué decir, además, de las tantas contradicciones de un mundo 'globalizado', donde los más débiles, los más pequeños y los más pobres parecen tener bien poco que esperar?". En este mundo - recomienda Juan Pablo II - "es donde tiene que brillar la esperanza cristiana. También por eso el Señor ha querido quedarse con nosotros en la Eucaristía, grabando en esta presencia sacrificial y convival la promesa de una humanidad renovada por su amor". El Arzobispo Angelo Amato, Secretario de la Congregación para la Doctrina de la Fe, en una entrevista concedida a nuestra emisora, señalaba que la mencionada Encíclica, además de ser un compendio doctrinal, evoca con conmoción momentos autobiográficos. El Santo Padre habla con gran participación existencial de la Eucaristía que celebraba cotidianamente en las iglesias polacas primero, y, luego, en la Basílica de San Pedro y en mil iglesias y plazas de todo el mundo e incluso en los estadios. Y cita de modo especial, "la Eucaristía celebrada en el Cenáculo de Jerusalén durante el Gran Jubileo del año 2000". Asimismo, Mons. Amato se refería a los demás motivos que impulsan esta Encíclica Eucarística, en la que Juan Pablo II escribe que siente el "deber de hacer una acuciante llamada de atención para que se observen con gran fidelidad las normas litúrgicas en la celebración eucarística": "Además del estupor adorador ante este sacramento, el Santo Padre llama la atención sobre algunas sombras que están oscureciendo, sobre todo en algunos países y regiones, la devoción eucarística católica. El Papa hace explícita referencia, por ejemplo, al abandono de la adoración eucarística, a los abusos en la celebración del sacramento, a su reducción a encuentro convival fraterno y a que se olvide la necesidad del sacerdocio ministerial para la celebración válida de la Eucaristía". El secretario de la Congregación para la Doctrina de la Fe sintetiza este Documento del Santo Padre en tres puntos más sobresalientes. En primer lugar, "la Eucaristía es ante todo el gran misterio de la fe, el don por excelencia de Jesús que se ofrece a sí mismo y ofrece su salvación. Celebrando la Eucaristía, el evento salvífico de la muerte y resurrección de Jesús se hace realmente presente y operante". En segundo lugar, la Encíclica reitera que la Eucaristía edifica la Iglesia. Cristo "estrecha su amistad con nosotros Más aún, nosotros vivimos gracias a Él" - escribe Juan Pablo II y añade: "Al unirse en Cristo, en vez de encerrarse en sí mismo, el Pueblo de la nueva Alianza se convierte en 'sacramento' para la humanidad para la redención de todos". El Papa subraya que "mediante la comunión del cuerpo de Cristo, la Iglesia alcanza cada vez más profundamente su ser 'en Cristo como sacramento o signo e instrumento de la unión íntima con Dios y de la unidad de todo el género humano". Y, en tercer lugar, Mons. Amato destaca la relación entre Eucaristía y sacramento de la Penitencia. La reconciliación como camino obligado para acceder a la comunión. Comunión interior de gracia con Jesús, que se expresa en la comunión eclesial. En el marco del importante "compromiso ecuménico", el Papa evoca y reitera lo que escribió en la Carta Encíclica Ut unum sint, tras haber afirmado la imposibilidad de compartir la Eucaristía: "Sin embargo, tenemos el ardiente deseo de celebrar juntos la única Eucaristía del Señor, y este deseo es ya una alabanza común, una misma imploración. Juntos nos dirigimos al Padre y lo hacemos cada vez más "con un mismo corazón". Y, entre las características de esta Encíclica de Juan Pablo II, sobresale la presencia de María con un capítulo dedicado a la Madre de Dios. Como broche de oro de este documento, el último capítulo se titula "En la escuela de María, Mujer 'Eucarística'". El Papa exhorta así "Pongámonos, sobre todo, a la escucha de María Santísima, en quien el Misterio eucarístico se muestra, más que en ningún otro, como misterio de luz. Mirándola a ella conocemos la fuerza transformadora que tiene la Eucaristía. En ella vemos el mundo renovado por el amor".
TELEGRAMA DE PÉSAME POR LA MUERTE DEL CARDENAL SABATTANI Juan Pablo II ha manifestado su pesar por la desaparición del cardenal Aurelio Sabattani, que fallecía el sábado por la mañana en el Vaticano. En un telegrama dirigido a la hermana del purpurado, el Pontífice manifiesta su agradecimiento por tantos años de colaboración de este insigne jurista, de forma particular en el Tribunal Supremo de la Signatura Apostólica y como arcipreste en la Basílica Patriarcal de San Pedro. Los funerales del cardenal Sabattani serán celebrados por el Santo Padre en la Basílica Vaticana, el jueves 24 de abril.
PAPA DESEA DONAR ICONO VIRGEN DE KARZAN A PATRIARCADO Y PUEBLO RUSO El Director de la Oficina de Prensa de la Santa Sede declaró el martes que "es conocido el deseo del Papa de donar al pueblo ruso y al Patriarcado Ortodoxo de Moscú el Sagrado Icono de la Virgen de Kazán, que desde hace años se custodia en el Vaticano". Y que "la ocasión apropiada y el modo de su entrega se evaluarán en el momento oportuno". La declaración del Doctor Joaquín Navarro Valls salía al paso de algunas informaciones que señalaban un día antes una posible escala del Papa en Kazán, capital de la región autónoma de Tatarstán, en Rusia central, en el marco de una Visita Pastoral de Juan Pablo II a Mongolia el próximo mes de agosto. La antigua imagen de la Virgen, del siglo XVI, que se atribuye precisamente a la ciudad de Kazán y que después de una serie de complejos acontecimientos históricos ha sido donada al Santo Padre hace algunos años, se colocó en la Capilla privada del Pontífice, en espera de entregarla personalmente al Patriarcado de Moscú.
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COMENTARIO A LA LITURGIA DEL DOMINGO PASCUA
DE RESURRECCIÓN (B): 20 de abril de 2003 La gran institución religiosa, la primera de todas en Israel, era el Sábado. Signo de liberación de trabajos materiales y de la esclavitud de Egipto, era el día santo; su santificación figuraba entre los primeros preceptos de la Alianza. Más tarde, en la predicación de los profetas, apareció el anuncio repetido de la llegada del Día de Yahvéh. Con él se anunciaba la futura victoria de Dios sobre los enemigos de su pueblo. Día de la ira de Dios frente a cuantos le tenían oprimido; día de amargura y maldición para todos los opresores de los pobres, de los desvalidos, de los justos perseguidos. Sí, también de alegría, por la liberación, para cuantos aman al Señor y cumplen su Alianza. Era el día escatológico; con el que llegaría la implantación del Reino de Dios. La presencia y la obra de Jesucristo iluminó las Escrituras. A la luz de sus palabras, los verdaderos hijos de Abraham descubrieron en su lectura los misterios encerrados en ellas. Con frecuencia encontramos en los libros del Nuevo Testamento - especialmente en los Evangelios - estas expresiones: "Para que se cumpliera la Escritura", "Así se cumplió lo que estaba escrito ..." Los discípulos de Jesús acabaron viendo en los acontecimientos de su vida y muerte el cumplimiento de las antiguas profecías y figuras. También, y sobre todo, en su resurrección gloriosa. El sábado judío, el Día de Yahvéh, era figura y anuncio de. la gran, alegría pascual. Jesucristo resucitó el primer día de la semana, y en ese mismo día se mostró vivo y lleno de gloria a sus discípulos. Desde entonces, ese día se llamó Domingo, es decir: "Día del Señor". Es por tanto el domingo la fiesta primordial cristiana, la gran fiesta de la Pascua, centro de la vida de la Iglesia. De esta manera cada uno de los domingos del año no es otra cosa que la presencia del Misterio Pascual para todo el tiempo de nuestra vida. Con el domingo nos llega la liberación cristiana, la santa alegría, la renovación en el Espíritu, la serenidad, la apertura a la amistad de Dios y al amor de los hermanos. El día del Señor es promesa y recuerdo; actualidad viva de la resurrección de Jesucristo, de su triunfo sobre el pecado y sobre la muerte; anticipo de la gloria que esperamos. Recuerdo de la muerte y resurrección de nuestro Señor Jesucristo. Por lo mismo, es también el domingo la gran ocasión para la proclamación del kerigma cristiano. "Porque os transmití en primer lugar -escribe San Pablo- lo que yo a mi vez recibí por tradición: que Cristo murió por nuestros pecados, según la Escritura, y que fue sepultado y que ha resucitado al tercer día, según las Escrituras" (1 Cor 15,3-4). Antes que él, San Pedro, de viva voz, en casa del centurión Cornelio en Cesarea, decía: "Nosotros somos testigos de cuanto obró Jesús de Nazaret, tanto en el país de los judíos como en Jerusalén; a quien, llegaron a matar colgándolo de un madero. A éste Dios lo resucitó al tercer día" (Act 10, 39-40). Lo mismo que había testificado en su primer sermón al pueblo, el día de Pentecostés. "Vosotros -decía- dentro del. plan prefijado por Dios, habiéndole entregado, entregándole por mano de hombres inicuos, le disteis la muerte, por cuanto no era posible que él -Jesús-, quedase bajo su dominio" (Act 2, 23-24). El misterio de la muerte y de la resurrección de Jesucristo es y será siempre el objeto fundamental de la predicación cristiana. Recuerdo y promesa de la resurrección: en Jesucristo y en cada uno de los miembros vivos de su Cuerpo Místico. Por ello, la Madre Iglesia, en este primer día de la semana, en este primero entre todos los Domingos del año, nos amonesta con palabras del Apóstol: "Ya que habéis resucitado con Cristo, buscad las cosas de arriba donde está Cristo sentado a la derecha de Dios"(Col 3, 1). Pues sea siempre Jesucristo nuestro gran amor, nuestra aspiración suprema, nuestro ideal, nuestro programa y nuestra vida. Con él, y en él, seremos revestidos de la gloria de Dios.
OBISPOS CUBANOS CONDENAN EJECUCIONES DE 3 CONDENADOS A MUERTE En unión con el magisterio de Juan Pablo II, firme condena de los Obispos de Cuba por la ejecución de tres condenados a muerte y la pena de largos años de prisión a disidentes en juicios sumarios. "Al conocer la noticia de que, después de un juicio sumario, han sido ajusticiados tres de los secuestradores de una lancha de pasajeros, los Obispos de Cuba - en sintonía plena con el magisterio de Juan Pablo II - expresan una vez más su firme condena de la pena de muerte". La firme condena de los Obispos cubanos se refiere a la ejecución, el pasado 11 de abril, de tres hombres que habían sido procesados sumariamente dos días antes, en un juicio no público en el que se les había condenado a muerte por el secuestro de una lancha de pasajeros para huir de la isla. Dicho secuestro había concluido con la liberación de unos cincuenta rehenes ilesos. Según se ha sabido, los familiares de los condenados fueron informados sólo después de que los mismos asaltantes habían sido ejecutados y ya se les había enterrado. Tras destacar que "nadie tiene derecho a poner en peligro la vida de otras personas, como habían hecho los secuestradores", el Comité Permanente de la Conferencia Episcopal de Cuba hace hincapié asimismo en que "de la misma manera, nadie debe decidir que la muerte sea inferida a otras personas como remedio a sus acciones delictivas, máxime cuando ello se hace en un proceso sumarísimo". Los Obispos de Cuba recuerdan que "la violencia no se elimina con la violencia", sino que "es necesario erradicar las causas de la misma, y esto no se logra por medio de la aplicación de la pena de muerte". Los miembros de la Conferencia Episcopal cubana lamentan que "es grave motivo de preocupación la reiteración de episodios de violencia en el país en estos últimos tiempos, así como las condenas a largos años de prisión impuestos a numerosos opositores políticos". Los prelados cubanos recomiendan que "sólo favoreciendo el desarrollo de una cultura de la vida, que implica el fortalecimiento de los valores humanos y todo lo que promueve la dignidad de la persona, en favor de una convivencia sana, se pueden superar estas tensiones sociales". Este triste hecho se producía en Cuba pocos días después de las largas condenas - de 6 a 28 años - impuestas también a raíz de procesos sumarios, a unos 80 disidentes acusados de "actos contra la independencia e integridad territorial del Estado". También la Unión Europea se unió a la condena de los juicios sumarios contra disidentes y las recientes ejecuciones en Cuba. Los ministros de Asuntos Exteriores de la UE aprobaron el lunes en Luxemburgo una declaración en la que condenaban precisamente las "recientes acciones de las autoridades cubanas, especialmente las ejecuciones, las detenciones de disidentes a gran escala, los juicios injustos y las sentencias arbitrarias y excesivas impuestas". La misma nota de la Unión Europea, además de condenar las recientes ejecuciones y medidas represivas tomadas por las autoridades cubanas, advierte de que "afectarán" a las relaciones entre los Quince y la isla. Todos estos sucesos muestran, según la declaración, "un deterioro suplementario de la situación de los derechos humanos en Cuba".
OBISPOS ITALIANOS DONAN 2 MILLONES EUROS PARA AYUDA HUMANITARIA IRAK Terminada la campaña militar en Irak, la presidencia de la Conferencia Episcopal italiana ha dicho que ahora es prioridad urgente la puesta en marcha de programas que lleven la necesaria ayuda humanitaria a la población fuertemente afectada por las consecuencias de la guerra. Por eso, los obispos italianos han decidido dar dos millones de euros de los fondos del ocho por mil de la Declaración de Renta de los italianos para sostener esta ayuda humanitaria en Irak. En espera de que se realice una rápida reconstrucción material, política y social del país y en la esperanza de que se desarrolle una nueva era de paz en todo Medio Oriente, los organismos eclesiales italianos están trabajando para llevar las primeras ayudas y poder colaborar con una justa y equitativa distribución humanitaria. Intervenciones inmediatas y concretas que vuelvan a dar confianza y esperanza a la población, durante tanto tiempo oprimida por la dictadura y ahora devasta por la guerra, constituyen la mayor garantía y la más eficaz premisa para el desarrollo de un sistema político y social capaz de favorecer el crecimiento de libertad, de justicia y de solidaridad en el pleno respeto de los derechos humanos. ************************** "Un intenso momento de oración, de espiritualidad y de comunión con los cristianos que viven en la tierra de Jesús". Este es el objetivo fundamental del viaje a Tierra Santa que han organizado los obispos italianos de 22 al 25 de abril. Una viaje que quiere ser "una peregrinación de solidaridad de la Conferencia Episcopal Italiana para manifestar su cercanía con los fieles, los religiosos y las religiosas que en Palestina están sufriendo a causa de la dramática situación existente", ha declarado Mons. Giuseppe Betori, que es el secretario general de la CEI y que encabezará la delegación de los prelados italianos. La delegación será acogida en Jerusalén, la misma tarde del 22 de abril por su beatitud Mons. Michel Sabbah, patriarca latino de Jerusalén. Los obispos italianos concelebrarán la santa misa junto al Custodio de Tierra Santa, padre Giovanni Battistelli en la iglesia parroquial de san Salvador. El 23 de abril la delegación proseguirá su peregrinación en Belén. Visitarán la basílica de la Natividad. Y tomarán parte en la celebración eucarística en la iglesia parroquial de Santa Catalina. Por la tarde los obispos italianos visitarán una escuela, un campo de refugiados, la casa de la hermanas franciscanas y un grupos de pequeños enfermos en el Baby Hospital antes de regresar a la capital para entrevistarse con en el delegado apostólico en Jerusalén y Palestina y Nuncio apostólico en Israel y Chipre Mons. Pietro Sambi. El jueves, 24 de abril, los obispos italianos después de la celebración litúrgica en el Santo Sepulcro en la que participará el cardenal Carlo María Martini, se trasladarán al Calvario para participar a un momento de recogimiento espiritual y oración. Por la tarde los prelados tendrán un encuentro con la comunidad cristiana palestina en una parroquia de Jerusalén. Y finalmente, el 25 de abril, la delegación de la CEI se reunirá en oración en el Cenáculo, concelebrarán una misa en Getsemaní y visitarán el albergue de acogida para los cristianos que no tienen casa en Jerusalén.
CRISTIANOS DE ISRAEL RECOGEN OFERTAS PARA LA POBLACIÓN IRAQUÍ En ocasión de la "Jornada para las necesidades de Tierra Santa" que se celebra el Viernes Santo, las comunidades cristianas de Israel recogerán sus ofertas para destinarlas este año a la población iraquí. La iniciativa - ha explicado el obispo auxiliar del Patriarcado latino de Jerusalén - quiere ser un signo concreto de cercanía y solidaridad con la población "hermana" iraquí afectada duramente por el conflicto bélico". "Todo lo que recojamos - ha dicho Mons. Jacinto-Boulos Marcuzzo-, será enviado con la máxima urgencia a Caritas de Bagdad para que sea empleado entre todas las personas, sin distinción de raza, o de fe". "Esta colecta - sostiene asimismo el prelado- es un medio para promover en la "comunión y en la cercanía" un auténtico espíritu di paz".
SAN EGIDO: MEMORIA DE LOS MÁRTIRES DE NUESTRO TIEMPO En Roma, la Comunidad de San Egidio organizó el martes por la tarde - a las cinco y media - un encuentro de oración en memoria de los "mártires de nuestro tiempo" y para invocar la paz y la reconciliación. La solemne vigilia ecuménica de oración, presidida por el Cardenal James Francis Stafford y con la participación de representantes de las confesiones cristianas, en la Basílica Santa María La Mayor, impulsaba a conmemorar a todos aquellos que, en años recientes, han derramado su sangre por Evangelio y por la paz en el mundo. En este contexto, la Comunidad de San Egidio recuerda que el milenio que empieza lleva consigo ya las huellas del martirio. Desde el año 2000, más de sesenta testigos de la fe han muerto en África, Asia, Europa y América. La opción de amor de estos testigos, arraigada en el Evangelio, se enlaza con la resistencia al mal ofrecida por innumerables mártires en el curso del siglo XX. Laicos, misioneros, hombres y mujeres, católicos y ortodoxos, anglicanos y evangélicos. Todos ellos impulsan una audacia y fidelidad mayores e invitan a mirar hacia el nuevo milenio con la certeza de que el lenguaje las Bienaventuranzas tiene valor también en nuestro tiempo.
CAPITULO GENERAL DE LAS MISIONERAS CLARISAS DEL SANTÍSIMO SACRAMENTO Las Misioneras Clarisas del Santísimo Sacramento, fundadas por la Sierva de Dios Madre María Inés Teresa Arias, misionera mexicana sin fronteras, durante su capítulo general celebrado en Roma, han elegido - el pasado 14 de abril - como nueva superiora general a la Madre Julia Meijueiro Morosini. Lo anuncia un Comunicado de este Instituto Misionero que desarrolla su labor de conquistar el mundo para Cristo en alegría y sencillez, dando vida a su lema: "Es urgente que reine el Señor". La nota recuerda que las Misioneras Clarisas del Santísimo Sacramento, después de su aprobación pontificia en el año 1951, se extendieron desde México a los países donde han sido llamadas: Japón, Indonesia, Nigeria, Sierra Leona, Estados Unidos, Costa Rica, España, Italia, Corea, Rusia, India, Irlanda y, próximamente, Argentina. La nueva superiora general sucede a la Madre María Botello, la cual a la muerte "en olor de santidad en 1981, de la fundadora" de las Misioneras Clarisas, como "misionera de esperanza", continuó fielmente acrecentando en todos los miembros del instituto ese ímpetu misionero de la Madre María Inés - Teresa del Santísimo Sacramento, que la llevó a dar a conocer el mensaje del Evangelio, "único deseo que la consumió hasta donarse sin límites a la misión de animar directamente a toda la familia misionera e impulsándola a metas cada vez más altas de santidad". |